Bonfil, B. Guillermo.
El indio reconocido.
México Profundo. Ed. Grijalbo.
México. 1989. pp. 4551
El indio reconocido
El autor se refiere a los elementos sociales y culturales que determinan la identidad, de los integrantes de los pueblos indígenas. También se refiere a los rasgos que definen al indio y como lo ha afectado la colonización española, en cuanto a la determinación de su cultura propia.
Por último menciona cifras y porcentajes
de la población indígena en México.
Uno de los caminos para eludir el problema
de la indianidad de México ha sido convertir ideológicamente
a un sector de la población nacional en el depositario
único de los remanentes que, a pesar de todo, se admite
que persisten de aquel pasado ajeno. Los indios, denominados genéricamente,
resuelven así el absurdo evidente de una civilización
muerta por decreto. ¿Qué queda de aquello? Esto: los
indios.
Y están aquí, en efecto. En las
regiones indias se les puede reconocer por signos externos: las
ropas que usan, el "dialecto" que hablan, la forma de
sus chozas, sus fiestas y costumbres. Sin embargo, en general,
los mexicanos sabemos poco de los indios, de "nuestros"
indios. ¿Cuántos son?, ¿cuántos pueblos
componen ese abigarrado mosaico étnico que el colonizador
encubrió bajo el terminó único de "indio":
el colonizado, el vencido?, ¿cuántas lenguas aborígenes
se hablan? Pero más allá de estos fríos datos
-por otra parte, sintomáticamente difíciles de precisar-,
la cuestion está en que el rechazo a lo indio nos cierra
la posibilidad de emendar formas diferentes de vida y alternativas.
A may pocos parece interesarles que significa ser indio, vivir
la vida y la cultura de una comunidad india, padecer sus afanes
y gozar sus ilusiones. Se reconoce al indio a través del
prejuicio fácil: el indio flojo, primitivo, ignorante,
si acaso pintoresco, pero siempre el lastre que nos impide ser
el país que debíamos ser.
La razón de ser indio
No es posible dar una cifra precisa del número
de mexicanos que se consideran a sí mismos miembros de
un pueblo indígena, es decir, de los que asumen una identidad
étnica particular y se sienten colectivamente parte de
un "nosotros" diferente de "los otros". En
México no hay una definición jurídica de
la condición de indio, que sería un camino formal
para estimar su número: aquí todos somos iguales,
aunque también hay indios. Los censos sólo registran
un dato pertinente, pero de ninguna manera suficiente: población
de 5 años y más que habla alguna lengua indígena.
El Censo de 1980 arroja un total de 5 millones 181 mil 38, de
los cuales 3 millones 699 mil 653 hablan también español.
Estas cifras y las corespondientes de censos anteriores han sido
frecuentemente criticadas y puestas en duda, hasta dar lugar a
que se hable de un "etnocidio estadístico", esto
es, una reducción sustancial de las cantidades reales debida,
en principio, a una insuficicnte y defectuosa captación
de los datos. Se sabe bien que muchas personas que tienen por
lengua materna un idioma indígena, lo ocultan y niegan
que lo hablen; son problemas que nos remiten de nuevo a la situación
colonial, a las identidades prohibidas y las lenguas proscritas,
al logro final de la colonización, cuando el colonizado
acepta internamente la inferioridad que el colonizador le atribuye,
reniega de sí mismo y busca asumir una identidad diferente,
otra. Agréguese, en muchos casos, la actitud de autoridades
locales "progresistas", ansiosas de probar a cualquier
precio que aquí, en este pueblo, ya no hay indios o ya
son menos: nos hemos vuelto "gente de razón".
Sin embargo, aparte de depurar las cifras censales, el problema consiste en que hablar una lengua indígena, con ser un dato importante, no permite concluir que todos los hablantes y sólo los hablantes de las lenguas aborígenes constituyan el total de la población india. No es un problema de naturaleza lingüística, aunque el idioma desempeñe un papel de gran importancia: son elementos sociales y culturales los que determinan la pertenecia a un pueblo específico, en este caso a un pueblo indio. Conviene entonces intentar caracterizar al pueblo o grupo indígena (grupo étnico), para despues hacer la estimación de cuantos indios hay en México.
Los pueblos indios, como cualquier pueblo en
cualquier lugar y momento, provienen de una historia particular,
propia.
