GIANOTTI,
V. Del golpe del 64 a la explosión de las huelgas (1964-1979)
La burguesía
quería el alineamiento completo de Brasil con el bloque occidental, su
integración con el capital internacional, y la dictadura militar vino a crear
las condiciones para la expansión del capital brasileño e internacional,
colmando esas expectativas de la derecha.
Los militares,
que tenían una larga tradición elitista desde la república vieja, creían ser
los únicos preocupados por el destino de la patria, los únicos capaces de
reposicionar al país en el rumbo del progreso y apartarlo del comunismo. Para
esa misión, se apoyaban en el discurso del anticomunismo, del desarrollo y de
la seguridad nacional.
El Mariscal
Castello Branco (1964-1967) inició el ciclo dictatorial de los
presidentes-generales. Después de Castello, vinieron otros cuatro: Costa e
Silva, Garrastazu Médici, Ernesto Geisel y Joao Baptista Figueiredo. Todos con
un mismo proyecto: desalentar los movimientos sociales, principalmente los de
izquierda, alineando el país con EEUU y garantizando una economía internacional
al servicio del gran capital.
La izquierda, que
ensayaba una tímida articulación después del golpe, se oponía a este proyecto
por considerarlo una simple asociación del capital internacional con los dueños
tradicionales del poder. El resultado solo podría ser más miseria para el
pueblo y una mayor dependencia externa. (183)
Todavía estaba
presente en la memoria la batalla por la transformación de la sociedad
brasileña a través de las reformas de base del gobierno João Goulart. Según la
izquierda, solamente esas reformas podrían podrían modernizar el país
volviéndolo menos injusto.
Para que el
proyecto de la derecha pudiera implantarse, era necesaria una dictadura que
apresara y eliminar a todos los posibles opositores. La represión prestaría
especial atención a cualquier movimiento de la clase obrera en sus lugares de
trabajo, en sus barrios. Fábricas, puertos, ferrocarriles, aeropuertos, minas y
barrios obreros pasaron a estar atentamente vigilados. También la agitación
estudiantil deberá ser eliminada.
La represión fue
inmediata. En Río de Janeiro, 50.000 personas fueron encarceladas el día
siguiente al golpe y hacinadas en tres navíos anclados en la Bahía de Guanabara
y en el estadio Mestre Ziza, dentro del Complejo Caio Martins, en Niterói.
El establecimiento de la dictadura y la clase
obrera después del golpe
La dictadura
impuso varios mecanismos políticos para garantizar sus planes:
·
Creación de Actos Institucionales (AIs)
·
Uso y abuso de decretos-ley
·
Instauración de interrogatorios policíaco-militares (IPMs)
·
Creación del Servicio Nacional de Informaciones (SIN), para vigilar
políticamente a los opositores.
·
Implantación de la censura en diciembre de 1968.
·
Aplicación, con todo rigor, de la Ley de Seguridad Nacional. (184)
·
Clausura de los partidos políticos y creación artificial del
bipartidismo: un partido gubernamental, la Alianza Renovadora Nacional (Arena),
y una oposición consentida, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB).
·
Fin de elecciones directas para Presidente y Gobernadores.
·
Revocación de los mandatos y suspensión de los derechos políticos de
gobernadores, prefectos, consejeros, diputados, senadores, sindicalistas y
demás personas indeseables.
·
Intervención de decenas de sindicatos dirigidos por la izquierda. En
el primer año después del golpe, hubo 452 intervenciones en sindicatos y 49 en
federaciones y confederaciones. Hasta 1970 el número de intervenciones llegó a
652.
·
Los 17 líderes de la CGT fueron condenados, en total, a 184 años de
prisión.
·
Prohibición total las huelgas (Ley 4.330).
·
Represión de los “subversivos” a través de prisión, tortura y muerte.
·
Combate sistemático del movimiento estudiantil. La Unión Nacional de
los Estudiantes (UNE) fue prohibida y su sede incendiada en el primer día del
golpe.
·
Represión a la intelectualidad de izquierda. Las facultades de
filosofía de la Universidad de Río de Janeiro (UFRJ) y de la de San Pablo (USP)
fueron ametralladas. Profesores universitarios fueron detenidos, como el
arquitecto Oscar Niemeyer, el sociólogo Josué de Castro, el economista Celso
Furtado, los educadores Anísio Teixeira y Paulo Freire y el físico Mário
Schenberg. Solamente en la Universidad de Brasilia, la Dictadura despidió a 210
profesores.
·
Depreciación del salario de todos los trabajadores con reajuste
salarial siempre por debajo de la inflación.
·
Fin de la estabilidad en el empleo y creación de un fondo que
disfrazaba esta medida: Fondo de garantía por tiempo de servicio (FGTS). La
estabilidad fue el primer derecho obrero, fijado en la CLT, que fue retirado a
los trabajadores. (185)
·
Despido sumario de millares de funcionarios públicos indeseables de
los más diversos escalafones.
Al mismo tiempo,
el nuevo gobierno militar implementó mecanismos económicos que agradaban al
imperialismo y al gran capital nacional, provocando una suerte de crecimiento
industrial:
·
Suspensión de las leyes que regulaban la entrada de capital extranjero
y la remesa de ganancias.
·
Revocación de las leyes de nacionalización de las refinerías de
petróleo y de tierras para la reforma agraria, decretada bajo el gobierno de
Goulart.
·
Exención de impuestos y creación de créditos a largo plazo para
favorecer a grandes empresas.
·
Creación de mecanismos financieros para favorecer al gran capital, a
través del Banco Central, el Banco Hipotecario (BNH), el Banco de Desarrollo
Económico (BNDE).
Todas esas
medidas, políticas y económicas, fueron la base del llamado “milagro brasileño”
o “milagro económico”, que se inició en 1969. Ya en 1967, la tasa anual de
crecimiento del PBI pasó de 2,9 a 4,8%.
El golpe militar
de 1964 tuvo efectos devastadores sobre el movimiento obrero y los sindicatos.
Los militantes de las Ligas Campesinas, de los sindicatos rurales y del
Movimiento de Educación de base (MEB) también fueron fuertemente perseguidos y
sus organizaciones cerradas. Para los militares, al servicio del capital
industrial y del latifundio, las luchas campesinas, y hasta la simple idea de
la reforma agraria, debían ser eliminadas.
Toda la sociedad
que se había movilizado por las Reformas de Base debía, ahora, ser amordazada y
paralizada. Por eso, se adoptaron las medidas dictatoriales ya enumeradas.
(186)
Pero, a pesar de
la masiva represión de la clase obrera, surgieron nuevos movimientos de
izquierda. Esas nuevas fuerzas, que habían sufrido las consecuencias de los
errores cometidos por el sindicalismo y por la política populista, estaban
dispuestas a no repetirlos.
La izquierda, que
hasta el golpe, estaba agrupada en torno del PCB y de su primera disidencia, el
PCdeB, se dividió en varios grupos. Todos inspirados por el comunismo, pero con
una profunda crítica a la política del PCB y a su frágil resistencia al golpe.
Varios grupos pasan a defender la lucha armada, a través de varias formas de
guerrilla, urbana o rural, para derribar la dictadura.
En los sindicatos
nacen oposiciones integradas por antiguos comunistas y por nuevos activistas
oriundos de las luchas populares. Eran polos de resistencia a la política
económica y reunían fuerzas para combatir la dictadura y exigir su fin.
El gobierno
militar, en 1965, impone el congelamiento de los salarios y crea la Ley 4725
(conocida como la “Ley del garrote (arrocho)”). Los beneficiados por esta ley son los empresarios,
que veían como el costo de la mano de obra descendía.
Los trabajadores
resisten a través de las huelgas y boicots hasta fines de 1968. A partir de
allí, se endurece la represión y la clase obrera es totalmente amordazada. Pero,
de a poco, construirá nuevas formas de resistencia y lucha para los años 70.
·
La clase obrera después del
golpe
Desde los
primeros días del golpe, los militares no ahorraran esfuerzos para cambiar la
realidad del país. Los sindicatos no podrían ser órganos de politización, de
reivindicación, de lucha de clases. Deberían ser órganos puramente asistenciales
y de colaboración con el gobierno.
Además de la
estructura que los ataba al Estado, los militares crearon nuevas medidas para
el control de los trabajadores: La ley de huelgas, el fin de la estabilidad y
la “Ley del Garrote”.
Se eliminaron las
elecciones directas en los sindicatos y se instalaron interventores para
impedir la lucha obrera y colaborar con los órganos de represión en la caza de
opositores (187). Las asambleas contaban con la presencia de varios agentes de
la represión, llamados por los dirigentes sindicales “pelegos”. Los trabajadores que se
destacaban eran entregados a las manos de la represión.
El
asistencialismo fue otra forma de desvirtuar la idea de sindicato. Más allá de
eso, muchos departamentos médicos y odontológicos fueron reformados y
ampliados.
Mientras
gobierno, patrones y “pelegos” implementaban mecanismos de dominación,
centenares de sindicalistas trataban de analizar las causas de la derrota.
Cristianos de las Comunidades Eclesiásticas de Base, comunistas críticos de la
vieja línea conciliadora del antiguo PCB y sindicalistas atentos a la realidad
se unieron para elaborar las bases de una nueva práctica sindical. Esa
autocrítica de la izquierda, se reflejará, 14 años después, en la ola de huelgas
desencadenada en 1978.
El cuadro político mundial de 1960 a 1970 en
América Latina
Mientras se
implantaba en Brasil una dictadura que duraría 20 años, el mundo experimentaba
una época de gran efervescencia y de profundos cambios.
La economía
mundial vivía su tercera década de euforia. Fueron los llamados “Años dorados”
del capitalismo, de 1945 a 1973, cuando las ganancias de las grandes empresas
multinacionales eran altísimas. En Inglaterra, por ejemplo, la media anual de
ganancias era de 11%. Pero, en 1973, la ganancia comenzó a bajar alcanzando, 10
años después, el 0,7%.
El inicio de la
crisis de la economía capitalista mundial, a partir de 1973, fue muy
influenciado por el alza en el precio del barril de petróleo, que sufrió un
fuerte incremento, pasando de 2 a 10 dólares. En el mundo, la clase obrera,
sobre todo en países europeos como Italia y Francia, inicia un nuevo ciclo de
luchas y de victorias contra el capital. Al mismo tiempo, el ciclo de expansión
del capitalismo, iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, se estaba agotando.
(188)
El resultado fue
una larga crisis mundial, con profundas consecuencias políticas y económicas,
con una vuelta a la doctrina liberal. En el campo político, un gradual
debilitamiento de la Unión Soviética en
la disputa por la hegemonía mundial.
El período
1950-1970 fue de una aguda disputa entre
los bloques mundiales liderados por EEUU y por la URSS. La URSS se volvió una
potencia nuclear equivalente a EEUU y los dos países disputaron palmo a palmo
la carrera espacial. La URSS fue la primera en enviar a un cosmonauta (Yuri
Gagarin) al espacio, pero los EEUU fueron los primeros en descender en la luna
en 1969. A partir de entonces, EEUU comienza a ganar posiciones y la URSS entra
en un período de estancamiento, seguido de una decadencia que la llevará a la
desintegración.
