LAS CASAS DE MONEDA  ESPAÑOLAS EN AMÉRICA DEL SUR

 

III.- El siglo de las reformas

 


Real de Santiago de Chile (1817)

 

La ceca de Santiago de Chile

 

 

         Desde poco después del establecimiento de los españoles en el valle central de Chile, se hizo notoria la falta que hacía el contar con suficiente numerario para las transacciones y el pago de los distintos tributos.  Esto, como ya se ha visto, fue común a todos los establecimientos hispanos.  Cuando finalmente comenzaron a producir las cecas de Lima y Potosí, y en especial la segunda, en algo se palió el problema pero siempre resultó insuficiente por las prioridades de las autoridades y el comercio que preferían el envío de las monedas a la península antes que a lugares alejados de la administración colonial.  El comercio chileno sufría por la escasez ya que los precios de sus productos eran cotizados en el mercado a precios muy bajos.

 

         En marzo de 1720 el capitán de caballería Francisco de Acosta y Ravanal ofreció a la Real Hacienda establecer una casa de moneda en Santiago enteramente a su cuenta, pero desafortunadamente para los chilenos la ventajosa oferta hecha a la Corona no fue siquiera tomada en cuenta.

 

         Años después, ante una nueva solicitud del Cabildo de Santiago, urgiendo al rey a dar solución al problema monetario agravado por un terremoto que destruyó la ciudad en 1730, el Soberano se interesó en el tema, pero preocupado de que la producción minera de Chile no fuese suficiente para mantener el funcionamiento de un establecimiento monetario, consultó al virrey del Perú así como a las autoridades reales de Santiago.  Mientras que las segundas coincidieron que no solo era suficiente la producción de las minas sino que esta se incrementaría al tener la posibilidad los mineros de colocar sus productos a mejor precio, el virrey por su parte consideró que la empresa no era conveniente por el costo que demandaba de cuenta del rey tanto en la fábrica del edificio así como en los instrumentos y posterior para de personal, siendo además de la opinión que los minerales producidos en la región no la sustentarían y dando ejemplo de su posible fracaso, la frustrada instalación de la Casa de Moneda en el Cusco a fines del siglo anterior. El virrey, equivocadamente indicaba que la ceca cusqueña había sido establecida por cuenta de la Real Hacienda cuando en realidad la pagaron los cusqueños. 

 

         El resultado de las consultas y respuesta fue que el Soberano prestó oídos al virrey en contra de lo opinado por las autoridades chilenas y el establecimiento de la ceca fue nuevamente postergado hasta que en 1741 por una feliz coincidencia se encontraron en la corte de Madrid dos destacados chilenos,  Tomás de Azua, vecino  de Santiago con poderes de los cabildantes de la ciudad ante la corte, y Francisco García Huidobro, hombre rico y destacado de la sociedad santiaguina.

 

         Azua explicó a García Huidobro las ventajas que podría suponer que éste tomase interés personal en el asunto, haciéndole ver lo beneficioso que podría ser correr con todo el negocio a título propio, considerando lo avanzado de las conversaciones, demoradas sólo por la resistencia de la Real Hacienda en correr con la inversión.  García Huidobro, luego de estudiar diferentes aspectos en documentos que había llevado Azúa, especialmente los relativos a la producción minera, y consciente de los grandes gastos en que tendría que incurrir tanto en la construcción como en el herramental que debía llevarse desde España, aceptó encargarse del proyecto.

 

         Tomas de Azúa, una vez recibido el asentimiento de García Huidobro, comunicó al rey que:

 

"…deseosa la ciudad de Santiago de que siempre fuese en aumento sin menoscabo de la Real hacienda, García Huidobro ofrecía desde luego costear la Casa, cuños y salarios de operarios , con obligación perpetua de refacciones, dignándose su Majestad concederle el empleo de tesorero para él y sus herederos, con los emolumentos que rindiesen las fundiciones con cuya gracia, concluía, se facilita la mayor que pretende el reino y se excusa el riesgo de Real Hacienda que pretexta el virrey." [1]

  

         Ante las ventajas que suponía contar con la Casa de Moneda en Santiago sin que significase gasto alguno, y sabiendo que una vez probada la utilidad de ésta, en caso se juzgase conveniente, con sólo pagar lo que había costado podía ésta pasar a manos de la Corona, el Consejo de Indias dio su opinión aprobatoria y el primero de octubre de 1743 se dictó la real cédula que creaba la Casa de Moneda de Santiago de Chile.

 

         García Huidobro de acuerdo a las recomendaciones de los oficiales de la Real Casa de Moneda de Madrid, a la que asistió a diario por más de un año para aprender el manejo de una ceca, mandó fabricar todas las herramientas e instrumentos necesarios ocupándose el talla mayor de la ceca de grabar las matrices, treinta en total, para piezas de uno hasta ocho escudos.  Contrató además el chileno a Manuel de Ortega, "tallador y practico en todas las oficinas de la casa", quien a cambio de trasladarse a Santiago con toda su familia recibiría mil pesos fuertes al año. 

