LAS CASAS DE MONEDA  ESPAÑOLAS EN AMÉRICA DEL SUR

 

IV.- El final del poder español en Sud América

 


Firma del ensayador Juan Martínez Rosas

 

 

La ceca limeña se moderniza

 

 

         La modernización de la ceca de Lima pudo haberse efectuado antes si en 1809 se hubiese aceptado la propuesta del barón Thaddeus von Nordenflicht quien, al quedar vacante la superintendencia de la fábrica monetaria, estuvo interesado en ocupar el cargo. Nordenflicht, experimentado metalurgista había llegado al Perú en octubre de 1790 luego de pasar de Buenos Aires a Potosí donde estudió la forma de mejorar el rendimiento de los procesos de refinación de la plata y adaptar sistemas modernos con el fin de elevar la producción.  Este barón polaco, con una misión de especialistas científicos y prácticos, mayormente alemanes, construyó un laboratorio metalúrgico en Lima y visitó las minas del país por encargo del Tribunal de Minería, en lo que fue probablemente la aventura científica más importante del siglo XVIII peruano.  Los logros de la misión de Nordenflicht no fueron todo lo exitoso que se hubiese deseado por razones varias, y fue finalmente abandonada por orden de la regencia el 22 de setiembre de 1810.  De haber ocupado Nordenflicht la superintendencia de la ceca no hay duda que los avances técnicos en maquinarias y métodos metalúrgicos introducidos años después, se hubiesen adelantado logrando un incremento en la producción.  Razones de gobierno desafortunadamente desestimaron la solicitud del barón. [1]

 

         Al finalizar el gobierno del virrey Abascal, la ceca limeña había quedado estrecha y anticuada, por lo que se hacía difícil acomodar en ella a los "artífices y dependientes que han de ocuparse en la amonedación de pastas" que para esa época alcanzaba una producción anual que oscilaba entre los cinco y los seis millones de pesos.  La situación, por lo tanto, hacia considerar a Abascal que era necesario proceder a efectuar ampliaciones especialmente en las oficinas de fundición y fielatura.

 

         "Venturoso será el día en que simplificándose estas máquinas se extinguiera el trabajo de los esclavos en las labores de la Casa" dijo el virrey Abascal en su memoria de gobierno.  En efecto, este ilustrado gobernante  se preocupó por mejorar el trato y las condiciones de trabajo de los operarios de la ceca, así como de la aplicación de nuevas técnicas que permitiesen la modernización de la fábrica.  De lo primero da fe Abascal en otros párrafos de su memoria, como por ejemplo "se han remediado por mi orden pequeños abusos en el trato de los jornaleros." Más adelante, preocupado por la salud del personal, al referirse a los espacios estrechos de las oficinas de fundición, comenta: "debe ser también muy nocivo a la salud de los trabajadores el tufo del carbón y otras incomodidades..." Finalmente, al mencionar que los esclavos son mantenidos en prisiones malsanas y con poca luz dentro de la ceca, agrega que están:

 

"…sugetos a una constante requisa semanal o diaria de los guarda vistas, en que se degrada la humanidad hasta lo infinito, con el reconocimiento de todas las partes de su cuerpo hasta las más secretas e interiores." [2]

 

         En efecto, la población de la ceca para el año 1816 había aumentado y tan sólo la nómina de los empleados que recibían "sueldos por el Rey" llegaba a los 26, entre los que debemos destacar al ensayador Juan Martínez Rosas y su segundo Pablo Cano Melgarejo y a los tallas Ramón Montano; José María Fernández de Soto, y Atanasio Dávalos, todos destacados miembros de la fábrica y que los años siguientes se distinguirían aún más. [3]

 

         En cuanto a los aspectos técnicos y mecánicos de la casa de moneda, el virrey era consciente de que con nuevas máquinas podría lograrse una mayor producción y con más economía, por cuanto las máquinas "torpes y perezosas" que se empleaban para estirar y cortar los rieles, así como para acordonar y acuñar, aumentan los costos por los jornales y mulas que son necesarios, cuando el agua del río Guatica que pasa por debajo de la fábrica tenía suficiente capacidad para mover mecanismos que reducirían los costos en un veinte por ciento.  Consideraba, por todo ello, el virrey que la solución y remedio a los problemas de producción de la ceca consistía en "hacer venir a personas hábiles y de inteligencia para dirigir y entablar el método más simple de hacer la moneda con menos costo y en menos tiempo".

