Villafane López, Victor.
ITESM, Campus Monterrey.



La transición de México a fin del siglo

De los países en desarrollo en el mundo México es quizá ahora el más grande laboratorio de transformación política, social y económica. Es el país con el más antiguo sistema político basado en la hegemonía de un partido de Estado. También el país en donde se han dado las transformaciones más veloces de apertura económica que se iniciaron en 1982 y que fueron reforzadas a partir de la presidencia de Salinas de Gortari, y que llevó a la firma a fines de 1993 del Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá. Por estas rezones la transición mexicana tiene características muy particulares que ha hecho coincidir la crisis política con las transformaciones económicas.

La crisis política y la económica se han reforzado mutuamente. La primera estaba presente desde fines de los años sesenta. La segunda se hizo evidente después de la crisis financiera de 1982 en la que se adoptó un nuevo modelo económico. Ninguna de las dos ha sido resuelta en el sentido de haber creado, por una parte, un nuevo sistema político más democrático, o bien un nuevo modelo económico que diera cuenta de los rezagos y cuellos de botella que el nacionalismo económico había generado. Los retos para México consisten precisamente en lograr un sistema democrático pleno y establecer las bases de una nueva etapa de desarrollo. A continuación vamos a tratar de explicar la dinámica de ambos procesos.

Del Neopopulismo al Neoliberalismo

La frontera entre la década de los años 70 y la de los 80 vio transitar al país hacia nuevas concepciones sobre la rectoría del Estado. Desde la Revolución mexicana, el nuevo Estado mexicano y, por ende su partido surgido en 1929 (PNR y luego transformado en PRM y PRI) habían sido la clave no solo del sistema político unipartidista sino de las políticas de desarrollo que se habían implantado desde entonces y que se modificaron a partir de 1982.

La crisis actual en México es el reflejo de estos cambios históricos que no pueden ser advertidos en su claridad en los actuales momentos pero que sin lugar a dudas están marcando las características del cambio en el México contemporáneo. Muchos países han sido autoritarios, con partidos únicos, y han tenido éxito en el desarrollo económico. Tenemos el ejemplo actual de lo que ha sido llamado el sistema autoritario industrializador del Este de Asia. Países que están lejos del paradigma democrático y que sin embargo han podido obtener la confianza de sus gobernados para poner en practica sus políticas de industrialización rápida.

En México, el sistema autoritario prevaleciente desde 1929 que tenía como fundamento a la actividad estatal creó condiciones para la industrialización del país. Este vivió practicamente una era de crecimiento sin igual en su historia moderna hasta fines de la década de los años sesenta. El problema se dio cuando este sistema político autoritario fijó metas de transformación económica que en realidad reforzaban las viejas estructuras económicas sin generar verdaderos sectores modernos que pudieran arrastrar a la economía hacia nuevas fases de desarrollo y crecimiento económico. En el caso de México tenemos pues la constitución histórica de un sistema autoritario que funcionó en términos de eficiencia económica entre 1929 y 1970, pero que fue disfuncional a partir de las nuevas necesidades generadas por los cambios de la economía mundial y los retos que ello implicaba para la economía mexicana.

En la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), pero especialmente en la de Luis Echeverría (1970-1976) el papel rector del Estado Mexicano se enlaza directamente al fortalecimiento de su papel económico. El desarrollo, se decía, no podía ser abandonado a la acción espontanea de las fuerzas privadas de la producción, sino que el Estado debía ser su principal impulsor, y la única entidad capaz de armonizar los diferentes intereses de la comunidad. Es interesante subrayar el hecho de que se pensaba que el desarrollo de México debía sustentarse fundamentalmente en recursos propios. Los créditos externos sólo desempeñarían un papel complementario en relación con la formación nacional de capital.

La presidencia de Echeverría estuvo encaminada a rescatar y fortalecer la base de apoyo del Estado, después de la represión estudiantil del sexenio anterior. Se inicia de hecho no solo una intervención más abierta y directa del Estado, sino un intento de reorientación del modelo de desarrollo hacia el exterior. Se proyectó modernizar la industria, aumentar la productividad y lograr la competitividad internacional incorporando tecnología moderna. En especial nos interesa anotar el hecho de que se reconoce que un plan modernizador con el Estado como guía requería nuevos preceptos; plasmarse en un nuevo discurso desarrollista en el que el antídoto contra la crisis consistía en el crecimiento del propio Estado. Se trataba de reordenar al régimen mixto constitucional, refuncionalizando el papel económico rector del Estado a través de la inversión pública como la fuerza clave para dirigir el crecimiento.