A lo largo de esa historia -milenaria, en muchos
casos- cada generación trasmite a las siguientes un legado
que es su cultura. La cultura abarca elementos muy diversos: incluye
objetos y bienes materiales que ese sistema social organizado
que aquí denominamos pueblo, considera suyos: un territorio
y los recursos naturales que contiene, las habitaciones, los espacios
y edificios públicos, las instalaciones productivas y ceremoniales,
los sitios sagrados, el lugar donde están enterrados nuestros
muertos, los instrumentos de trabajo y los objetos que enmarcan
y hacen posible la vida cotidiana; en fin, todo el repertorio
material que ha sido inventado o adoptado al paso del tiempo y
que consideramos nuestro -de nosotros- los mayas, los tarahumaras,
los mixes.
Se trasmiten también, como parte de
la cultura que se hereda, las formas de organización social:
qué deberes y derechos se tienen que observar entre los
miembros de la familia, en la comunidad, en el pueblo en su conjunto;
cómo solicitar la elaboración de los demás
y cómo retribuirla; a quién acudir en busca de orientación,
decisión, o remedio. Todo lo anterior lleva ya a otro campo:
los conocimientos que se heredan.
Aprendemos a hacer las cosas, a trabajar en
lo que aquí se trabaja, a interpretar la naturaleza y sus
signos, a encontrar los caminos para enfrentar los problemas,
a nombrar las cosas. Y junto con esto recibimos también
valores: lo que es bueno y lo que es malo, lo que es deseable
y lo que no lo es, lo permitido y lo prohibido, lo que debe ser,
el valor relativo de los actos y de las cosas. Y una generación
trasmite a otras los códigos que le permiten comunicarse
y entenderse entre sí: un idioma que expresa además
la peculiar visión del mundo, el pensamiento creado por
el grupo a lo largo de su historia; una manera de gestos, de tonos
de voz, de miradas y actitudes que tienen significado para nosotros,
y muchas veces sólo para nosotros. Y más en el fondo,
se trasmite también, como parte de la cultura, un abanico
de sentimientos que nos hacen participar, aceptar, creer, sin
el cual y por su correspondencia con el de los demás miembros
del grupo, sería imposible la relación personal
y el esfuerzo conjunto. Tal es la cultura, la que cada nueva generación
recibe, enriquecida por el esfuerzo y la imaginación de
los mayores, en la que se forma y a la que a su vez enriquece.
Es la cultura propia, la nuestra, a la que
tenemos acceso y derecho exclusivamente "nosotros".
La historia ha definido quienes somos "nosotros", cuando
se es y cuando no se es, o se deja de ser, parte de ese universo
social que es heredero, depositario y usufructuario legítimo
de una cultura propia, nuestra cultura. Cada pueblo establece
los límites y las normas: hay formas de ingresar, de ser
aceptado; hay también maneras de perder la pertenencia.
Esto es lo que se expresa en la identidad. Saberse y asumirse
como integrante de un pueblo, y ser reconocido como tal por propios
y extraños, significa formar parte de una sociedad que
tiene por patrimonio una cultura, propia, exclusiva, de la cual
se beneficia y sobre la cual tiene derecho a decidir, según
las normas, derechos y privilegios que la propia cultura establece
(y que cambian con el tiempo), todo aquel que sea reconocido como
miembro del grupo, de ese pueblo particular y único, diferente.
Desde esta perspectiva podemos entender mejor
el sigificado de la pertenencia a un grupo étnico, sin
olvidar que todos pertenecemos necesariamente a una sociedad definida,
que puede ser pequeña o muy grande, pero que siempre tiene
límites precisos, normas de pertenencia y un acervo cultural
que considera propio y exclusivo. El indio no se define por una
serie de rasgos culturales externos que lo hacen diferente ante
los ojos de los extraños (la indumentaria, la lengua, las
maneras, etc.); se define por pertenecer a una colectividad organizada
(un grupo, una sociedad, un pueblo) que posee una herencia cultural
propia que ha sido forjada y transformada históricamente,
por generaciones sucesivas; en relación a esa cultura propia,
se sabe y se siente maya, purepecha, seri o huasteco.
En el caso específico de los pueblos
indios de México, hay otra condición histórica
que es indispensable tomar en cuenta para entender sus caracerísticas
y su situación actual: el hecho de que durante quinientos
años han sido los colonizados. La dominación colonial
ha tenido efectos profundos en todos los ámbitos de la
vida indígena: ha constreñido su cultura propia,
ha impuesto rasgos ajenos, ha despojado a los pueblos de recursos
y elementos culturales que forman parte de su patrimonio histórico,
ha provocado formas muy variadas de resistencia, ha intentado
por todos los caminos asegurar la sujeción del colonizado,
más efectiva cuanto más se convenza éste
de su propia inferioridad frente al colonizador. A lo largo de
éstas páginas habrá continuamente referencias
al proceso de dominación colonial: no es reiteración
innecesaria, sino la constante ubicación imprescindible
de los pueblos indios en el contexto social en el que ha transcurrido
su historia durante los últimos cinco siglos, hasta el
presente.