 

         Termina el virrey sus comentarios sobre la casa de moneda limeña refiriéndose a la maquinaria que ya había llegado para estirar los rieles y que por si sola había servido para ahorrar mucho espacio en el edificio sobre todo por la eliminación de las mulas ya que ésta trabajaba con la fuerza hidráulica del mencionado río Guatica.

 

         En concordancia con las preocupaciones de Abascal, el fabricante de máquinas galés, Richard Trevithick, había sido contactado para proveer de máquinas a las minas de Cerro de Pasco y de "considerable cantidad de aparatos de acuñar para la ceca real del Perú." [4]

 

         El 6 de febrero de 1817 gobernando ya el virreinato peruano don Joaquín de la Pezuela, llegó al Callao el ballenero "Asp" con un cargamento de máquinas y trayendo como pasajero al  propio Trevithick, quien no bien arribado fue presentado al virrey.  El día 12 siguiente la "Gaceta de Lima" dio la noticia de la llegada del maquinista. Luego de tratar sobre la nueva maquinaria que operaría en las minas de Cerro comenta:

 

"…a estas agradables noticias debemos añadir la de la llegada al Callao de la fragata ballenera Asp de Londres que conduce a su bordo porción de maquinaria para esta real casa de moneda." [5]

 

         La venida del galés fue recibida con gran alegría ya que había sido él quien dirigió, en Inglaterra, la construcción de las máquinas traídas al Perú y supervisó el mejoramiento de las bombas a vapor que operaban ya con gran éxito en las minas de plata de Santa Rosa y Yauricocha en Cerro de Pasco.  Había llegado Trevithick con el material para fabricar ocho máquinas, y lo que era más importante aún, con la ayuda de los técnicos que lo acompañaban podría construir localmente todas las máquinas que el Perú necesitase sin tener que recurrir a los fabricantes y vendedores europeos.  La Gaceta opinaba que su presencia en nuestra tierra traería una época de prosperidad.  El virrey no ahorro esfuerzos para hacer del viaje de Trevithick una experiencia agradable, dándole incluso una escolta de honor para acompañarlo hasta las minas de la sierra central.

 

         En cuanto a las expectativas del trabajo de galés en la ceca baste decir que se propuso sextuplicar el poder de las máquinas de acuñación, lo cual implicaba también una confianza por parte del mismo Trevithick y del gobierno en que la producción de los metales debía crecer con la nueva maquinaria de bombeo a vapor que se había instalado en las minas.

 

         De otro lado, si se pretendía aumentar la amonedación lo primero que se debía lograr era hacer más eficiente el caudal de agua subterránea que pasaba por la fábrica.  Para lograr esto era necesario ante todo limpiar y reparar la parte del brazo de río que, saliendo del Rimac, pasaba por debajo de un convento de monjas vecino a la casa de moneda, donde el confesor era el único miembro de sexo masculino autorizado para entrar.  En varias oportunidades los oficiales de la ceca habían solicitado el permiso a las monjas recibiendo siempre una insensata y terca negativa.