En la cruzada echeverrista la nueva fuerza del Estado debería encaminarse a combatir décadas de crecimiento que habían postergado las demandas populares. Combatir la falsa ideología basada en los puros indicadores económicos y no en los sociales. Echeverría es en este sentido, el moderno burócrata, que intenta poner al día el papel del Estado dentro de los cambios mundiales y en lo referente a la necesidad de adecuarlo a las nuevas condiciones sociales. Se trata de reintegrar al México real dentro de los marcos de lo que debe ser un Estado moderno que fomente el desarrollo social. En esta presidencia toma forma lo que podría denominarse un neopopulismo, es decir, un fortalecimiento del Estado para iniciar una nueva etapa de desarrollo cuyos objetivos serían atenuar las diferencias sociales crecientes en el país, heredadas del crecirniento anterior.

Con el ascenso a la presidencia de López Portillo en 1976, este neopopulismo retoma vigor a través de la inesperada riqueza petrolera. Para el presidente López Portillo, el petróleo estaba unido a ese gran destino por realizar. Sería el gran talismán que haría factible la nueva riqueza nacional. El petróleo se convertiría así en la punta de lanza del desarrollo, por conducto de la autodeterminación financiera que la exportación de hidrocarburos otorgaría a México. Durante este sexenio, se realizaron grandes inversiones en lo que se consideró eran las actividades estratégicas más dinámicas y productivas como el mismo petróleo, el acero, la química, la petroquímica, los fertilizantes y la electricidad. El desarrollo de estas ramas sería la base de este despegue modernizador.

El petróleo resolvería, pues, lo que desde Díaz Ordaz pesaba cada vez más en la economía mexicana, es decir, la falta de capital nacional con el que se podrían hacer las inversiones que requería y demandaba el otro México que despuntaba con su demografía ascendente, su industrialización trunca, la falta de oportunidades en el campo, etc. Por eso, para López Portillo, la riqueza petrolera y su idonea administración resolverían el nudo histórico del desarrollo mexicano. Habría excedentes sostenidos desde 1982 con lo cual se podrían mantener altas tasas de crecimiento y practicamente resolver el problema del desempleo. Lo que es importante en este esquema sería el abrumador papel del Estado como planeador, ejecutor y principal orientador de la política económica. Se decía que para el año 2000 México sería otro país.

Sin embargo hubo crisis mundial de petróleo, lo que puso de manifiesto la falsa lectura internacional que había hecho el gobierno mexicano sobre el mercado petrolero. Así el plan de los jugosos excedentes provenientes de las ventas masivas de petróleo, se vino abajo, prácticamente en el inicio del vuelo. Ésa fue la verdadera desgracia del proyecto neopopulista. Es decir, un gigantesco proyecto que intentaba producir una nueva etapa de creamiento económico y mantenimiento del poder central del Estado que se agrietó en cuanto se confrontó con la realidad de los cambios mundiales. En lo interno provocó grandes conmociones, tal vez las dos más importantes fueron la nacionalización bancaria en septiembre de 1982 y el inicio de una rectificación sobre la política económica del Esitado mexicano adoptada en los últimos sexenios, que encontró eco en los políticos de nuevo corte, menos proclives al discurso revoluaionario, críticos del Estado dispendioso y populista, y cuyo origen provenía de la fuerza que ya tenían las estructuras financieras en el devenir político y económico del país.

Esta nueva élite de políticos que pasarían a tomar el control del Estado, provenían de las esferas económico-financieras del gobierno que habían tomado importancia precisamente por el crecimiento del sector financiero mexicano como producto del endeudamiento y la llegada de excedentes petroleros al país. Este nuevo grupo, cuyo primer presidente fue Miguel de la Madrid, y que continuaría con Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, en realidad vino a sustituir gradualmente a los viejos políticos encumbrados por su influencía en las estructuras políticas del Estado y el partido. Estos cambios de dirigentes del Estado, en realidad serían desde 1982 la principal fuente de la inestabilidad política del país. Este nuevo grupo sin embargo, heredaría el gran aparato estatal, cuyas ramificaciones sobre todo de orden político, no eran fácilmente deslindables de la operación de todo el sistema. Por otro lado, de las ilusiones de la gran conversión industrial quedaron las deudas que había que solventar, aun antes de que empezaran a llegar los excedentes por exportaciones del petróleo.

