Garrido, Luis Javier.


La crítica del neoliberalismo realmente existente.

Las políticas de globalización han constituido un desafío al que hasta ahora los intelectuales no han sabido responder con claridad. América Latina vive un momento crucial, porque los gobiernos de la mayor parte de los países del continente, siguiendo los lineamientos del FMI, están profundizando las políticas económicas neoliberales de manera tal que ello entraña un empobrecimiento de las mayorías y un proceso de reconversión de los Estados nacionales, y ante estas redefiniciones de importancia histórica el primer reto intelectual tendría que ser el de determinar las dimensiones del cambio que se está produciendo: no sólo en las estructuras sociales y económicas sino en la naturaleza misma de los regímenes, a fin de explicar las dimensiones de estas políticas y sus consecuencias, en particular por una razón: porque los teóricos de la globalización pretenden que esta es irreversible y que el neoliberalismo llegó para quedarse. Ello supone por lo mismo plantear de nuevo, y en otros términos, los problemas del Estado y de la democracia, porque las nuevas políticas no hubieran sido posibles, desde luego, de no existir condiciones políticas para ello, como ha sido evidente en el caso de América latina.

La pregunta de ¿cómo han sido posibles estas políticas?, tiene que ser respondida analizando el contexto social, cultural y político de cada país, y los medios por los que se fueron imponiendo las tesis de la globalización. El neoliberalismo es una doctrina que ha sustentado una verdadera guerra económica contra la mayoría de la población que son los asalariados. Las políticas del "neoliberalismo", decididas por los centros de poder financiero trasnacional, y que han sido bautizadas como de "la globalización", pretenden alcanzar la "eficiencia económica", escudándose en nociones tan vagas como la de "la modernidad" o la de "la sociedad tolerante", pero en America latina han logrado precisamente todo lo contrario de lo que muchos de sus exégetas pretenden, y las cifras están ahí para probarlo una concentración sin precedentes de la riqueza, el empobrecimiento y el desempleo o el subempleo de la mayoría de la población económicamente activa y la condena a millones de seres humanos a que la desnutrición les haga crecer con sus facultades fisicas e intelectuales menoscabadas, y a no tener derecho a la salud, a la educación ni a la tierra: sentenciándolos a vivir en la injusticia y sin la posibilidad de un futuro digno. Y en lo político, el desmantelamiento de los antiguos Estados de bienestar y un crecimiento desmesurado del poder trasnacional. En México, por ejemplo, tras las experiencias neoliberales de los gobiernos de De la Madrid (1982-1988), de Salinas (1988-1994) y de Zedillo ( 1994...) el nivel de vida es inferior al que se tenía en 1993, según se reconoce en los medios académico s norteamericanos, y ello luego de que el Estado vendió cientos de empresas públicas obedeciendo ciegamente los dictados del FMI y del Banco Mundial.

El problema del Estado se halla en el centro del debate de las políticas neoliberales, pues estas han tendido a reconvertir a los viejos Estados nacionales, sustentados en la tutela de los derechos sociales y de las políticas de bienestar, en Estados subordinados a los centros de poder financiero internacional y funcionales a las nuevas políticas que tienden a la reducción del ser humano en función de los intereses económicos de las grandes corporaciones. El desmantelamiento del marco constitucional y jurídico de los países para suprimir de este los derechos de la Nación sobre el subsuelo y el espacio aéreo, las antiguas formas de tenencia de la tierra, las garantías de los trabajadores y de los sindicatos (del salario mínimo remunerador a los contratos colectivos de trabajo), los sistemas de seguridad social o las universidades públicas está teniendo efectos que aún no es posible predecir.