Al mismo tiempo,
los países africanos, muchas veces apoyados por la URSS, luchaban por liberarse
de sus colonizadores. No solo en el bloque africano, la URSS apoyaba esas
luchas. Mientras existió, la URSS apoyó casi todos los movimientos
antiimperialistas que surgían en el mundo. Este apoyo aproximaba a los países
en lucha por su libertad a las ideas socialistas. Fue así en Argelia en 1960 y
en otros países de África, como el Congo Belga, las colonias inglesas y
portuguesas, Angola, Mozambique y Guinea Bissau, que se independizaron en los
años 70.
En el Tercer
Mundo, avanzaba el movimiento de los “países no alineados” en el que, antes del
golpe, Brasil era considerado un país estratégico.
En China estaba
en curso una fuerte efervescencia política que fue conocida como la Revolución
Cultural, un verdadero terremoto para la consolidación de la Revolución China.
Desde el punto de vista de la política externa, China no aceptaba el liderazgo
soviético y se tornaba una referencia para muchos movimientos contestatarios en
el mundo entero. En casi todos los partidos comunistas hubo oleadas de división
entre pro-soviéticos y pro-chinos. La Revolución Cultural ejercía una fuerte
atracción sobre los jóvenes del mundo, sobre todo en América Latina. La frase
de Mao Tsé Tung “la verdad está en la punta del fusil” era el lema de
innumerables movimientos armados, creados por grupos de izquierda en diferentes
países. (189)
En la Iglesia
Católica, a partir del Concilio Vaticano II,
una nueva visión pasó a combinar religión y lucha por la liberación del
pueblo. La Teología de la Liberación, nacida en América Latina en los años 60,
llevó miles de fieles a las Comunidades Eclesiásticas de Base, sobre todo en
Brasil. La otra opción para los jóvenes más radicales eran los movimientos
guerrilleros.
En el Primer
Mundo, una profunda disputa en las costumbres desafiaba los valores
tradicionales y nuevos comportamientos escandalizaban a los sectores
conservadores.
La Revolución
Sexual fue no de los pilares de ese cambio radical de comportamiento. El
descubrimiento de la píldora anticonceptiva, en 1964, fue decisivo en la lucha
por la liberación de la mujer. La procreación ya no sería considerada como el
único objetivo de la vida sexual. Las mujeres salen a las calles, exigen
trabajo fuera de casa y una participación activa en la sociedad. El placer pasa
a tener una centralidad, no aceptada antes, en la vida de las personas. Libros
como La Revolución Sexual y La función del orgasmo de Wilhem Reich
estaban entre los más vendidos, así como El
libro rojo de Mao Tsé Tung o el Diario
de la guerrilla del Che Guevara.
Sobre todo en los
EEUU, la lucha por los derechos civiles se transformaba en una gran bandera
contra la discriminación racial. El nombre más conocido de este movimiento por
la igualdad de derechos entre blancos y negros fue Martin Luther King. Otros
movimientos, como el de los Panteras Negras, tenían una connotación política
más radical y pusieron en jaque a la sociedad blanca y capitalista
norteamericana. El boxeador Cassius Clay, conocido como Muhammad Alí, figuraba
entre los ídolos más conocidos de esta lucha.
Las
manifestaciones del Black Power, en
EEUU, se combinaban con las protestas feministas por la igualdad y por la
libertad sexual y con las manifestaciones pacifistas contra la guerra de
Vietnam.
Los EEUU
continuaban su guerra contra el derecho del pueblo vietnamita de elegir su
destino político y generaban protestas entre la izquierda y los pacifistas de
todo el mundo. Esa guerra era una de las tantas acciones de la Guerra Fría de
aquel período. (190)
En Europa, la
protesta contra las costumbres y valores tradicionales tendrá una expresión muy
fuerte en Francia. Durante todo el mes de mayo de 1968, los estudiantes se
enfrentaron con las fuerzas policiales y su ejemplo inspiró movimientos en muchos países, como
Inglaterra, Italia o EEUU. También en Brasil, la influencia del “mayo francés”
fue muy fuerte, aunque el país estuviera viviendo bajo el yugo de la dictadura.
En el bloque
soviético, desde la muerte de Stalin en 1953, varios grupos pasan a contestar
la política dictada por la URSS. En 1956, una insurrección en Budapest exige la
liberalización del régimen. Pro la mayor ola de protesta, entre los países del
este de Europa contra la hegemonía del modelo soviético se da en Checoslovaquia
en 1968. La llamada “Primavera de Praga” acabó aplastada por los tanques del
Pacto de Varsovia y dejó heridas abiertas, nunca cicatrizadas, entre los
comunistas de todo el mundo. La crisis entre los partidos comunistas fieles a
la orientación de Moscú aumentará gradualmente y será uno de los elementos que
llevarán al fin del régimen socialista soviético.
Mientras el mundo
vivía en esa efervescencia, en Brasil los militares implantaban un régimen
dictatorial que iba en el sentido contrario a toda esa ola de rebeldía mundial.
·
América Latina en la década de
1960
Al mismo tiempo
que los militares brasileños, patrocinados por los sucesivos gobiernos de EEUU,
consolidaban su dictadura, otros países latinoamericanos vivían situaciones
semejantes. En los 60 se instalan dictaduras militares en varios países donde
también aplastan movimientos de protesta: Bolivia en 1964, Chile y Uruguay en
1973, Argentina en 1976. En todos esos países, las burguesías fueron asesoradas
y coordinadas por militares y especialistas en represión y torturas
norteamericanos.
La década del 60
fue la época de la guerra de guerrillas en casi toda América Latina. Cuba fue
el mayor ejemplo. En 1959, había derribado, a través de una guerrilla que duró
tres años, a su viejo dictador sanguinario, apoyado por EEUU, Fulgencio
Batista. (191)
Fidel Castro y el
Che Guevara eran los símbolos de la lucha antiimperialista y socialista del
continente. La lucha de los “barbudos” de Cuba era la estrella-guía para
innumerables movimientos guerrilleros.
Los escritos del
Che pasaron a ser los libros de cabecera de viejos y nuevos revolucionarios. Su
frase “crear una, dos, tres, cien Vietnam” estimulaba a las guerrillas de
Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, Perú, Bolivia, Nicaragua, El Salvador,
República Dominicana y Brasil.
El Che, junto con
un puñado de jóvenes revolucionarios cubanos, soñaba con esparcir una guerrilla
por África que se batía por la libertad. Hizo una rápida incursión en el Congo
y en Angola, colonias en lucha contra el yugo de Bélgica y Portugal,
respectivamente.
Al retornar a
América Latina, el Che se unió al joven idealista francés Regis Debray, autor
del librito Revolución en la Revolución,
que se tornó un manual clásico para miles de guerrilleros. El libro criticaba
fuertemente la política de varios de los partidos comunistas del continente y
reafirmaba la necesidad del camino armado, de la “guerra de guerrillas”.
En Colombia, una
guerrilla se instalaba sólidamente a través de varios movimientos revolucionarios.
Lo mismo sucedía en países de América Central, como Nicaragua y El Salvador. En
estos países, los militantes cristianos, seguidores de la Teología de la
Liberación, tuvieron una importante actuación en las luchas populares. El
ejemplo de esos destacados militantes influenció a generaciones enteras, que
subieron a las sierras para iniciar sus guerrillas. Muchos fueron los
seguidores de esa doctrina y merecen destacarse los nombres de Camilo Torres,
en Colombia, y de los nicaragüenses Thomas Borges y Ernesto Cardenal. Se
volvieron tan conocidos como heroicos los guerrilleros comunistas Douglas
Bravo, venezolano, Manuel Marulanda (Tirofijo), colombiano, y los
revolucionarios cubanos.
En Chile, la
izquierda intentó repetidamente llegar al poder por la vía electoral. En 1970,
el socialista Salvador Allende, candidato del Frente Popular, asume la
Presidencia de la República con un país profundamente dividido. Su gobierno
intenta la “vía chilena al socialismo” (192), un camino institucional que
apostaba a una expansión del mercado interno y un desenvolvimiento nacional en
oposición al imperialismo. Esa fue la elección chilena, un intento, por medios
pacíficos, de construir una alternativa socialista al capitalismo reinante.
En Brasil, la
dictadura era coordinada por el imperialismo norteamericano, que actuaba en el
país a través de varios canales: el Departamento de Estado, la CIA y los
agregados militares, culturales y sindicales. Así los EEUU hacían de Brasil un
laboratorio que perfeccionaba los métodos para implantar nuevas dictaduras.
La izquierda brasileña hace autocrítica
después del golpe
El clima mundial
al momento de la instalación de la dictadura militar era propicio para el
pensamiento socialista. El mundo entero criticaba cualquier forma de autoritarismo
y toda la herencia conservadora del pasado. Esos elementos junto con la
invasión a Vietnam, influenciaron a la juventud brasileña, que se rebelaba
contra las imposiciones del nuevo régimen. El clima de revolución, en muchos
países de América Latina, también pesaba en los análisis políticos sobre la
situación de Brasil posterior al golpe del 64.
En este ambiente
político, la izquierda discute “Los errores y las causas de la derrota del 64”,
debate que generó un documento del PCB con ese título. La pregunta que no
quería callar era porqué no hubo resistencia al golpe.
Con excepción de
algunos intentos, como en los puertos de Río de Janeiro y de Santos, no hubo
ninguna huelga contra el golpe. En Río de Janeiro, el puerto paró por 24 horas
y, en Santos, por casi 3 días, bajo una intensa represión. Pero incluso estas
informaciones son muy imprecisas. El hecho es que los pocos intentos de
resistencia fueron muy localizados y duraron unas pocas horas. Además de los
portuarios, hubo pequeños paros de media hora, en la Compañía Siderúrgica
Paulista (Cosipa), en Santos y en el ferrocarril en Río. (193)
¿Y la huelga
general que prometía la CGT? ¿Y el elemento sindical? ¿Y el elemento militar? ¿Y
la resistencia en el campo? ¿Cuáles eran las causas de esta pasividad? ¿Sería
la mentada “índole pacífica brasileña”? ¿O era preciso
ir más profundo, analizándola como consecuencia de la línea política adoptada
por la izquierda entre 1950-1964.
En el Partido
Comunista, las respuestas eran muchas. Algunos dirigentes y militantes veían la
causa principal de la derrota en el pacifismo adoptado por las nuevas
directrices del partido. Esas nuevas pautas fueron adoptadas en Brasil y el
mundo, a partir de las denuncias de los crímenes de Stalin hechas por Kruschev
en el XX Congreso del Partido Comunista Soviético en 1956.
Pero algunos
revolucionarios pensaban diferente. Creían que todos deberían aprender de las
lecciones de Mao para empezar a preparar una “guerra popular” en el país. Este
camino, que ya había sido señalado antes del golpe por los dirigentes del
PCdeB, fue defendido posteriormente también por una nueva asociación, surgida
de su dirigencia, el Ala Roja.
Varios otros
grupos, todos salidos del PCB, criticaban la ilusión legalista del partido y
defendían la vía armada para enfrentar a la dictadura y llegar al socialismo.
Divergentes en algunos aspectos, todos eran favorables a la creación de un
“foco de guerrilla”. Uno de estos grupos, Acción Libertadora Nacional (ALN),
liderada por Carlos Marighella, defendía la guerrilla urbana con secuestros y
expropiaciones bancarias. Estas acciones serían un medio de acumular recursos
para la guerra revolucionaria, que comenzaría en el campo o en la ciudad.