Con el gobiemo de Miguel de la Madrid (1982-1988), casi todo cambió. Frente al juego metafórico y el idealismo, se opusieron la frialdad del cálculo y una retórica mesurada y pragmática; en él se abandonaron los grandes proyectos económicos neopopulistas del pasado inmediato. El gran objetivo consistiría desde entonces en la reestructuración del Estado y sus dimensiones. Se decía que si bien no se podía abdicar de lo que el gobierno poseía, resultaba irracional pretender que el Estado abarcara más actividades indefinidamente. Se postuló restablecer el equilibrio de la economía mixta. Se empezó a hablar de la necesidad de reemplazar al Estado obeso e incapaz por uno fuerte y eficiente, en clara alusión a los sexenios de estrategia económica teniendo como soporte y centro de acción al crecimiento de la actividad económica del Estado.

El sexenio de Salinas de Gortari (1988-1994), no solo significó un fortalecimiento de las políticas de achicamiento del Estado mexicano, sino que se profundizaron las políticas de privatización de las empresas paraestatales, la apertura económica y comercial, así como la integración regional a través del Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá. Lo interesante de este período fue el hecho de que en realidad no entró en acción un nuevo liberalismo económico, sino que el intervencionismo presidencial fue mayor en la asignación de los recursos, en los procedirnientos de las privatizaciones, etc. En realidad, el desmantelamiento del Estado populista no significó una pérdida del poder presidencial; por el contrario este fue fortalecido, internamente por las fuerzas del viejo priísmo que se aliaron a este proyecto frente a la amenaza de la corriente democratizadora enarbolada por Cárdenas y Muñoz Ledo, que atentaban contra las bases del viejo poder; externamente, por el apoyo decidido de los Estados Unidos que vieron en Salinas de Gortari un paradigma para los proyectos de desregulación en todo el mundo.

Así, desde la presidencia de Miguel de la Madrid, ya no el Estado sino el empresariado nacional sería el encargado de reactivar y llevar a cabo el nuevo impulso económico del país. Especialmente con la profundización del programa de privatizaciones y la venta de los bancos al sector privado, se dieron cambios también importantes en este sector. No solo los antiguos grupos empresariales salieron beneficiados por el proceso de privatizaciones de las empresas paraestatales, acentuado en la presidencia de Salinas de Gortari, sino también emergió un nuevo grupo de empresarios que cobijados por la reorientación económica del gobierno consolidó su posición en la década de los 80 y mediados de los 90. En el primer caso se puede citar la meteórica expansión del grupo Carso que adquiriría Telefonos de México o de empresarios que sin grandes antecedentes previos surgieron durante la presidencia de Salinas de Gortari, como compradores de bancos o empresas estatales, lo que probablemente revelaba un nuevo vínculo del poder político y el económico en México. La apertura radical al exterior también ha sido un factor que atrajo las simpatías y el apoyo al nuevo grupo de dirigentes mexicanos por parte del gran capital transnacional y globalizador. Además fue una premisa para consolidar el proyecto de integracion-económica con los Estados Unidos a través del Acuerdo de Libre Comercio. Desde el punto de vista macroeconómico, este proyecto neoliberal fIjó como metas la reducción del gasto público, el combate a la inflación, la estabilidad financiera y el fortalecimiento del ahorro interno.

Todos estos cambios en el papel del Estado alteraron profundamente las relaciones tradicionales e historicas de las fuerzas económicas que habían sido responsables del desarrollo nacional. El sexenio de De la Madrid tuvo un balance económico negativo. La economía sufrió varios retrocesos en especial durante 1982,1983 y 1986. Con Salinas de Gortari la economía se recuperó durante los tres primeros años de su gestión, luego inició un descenso en el año de 1993, para volver a crecer en 1994. El presidente Zedillo prácticamente llegó a cosechar una crisis gestada en sexenios anteriores, que su nuevo equipo avivó con los famosos errores de diciembre de 1994, en la que el peso mexicano se hizo pedazos (una devaluación pre-anunciada que hizo salir del país enormes cantidades de capitales). La caida del PIB en 1995 fue cercana a menos 7%. El combate a la inflación tuvo sus altibajos también. Apartir de la mitad del sexenio de De la Madrid, en el que la inflación alcanzó su más alto indice cercano al 160%, tuvo una tendencia hacia la baja alcanzando 1994 la tasa más baja cercana a un sólo dígito.