A partir de las reflexiones anteriores se comprenden
mejor las dificultades que plantea la elaboración de un
censo de la población indígena y las insuficiencias
de las cifras disponibles, ya que se requiere emplear un criterio
de pertenencia social y no solamente cuantificar una suma de características
individuales.
Una estimación de la población
indígena mexicana que calcule el total entre 8 y 10 millones
de habitantes, parece razonable. Esto representaria del 10 al
12.5% de la poblacion total del país. Estamos hablando
(valga repetirlo) de gente que mantiene su pertenencia a una sociedad
local que se identifica a si misma como diferente de otras de
la misma clase, a partir de su relación con un patrimonio
cultural común y exclusivo; quedan fuera del cálculo,
por lo tanto, otros individuos y grupos sociales que han perdido
su sentimiento de identidad étnica, aunque conservan una
forma de vida preponderantemente mesoamericana.
¿Cuántos pueblos componen el universo
indio del México actual?. Tampoco a esta pregunta se le
puede dar una respuesta precisa, por razones que se expondrían
en otras partes del texto y que aquí se anotan sumariamente.
En primer término, la identificación de los pueblos
indios a partir de la lengua que hablan resulta insuficiente.
En general, se estima que sobreviven 56 lenguas indígenas,
pero algunos estudiosos afirman que son muchas más, porque
consideran que las formas dialectales de algunas lenguas son en
realidad idiomas diferentes. Por lo demás, aunque la lengua
común es uno de los principales requisitos para la conformación
de un pueblo (o grupo étnico), no se desprende de ello
que todos los hablantes de un idioma formen una sola unidad étnica,
de manera que la definición de cuantas lenguas indias se
hablan no resuelve por sí misma la cuestión de cuantos
pueblos existen. El problema de fondo no es lingüístico;
la dominación colonial, como veremos más adelante
con cierto detalle, intentó sistemáticamente destruir
los niveles de organización social más amplios,
los que incluían en su seno una vasta población
que ocupaba un amplio territorio, y trató de reducir la
vida indígena exclusivamente al ámbito de la comunidad
local. Esta atomización de los pueblos indios originales
ha tenido efectos en el desarrollo de la civilizacion mesoamericana,
y también ha provocado que se refuerce la identidad local,
en detrimento de la identidad social más amplia que correspondía
a la organización social de los pueblos antes de la invasión
europea. De tal manera que las identidades actuales deben entenderse
como resultado del proceso de colonización y no como la
expresión de una diversidad de comunidades locales que
formen cada una de ellas, un puebo distinto. Volveré más
adelante sobre este punto.
Pese a lo anterior, es posible identificar
situaciones contrastantes que nos indican las diferentes condiciones
demográficas en que viven los pueblos indios de México.
Por ejemplo, se estima que los mayas de la península de
Yucatán suman más de 700 mil habitantes; ocupan
un territorio continuo, hablan la misma lengua (las variables
locales no impiden en ningun caso la comunicación a través
del maya) y comparten en gran medida la misma culura y la misma
matriz cullural. Puede entonces hablarse de un pueblo maya. El
problema no es igual con los zapotecos, que son más de
300 mil, pero que ocupan territorios diferentes (la sierra, los
valles centrales y el Istmo de Tehuantepec), hablan variantes
dialectales cuyas formas más alejadas no son mutuamente
inteligibles y presentan diferencias culturales muy acentuadas.
Aquí se puede hablar de un pueblo histórico cuya
diversidad interna ha sido acentuada por la dominación
colonial.
Pero es necesario tener presente que muchos pueblos indios están muy lejos de tener la magnitud demográfica de los mayas, los nahuas, los zapotecos, los purepechas o los mixtecos. Una veintena de etnias tienen menos de 10 mil integrantes y la mitad de ellas no llegan siquiera al millar como población total. Estos son los casos dramáticos de pueblos en riesgo de extinción, asediados por la acción secular de las fuerzas etnocidas.
Se comprende fácilmente que esa diversidad de situaciones se refleje también en las características de la cultura propia que cada pueblo ha podido mantener y reelaborar. Pese a esas diferencias, es posible trazar un perfil de las culturas indias que de cuenta de sus rasgos esenciales, por encima de los rasgos específicos que posee cada una de ellas.