Los Estados latinoamericanos se hallan en un proceso de transición que nadie puede asegurar haste dónde va a llegar, pues si atrás del discurso neoliberal que promete una mayor igualdad de oportunidades son muy claros los signos de una creciente desigualdad económica, social y cultural, que sólo puede ser asegurada mediante el fortalecimiento de los rasgos autoritarios de los regímenes actuales, también es cierto que no ha habido hasta ahora una respuesta global a estas políticas con un programa alternativo, y por una razón. No puede haber una precisión de las dimensiones del desafío si no se establece claramente cuál ha sido hasta ahora el alcance de la globalización, y no se caracteriza correctamente al neoliberalismo actual más allá de lo que el propio discurso neoliberal pretende que este es, incluyendo su dimensión política o, mejor dicho, a los diversos neoliberalismos realmente exisfentes, en la particularidad propia de cada región: es decir, la de los regímenes políticos que los sustentan. Y si, al mismo tiempo, no se define una propuesta económica| alternativa que tendría que estar fundada en nuevas formas de vida democrática.

El neoliberalismo es un totalitarismo, ya que pretende imponer un modelo único, pero es también un dogmatismo, pues sus principios oscuros y contradictorios, se presentan como verdades incuestionables: de ahí que sea urgente superar las actuales limitaciones del análisis. En la búsqueda de una "legitimación" para las teorías neoliberales, el papel de un buen número de intelectuales ha sido fundamental, pero estos no han logrado hasta ahora ocultar algunos aspectos centrales del proyecto: de la subordinación que implica del modo de vida de los pueblos a las necesidades del capital, hasta el control monopólico de los medios masivos de comunicación con la intención de crear un "nuevo mundo" a la imagen de unas cuantas empresas multinacionales. El análisis de las políticas de la globalización ha desmitificado en los últimos años muchos de sus conceptos y entre estos el del mercado. La noción de "mercados libres", según ha demostrado Noam Chomsky, no logra encubrir que el gobierno norteamericano nunca ha apoyado mercados libres sino nuevos estándares de proteccionismo, pero aún es mucho lo que falta por hacer.

Las políticas neoliberales siguen entrañando un reto para los intelectuales latinoamericanos y para las organizaciones políticas y sindicales al que hasta ahora no han sabido responder con claridad, pero en cambio los campesinos indígenas del estado mexicano de Chiapas sí lo han hecho: han replicado por la vía de las armas. La rebelión de miles de indígenas tzeltales, choles, tzotziles, tojolabales y de algunos mestizos, integrantes del Ejército Zapatista de liberación National (EZLN), al grito de "¡Basta!", el 1 de enero de 1994, fecha de entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA o TLC), fue más que un acto de dignidad de los mexicanos más desposeídos: constituyó un simbolo de una resistencia contra la explotación y la injusticia de la globalización. La movilización nacional e internacional que se ha ido desarrollando en los meses sigu¦entes al levantamiento no ha logrado que el gobierno mexicano cambie sus políticas y acepte la necesidad de una transición hacia otra forma de régimen, pero sí ha puesto en el debate nacional el tema del neoliberalismo. Y así lo demandó expresamente el subcomandante insurgente Marcos a fines de septiembre de 1995 desde la selva lacandona: para poder sustentar el carnbio es menester que la sociedad mexicana dialogue con sí misma y discuta las políticas neoliberales y el futuro de laNación. Los zapatistas de Chiapas, al definir el carácter nacional de su movimiento, han contribuido a fortalecer en los mexicanos un derecho olvidado: el de ejercer las armas de la crítica.

La propuesta de otro proyecto económico tendría desde luego que sustentarse en otra forma de concebir el problema de la participación política. Ello no quiere decir que deban descartarse las instituciones políticas democráticas imaginadas y definidas desde los siglos XVIII y XIX, pero para constituir un nuevo proyecto social es necesario reconocer la necesidad de edificarlo sobre otras formas de organización y de participación democrática. Los intelectuales, las organizaciones populares y las fuerzas democráticas deben tener la imaginación necesaria para crear mecanismos que puedan hacer reales y efectivas la democracia representativa, el equilibrio de los Poderes del Estado, los derechos individuales y sociales o las formas de descentralización territorial del poder, desde el municipio hasta los estados de la Federación, e incluso las autonomías regionales, como lo reclamaron a partir de 1994 los indígenas de Chiapas, pero también para imaginar nuevas formas participativas.