Sin embargo, el esfuerzo macroeconómico del nuevo proyecto en realidad no resolvió los grandes problemas nacionales. La tasa de desempleo, aunque aumentó en el año de 1995 por la crisis, se pudo conservar en los márgenes del promedio de 6.5% que ha tenido en los últimos años. Sin embargo, ello no da cuenta de uno de los procesos de transformación de la economía mexicana, es decir, la evolución del sector informal que en 1996 ocupa a más del 20% de los trabajadores del país, provocado por la desaparición de miles de pequeñas y medianas empresas. La pobreza extreme también aumentó. Entre 1984 y 1989 pasó de 11 millones a cerca de 15 millones. Entre 1989 y 1992 esta disminuyó gracias a las políticas de solidaridad aplicadas por Salinas de Gortari a 13.5 millones, pero luego volvió a aumentar a cerca de 16 millones en 1995. Por el otro extremo de la economía, las grandes empresas con actividades globales no solo pudieron concentrar más empresas con la adquisición de activos públicos sino que gracias a la devaluación, pudieron aumentar sus exportaciones. Surgió así un grupo de empresarios que sobre todo al final de 1994 había amasado una enorme riqueza, como producto de la reconversión mexicana. Las empresas transnacionales con la desregulación también aumentaron su poder económico. En especial en ciertos ramos, como el automotriz o el electrónico y en general en las maquiladoras en las que se crearon nuevas plantas y el empleo aumento.

Por lo que respecta al sector financiero, el endeudamiento se redujo después de 1987, pero mantuvo una tasa tendencial que, aunque no de gran crecimiento como en.sexenios anteriores, mantuvo siempre los compromisos anuales en cifras que pasaban de los 10 mil millones de dolares en promedio. Además, lo más importante desde mi punto de vista fue el crecimiento explosivo del mercado financiero de México, que desde 1988 ofreció altas ganancias a los capitales nacionales y foraneos a fin de conservar la estabilidad que se hacía cada vez más diffcil por el creciente desequilibrio del déficit gubernamental y el de la balanza de la cuenta corriente. Además se dio una relación estrecha entre los nuevos capitales en los Estados Unidos formados a partir de los depósitos en aseguradoras y sociedades que buscaban altos rendimientos en los mercados globales. Este surgimiento de capital especulativo en los Estados Unidos y la necesidad de México de atraer capitales del extranjero constituyeron las dos caras de lo que sería la gran problemática de nuestro país . El rescate financiero de los Estados Unidos en la primera mitad del año de 1995 y la consecuente inestabilidad financiera de la banca mexicana por la quiebra de los ahorradores y deudores nacionales no fue sino el corolario de un proceso financiero en el que México fue colocado como uno de los eslabones más débiles.

Otro de los grandes intentos de transformación estructural de la economía mexicana consistió en abandonar el mercado interno como el factor principal del arrastre de la economía y sustituirlo por el mercado internacional. Es decir, México se reorientaría hacia un modelo de industrialización basado en el empuje de sus exportaciones. Este intento de cambio se gestaría también desde el principio del gobierno de De la Madrid y continúa hasta la presidencia de Zedillo. El Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte sería el catalizador de las exportaciones mexicanas.

El modelo exportador mexicano, podemos decir, es un modelo tardío. Los países que alcanzaron la industrialización vía este modelo como Corea, Taiwan y otros de la región del Pacífico Asiático lo hicieron en un momento de crecimiento y auge de la economía mundial. Además estuvieron apoyados por las reestructuraciones industriales de Japón, el cual fue un impulsor de su desarrollo económico. En el caso de México, el modelo exportador se gesta en períodos de creciente proteccionismo mundial, regionalización económica y globalización, lo que encuadra las enormes dificultades para su éxito como dínamo de la economía nacional. Además, algo muy importante es que en los países mencionados hubo una política industrial estratégica para impulsar ramas y sectores que podrían tener demanda en el mercado mundial. México ha carecido de política industrial en este sentido estrategico. En la presidencia de López Portillo hubo plan industrial, que como vimos privilegiaba los sectores básicos y fundados en los recursos naturales. Con Salinas de Gortari, serían las fuerzas del mercado las que impulsarían la modernización industrial. Con el presidente Zedillo, se da un plan industrial más o menos al estilo asiático, pero que todavía no precisa los pesos dados a los sectores estratégicos, y no los define en función de la globalización mundial y su impacto en su efecto multiplicador para la economía nacional.