Había otras
agrupaciones que explicaban los errores de 1964, adjudicándolos a las
estrategias de alianza de clases defendida por el PCB en años anteriores. Es
más conocido de estos grupos fue Política Obrera (Polop). Estos grupos
políticos criticaban la idea de hacer una revolución en dos etapas y
argumentaban que Brasil estaba listo para una revolución socialista. Había
muchas diferencias y variantes, pero, en general, todos criticaban la falta de
perspectiva de clase del “Partidão”, que negaba la centralidad y la
independencia de a clase trabajadora. (194)
Entre las varias
organizaciones disidentes del PCB, nace en 1967 el Partido Comunista Brasileño
Revolucionario (PCBR), liderado por Mário Alves y Apolônio de Carvalho.
Otros disidentes
fundaron el Movimiento Revolucionario 8 de octubre (MR-8) y la Vanguardia
Popular Revolucionaria (VPR), liderada por Carlos Lamarca. Estos grupos
defendían una perspectiva socialista inmediata. Eran favorables al camino de la
lucha armada, a la creación de un “foco” de guerrillas. De estos grupos nacerán
otras agrupaciones políticas, como la VAR-Palmares, el Comando de Liberación
Nacional (Colina) y el Movimiento de Liberación Popular (Molipo).
Otros grupos que
merecen destacarse surgirán antes del golpe y no están vinculados al PCB.
Fueron Acción Popular (AP), nacida de la Juventud Universitaria Católica (JOC),
con fuertes simpatías hacia la Juventud Obrera Católica (JOC) y con Política
Obrera (Polop), nacida en 1961. Las ideas de Polop pueden ser resumidas en las
palabras de Ernesto Martins: “una revolución en Brasil o será socialista o será
una caricatura de revolución”. Centraba su crítica en la falta de resistencia
del PCB al golpe del 64, por su política de alianza de clases, y en la
consecuente falta de preparación de los trabajadores para la resistencia.
La AP, de
orientación católica estudiantil, también denunciaba la política del PCB
anterior al golpe, por estar apartada de las bases y confusa, sin una
organización real. Después del golpe, la AP pasó a defender la necesidad de una
lucha “antifeudal”, sobre todo en el campo y soñaba con un “círculo de ciudades
por el campo”, siguiendo el ejemplo chino.
Además de esas
agrupaciones políticas más conocidas, había trabajadores organizados en grupos
políticos menores, en Comunidades Eclesiásticos de Base (CEB) o reunidos en
sindicatos. La pregunta de siempre era: ¿porqué no
hicimos ninguna huelga contra el golpe? Muchos trabajadores todavía se
acordaban de dirigentes sindicales importantes que, en vísperas del golpe,
conminaban a la clase obrera para mantenerse en casa sin agitación para no
provocar a los golpistas. (195)
El
cuestionamiento de esos trabajadores era acerca de la práctica, sobre la
organización de base, sobre las reacciones de sus colegas al golpe. Esos
núcleos obreros se concentraban, principalmente, en el centro industrial del
país: San Pablo y alrededores (Osasco, San Andrés, San Bernardo, San Cayetano,
Diadema y Guarulhos).
La respuesta que
muchos de esos núcleos daban era que la falta de resistencia al golpe era el
resultado de tres factores. El primero, fue una confusión ideológica que el PCB
se alineara con la política de alianza de clases, por la cual la burguesía
sería aliada del proletariado en una lucha antiimperialista y anti-latifundio.
Según la orientación del PCB, la clase trabajadora debería apoyar a sus
patrones. Un caso típico fue el de Pernambuco en 1962, cuando el PCB mandó a
los obreros de las fábricas del grupo Votorantim a apoyar la candidatura a
diputado federal de su patrón José Ermírio de Moraes, uno de los mayores
empresarios brasileños. Esta fue la manifestación más obvia de la línea
política del PCB, que negaba la independencia de clase, tanto política como
ideológica.
El segundo factor
fue la falta de arraigue de una política obrera de base. Durante los años que
anteceden a 1964, las huelgas eran decididas por la cúpula de la CGT o de otros
organismos y no había una verdadera participación de base. Las bases recibían
órdenes u orientaciones, pero no eran llamadas a discutir, opinar y decidir
sobre las luchas que irían a librar.
Además, para el
PCB, no había necesidad de que los trabajadores se movilizaran para resistir al
golpe, si líderes comunistas, como el almirante Aragão, jefe de la Escuadra
Naval, garantizaban que “en media hora, arrasaban el Palacio Guanabara”.
¿Porqué deberían organizarse para la resistencia, si la CGT, con un simple
sonar de dedos, pararía el país?
El tercer
elemento, que muchos trabajadores de fábrica consideraban como un factor que
llevó a la falta de resistencia, fue la
aceptación en la práctica de la estructura sindical creada por Vargas, en la
década de 1930. Esa estructura sindical despolitizaba las luchas, creaba un
sindicalismo sin base, adosado al Estado y a sus patrones. (196) Esa visión crítica fue la base de la
reorganización del movimiento de los trabajadores en los años de resistencia a
la dictadura y se amplió con la explosión de huelgas de 1978.
De esta
autocrítica obrera surgía, como consecuencia natural, la necesidad de una nueva
práctica político-sindical. El sindicalismo no resistía más el peso de
decisiones tomadas de arriba para abajo. Precisaba construir una nueva
estructura sindical, desacoplada del gobierno y los patrones y que condenase la
alianza con la burguesía nacional. Esas ideas fueron los elementos clave de lo
que vino a ser conocido como “nuevo sindicalismo” y que dará origen, en el
umbral de los 80, a la construcción de un nuevo proyecto sindical.
Las luchas obreras de 1964 a 1970
Con la
implantación de la dictadura, el clima de miedo se esparció por las fábricas y
las huelgas desaparecieron por completo. Cualquier reivindicación, por mínima
que fuese, era tildada por el gobierno y los patrones de subversión. Y la
represión se iniciaba inmediatamente.
Hasta 1968, hubo
solo algunas paralizaciones contra atraso en el pago de salarios o el no pago
del aguinaldo, permitidos por la dictadura. Tenemos noticias de 25 huelgas, en
1965, y de 15 en 1966. De 1967 a 1970, hubo un promedio de 10 por año. Al año
siguiente, no hubo ninguna. La dictadura había alcanzado su meta de aplastar a
la clase trabajadora. Y creía que sería para siempre.
En 1967, nace el
Movimiento Intersindical antiarrocho
(MIA). De él participaban viejos pelegos, algunos sindicalistas populistas y unos pocos ligados
al PCB. Infelizmente, fue un movimiento que nació muerto y no hizo nada por los
trabajadores.
A fin de ese año,
en Osasco (SP), una joven oposición sindical disputa y gana la elección para
dirigir el Sindicato de los metalúrgicos. Esta nueva dirigencia, compuesta en
su mayoría por jóvenes del movimiento popular de las CEBs y de la ACO, tenía como
propuesta impulsar la lucha obrera y combatir a la dictadura. (197)
En abril de 1968,
en Contagem (MG), estalla una huelga de los metalúrgicos que dura una semana y
consigue un 10% de reajuste. En junio, el beneficio fue extendido a todo
Brasil, como un “reajuste de emergencia”. La huelga de Contagem fue organizada
por grupos de base, con poca participación del sindicato. Sufre una fuerte
represión, tiene decenas de prisioneros y despidos, pero fue exitosa.
En San Pablo, la
manifestación del 1º de mayo de 1968, hubo un fuerte choque entre los pelegos, partidarios del
gobierno, y la clase obrera que se unió al movimiento estudiantil. Fue una gran
manifestación con muchos trabajadores metalúrgicos y pobladores de barrios
populares de la ciudad de Osasco y de la periferia de San Andrés, donde había
una fuerte acción de organización popular. En el momento en que comenzó a
hablar el gobernador paulista Abreu Sodré, nombrado por la dictadura, el
escenario oficial fue apedreado e incendiado por los manifestantes. Eran la
clase obrera y el pueblo reorganizándose e impidiendo que la dictadura se
apoderase del 1º de mayo. En el país entero se sucedieron manifestaciones y
huelgas de estudiantes.
En julio, en la
ciudad de Osasco (SP), el Sindicato de metalúrgicos lidera una huelga que
rápidamente se generaliza. También paran otras fábricas de otros sectores.
Fueron 6.000 obreros en huelga durante 6 días. En la dirección del movimiento
estaban el Sindicato de los metalúrgicos de Osasco y la Comisión de Fábrica de
Cobrasma. Las reivindicaciones eran: fin del arrocho salarial y Contrato colectivo de trabajo.
Los huelguistas
contaban, básicamente, con su propia organización interna. En la mayor fábrica
de la región, Cobrasma, que fabricaba material ferroviario, había, desde 1963,
una Comisión de Fábrica muy activa y su ejemplo de organización se expandió por
las fábricas de los alrededores. Varios grupos de izquierda también actuaban en
la región, como el ALN de Carlos Marighella y otro formado en torno del capitán
Carlos Lamarca del VPR. Varias organizaciones de izquierda, unas defendiendo la
lucha armada como el ALN y el VPR, y otra no, como la AP, tuvieron una
presencia destacada en esa huelga y en los acontecimientos siguientes. (198) Además
una fuerte movilización popular era estimulada por el trabajo de un núcleo de
curas obreros que actuaban en una parroquia de la ciudad.
En este ambiente
propicio a acciones radicales de enfrentamiento de clases, los obreros, en el
primer día de huelga, ocuparon la fábrica y crearon piquetes de autodefensa. Al
mismo tiempo, retienen, dentro de la fábrica, a 16 directores e ingenieros.
Solo los dejarían en libertad cuando la fábrica aceptase las reivindicaciones
de 35% de aumento. El ejército fue enviado a Osasco. Ocupó la ciudad, entró en
las fábricas, con un enorme aparato represivo, invadió el Sindicato de los
metalúrgicos y apresó a la dirigencia y a más de 500 huelguistas. La huelga
acabó dos días después. Pero se convirtió en una demostración de resistencia y
la experiencia de la Comisión de Fábrica de Cobrasma fue un ejemplo para la
futura organización de los trabajadores.
Entre 1967 y
1968, en la ciudad de San Pablo, nacen varias oposiciones sindicales, cuyo
objetivo principal era la lucha inmediata por aumento de salarios y mejores
condiciones de trabajo. Varios militantes obreros, desde 1964, tenían
consciencia de la necesidad de una nueva y diferente práctica sindical, que
combatiese la estructura sindical brasieña, cupulista y compenetrada con el
Estado. El objetivo era crear un nuevo tipo de sindicalismo, organizado a
partir de la base.
Las luchas en las
fábricas se volvían cada día más difíciles y las pocas huelgas de ese período
suceden gracias a la organización de las oposiciones. Es el caso de la huelga
de la fábrica de armarios de acero Securit y de la fábrica de cerraduras de
autos Lassen, en San Pablo. Los sindicatos oficiales, o estaban completamente
controlados por la represión o en las manos de interventores que colaboraban
con la dictadura. Entre ellos, el más famoso fue Joaquim dos Santos Andrade
(Joaquinzão), interventor en Guarulhos y en San Pablo.
En marzo de 1968,
durante una marcha en Río de Janeiro, la policía mata de un tiro al estudiante
Edson Luiz. Su muerte fue el detonante de una onda de manifestaciones y protestas
durante todo aquel año.
En el país
entero, continuaban sucediéndose marchas y manifestaciones estudiantiles. (199)
en Río de Janeiro, los estudiantes salen a las calles con el apoyo de artistas,
intelectuales, religiosos y decenas de miles de personas. Parlamentarios del
MDB acompañan a la población, denunciando a la dictadura en la Cámara Federal.