La forma en que se han impuesto estas políticas es también clave de la explicación del proceso. Las instituciones políticas del continente se hallan en una crisis de legitimidad luego de varios años de experiencia neoliberal, pues aunque la mayor parte de los países del Caribe y de Centro y Sud América tienen en apariencia regímenes legales y democráticos, estos de hecho no responden a los intereses de las mayorías sino de los grupos oligárquicos: tanto aquellos que adoptaron el sistema presidencial como los que siguieron el modelo parlamentario, lo mismo los de vieja tradición republicana que los que se establecieron tras la caída de los regímenes militares en la década de los setentas (Brasil, Uruguay, Argentina, Chile) o que México en donde ha subsistido durante 65 años un "sistema" de Partido de Estado. Hay una crisis que es evidente, lo mismo de las instancias del poder público que de los mecanismos institucionales, y que va de los órganos de control de la constitucionalidad de las leyes (y de los actos de los gobernantes y de los tribunales) a las diversas formas de descentralización y de equilibrio del poder, pasa por las instancias intermedias (los partidos políticos y los sindicatos), y toca seriamente las instituciones sociales (los derechos sindicales, la jornada máxima de trabajo, el salario mínimo o el derecho de huelga) y, desde luego, los mecanismos de participación democrática.

Las elecciones constitucionales de los últimos años en América Latina no han sido más que formalmente, triunfos de la democracia política. Los procesos electorales han mostrado que existe un desfase entre lo que son los regímenes latinoamericanos y la versión que de estos dan los centros de poder financiero internacional, el gobierno de Washington o la OEA. Las elecciones mismas distan mucho de tener los rasgos de procesos democráticos y competitivos, y las vastas operaciones de propaganda que se han hecho para hacerle publicidad a la supuesta democracia continental, no puede ocultar la realidad de lo acontecido. Entre 1993 y 1995, hubo en varios países, lo mismo en Perú que en República Dominicana, en Brasil que en México, e incluso en la Argentina, vastas operaciones propagandisticas para hacer creer que la vida política del continente tiene rasgos de los cuales carece. Y así se divulgó a) que las elecciones fueron legales y legítimas, con sólo algunas irregularidades; b) que los candidatos triuntantes obtuvieron su victoria de manera contundente y sin lugar a dudas (Cardoso, Fujimori y Menem en la primera vuelta, y Zedillo con más del 50 por ciento de los votos); c) que esos candidatos triunfantes (Cardoso, Zedillo, Fujimori) no son gente de extrema derecha ni los personeros del capital financiero internacional, sino profesores universitarios o personajes apartidistas, alejados lo mis¦no de la politiquería tradicional que de los partidos tradicionales; d) que los partidos políticos son prescindibles, pues no representan a la ciudadanía y a todas las corrientes, por lo que se hace aparecer a los tecnócratas como hombres providenciales y, en suma, e) que las instituciones constitucionales funcionan democráticamente, pues ya han doblegado al militarismo, de tal manera que f) al haber llegado la democracia política de manera casi plena a América latina existe por lo mismo una ciudadanía consciente, que se informa bien, y que respalda la aplicación de las políticas neoliberales. E1 análisis de las elecciones muestra, sin embargo, caso por caso, que las cosas son muy diferentes de co¦no se presentan, y que A¦nérica latina está aun muy lejos de alcanzar la "modernidad democrática" que las clases dominantes y los gobiernos en turno pretenden que exista. Los procesos electorales de esta última década han evidenciado que en los Estados latinoamericanos hay una muy incipiente legalidad y que, por lo mismo, las condiciones de vida democrática son insuficicntes pa¦a permitir una participación libre y consciente de las mayorías.