El cambio del modelo de sustitución de importaciones por el exportador ha tenido cierto éxito. El porcentaje que tenía el petróleo en las exportaciones ha disminuido de un 70% a un 10%. Las manufacturas son ahora los bienes más importantes. El volumen también se ha expandido. En 1996 el valor total de las exportaciones se calcula en 100 mil millones de dólares, lo que nos convierte en uno de los países de mayores exportaciones mundiales. Sin embargo hay varias aclaraciones que es importante resaltar.

En primer lugar, el modelo exportador manifiesta algunas variables que se han presentado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, existen auges exportadores precisamente cuando hay crisis severas en el mercado interno y por lo tanto disminución de las ventas nacionales. Es el caso de mediados del sexenio de De la Madrid y 1995-1996, como producto de la crisis más reciente. Pero cuando la economía muestra signos de recuperación la tendencia al aumento de las importaciones se hace mayor, así como el ímpetu exportador se frena por la reorientación hacia el mercado interno. Además, los auges: exportadores se han dado por el aumento de la competitividad de los productos mexicanos como efecto de devaluaciones, que conceder automáticamente una ventaja en los precios internacionales. Una vez que dichas devaluaciones pierden esa ventaja, las exportaciones tienden a frenarse y las importaciones a aumentar.

Otro elemento importante a destacar consiste en el hecho de que los productos que más se han dinamizado en las exportaciones son los que presentan un grado mayor de globalización por pertenecer a empresas transnacionales, como sería el caso del sector automotriz y la electrónica. También en los productos de empresas nacionales grandes que han tenido mayor oportunidad de insertarse en los mercados mundiales. En el primer caso sobre todo, dado el gran comercio intra-firma y por lo tanto la importación de insumos que se integran a la cadena, las exportaciones no tienen el alcance multiplicador sobre toda la economía nacional como cabría esperar. Es como si el efecto maquiladora se estuviese expandiendo a otros sectores y regiones del país. En países como Japón, Corea, Taiwan, etc., los auges exportadores fueron concomitantes con altas tasas de crecimiento del 10% en promedio. En México, está pendiente el verdadero arrastre que el boom de las exportaciones pueda ejercer sobre el crecimiento económico.

Como podemos ver el gran dilema de México hacia el siglo XXI será el de encontrar un proyecto económico que pueda extraer no solo las lecciones de las fallas del modelo neopopulista y neoliberal; sino también inserter a la economía mexicana dentro de lo que son hoy las grandes tendencies globalizadoras de la economía mundial. El desarrollo del país ya no requiere solo de políticas favorables para el crecimiento de sectores y regiones, de su verdadero impacto en el empleo y las remuneraciones, de sus debidas conexiones para redisenar un nuevo mapa económico que empuje a todos los engranajes en un mismo sentido, que tenga en la mira como su objetivo mayor sacar de la pobreza a millones de mexicanos, de contar con una verdadera estrategia de ciencia y tecnología, etc. Requerirá edemás también de una correcta lectura de las tendencias económicas mundiales en el mediano y largo plazo, así como de las regiones y bloques comerciales de los que recibimos gran influencia.

Transición política

En los últimos 25 años hemos visto el agotamiento de un sistema político que estaba fundado en la dinámica de un partido gobernante único y un presidencialismo omnímodo, como las dos piezas que se reforzaban mutuamente y que hacían viable todo un sistema de poder que se recreaba en las esferas del Estado mexicano. Era un sistema autoritario que tenía el control del liderazgo político nacional, regional y también el control corporativo de las cupulas de las principales centrales obreras y campesinas. Fue un sistema establecido en 1929 y que se recreó bajo el crecimiento del Estado como centro del devenir económico y político del país.