En junio, se
produce la mayor manifestación de aquellos años contra la dictadura. Fue la
marcha de los cien mil. Los lemas, escritos en fachadas y paredes, eran “Abajo
la dictadura asesina” y “Fin del arrocho”. En esos mismos días, se desarrolla una gran marcha,
con más de 50.000 personas en Recife. En San Pablo, la confrontación entre
estudiantes de derecha y de izquierda se agudizó y llevó a la muerte de un
estudiante, victima de un tiro disparado por la derecha.
En este año de
1968, siete manifestantes fueron muertos, durante manifestaciones, por la
represión, la mayoría en Río de Janeiro.
En septiembre, en
vísperas del Día de la Patria, un diputado del MDB, Márcio Moreira Alves expone
ante la Cámara, culpando a las Fuerzas Armadas por la escalada represiva y
llama al país a no dejar que sus hijos participen del desfile militar del 7 de
septiembre. La dictadura, sintiéndose amenazada, planeó acabar sin más con este
foco de protesta en la Cámara Federal. Era necesario, para garantizar sus
planes de largo plazo, endurecer más el régimen.
En octubre, una
tentativa de huelga iniciada por los metalúrgicos de Contagem (MG) fracasa y
los trabajadores son fuertemente reprimidos.
El día 10 de
octubre, la represión cierra, en Ibiúna (SP), el congreso clandestino de la
UNE. Más de 800 estudiantes caen presos, con todos sus líderes. Los periódicos,
todavía sin censura directa, destacan esa acción represiva.
El 13 de diciembre
de 1968, el presidente dictador Costa e Silva que, en 1967, había sustituido a
Castello Branco, publica el Acto institucional nº 5 (AI-5). Por este Acto, el
Congreso era cerrado y cesaban los mandatos de los diputados opositores. Los
derechos políticos de cualquier ciudadano podrían ser suspendidos por 10 años.
Se decreta el fin del habeas corpus y
se implanta la censura previa a los medios de comunicación. Centenares de
funcionarios públicos son cesanteados o despedidos sumariamente. (200) Una serie
de otras medidas represivas son tomadas para silenciar cualquier protesta.
El AI-5 entró en
vigor, como un instrumento legal de legitimación de los actos de la dictadura, durante 10 años. Fue un
golpe dentro de otro golpe. Con él, los militares podían encarcelar, torturar y
matar libremente, sin dar explicaciones a la sociedad. Las empresas tenían
libertad para ganar dinero con una clase trabajadora completamente controlada y
amedrentada. Reinaba la más perfecta sintonía entre los militares represores y
los empresarios eufóricos con sus ganancias ascendentes. Aún entre los
empresarios que no colaboraban con la represión, pocos se mostraban contrarios
al régimen de terror.
El AI-5 fue
decretado para acabar con lo que sobraba de la reorganización de los trabajadores
y para eliminar las organizaciones armadas. A partir de 1969, fueron siendo
destruidas o desarticuladas las principales organizaciones revolucionarias
guerrilleras.
Una de las
acciones más comunes de los guerrilleros fueron los secuestros de embajadores y
cónsules extranjeros, el secuestro de aviones, con alteración de sus rutas para
exigir, como rescate, la liberación de decenas de presos políticos. Grupos de
izquierda también realizaban pequeñas “expropiaciones bancarias”, que la
dictadura llamaba asalto a bancos, para conseguir fondos para la guerrilla.
En ese sentido,
el PCdeB comenzaba a preparar un foco de guerrilla en el sur de Pará, en la
entrada de la selva amazónica.
Llegamos, así, a
la década del 70 con un movimiento obrero amordazado y organizaciones de
izquierda fuertemente golpeadas. Los primeros años de la década, gobernados por
el dictador Médici, completaron la destrucción de la protesta armada y la
dictadura consiguió garantizar un gran salto en la economía al servicio del
capital nacional e internacional.
La libre entrada
y, sobre todo, la libre salida de dólares garantizaban un repunte económico. El
capital internacional miraba a Brasil. La dictadura le garantizaba la
superexplotación de una clase trabajadora paralizada por la represión. (201)
Billones de
dólares fueron tomados en préstamo por el Ministro de Planeamiento, Antonio
Delfim Neto. Con un plazo de carencia de 10 años, esos recursos eran una
bendición para la dictadura.
En verdad, estos
préstamos provocaron un salto en la deuda externa del país, de 2,4 billones de
dólares en 1964 a 148 billones, veinte años después, de acuerdo con datos del
Banco Central. El Brasil se endeudó, el pueblo se volvió más pobre. Pero, en
compensación, las inversiones de capital extranjero hicieron una fiesta y los
militares vieron todo eso como un triunfo. Se volvió célebre la frase del
dictador Médici, que sintetizaba el cinismo de la dictadura: “la economía va
bien, pero el pueblo va mal”.
En 1969, gracias
a esos préstamos, cuyo pago irá a explotar entre 1980 y 1981, se inicia el
“milagro brasileño”. La economía crece a índices elevados, a un promedio de 10%
anual. En 1973, llegó al 11,4%. El desempleo disminuyó fuertemente. Las
empresas imputaban horas extras y el ritmo de producción aumentaba cada día.
Más personas de una misma familia eran absorbidas por el mercado de trabajo, lo
que diluía la percepción del achatamiento de los salarios.
La dictadura
continuaba matando y reprimiendo cualquier señal de insatisfacción. En las
escuelas, la bandera era izada cada mañana al son de musiquitas como “Yo te
amo, mi Brasil”. Sus versos, en verdad, representaban un Brasil que solo
existía en la cabeza de los militares. Mostraban un país alegre, fuerte y firme
y escondían la realidad del pueblo. Millones de adhesivos invadirían el país
con el lema “Brasil, ámelo o déjelo”. Quien manifestase cualquier crítica al
gobierno, no amaba a Brasil. Era un “subversivo”.
En la televisión,
los militares estaban de fiesta. La victoria brasileña en la copa del mundo de
1970 fue usada y abusada por la dictadura. Su canal oficial era la Red Globo,
creada en una operación altamente controvertida, en 1965. Favorecida por los
militares, fue una voz casi oficial del régimen. En su pantalla no aparecía la
oposición, la miseria, las epidemias o cualquier noticia que pudiera indisponer
al pueblo contra los militares. Hablar de los 10 millones de brasileños
afligido por la esquistossomose
o por la epidemia de meningitis, al comienzo de los 70, estaba prohibido. (202)
La prensa alternativa
fue totalmente censurada. Los periódicos de la gran prensa se autocensuraban.
Solo publicaban lo que tenían certeza que los militares dejarían salir. Entre
los periodistas, varios no estaban de acuerdo con el régimen dictatorial, pero
no conseguían cambiar la línea editorial de los periódicos en los que
trabajaban. Muchos periodistas de izquierda fueron encarcelados, asesinados o
constantemente amenazados y, muchas veces, despedidos de sus empleos.
Los años de plomo y el “milagro económico”
(1969-1974)
El general Emilio
Garrastazu Médici consolidó y profundizó la represión de la dictadura militar
implantada en 1964. Sucesor de la Junta Militar que sustituyó a Costa e Silva,
gobernó bajo el manto protector del AI-5. Tenía en las manos el instrumento perfecto
para consolidar el régimen dictatorial que necesitaban el capital y el
imperialismo.
·
Las ilusiones de un rápido
“milagro brasileño”
El gobierno de
Médici fue considerado, por sus opositores, como el reino del terror y de la
falta de libertad. Para la mayoría de la población, entretanto, representó un
momento de crecimiento económico y de pleno empleo. La Red Globo servía de eco
al llamado milagro económico. Era casi como un altoparlante de los militares.
Claro que no explicaba que el régimen de terror del general Médici garantizaba
altos intereses a los billones de dólares que venían del exterior y que estos
préstamos serían, entre 1980 y 1981, una bomba de efector retardado.
El crecimiento
económico estaba fundamentado, para los militares, principalmente en.
·
Fuerte entrada de capital extranjero, bajo la forma de inversiones y
préstamos.
·
Papel del Estado como impulsor del gran capital nacional e
internacional. (203)
·
Aplicación de la “fórmula del tercio” en la economía: 1/3 estatal
(infraestructura), 1/3 capital brasileño (el viejo sector de bienes no
duraderos), 1/3 capital internacional (la gran industria de bienes duraderos:
automóviles, electrodomésticos, etc.)
·
Fuertes inversiones en la industria pesada y en la construcción civil,
como la construcción del puente Rio-NIteroi, la de la Transamazónica o de la
hidroeléctrica Itaipu.
·
Inversiones en la industria electro-electrónica y automovilística:
fiebre de consumo de la clase media.
·
Inversiones en el mercado financiero. Aumento de la especulación
financiera a través de acciones y de colocaciones financieras de cortísimo
plazo, llevando a la clase media la euforia con el open market y después con el overnight.
·
Arrocho salarial, aumento de
explotación, horas extras, aumento del ritmo de trabajo. Fue durante estos años
de la década del 70 que el Brasil pasó a ser campeón mundial de accidentes y
muertes en el trabajo.
Todo este cuadro
se fortalecía con el endurecimiento de la censura y con la propaganda del
gobierno. Radios, televisoras, periódicos y revistas hablaban del “Brasil
grande”, del “Brasil potencia”. Ese clima estaba envuelto por las músicas Eu te amo, meu Brasil y por el Hino da Seleçao, que, como vimos, eran
los himnos al régimen militar y eran tocadas diariamente en los medios de
comunicación y cantadas en las escuelas.
La censura a
cualquier manifestación cultural garantizaba la “paz de los cementerios”. En
verdad, la censura directa a la gran prensa, solo se dio en el periódico O Estado de Sao Paulo y en el Jornal da Tarde, por discordancias internas
con el dictador Médici, y a la revista Veja,
en la época dirigida por el rebelde Mino Carta.
El Estadão colocaba en el lugar de los
temas censurados, fragmentos del poema Os
Lusíadas, de Camões. Su vespertino, el Jornal
da Tarde, colocaba inscripciones negras o recetas de tortas.
Los otros
periódicos no precisaban de censor en las redacciones. Bastaba con un billetito
de algún miliar a sus dueños para resolver todo. (204) Algunos periódicos como
la Folha de Sao Paulo y O Globo, colaboraban tranquilamente con
el régimen. La Folha llegó a ceder su
vespertino, Folha da Tarde, a la
represión que pasó a usar sus páginas y su estructura. Muchos testimonios de
ex-presos políticos y torturados recuerdan que las camionetas del periódico
eran cedidas a la Operación Bandeirantes (Oban), la terrible maquinaria de
encarcelar, torturar y matar presos políticos montada por el régimen. Engel
Pachoal, en su libro Trayectoria de
Otávio Frias de Oliveira, confirma estos hechos, antiguamente relatados en
voz baja durante los “años de plomo”.
Donde la censura
hace valer su mano de hierro es sobre la llamada prensa alternativa. Los
periódicos de izquierda o de oposición, como O Pasquim, Opinião, Movimento y decenas de otros, sufrían
una rigurosísima censura previa.
Ø
La máquina de represión
extermina opositores
Todas las
organizaciones que contestaban al régimen fueron destruidas por la máquina
represiva. ALN, VAR-Palmares, MR-O, Molipo, PCBR, Colina, MRT y otras de menor
expresión fueron colocadas fuera de combate.