 

         Las matrices estuvieron listas el 15 de diciembre de 1743, con lo que pudo iniciarse el viaje.  Una vez en Cádiz García Huidobro remitió un testimonio al Real y Supremo Consejo con la lista de todo lo que estaba a punto de embarcar para así dar fe de haber cumplido con su parte del contrato, recibiendo a cambio la escritura de obligación debidamente firmada.

 

         Por razones del clima Ortega así como un ensayador contratado para ir a Chile, Joseph Saravia, que no llegó a ejercer por haber fallecido en Santiago antes de iniciarse las operaciones de la fábrica, no pudieron embarcarse en el "Santiago el Perfecto" en que viajó todo el material y el flamante tesorero.  Estos, por lo expuesto, embarcaron días después con tan mala suerte que fueron capturados por piratas y luego desembarcados en Lisboa de donde García Huidobro debió gestionar, gracias a sus contactos, que fueran llevados al Brasil.

  

         García Huidobro y los instrumentos llegaron a Buenos Aires el 15 de julio de 1745 y siguieron de allí a Santiago donde adquirió un local para la construcción de la fábrica en la actual calle Huérfanos.  El costo total del herramental, matrices contratas y transporte "hasta ponerla en términos de obrar" en Santiago fue, según indica el mismo tesorero,  de más de cuarenta y cuatro mil pesos.  El edificio, incluyendo el terreno fue tasado en 1769 por el alarife de la ciudad en "poco más de once mil pesos". [2]

 

         La construcción de la casa de moneda y el tener todo a punto, inclusive el nombramiento y preparación de los oficiales y empleados tomó un buen tiempo y recién el 10 de setiembre de 1749 pudo acuñarse la primera monedas, una pieza de cuatro escudos con e busto de Fernando VI.

 

         Fue primer superintendente de la ceca Martín de Recabarren y ensayador, por la muerte de Saravia, traído por García Huidobro de España, el abogado José Larrañeta, a quien Saravia le había enseñado el oficio. Como escribano se desempeñó Juan Bautista de Borda. [3]

 

         Como había previsto el virrey tiempo antes, el problema de la nueva casa de moneda fue la falta de pastas por lo que tuvo que contentarse con operar tan sólo desde el mes de octubre hasta abril, y durante este tiempo se logró acumular suficiente oro de los particulares para formar un total de unas seis partidas que se acuñaron y entregaron al tesorero.

 

         Una comprobación hecha a fines de 1770 demuestra que la producción de la ceca desde su fundación, en setiembre de 1749,  hasta esa fecha fue de 77,344. marcos, cinco onzas y cuatro ochavas, y que también se habían producido en todo ese tiempo una pocas partidas de plata.  Las monedas de oro santiaguinas durante el período de la administración particular de García Huidobro correspondió a los reyes Fernando VI y Carlos III aunque debe anotarse que al probar la volante de la ceca en 1749 se notó que los retratos no salían con el relieve muy claro por lo que el 20 de setiembre se pidió una explicación al grabador Manuel de Ortega y Balmaceda quien opinó que el flan era muy grande, la volante muy débil y los troqueles muy profundos.  A causa de lo dicho se decidió que se pusiesen en la volante los troqueles traídos de España correspondientes a Felipe V y con fecha 1744.  A las cinco de la tarde de ese día se procedió a acuñar   se llegaron a acuñar cinco o seis piezas de 4 u 8 Escudos con los troqueles traídos de inicialmente de España.  También es interesante anotar que en los años 1754, 1758 y 1759 se produjeron monedas de un real en la primera y última fecha señalada, y de dos reales en 1758, con el busto de Felipe V y el nombre de Fernando VI. [4] Las monedas de oro de Carlos III se comenzaron a producir en 1760.

 

         Las monedas de plata de la etapa inicial de esta Casa de Moneda, fueron pocas y son consideradas como sumamente raras por Burzio, en base a los estudios propios y de Medina, siendo las más comunes las piezas de ocho reales, aunque también las hubo de los otros valores de la serie desde medio real.  Las primeras fueron del tipo "Columnario"  acuñándose desde 1751 a 1772. [5]

 

 

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[1].- Medina. J.T.  Ob. cit. Santiago, 1919. p. 324.  En su obra Monedas chilenas, transcribe íntegro el referido documento.

[2].- Ibid. p. 326.

[3].-  Los otros cargos de la ceca, según la relación de J.T. Medina fueron: Contador, José Fernández Campiño; Juez de Balanza, Alejandro Palomeque; Guarda cuños, Bernardo Rodríguez de Canseco;  Maestro fundidor, Tomás Pizano; Guarda materiales, Santiago Carmona; Maestros de moneda, Francisco Aguilar y Manuel Carmona; Maestro cerrajero; Santiago Toro.

[4].- Burzio, Humberto F. Diccionario de la moneda hispanoamericana.  Santiago de Chile, 1958.  Tomo II, p.338-339.  Indica el autor que estas piezas son anómalas y que se limita a consignarlas en base a referencias bibliográficas. Agrega además que el busto en el escudo de 1759 puede ser bien de Felipe V o de Fernando VI.

[5].- Ibid. p.348.