También durante la década de Echeverría y López Portillo el neopopulismo desarrollado bajo esas presidencias tuvo en lo político un efecto muy importante. En primer lugar el gran crecimiento de las entidades paraestatales y de las agencias gubernamentales crearon un nuevo ejército de políticos que se desarrollaron a la sombra del desarrollo estatal. En este sentido podemos hablar del surgimiento de una especie de nomenklatura generada por este Estado. E1 sistema sufrió un primer quiebre cuando el político tradicional surgido de las estructuras políticas postrevolucionarias, de los cacicazgos regionales, de los cargos políticos, fue suplantado lentamente por el político burócrata o político de Estado. Echeverría y López Portillo y luego todos los demás hasta el actual presidente Zedillo realizaron sus carreras dentro de oficinas gubernamentales. Pero como hemos señalado, también en las últimas décadas se dieron cambios muy importantes en el reclutamiento de las élites dirigentes del país. Los funcionarios de las oficinas económicas y financieras del Estado fueron suplantando a los funcionarios que provenían de las típicas estructuras políticas del gobierno, como el nuevo núcleo que tomaría la dirección del poder estatal en el país.

En especial, las áreas de planeación, programación y financiamiento dentro del propio estado serían los lugares sobre los que descansaría el nuevo poder político. López Portillo se hizo presidente en la Secretaría de Hacienda; Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari en la Secretaría de Programación y Presupuesto. E1 presidente Zedillo, aunque nombrado candidato a la muerte de Colosio, aunque fungió como Secretario de Educación pública en realidad realizó su carrera en la esfera financiera del Estado. Dos cambios que me interesa señalar consisten en el hecho primero de que toda la transición de la economía mexicana, con las políticas de los excedentes petroleros y el endeudamiento creciente de la economía mexicana y las consecuentes crisis que azotaron al país desde 1982 hicieron que los grupos financieros y sus representantes en las esferas del Estado tuvieran una primacía sobre los políticos tradicionales. El segundo hecho consiste en que a pesar de todas las reestructuraciones y respuestas a las crisis que este grupo financiero ha diseñado desde que asumió el control del poder político, no ha podido hasta la fecha establecer una hegemonía de largo plazo y en consecuencia las luchas al interior del sistema entre lo que se llama el sector dinosaurio o histórico y este grupo han sido la fuente de una gran inestabilidad política en el país.

Todo el sistema político ha resentido los cambios en esta nueva lucha por el poder que se ha dado en México en los últimos años. En la década de los setenta materialmente con la oposición aniquilada por la represión violenta de los años anteriores sobre el movimiento estudiantil, con la aparición de guerrillas y con prácticamente un solo partido de oposición, el Partido de Acción Nacional reducido a un porcentaje minúsculo de la votación nacional y que junto con otros pequeños partidos que formaban alianza con el PRI constituían el sistema político. Este, por consiguiente, carecía de los contrapesos necesarios para tener una dinámica favorable a la renovación política. En los setenta los peligros de una inestabilidad generada por este cuello de botella político y por la necesidad de hacer participar a mayores grupos en la contienda política hicieron factible las primeras reformas electorales a fin de revitalizar al sistema y sobre todo, evitar que esa estructura de sistema autoritario y centralizante apareciera descarnada.

Así, este neopopulismo también tuvo en la esfera de lo político el surgimiento de un nuevo paternalismo. Se trataba de invitar a las fuerzas opositoras y disidentes del sistema y a aquellos que no habían sido cooptados directamente a participar en la contienda política nacional. Fue la época incluso en que las manipulaciones del voto se dieron en un sentido contrario de lo que después vendría, para favorecer a los grupos de oposición y así disimular el desencanto y la crisis de la cultura política que generaba este sistema autoritario.

Con Miguel de la Madrid y Salinas de Gortari, sobre todo, el sistema iba a sufrir verdaderos colapsos. En el fondo de la propuesta neoliberal había una propuesta política también. Quizá la verdadera apuesta de este grupo consistiría en crear una nueva etapa de crecimiento y desarrollo económico y con ello al mismo tiempo fundar no solamente una nueva hegemonía política, sino también incluso introducir reformas que quizá hubieran hecho menos directa la relación entre este nuevo grupo en el poder y el PRI tradicional. El problema principal de esta nueva reforma política consistió precisamente en el fracaso de la estrategia económica. Hay que recordar que con Miguel de la Madrid la reconversión económica del peso del Estado trajo aparejada un sexenio de alta inflación y déficit gubernamental. Ello fue la pauta para la primera gran crisis de la epoca moderna del PRI cuando se dio el primer desprendimiento del grupo de la corriente democratizadora cuyos abanderados serían Cárdenas y Muñoz Ledo en 1987 y quienes conformarían el Frente Democrático Nacional y más tarde el Partido de la Revolución Democrática y que constituirían un verdadero reto al control del poder por parte de este nuevo grupo que estaría ya abanderado por Salinas de Gortari.