La dictadura,
desde 1969, perfecciona sus métodos de tortura, a través de cursos
administrados por agentes de la CIA, y crea nuevas máquinas de represión
policial. En San Pablo, nace la Operación Bandeirantes (Oban), compuesta por
policías civiles y militares como una fuerza paralela, casi clandestina. La
Oban fue financiada por una “cajita entre amigos”, que recolecto fondos entre
los empresarios para ayudar a “acabar con los comunistas”, que tanto molestaban
a sus empresas. El recaudador de esta “caixinha” era el presidente de la
Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), Teobaldo de Nigris,
dueño de una concesionaria de automóviles. El libro de René A. Dreifus, 1964: A conquista do Estado, es muy
esclarecedor sobre este perfecto vínculo entre empresarios y militares.
Con el éxito de
la Oban paulista, en muchos estados brasileños fueron creados Departamentos de
Operaciones e Informaciones y el Centro de Operaciones de Defensa Interna
(DOI-Codi), los temidos órganos de represión del gobierno de Médici. Junto con
los Deops, esos órganos se especializaron en prisiones, torturas y asesinatos
de líderes revolucionarios. Paralelamente a ellos, funcionaban el Centro de
Informaciones de la Marina (Cenimar), (205) el Centro de Informaciones y
Seguridad de la Aeronáutica (Cisa) y el Centro de Informaciones del Ejército
(Ciex). Pero el servicio de informaciones que más se destacaba era el Servicio
Nacional de Informaciones (SIN). Esa fue la vasta y temida “tela de araña” de
los servicios de información y represión del régimen militar.
De 1969 a 1974,
prácticamente todas las organizaciones armadas fueron exterminadas. La ALN, en
1969, pierde a su principal líder, Carlos Marighella, fusilado en una emboscada
o, según otra versión, muerto en la tortura. En seguida fueron asesinados,
siempre bajo la tortura, entre muchos otros militantes de la ALN, Joaquim
Câmara Toledo, Virgílio Gomes da Silva y Eduardo Leite o “Bacuri”.
Ligados a la ALN,
también fueron encarcelados, en la víspera de la captura de Marighella, varios
frailes dominicanos, seguidores de la Teología de la Liberación. Entre los más
conocidos, fray Betto LIbânio Cristo, fray Ivo Lesbaupin y fray Tito de
Alencar, que se ahorcó en París, años después de su salida de prisión,
trastornado por las bárbaras torturas sufridas.
En mayo de 1969,
el Comando de Caza de Comunistas (CCC), un organismo ligado a la represión,
ametralló la casa del obispo de Recife, Don Helder Câmara y asesina, después de
innumerables violencias, a su auxiliar, el padre Henrique Hervé. Don Helder era
muy conocido internacionalmente por sus repetidas denuncias contra la dictadura
militar. En Brasil, sus pasos eran vigilados y su nombre estaba terminantemente
prohibido en periódicos, radio y televisión.
El PCBR, en 1970,
pierde a uno de sus fundadores, Mário Alves, torturado hasta la muerte. El
VPR/MR-8 vio a su líder Carlos Lamarca y al metalúrgico Vice-presidente del
Sindicato de Osasco, José Carlos Barreto, “Zequinha”, fusilados en el sertão bahiano, en 1971, después de un
cerco de 5.000 militares y policías.
Otro caso
rimbombante de tortura y muerte fue el de Edgard Stuart Angel y, en seguida, de
su compañera Sonia, también militantes del MR-8. Las denuncias del doble
asesinato costaron la vida a la madre de Stuart, Zuzu Angel, que exigió, durante
años, el cuerpo de su hijo desaparecido. Ella murió en un atentado armado por
el régimen. (206)
15 miembros del
Comité central del PCB fueron
asesinados, bajo tortura, entre 1974 y 1976. Las muertes de algunos militantes
más conocidos provocaron mucho revuelo entre la población, como las del
periodista Vladimir Herzog, en octubre de 1975, y la del metalúrgico Manoel
Fiel Filho, en enero de 1976. El dictador presidente ya era el sucesor del
general Médici, el general Ernesto Geisel. Los dos dirigentes habían sido
apresados por la Oban en sus lugares de trabajo, Herzog, director de la TV
Cultura, y Manoel, encargado de una sección de Metalarte, y fueron torturados
hasta la muerte con una diferencia de menos de 3 meses entre uno y el otro. En
los dos casos, la versión oficial sobre la causa de la muerte fue de ahorcamiento
en la prisión.
El PCdeB, de 1972
a 1974, sostuvo la guerrilla de Araguaia en la región campesina del sur de
Pará. En ella murieron los héroes Osvaldo da Costa, “Osvaldão”, Maurício
Grabois, Helenira Rezende, entre un centenar de otros guerrilleros. La
preparación de esa guerrilla comenzó en 1966, pero su inicio puede ser fechado
en 1970. Durante 2 años, menos de doscientos de revolucionarios, entre los
foráneos y los moradores locales, movilizaron miles de soldados del Ejército,
la Marina y la Aeronáutica. La enorme superioridad numérica y logística de las
Fuerzas Armadas aplastó esa tentativa de guerrilla.
Los guerrilleros
fueron enterrados en tumbas comunes, sin identificación. Varios fueron
decapitados y muchos cuerpos fueron, posteriormente, desenterrados y quemados,
para impedir cualquier identificación. Esa guerrilla, para el PCdeB, negaba
simbólicamente la política defendida por el PCB, que bregaba por la conquista
pacífica del poder, respetando las normas institucionales.
Uno de los
últimos episodios del terror impuesto por la dictadura para acabar con la
protesta de izquierda fue la llamada “Masacre de Lapa”. En San Pablo, en
diciembre de 1976, la represión fusiló a varios participantes de una reunión
del Comité central del PCdeB. La casa fue ametrallada y murieron los dirigentes
Ângelo Arroyo y Pedro Pomar, sobrevivientes de la guerrilla de Araguaia. La
represión asesinó, bajo tortura, a João Baptista Drumond y otros seis
dirigentes fueron presos.
Pero la represión
no era sólo contra las organizaciones armadas. La Acción Popular también tuvo
varios mártires, como el agrónomo Luiz Hirata (207), que trabajaba como
metalúrgico y militaba en la oposición sindical metalúrgica de San Pablo. Fue
asesinado, bajo tortura, por el Deops paulista, en 1972. De esa misma
organización fueron asesinados, entre muchos otros, los estudiantes Edgar Mata
Machado y Honestino Guimarães.
En el 1º de mayo
de 1970, en el estadio Maria Zélia, en San Pablo, fue apresado por el Deops el
técnico químico Olavo Hansen, que militaba en una organización trotskista.
Apareció muerto, con muchos signos de tortura, días después.
Decenas de miles
de personas fueron encarceladas durante los años de la dictadura. Entre 1964 y
1984, se habla de entre 80 y 100.000 presos políticos, de 10 a 20.000
exiliados, cerca de 130 desterrados. Los muertos y desaparecidos, dependiendo
del criterio usado, llegarían a los 500.
El libro Brasil: nunca más, publicado después de
la dictadura, en 1985, presenta el relevamiento más completo sobre los veinte
años del régimen militar. La obra fue coordinada por el cardenal de San Pablo,
Don Paulo Evaristo Arns, y tuvo decenas de ediciones, agotadas rápidamente.
Ø
La prensa alternativa se
enfrenta a la dictadura
Luego de la
promulgación del AI-5, en 1968, y de la censura de prensa, comienza a crecer la
prensa alternativa. Era la única fuente de información no oficial, cuyo
discurso no estaba al servicio del régimen. Informaba acerca de lo que la
llamada gran prensa no publicaba y, sobre todo, combatía las mentiras
esparcidas por la dictadura a través de los medios de comunicación. La gran
prensa encubría la situación de la salud y la educación en el país, la rebaja
de salarios y los asesinatos bajo tortura de los opositores.
Los nombres de
esos periódicos alternativos corrían de boca en boca: O Pasquim, Opinião, Movimento, Assuntos, Versus, Coojornal, Ex, Mais
Um, Repórter, Crítica, Fato Novo, Em Tempo y tantos otros.
La saga de los
más conocidos e influyentes jornales alternativos comenzó con O Pasquim, en 1969. Era un periódico con
un tono humorístico, que importunaba grandemente a los militares. (208) En
seguida, lo siguió el semanario Opinão,
con un tono más político. Durante años, fue considerado como el más activo de
los periódicos alternativos. En el escribían, además de su editor y creador el
periodista Raimundo Rodrigues Pereira, muchos otros periodistas, intelectuales
y artistas. Todos con una meta en común: luchaban, junto con otros sectores de
la población, por el fin de la dictadura.
Cuando la Opinião dejó de ser publicado, en 1974,
su editor dio comienzo a otro emprendimiento, que marcará profundamente toda la
prensa alternativa. Un grupo de periodistas, intelectuales, artistas,
religiosos y obreros se reunió en torno de un nuevo semanario, Movimento. Su nombre traslucía sus
objetivos. Quería ser, y lo consiguió, un instrumento, alineado con la
izquierda, que aglutinara informaciones contra la dictadura. La feroz censura a
la que era sometido reflejaba la percepción que los militares tenían de su
importancia. Fue uno de los periódicos alternativos que circuló por más tiempo:
de 1975 a mediados de la década de 1980.
Con la lenta
apertura política, a partir de 1975, las diferencias de la oposición al régimen
comenzaron a explicitarse y había espacio para la creación de nuevos
periódicos. Entre los más célebres destacamos a Versus y a Em Tempo. Los
dos se mantuvieron gracias a la buena venta entre los militantes. Esos medios
expresaban la opinión de grupos ideológicos de izquierda que, gradualmente, se
transformaron en grupos políticos.
En el final de la
década de 1970, comienzan a aparecer nuevos periódicos nítidamente partidarios.
Entre ellos, los más conocidos fueron la Tribuna
da Luta Operária, del PCdeB, O
Companheiro, del Movimiento de Emancipación del Proletariado (MEP), O Trabalho, del grupo Libertad y Lucha,
y la Voz de Unidad, del PCB.
De 1970 a 1982,
periódicos alternativos fueron creados en muchos estados, aproximadamente, 150
títulos diferentes. La importancia de esos medios en la oposición al régimen
quedó claramente demostrada por la persecución que sufrieron. Ediciones enteras
eran comúnmente sometidas a la censura o a la confiscación, pura y simple, a la
salida de las editoriales. Muchas veces eran secuestrados cuando ya estaban en
los kioscos. De 1978 a 1981, varios puestos de venta fueron incendiados por
exponer esos periódicos, considerados subversivos. Decenas de periodistas que
escribían en ellos fueron encarcelados y sometidos a interrogatorios y torturas
en las prisiones del régimen. (209)
La resistencia a la dictadura de 1975 a 1979
El Brasil vivió
el inicio de los años 70 con su clase obrera dominada y en silencio. Pero, en
la segunda mitad de la década, una explosión de huelgas y la lucha de varios
sectores de la sociedad cambiaron totalmente el panorama político del país.
Los EEUU, entre
1970 y 1980, estaban muy satisfechos con la economía brasileña. Las empresas
extranjeras crecían y remitían ganancias astronómicas a sus casas centrales,
debido al crecimiento vertiginoso del país. Hubo casos de multinacionales que
cubrían sus pérdidas en el resto del mundo con sus ganancias de la filial
brasileña.
Ø
Los trabajadores: del silencio
de las fábricas a la explosión en los estadios
Contrariamente a
la propaganda del gobierno, la realidad de los trabajadores era bien distinta.