 

         Trevithick, dispuesto como estaba a mejorar la producción de la fábrica, no podía detenerse ante algo que para el era incomprensible por su irracionalidad.  Así, un día se presentó a las puertas del convento resuelto a entrar.  Henry Boase, en su discurso que seguimos, cita las palabras del maquinista:

 

"Sin que lo supiera Abadía ni nadie, excepto el señor Page, mi intérprete, fui como si no supiese que hubiese alguna objeción para admitir hombres, y toqué la campana de la puerta principal.  Una esclava se acercó a la reja, a quien mi intérprete le indicó mi nombre y la razón de mi visita, luego de lo cual ella se retiró a informar.  A poco aparecieron tres monjas ancianas quienes dijeron que no podía ser admitido.  Les informé que había venido de Inglaterra con el propósito de mejorar la ceca Real y que no podía proceder a hacerlo sin examinar y medir las vías de agua.  Ellas se retiraron entonces y, tras unas consultas, fuimos admitidos, conduciéndonos por las dependencias, enseñándonos la capilla y otros lugares sin ninguna reserva."

 

         Mr. Boase no descarta la idea de que lo que abrió las puertas conventuales al maquinista fue la curiosidad de las monjas por ver a ese hombre del que tanto se hablaba, y concluye su comentario diciendo que lo que no pudo lograr el brazo del poder lo consiguió Trevithick, y "la triple puerta se abrió a un laico, extranjero y hereje".

 

         Años después el inglés William Bennet Stevenson, quien residió un largo tiempo en el Perú y Chile desde 1804 hasta terminada la guerra de  la independencia, comentó en sus memorias sobre la ceca y la obra de Trevithick:

 

"…es un edificio grande que contienen todas las dependencias necesarias.  La maquinaria al comienzo trabajó con mulas, empleándose diariamente ochenta, hasta el año 1817 cuando Pedro Abadía fue contratista para la acuñación.  El Señor Trevetchick (sic) dirigió la ejecución de una rueda hidráulica que originó un gran ahorro de energía." [6]

 

         En 1819 la flota patriota comandada por Lord Thomas Cochrane efectuó dos arriesgados ataques al puerto del Callao.  El primero se realizó en marzo y fue repelido por las fuerzas realistas sin mayores consecuencias. La segunda incursión, efectuada la noche del 5 de octubre fue más audaz y utilizó bruletes incendiarios para destruir las naves que estaban en al bahía.  Un cambio de viento evitó que los brulotes tuvieran los resultados previstos y la flota patriota se retiró sin mayores daños ni bajas, pero sin haber cumplido su objetivo.  En Lima y el Callao se celebró la retirada de Cochrane y su fallido ataque incendiario, y para ello se mandó acuñar en la ceca capitalina una medalla que recordase por siempre el hecho.  Se encargó el trabajo a Atanasio Dávalos quien produjo una excepcional pieza que muestra los brulotes y a su derecha tres naves ancladas rodeadas de la leyenda "premio a la fidelidad y al valor." [7]

 

 

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[1].- Fisher, John. Minas y mineros en el Perú colonial.  1776-1824.  I.E.P. Lima, 1977. p.148.  Nota. El capítulo 4 de la obra de Fisher es un amplio tratado sobre la misión Nordenflicht.

[2].- Fernando de Abascal. Memoria de Gobierno.

[3].- A.G.N. Casa de Moneda Colonial. Legajo 74. Incluye las hojas de servicios de 26 empleados de la ceca. El expediente está fechado en Lima el 31 de diciembre de 1816.

[4].- Boase, Esq. Henry.On the introduction of the Steam Engine to the Peruvian Mines.  Read at the Anniversary Meeting, September 1817.

[5].- Gaceta del Gobierno de Lima. N° 11, 12 de febrero de 1817.

[6].- Stevenson, William Bennet.  Memorias sobre las campañas de San Martín  y Cochrane en el Perú. En Colección Documental de la Independencia del Perú. tomo XXVIII. "Relaciones de Viajeros vol III. Lima, 1971.  p.155.

[7].- Dargent Chamot, Eduardo.  El grabador Atanasio Dávalos.  Conferencia en el Primer  Congreso  de Arte y Archivos.  Museo Pedro de Osma.  Barranco, Perú. 1990.