En las elecciones de 1988, el sistema sufrió una verdadera crisis cuando la abrumadora votación a favor del candidato opositor Cárdenas hizo que se cayera el sistema de computación oficial. El triunfo de Salinas de Gortari se dio pues, bajo una situación totalmente diferente a lo que el grupo financiero hubiese imaginado. Lo que es importante señalar de esas elecciones fue la gigantesca crisis de legitimidad con la que inició su sexenio el presidente Salinas de Gortari. Ello sería la plataforma de una serie de cambios en la estrategia gubernamental a fin de recuperar no solo la imagen deteriorada pero incluso reivindicar que la legitimidad devendría por los beneficios del programa de reconversión económica y la modernización política que el presidente Salinas tenía para el país. Esta crisis fue clave porque provocó nuevos ajustes en el sistema de poder en México. En primer lugar, se consolidó la alianza entre el viejo sector tradicional del PRI y el nuevo grupo de tecnócratas. En segundo lugar, dentro del proyecto económico del nuevo régimen la propuesta de celebrar un Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá haría que en especial el primer país apoyara decididamente a Salinas de Gortari; en tercer lugar, el programa de solidaridad que vendría a ser una especie de cartera de hacienda del Presidente para atraerse el consenso de las regiones pobres y atrasadas, muchas de ellas cardenistas, para evitar que éstas fueran de nueva cuenta lugares de apoyo de la oposición perredista. Otro aspecto importante a la luz de la historia sería también la alianza establecida con la cúpula del Partido Acción Nacional a efecto de hacer viable la gobernabilidad del presidente Salinas. Todos estos cambios generados por esa crisis del sistema durante el sexenio de Salinas en realidad serían la fuente de los problemas del sistema político mexicano y sobre todo, de la transición de un sistema autoritario a un sistema abierto a la pluralidad y la democracia.

El proceso histórico de erosión del PRI que se inició aun antes de 1988, ha continuado. A pesar de la recuperación coyuntural en las votaciones de 1991, la oposición siguió conquistando votos con especial énfasis en las grandes ciudades en parte por el desencanto con las políticas de democratización que estaban lejos de cumplirse y también por el impacto de la crisis económica provocada por la política de apertura y liberalización económica que afectó a miles de pequeños y medianos empresarios. Además, por el surgimiento meteórico de infinidad de organismos no gubernamentales que se manifestaron en favor de la democracia. En el norte del país, la votación hacia el PAN se ha consolidado como la tendencia dominante, pero también en la zona del bajío en donde las gubernaturas de Jalisco y Guanajuato fueron conquistadas por ese partido. En las zonas del sur, el PRD aumentó su presencia en Estados como Tabasco, Chiapas y Guerrero. Aunque en estas regiones los cacicazgos rurales tradicionales del PRI y su control sobre los aparatos de poder hicieron más dificil la oposición. En general, hay que subrayar el hecho de que el PAN se benefició de la alianza de gobernabilidad obtenida a raíz de la crisis del sistema en 1988, lo que permitió que su fuerza, que ya era importante, se manifestara con mayor claridad. En realidad el enemigo "antisistémico" era el perredismo a quien se combatió duramente en el sexenio de Salinas de Gortari.

Todos estos años han testificado un cambio de gran dimensión para el sistema de partidos en México. No solo desaparecieron los viejos partidos llamados "paraestatales" como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, y surgieron nuevas fuerzas, la más importante fue la del PRD, que unificó a las tendencias del viejo nacionalismo con las fuerzas de izquierda remanentes en el país. También dentro del PRI y del PAN se dieron cambios significativos. El primero como habíamos dicho se convirtió en la arena de lucha de nuevos grupos que ascendieron al poder, en especial el grupo de tecnócratas y financieros, alojados en las estructuras del nuevo poder económico del Estado y de los políticos tradicionales herederos del viejo corporativismo. Por esta enorme contradicción las bases de apoyo social también se modificaron. El PRI pasó a ser el abanderado de los sectores y regiones todavía sujetos a este viejo corporativismo, en general zonas atrasadas y rurales, pero también de sectores baneficiados por la reconversión financiera y la apertura comercial, promovida por la nueva tecnocracia. El PAN vio fortalecer a su interior a la linea menos radical, y su acercamiento a las fuentes de poder del salinismo provocó también la salida de grupos tradicionalmente opositores al gobierno y que tenían raíces históricas muy profundas en ese partido. Sin embargo, ha sido el PAN el que probablemente ha captado el gigantesco desplazamiento político de las clases medias en México, en las cuales se sustentó crecientemente el PRI desde 1929.