El tal “milagro económico” era la alegría del FMI y del Banco Mundial, a la vez
que provocaba la infelicidad del pueblo. El crecimiento económico aumentaba la
concentración de la renta, o sea, los ricos se volvían más ricos y los pobres
cada vez más pobres.
La situación del
pueblo era dramática. Las favelas crecían día a día y los salarios adquirían
uno de los mayores niveles de desigualdad del mundo. La diferencia entre el
mayor y el menor salario llegaba a 150 veces.
Las medidas
implementadas por el gobierno militar fueron aplicadas gracias a la represión
generalizada sobre todas las áreas de protesta: sindicatos, iglesias,
universidades, intelectuales y grupos revolucionarios.
Además de
reprimir y de cooptar a la población a través de la euforia creada por el
“milagro”, los militares trataron de privar de sus características a la
tradición de lucha de los sindicatos, aplastando cualquier acción
reivindicatoria o política. Para ese fin, fueron creados varios decretos-ley,
que dieron otra función al sindicalismo brasileño, transformándolo en un
sindicalismo de prestación de servicios y no de lucha. (210)
Veamos, en un
cuadro de conjunto, las principales medidas de la dictadura militar en relación
con los sindicatos:
·
Donación de terrenos para la construcción de colonias de vacaciones y
hospitales.
·
Concesión de bolsas de estudio para su distribución entre los hijos de
los trabajadores, a través de las dirigencias adictas.
·
Convenios de asistencia médica entre el INNS y los sindicatos, que
debían transformarse en grandes consultorios ambulatorios y centros de
asistencia hospitalaria, de laboratorio, dental, etc.
·
Asistencia jurídica gratuita prestada por los sindicatos.
·
Programas de construcción de casas populares, con dinero público,
coordinados por los sindicatos, y préstamos bancarios para los asociados. Estos
dos programas formaban el llamado “Plan de Valorización de los Sindicatos”.
La meta de los
militares era transformar a los sindicatos en centros de recreación y en
máquinas asistenciales. Pero, a contramano de lo que los militares querían,
sobre todo a partir de 1973, comenzaron a repetirse en las fábricas de varios
estados pequeñas paradas de algunas secciones por mejores condiciones de
trabajo o por aumento salarial. Se organizaban boicots contra las horas extra
que los patrones imponían libremente, o la llamada “operación tortuga” entraba
en acción para presionar a las empresas. Otro medio adoptado por los
trabajadores para presentar sus reivindicaciones era el abaixo-assinado.
Pero la lucha más
continuada era para crear un “grupo de fábrica” permanente, que fuera el
embrión de una futura organización de clase. Se hablaba mucho de las Comisiones
de fábrica y se estudiaba el ejemplo de los sindicalismos español e italiano.
El ahogo salarial
aumentaba cada año. Los sindicatos, silenciados, cuidaban solamente de las
actividades asistencialistas. (211) La política general del gobierno se resumía
en la frase del ministro Delfín Neto: “vamos a hacer crecer la torta para
después dividirla”.
En 1973, este
ministro manipuló el índice de reajuste salarial que, en esa época, era
decidido mediante un decreto del gobierno. El objetivo era dejar era dejar más
dinero para los empresarios y, con eso, desarrollar más la economía, decía él.
La realidad era que las empresas brasileñas obtenían altísimas ganancias. Se
volvió célebre el caso del grupo canadiense Brascan, que en esos años, tuvo
pérdidas en el mundo que equilibró con sus ganancias en Brasil.
El PBI había
crecido un 11,4% en 1973. Las fábricas de montaje de automóviles producían casi
un millón de autos por año. Al mismo tiempo, los datos del IBGE mostraban que
40millones de brasileños estaban en estado de subnutrición y que el 46% de las
familias tenían una renta insuficiente para sobrevivir. Además, el 40% de las
casas no tenían desagües.
La parálisis en
la lucha de los trabajadores estaba garantizada por el vaciamiento de los
sindicatos y por la represión generalizada, con la censura de los medios de
comunicación, mientras que la Rede Globo
funcionaba como un verdadero “Ministerio de Desinformaçao” del pueblo.
Para morigerar el
aplastamiento salarial y una posible reacción de los trabajadores, la dictadura
creo un Programa de Integración Social (PIS). Intentó bautizarlo el PIS del 14º
salario, pero la ocurrencia no prendió. El PIS no pasaba de una esmirriada
inyección de dinero, una vez por año, solamente para quien ganaba muy poco.
En 1972, tenemos
noticias de 12 huelgas por todo el país. En 1973, contra las previsiones de los
militares, vuelven las huelgas a las fábricas grandes.
En San Bernardo,
en esos años, las secciones de varias fábricas de automóviles paran, durante
algunas horas, por un 10% de aumento. Es el caso de la Mercedes, la Volkswagen
y la Crysler, cuyos trabajadores consiguen recibir un pequeño incremento. (212)
En el Sindicato
de los metalúrgicos de San Bernardo, un grupo de sindicalistas dispuesto a la
lucha asume la dirección de la organización. Algunos de ellos eran del PCB,
otros de diferentes organizaciones políticas, pero la mayoría traía solo el
bagaje de la experiencia vivida en la explotación. Fue la dirección de ese
sindicato la que iba a liderar las huelgas de 1978 y 1979 y que se destacaría,
en el escenario nacional, por su papel determinante en el movimiento obrero a
partir de los 80.
En San Pablo,
todavía en 1973, los metalúrgicos también paran, durante 10 minutos por día,
durante una semana, las Industrias Villares, exigiendo el 10%. La victoria de
Villares fue un ejemplo del regreso de las luchas en la capital paulista. En
las fábricas se multiplicaban pequeños movimientos, como la “operación tortuga”
y paradas de una sección u otra, aisladamente, exigiendo aumentos y anticipos
del dissídio
colectivo anual.
El “milagro
brasileño” estaba llegando a su fin. El mundo comenzaba a sentir los efectos de
la crisis del petróleo.
Ø
Parlamentarios de oposición y
profesionales liberales contra la dictadura
A partir de 1974,
la inflación había vuelto a crecer y el gobierno buscaba, cada vez más,
préstamos en el exterior. Y el hundimiento salarial continuaba.
En enero, el
general Geisel sucede, en una elección indirecta, al general Médici. El
candidato del régimen fue electo por 400 votos. El partido de oposición, el MDB,
presentó una candidatura alternativa, la de su líder Ulysses Guimarães, con
Barbosa Lima Sobrinho como vice, y obtuvo 76 votos.
El año de 1974
fue el da la elección para el Congreso y para las Asambleas estaduales. La
insatisfacción popular se reflejó en las elecciones de noviembre, que se
transformaron en un plebiscito: era sí o no a la dictadura. Arena, el partido
del gobierno, que se vanagloriaba de ser “el mayor partido de Occidente”,
mostró toda su debilidad. De los 24 Estados, el gobierno militar perdió en 16.
La victoria de la oposición fue significativa en los grandes centros y, sobre
todo, en las regiones sur y sudeste. (213) El MDB aumentó su representación en
el Congreso, de 94 a 184 diputados federales. Era cada vez más evidente que el
pueblo no quería continuar con el gobierno dictatorial.
Esta derrota
electoral modificó el discurso de los militares, llevándolos a hablar de una
“apertura lenta, gradual y segura”. También mostró que era posible la derrota
de la dictadura y que el régimen no era eterno. Esa certeza se fortaleció
gradualmente y se materializó en acciones más directas contra el gobierno.
A partir de las
elecciones de 1974, el Brasil había vuelto a tener una oposición parlamentaria
actuante, formada por un grupo del MDB, que confrontaba con la dictadura. En
los años siguientes, este grupo opositor se volvió conocido como el bloque de
los “auténticos”.
La sociedad civil
también volvía a manifestarse y a organizar movimientos opositores. Se reúnen,
en esos movimientos, desde los familiares de los presos y exiliados políticos
hasta organizaciones políticas que, diez años antes, habían apoyado
tranquilamente al golpe y al régimen militar. Era el caso de la Orden de
Abogados de Brasil (OAB), que, a finales de 1975, con la sociedad civil aún
conmovida por la noticia del asesinato del periodista Vladimir Herzog, comenzó
a exigir el fin de la dictadura. La consigna era “por la vuelta al estado de
derecho”, que pasó a ser el mote de la OAB en las manifestaciones organizadas
por todo el país. Estaban lejos los días que antecedieron al golpe del 64,
cuando esa organización apoyó la implantación de la dictadura.
En 1975, como
nuevas formas de protesta, comienzan los quebra-quebras de trenes y ómnibus. Era una
población que se rebelaba contra los bajos salarios, las pésimas condiciones de
vida, contra los precios y la calidad de los transportes públicos y el elevado
costo de vida.
Al mismo tiempo,
aumentaron las marchas estudiantiles y las manifestaciones de intelectuales,
artistas y otros profesionales contra el régimen.
A partir de 1977,
la presión por la apertura política se vuelve cada vez más fuerte. En el MDB,
algunos parlamentarios no escondían su impaciencia con el ritmo de apertura que
la dictadura quería imponer. Aprensivos con las manifestaciones de la
oposición, los militares procuraban garantizar el control de la Cámara y del
Senado. (214) Tristemente célebre se volvió el “paquete de abril”, que creaba
varios mecanismos para impedir la victoria de la oposición en las futuras
elecciones. Una de ellas fue la creación de dos “senadores biônicos”. Nombrados
por la dictadura, no precisaban ser electos por el pueblo.
La sociedad se agita: curas, artistas y
estudiantes vuelven a escena
Gradualmente, a
partir de 1973, muchos sectores de la sociedad aglutinan fuerzas para enfrentar
a la dictadura. Muchos de ellos habían apoyado, en 1964, a los golpistas, pero
ahora, con otra comprensión, se colocaban a favor del pueblo, contra los
militares.
Ø
El papel activo de la Iglesia
Católica progresista
El caso de la
iglesia católica es bastante complejo. Históricamente su jerarquía siempre
estuvo íntimamente ligada al poder. Estuvo del lado de los de arriba. Pero, en
su base, muchos curas y frailes estuvieron ligados, en muchos momentos a la
vida del pueblo y se involucraron en sus luchas diarias. En Brasil, desde el
comienzo de la industrialización, los católicos nunca se llevaron bien con los
anarquistas, socialistas y comunistas que dirigían las luchas obreras. Al
contrario, había fuertes conflictos. En los años de la gran agitación social
que antecedieron al golpe de 1964, entre los católicos había una división. Una
gran mayoría, siguiendo las orientaciones conservadoras de la jerarquía,
alimentaba el miedo a la izquierda, a los “agitadores”, y se colocaba del lado
de quienes querían acabar con toda esa efervescencia. O sea, apoyaba a las
fuerzas de derecha que preparaban el golpe y la implantación de una dictadura
que acabase con el peligro comunista.
Del otro lado,
entre los fieles y algunos padres y frailes, había muchos activistas sociales
que actuaban en el MEB, en muchos sindicatos, o participaban de movimientos
progresistas como la JOC, la ACO y la JUC. Estos estaban en contacto directo
con la izquierda y discrepaban frontalmente con la orientación conservadora de
las altas jerarquías. (215)
En las vísperas
del golpe, la inmensa mayoría de los obispos estaba a favor de dar el famoso
“basta” a las izquierdas. Había cardenales, obispos y curas directamente
involucrados en los preparativos del golpe, como el caso del cardenal de Río de
Janeiro, Jaime Câmara. Hay un libro del obispo de Crateús, Heleno Fragoso, Una iglesia de Crateús, en el que deja
bien clara esta situación:
“Los golpistas en
el poder pasarían a contar, o continuarían contando, con cierta complacencia o
complicidad de relevantes segmentos de la sociedad civil, que así lo hacían por
miedo o por oportunismo. La propia dirección de la Conferencia Nacional de
Obispos de Brasil (CNBB), en un primer momento, manifestaría su apoyo.”