E1 Estado de Derecho que es el fundamento de la vida democrática se encuentra en condiciones tan precarias en la mayor parte de los países, a pesar de lo que sostiene la retórica de los grupos dominantes y de los gobiernos, que por un lado los derechos políticos individuales siguen sin estar garantizados de manera suficiente y, por el otro, los funcionarios públicos continúan actuando por encima de sus atribuciones legales y con frecuencia en la impunidad: todo lo cual tiene repercusiones en la configuración de los órganos del poder público. Los subsistemas electorates están marcados por una serie de tendencias que impiden un libre ejercicio del sufragio, y si antaño el fraude electoral era característico sólo de México y de algunos pequeños países, ahora las prácticas ilegítimas e ilegales, tanto para inducir como para falsificar el sentido del voto, se han extendido ampliamente en muchas partes: lo mismo por los viejos métodos que por mecanismos sofisticados. La manipulación de la opinión pública por los medios masivos de comunicación se ha tornado por ejemplo en una constante, y de igual manera O'Globo de Brasil que Televisa de México, al imponer por la vía de la propaganda al candidato de los grupos financieros, pervierten de manera sustancial los procesos políticos, mostrando cual es la dirnensión de los desafíos actuales.

En este panorama ha sido evidente una incapacidad de las fuerzas de izquierda (del PRD en México al PT en Brasil) tanto para a) enfrentar a la maquinaria de "ingeniería electoral" de los grupos de poder económico, que frecuentemente es la del gobierno, como b) para esbozar un programa alternativo al del neoliberalismo, que pueda alcanzar el respaldo popular en las urnas. Los gobiernos latinoamericanos de la actualidad, que en su casi totalidad han adoptado las políticas monetaristas, aun y cuando expresamente no lo digan, parecen en consecuencia en la posibilidad de seguir implantando dichas políticas, que implican no nada más proseguir con los experimentos económicos sobre las espaldas de la clase trabajadora, sino continuar desmantelando lo que queda de los Estados de bienestar y entregando los recursos nacionales a las fuerzas trasnacionales.

Las políticas de globalización constituyen un desafío colectivo porque lo que está en riesgo por ellas es el futuro de la humanidad, de ahí que urge intensificar el diálogo y estrechar los vínculos entre la teoría y la acción, y los ejemplos de que esto ya está aconteciendo son muchos. La zarabatana (cerbatana) de los indios kaingang de la isla de Santa Catarina (Brasil), que la Asociación de Profesores de la Universidad Federal de Santa Catarina (Apufsc) enviara desde Florianópolis a los campesinos zapatistas de Chiapas luego de una semana de debates sobre las políticas de globalización, tiene también un significado distinto al aparente: el de que el debate es cada día más intenso. Y lo es porque, como lo señala Heinz Dieterich, la resistencia al capitalismo global está viniendo tanto de la sociedad civil como de los intelectuales críticos. Ante la violencia de las políticas neoliberales, en la discusión y en la lucha los pueblos latinoamericanos son cada vez más contemporáneos de ellos mismos.

El pensamiento crítico de América latina, al repensar lo mismo una alternativa económica y social que el papel de los Estados nacionales, tiene que abordar de manera prioritaria el problema de la redefinición de las instituciones democráticas. Luego de las desastrosas experiencias de los últimos años, es urgente revisar el papel de la educación y de los medios de comunicación social y el contexto en el que se dan los procesos electorales. Estudiar la forma de ampliación de la participación, a través del referéndum o plebiscito y de la revocación del mandato, pero también de nuevas formas de decisión: asumir el principio de los campesinos indígenas de Chiapas de "mandar obedeciendo". Para revertir las políticas de la globalización y hacer reales los derechos individuales y sociales al trabajo, a la tierra, a la educación o a la salud, y construir una sociedad en la que el hombre sea dueño de su esperanza, es menester una discusión más amplia de esta nueva y compleja problemática: hacer la crítica del neoliberalismo realmente existente. Los ensayos de Noam Chomsky y de Heinz Dieterich Steffan que integran este volumen forman parte del análisis que apenas comienza sobre esos desafíos que las políticas de los poderes trasnacionales plantean al hombre en este fin de siglo: son parte de la nueva reflexión colectiva y contribuyen a ella de manera significativa.