La pérdida de las clases medias ha sido uno de los grandes fracasos del PRI. Aunque el país tiene más pobres y éstos también votan, y lo hacen muchas veces a favor del PRI, no es el sustento que requiere una legitimidad duradera y viable. Así el neoliberalismo en el que se asentó el nuevo poder del PRI tampoco ha podido crear nuevos consensos políticos y bases de apoyo. La gran inestabilidad políticas acentuada desde 1994 con el surgimiento de la rebelión indígena en el sureste del país, no ha sido sino el reflejo de las grandes transformaciones en los fundamentos del viejo sistema político y en la falta de la conquista de una nueva legitimidad. E1 sistema así ha perdido las dos piezas que le dieron sustento por muchos años: el presidencialismo y el partido de Estado. Hay presidente y hay partido, pero sus funciones han dejado de ser el marco en el que transitaban las correcta de transmisión de todo el poder político en el país. El poder se ha ido fraccionando sin que surja una nueva estructura que sea el asiento de la hegemonía.

¿Qué sistema suplantará al viejo régimen? México vive un momento en el que es difícil hacer un pronóstico. Incluso quizá éste se vea agravado si la erosión del PRI se llegara a incrementar, a través de la pérdida de cuadros que no apuestan más a la futura continuidad hegemónica. El costo de la transición hacia un nuevo sistema se dará en los términos en los que haya capacidad de las fuerzas políticas para amortiguar y encauzar los impactos que dicha transición va a ocasionar. En el mapa político se ve ya una pluralidad en acción. ¿Habrá capacidad para institucionalizarla? La cuestión clave sin embargo será el diseño de lo que se quiere como sistema para el futuro, en las posibilidades de hacer coexistir a la realidad con las nuevas estructuras, en las posibilidades de hacer construir esta pluralidad como nuevas formas de movilización y de establecer un nuevo contrato entre variadas regiones y fuerzas sociales que existen ahora en el país, así como entre intereses tan diferenciados en la actual etapa de globalización económica en la que se desenvuelve la economía del país. Además no solo bastará el contar con un régimen de democracia plena. Ello resolverá nuestros problemas políticos. Las nuevas fuerzas políticas, centro de la futura hegemonía, tendrán que proponer un plan viable de desarrollo nacional en la globalización y regionalización que vive el mundo.

Notas

l. Sobre los sistemas autoritarios del Este de Asia, vease Bruce Cummings, "Los origenes y el desarrollo de la economía política del noreste asiático: los sectores industriales, los ciclos de productos y las consecuencias políticas", en Victor López Villafane (comp.), México en la Cuenca del Pacífico, México, Universidad Nacional Autonoma de México, 1996, en especial, pp. 222-239.

2. Secretaría de la Presidencia, "Los mensajes políticos", México 1976, p. 407 (GDO, 1 de septiembre de 1965).

3. Jose López Portillo, cuarto informe de gobierno, Presidencia de la República, México, septiembre de 1980, p. 17.

4. Miguel de la Madrid Hurtado, primer informe de gobierno, 1983, p.63.

5. Vease el estupendo estudio del proceso de privatizaciones y su relación con los grupos empresariales mexicanos de Taeko Hoshino, Privatization of México's Public Enterprises and the Restructuring of the Private Sector, en The Developing Economies, Tokio, Japon, Vol. XXXIV, March, 1996, N, 1.

6. El gasto de Salinas de Gortari en el programa Solidaridad ha sido evaluado en 15.1 mil millones de dólares. El programa Procampo desembolsó 1.5 mil millones de dólares, vease Andrés Oppenheimer, México: en la frontera del caos. La crisis de los naventa y la esperanza del nuevo milenio, México, Vergara Editores, S.A. de C.V., 1996, p. 155.