En seguida,
nombra a cinco obispos que discrepaban con esa posición: Don Valdir Calheiros,
Don Vicente Távora, el propio autor, Don Francisco Mesquita y Don Severino Aguiar, entre otros. Hay otras
listas de obispos disidentes con la línea oficial de la jerarquía: Don Helder
Câmara, Don Marcos Jorge, Don Tomás Balduino, Don Adriano Hippólito, entre
otros. El hecho es que, en un primer momento, la oposición al golpe en el medio
católico era pequeña.
Pero,
rápidamente, el número de curas, frailes y obispos que pasaron a oponerse a la
dictadura se hizo cada día mayor, viendo la miseria creciente del pueblo y el
avasallamiento de la libertad. El caso más conocido de participación activa de
miembros del clero católico en la lucha contra la dictadura, como vimos, fue el
de los frailes dominicanos. Nombres como fray Betto, fray Tito, fray Fernando,
fray Ivo y tantos otros son incorporados a la galería de los luchadores del
pueblo contra la dictadura y por un Brasil justo y libre. Otros nombres mucho
más conocidos, ligados a la actuación política en la visión de la Teología de
la Liberación, fueron la madre Cristina y el fraile Leonardo Boff, entre otros.
En San Pablo, el
cardenal Don Paulo Evaristo Arns, al contrario del cardenal que lo antecedió,
fue un declarado opositor al régimen. En 1973, celebró una misa de séptimo día
para el estudiante Alexandre Vannucchi Leme, miembro del ALN, asesinado bajo
tortura, en el DOI-Codi de San Pablo. (216) En noviembre de 1975, abrió
nuevamente las puertas de la catedral para un culto ecuménico, que reunió más
de 5.000 personas, para homenajear al periodista Herzog, también asesinado bajo
torturas, en el mismo DOI-Codi.
Durante toda la
década del 70, en todo Brasil, centenares de curas y frailes y miles de laicos
actuaban en las CEBs. Particularmente, en las parroquias de la periferia
paulista, junto con las CEBs, se desarrollaban varias formas de organización
popular fundamentadas en la visión de la Teología de la Liberación. El hilo
común entre esas organizaciones populares y el resto de la izquierda era la
necesidad de movilización para luchar contra la dictadura y el desarrollo de la
solidaridad con las reivindicaciones populares, las huelgas, manifestaciones y
acciones organizativas. Las CEBs, en todo Brasil, llegaron a tener más de
80.000 núcleos, involucrando a 2 millones de activistas sociales.
Muchos militantes
de movimientos sociales, en la periferia de las grandes ciudades, en los
sindicatos y oposiciones sindicales fueron despertados a la lucha política por
las actividades de las CEBs. Esas comunidades actuaban en estrecha vinculación
con la Pastoral obrera. Uno de sus dirigentes más destacados de esa línea de
actuación fue el metalúrgico paulista Waldemar Rossi.
Las CEBs
continuaron sus actividades hasta el cambio político del Vaticano, en la década
del 80, cuando el anticomunista y conservador papa Juan Pablo II consiguió
vaciarlas o domarlas. En su lugar, el Vaticano trató de colocar una visión
llamada “carismática” de religión. Esta apartaba a los fieles del compromiso
con la lucha diaria por su libertad política y enfatizaba la visión de la
salvación espiritual, personal e individual.
Ø
La lucha por la amnistía de los
presos políticos
Impulsado por
abogados y familiares de presos políticos, en 1975 se crea el Comité Brasileño
por la Amnistía (CBA). Este pasa a
desarrollar un importante papel en el escenario brasileño a partir de ese año.
Su reivindicación inmediata era una “amnistía amplia, general e irrestricta” y,
de forma más amplia, el fin de la dictadura.
Los estudiantes
también se vuelven a manifestar. Se volvió famoso el III Encuentro Nacional de
los Estudiantes por la reorganización de la UNE, en San Pablo, en 1977. (217) Violentamente
disuelto por las fuerzas de la represión, fue conocido como la “masacre de la
PUC”, por la cantidad de estudiantes agredidos por la policía.
En 1978, en las
periferias del gran San Pablo, el “movimiento de costo de vida” organiza un abaixo-assinado y exige
del gobierno una reducción del costo de vida, congelamiento del precio de los
artículos de primera necesidad, refuerzo salarial del 20% y aumento salarial.
En todo Brasil, fueron recogidas casi 1,5 millones de firmas. En 1979, ese
movimiento, rebautizado como “movimiento contra la carestía”, realiza un gran
acto, en la catedral de Sé, en San Pablo, para llevar las firmas a Brasilia.
Una numerosa partida policial, en el intento de dispersar a los manifestantes,
detuvo a 14 personas y dejó 60 heridos.
En el exterior,
los miles de exiliados representaban un factor más de presión sobre los
militares que no querían dejar la escena. En Francia, Italia, Suiza, Alemania,
Holanda, Suecia, Chile y México, comités de exiliados comenzaron a exigir el
fin de la dictadura y el derecho de regresar a su tierra.
En la mayoría de
las grandes capitales, la población se movilizaba y discutía sobre las torturas
a los presos políticos, exigiendo el fin de la dictadura y de las violaciones a
los derechos humanos.
En cada viaje de
alguna autoridad brasileña al exterior, se desencadenaban manifestaciones
contra el régimen.
En 1976, en
Holanda, el 4º Tribunal Russel, célebre foro internacional para el juzgamiento
de crímenes contra la humanidad, condenó los crímenes de la dictadura militar
brasileña. La repercusión de este juicio y las repetidas manifestaciones frente
a las embajadas brasileñas en el exterior importunaban la propaganda de los
militares. Ellos insistían en mostrar al Brasil como una “isla de la fantasía”
de paz y prosperidad.
Ø
Los artistas entran en el coro
contra la dictadura
En el Brasil,
intelectuales y artistas continuaban expresando su insatisfacción con el
régimen. El compositor Chico Buarque de Holanda, los teatrólogos Plínio Marcos
y José Celso Martínez, los actores Gianfrancesco Guarnieri y Francisco Milani,
se tornan símbolos de la lucha contra la falta de libertad que sofocaba al país
y, específicamente, al mundo artístico.
Muchos libros
retratan aquello años. Uno de los más interesantes es el de Marcelo Ridenti, En busca del pueblo brasileño: artistas de
la revolución, do CPC a la era de la TV. En él, el autor describe toda la
producción cultural de los años de la dictadura, marcada por el clima de
censura y represión que reinaba.
Factores externos
también influían sobre las variadas manifestaciones culturales del país, a
partir de los años 70. Hubo una gran expansión de la industria cultural, en
Brasil y el mundo, destacándose el crecimiento de la industria fonográfica. El mercado,
dominado por las grandes grabadoras multinacionales, llegó a ser el 6º
productor de discos del mundo. Al mismo tiempo, la televisión con la
introducción del color, se estructuraba y, en la década siguiente, Brasil
poseía la 4ª red mundial de televisión: la Red Globo.
En la música, la
variedad de ritmos y estilos fue la característica de esos años. Chico Buarque,
en una de sus tantas músicas contra la opresión de la dictadura, demuestra ese
eclecticismo: “aquí en la tierra están jugando futbol, hay mucho samba, mucho
choro y rock and roll”. Su música de protesta como A pesar de você o la mucho más trágica Cálice, eran cantadas por todos aquellos
que soñaban construir una realidad sin dictadura.
La producción
cultural comprometida con la democracia recobró el aliento después de la
apertura política. Florecieron las novelas, las memorias, las autobiografías,
los testimonios y las novelas-reportaje.
En el cine, los
temas populares y urbanos relacionados con la realidad brasileña, las
condiciones de vida, la lucha de los trabajadores, pasan a ser retratados con
diferentes estilos y enfoques. Entre esos filmes, se destacan: Lucio Flavio, el pasajero de la agonía
de Hector Babenco, San Bernardo de
Leon Hirzman, La guerra de los pelados de
Silvio Back y Brazos cruzados, máquinas
paradas de Roberto Gervitz.
Además del cine,
también florecen grupos teatrales ligados a la lucha popular y a los trabajadores,
como el grupo paulista União e Olho Vivo,
animado por César Vieira, seudónimo del abogado de presos políticos Idibal
Pivetta. En Rio, se volvió célebre el grupo Teatro del oprimido, animado por
Augusto Boal.
Toda esa
efervescencia y movilización de la sociedad era una clara señal de que alguna
explosión popular estaba por irrumpir. Y así fue, en el inicio de mayo de 1978,
con las huelgas metalúrgicas en San Bernardo del Campo y ,
en seguida, de los metalúrgicos de San Pablo.
La recuperación de los movimientos y la
explosión de las huelgas en 1978
Los antecedentes
que llevaran a las huelgas de 1978 fueron generados por el trabajo de
acumulación de fuerzas realizado por los militantes sindicales, desde 1967 y
que continuó durante los años 70. El centro de todo ese trabajo estaba en la
necesidad del renacimiento en nuevas bases de vida sindical. La revitalización
de la actividad sindical se dio de dos formas:
·
La primera, en algunos sindicatos que tenían una dirigencia dispuesta
a luchar y enfrentar a la dictadura. Un caso ejemplar fue el de los
metalúrgicos de San Bernardo del campo, en el gran San Pablo.
·
Otra forma fue a partir del trabajo de los opositores sindicales que
combatían a dirigencias sindicales adictas al gobierno, en general, llenas de interventores.
Fue el caso típico de los metalúrgicos de la capital paulista, cuya dirigencia
estaba compuesta por interventores al servicio de la dictadura y de los
patrones de la Fiesp. Solo para tener una idea, en este sindicato tanto el
presidente como el vice eran del directorio de Arena, el partido de la
dictadura, y colaboraban directamente con los órganos de represión.
A partir de 1975,
aún con todas las restricciones impuestas por el régimen, los metalúrgicos de
San Bernardo se tornan un referente dinámico de la actividad sindical del país.
Allí nació el liderazgo de Lula, el tornero mecánico que se tornó famoso.
En agosto de
1977, un artículo publicado en el diario norteamericano Washington Post y reproducido en el O estado de Sao Paulo detona una lucha por el reposicionamiento
sindical. (220) El artículo hablaba sobre una descripción del Banco
Internacional para la reconstrucción del Desarrollo (Bird), brazo del Banco
Mundial, que alertaba a los inversores que el gobierno brasileño se había
equivocado en la publicación de su índice oficial de inflación de 1973-1974. La
dictadura brasileña había divulgado que la inflación oficial había sido del
12,6% cuando en realidad fue del 22,5%. Esa noticia circuló entre muchos
trabajadores que decidieron salir al contraataque y exigir lo que les había
sido robado. Esa falsificación del índice real de inflación se conoció como el
“robo de Delfim”.
Algunos
sindicatos, en agosto de 1977, liderados por los metalúrgicos de San Bernardo,
inician una movilización por la reposición del 34, 1% actualizado, robado por
el gobierno. En septiembre, se reúnen, en el frente del sindicato, en asamblea,
casi 5.000 personas.
En San Pablo, en
ocasión de la campaña salarial de los metalúrgicos, en el mes de octubre, la
Oposición Metalúrgica consigue aprobar, en una asamblea de más de 1.000
personas, la disposición de una huelga por la recuperación de la inflación del
73.
El año 1978
comenzó recalentado por la
reivindicación del 34,1% del año anterior. Luiz Inácio da Silva, Lula, es entonces
electo presidente del Sindicato de los metalúrgicos de San Bernardo.
En varias
fábricas de ese sindicato, grupos de activistas comienzan a preparar una huelga
reivindicando el 21% de aumento salarial. El periódico del sindicato, Tribuna metalúrgica, también era
distribuido en los barrios obreros de la periferia del gran San Pablo en bares,
escuelas y centros comunitarios.
Militantes de la
oposición sindical metalúrgica también intensificaron la preparación de una
huelga, en las fábricas de la capital, por la misma reivindicación. El
periódico de la oposición, Lucha sindical,
decía en su primera página: “20% o huelga”.
En el 1º de mayo
de 1978, los promotores de la huelga continuaban calentando y la dictadura no
daba respuesta a las reivindicaciones de los trabajadores. (221)
El día 12 de
mayo, la fábrica de camiones Scania Vabis, de San Bernardo, para. Después, es
el turno de la Ford, la Mercedes, la Volkswagen y de casi todas las otras
fábricas de la región. En la primera semana de paralización, 60.000
metalúrgicos de 24 empresas experimentan, después de largos años, el gusto de
la huelga.
La primera huelga
fuera de San Bernardo, el día 26 de mayo, estalla en la fábrica de componentes
electrónicos Toshiba, en San Pablo.
La reivindicación
era casi la misma en las dos ciudades. En San Pablo, se exigía, además de la
recomposición salarial, la legalización de las Comisiones de Fábrica, porque no
se podía contar con una dirección sindical aliada a los patrones.
De mayo a junio,
la ola de huelgas se extendió a todo el estado de San Pablo. Las huelgas eran
lideradas, en las fábricas, por militantes organizados en grupos clandestinos.
Los trabajadores entraban en las fábricas, como si fuesen a trabajar, pero se
quedaban junto a las máquinas con los brazos cruzados. Escenas como esa fueron
retratadas en un documental con el sugestivo título de Brazos cruzados, máquinas paradas. Eran huelgas aisladas, fábrica
por fábrica, de corta duración, o de, como máximo, una semana. Las
reivindicaciones comenzaban por la recomposición salarial y se extendían hacia
otras exigencias, como la legalización de las comisiones o por mejores
condiciones de trabajo.
Casi todas esas
huelgas resultaron exitosas. Los trabajadores consiguieron la recomposición
salarial y, sobre todo en San Pablo, la creación de Comisiones de Fábrica en
varias empresas. Las comisiones eran una salida para organizar la huelga donde
había sindicatos controlados por pelegos e interventores. Sobre todo en San
Pablo, las comisiones representaban una propuesta de organización social
alternativa de la heredada de Getulio Vargas.
Había una rica
elaboración teórica sobre la estructura sindical, y la propuesta de varias
oposiciones sindicales era que los sindicatos deberían ser independientes y
autónomos del Estado, esto es, de la estructura oficial. Las comisiones
deberían ser las raíces para la implementación de una acción sindical de base.
Deberían ser independientes, controladas única y directamente por los
trabajadores en sus lugares de trabajo. (222)
En septiembre de
1978, en la ciudad de Cabo de San Agostinho, ocurre la primera huelga de
cortadores de caña, desde el golpe del 64. Fue exitosa y mostró la
insatisfacción de los trabajadores del campo con sus condiciones de vida y
ganancias miserables. El sector azucarero, que creció mucho a partir de 1970,
aumentó el número de asalariados rurales, los trabajadores temporales llamados
de “bóias-frias”.
En el día 10 de
octubre, los metalúrgicos de San Pablo hacen la primera huelga general de una
categoría entera. Paran 250.000 metalúrgicos de la capital. Una asamblea
obrera, que reunió 30.000 personas, vota por la continuidad de la huelga. Pero
la dirección del sindicato, de común acuerdo con los patrones de la Fiesp y con
los militares, traicionó el movimiento de los trabajadores. Hasta las
conquistas obtenidas en mayo, junio y julio en las huelgas fábrica por fábrica
son anuladas.
Se calcula que el
número de huelguistas, durante todo el año 1978, había llegado al millón. La
mayoría de esas huelgas fue de metalúrgicos y los ejes centrales fueron San
Bernardo y la ciudad de San Pablo.
En 1979, la clase
obrera vuelve a la escena política del país. Periódicos, radio y televisión,
contra la voluntad de la dictadura, no pueden ya esconder este movimiento.
Fueron más de 430 huelgas, con 3,2 millones de huelguistas de varias
categorías.
Reivindicaban
aumento salarial, reajuste semestral, estabilidad en el empleo y una semana de
trabajo de 40 horas. Además de las reivindicaciones típicamente trabajadoras,
las políticas eran: derecho de huelga, libertad de organización en los lugares
de trabajo, libertad y autonomía sindical, amnistía para los presos políticos y
fin de la dictadura.
La huelga general
de los metalúrgicos de San Bernardo, el día 13 de marzo, inició una tradición
que se tornó una marca distintiva de las huelgas del ABC paulista. Fueron
huelgas de larga duración. La dirigencia sindical, comprometida con los
intereses de la clase trabajadora, promovía grandes asambleas diarias con la
presencia de 30, 50 y hasta 100.000 metalúrgicos.
En esta primera
huelga de 1979, el gobierno intervino el sindicato y colocó miles de policías
en las calles para reprimir a los huelguistas. Pero ninguna intervención
conseguía debilitarlos. (223) a partir de esas huelgas el liderazgo de Lula se
esparce por el país y se torna conocido nacionalmente.
En el fin de
octubre, comienza una gran huelga entre los metalúrgicos de San Pablo, cuya
realidad era totalmente diferente de la que existía en San Bernardo. La
dirigencia del sindicato, siempre del lado de los patrones, hacía todo contra
la huelga.
La dirección de
la huelga se puso en las manos del Comando de Huelga, que era elegido por los
huelguistas de varias regiones de San Pablo. El comando coordinaba la garantía
de un máximo de participación de los trabajadores en la conducción y
continuidad del movimiento. Fue una huelga de calle, con grandes piquetes y una
organización descentralizada. Los piquetes, conocidos como “piquetões”,
comenzaban con un puñado de activistas que salía en manifestación/marcha
invitando e incentivando a todas las fábricas a parar. “piquetões” de 5 a
10.000 personas desfilaban por los barrios de mayor concentración obrera. Esa
experiencia se repitió, de forma más limitada, en ciudades como Río de Janeiro
y Belo Horizonte.
La represión fue
grande y violenta con más de 1000 encarcelados desde la víspera de la huelga.
En el día 3 de octubre, Santo Dias da Silva, militantes de las Comunidades de
Base y de la Pastoral obrera, candidato a vicepresidente de la oposición
sindical el año anterior, fue asesinado por la policía en un piquete, en la
puerta de la fábrica de lámparas Sylvannia. Santo, junto con Waldemar Rossi,
era uno de los principales líderes obreros de la izquierda católica obrera.
El gobierno,
procurando disminuir la oleada de huelgas, modifica la ley de reajustes
salariales y decreta el aumento semestral, compensando un poco la inflación.
Pero esta aumentaba muy rápidamente y devoraba, en poco tiempo, los reajustes
semestrales.
En 1979, también
los bancarios de varios estados, liderados por la oposición o por nuevas
dirigencias, entran en escena y pasan a ser uno de los motores de la
movilización de trabajadores. En Porto Alegre y San Pablo, aparecen líderes
que, en el futuro, tendrán un gran papel en la política nacional. Fue el caso
del bancario gaúcho Olívio Dutra, que se convirtió en la referencia política en
Rio Grande do Sul y en la nación. En San Pablo, apareció el liderazgo de Luiz
Gushiken. (224)
Los profesores
fueron otra categoría que inició una larga serie de movilizaciones y huelgas en
San Pablo, Río de Janeiro y otros estados. De esas huelgas en el sector de la
educación, surgen los primeros sindicatos de funcionarios públicos, hasta
entonces no permitidos por la ley. La clase trabajadora había roto con la corriente
de miedo.
Las huelgas de
1979 tuvieron una organización diferente a las de 1978. Fueron de toda
categoría y no solo fábrica por fábrica. Casi todas tuvieron una larga
duración. Una novedad fue la creación, en muchas de ellas, de Comandos de
huelga. Estos eran una forma de democratizar las decisiones, por fuera de la
estructura sindical oficial.
La mayoría de las
asambleas, siguiendo el ejemplo de los metalúrgicos de San Bernardo, eran
realizadas en estadios o locales públicos. En Porto Alegre, Belo Horizonte,
Recife y muchas capitales, la televisión local mostraba estadios llenos de
trabajadores en huelga.
Otra
característica de esas huelgas fueron los Fondos de huelga. Estos surgirán con
la intervención de los sindicatos, decretada por el gobierno, y servían para
recaudar alimentos que sustentarían a los huelguistas y sus familias. También
funcionaban como polos de aglutinación y organización, porque no se podía
contar con los sindicatos bajo intervención.
La represión
policial fue muy fuerte. En 1979, fueron asesinados por la policía, muchos
obreros en piquetes o manifestaciones. Entre ellos, el metalúrgico Dias da
Silva, en San Pablo, Orocílio Martins Gonçalves, de la construcción civil de
Belo Horizonte, Benedicto Gonçalves y Guido Leao de los metalúrgicos de Minas
Gerais.
Las huelgas de
1979 fueron de enfrentamiento directo contra los patrones y contra la dictadura
militar que los protegía. Al mismo tiempo, los huelguistas se enfrentaban con
los pelegos y sus nuevos aliados, los “reformistas”, del PCB y del MR-8. Los
pelegos siempre estuvieron en contra de las luchas de la clase trabajadora y
cumplían su papel de vaciar y traicionar cualquier movilización. (225) los
nuevos aliados eran líderes de izquierda que tenían un pacto con los viejos
pelegos para introducirse en sus viejas maquinarias sindicales. Por esa alianza
y por entender que las huelgas, en ese momento, trababan la apertura política a
ser negociada con la dictadura, estaban contra las huelgas y, como mínimo,
pretendían limitar su alcance.
Así, la clase
obrera, después de romper la barrera del miedo, llegó al año 1980 representando
un gran peso político en el escenario nacional. La ley de huelga estaba siendo
derrumbada en la práctica y los trabajadores se politizaban rápidamente. Nuevas
exigencias, como la libertad de organización partidaria y las elecciones
directas para presidente de la república, comenzaron a aparecer en boletines y
periódicos sindicales.
Entre 1965 y
1980, ocurre una “modernización conservadora” de la agricultura, impuesta y
patrocinada por el gobierno. Una modernización sin reforma de los fundos, esto
es, sin reforma agraria. La dictadura favoreció todo tipo de crédito rural
subsidiado para la mecanización y la expansión de la comercialización de abonos
y pesticidas. Los resultados fueron el crecimiento de la cultura de la
exportación y del crecimiento de la propiedad rural. Para los campesinos,
ningún beneficio. La expulsión de los agricultores de las haciendas y de las
pequeñas propiedades hacia las ciudades y hacia las villas, generó una
explosión de desempleo y de los “boias-frias”. En este ambiente, en 1985,
nacerá el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), una
respuesta a esa modernización capitalista hecha por los militares.