GIANOTTI, V. Del golpe del 64 a la explosión de las huelgas (1964-1979)

La burguesía quería el alineamiento completo de Brasil con el bloque occidental, su integración con el capital internacional, y la dictadura militar vino a crear las condiciones para la expansión del capital brasileño e internacional, colmando esas expectativas de la derecha.

Los militares, que tenían una larga tradición elitista desde la república vieja, creían ser los únicos preocupados por el destino de la patria, los únicos capaces de reposicionar al país en el rumbo del progreso y apartarlo del comunismo. Para esa misión, se apoyaban en el discurso del anticomunismo, del desarrollo y de la seguridad nacional.

El Mariscal Castello Branco (1964-1967) inició el ciclo dictatorial de los presidentes-generales. Después de Castello, vinieron otros cuatro: Costa e Silva, Garrastazu Médici, Ernesto Geisel y Joao Baptista Figueiredo. Todos con un mismo proyecto: desalentar los movimientos sociales, principalmente los de izquierda, alineando el país con EEUU y garantizando una economía internacional al servicio del gran capital.

La izquierda, que ensayaba una tímida articulación después del golpe, se oponía a este proyecto por considerarlo una simple asociación del capital internacional con los dueños tradicionales del poder. El resultado solo podría ser más miseria para el pueblo y una mayor dependencia externa. (183)

Todavía estaba presente en la memoria la batalla por la transformación de la sociedad brasileña a través de las reformas de base del gobierno João Goulart. Según la izquierda, solamente esas reformas podrían podrían modernizar el país volviéndolo menos injusto.

Para que el proyecto de la derecha pudiera implantarse, era necesaria una dictadura que apresara y eliminar a todos los posibles opositores. La represión prestaría especial atención a cualquier movimiento de la clase obrera en sus lugares de trabajo, en sus barrios. Fábricas, puertos, ferrocarriles, aeropuertos, minas y barrios obreros pasaron a estar atentamente vigilados. También la agitación estudiantil deberá ser eliminada.

La represión fue inmediata. En Río de Janeiro, 50.000 personas fueron encarceladas el día siguiente al golpe y hacinadas en tres navíos anclados en la Bahía de Guanabara y en el estadio Mestre Ziza, dentro del Complejo Caio Martins, en Niterói.

El establecimiento de la dictadura y la clase obrera después del golpe

La dictadura impuso varios mecanismos políticos para garantizar sus planes:

·        Creación de Actos Institucionales (AIs)

·        Uso y abuso de decretos-ley

·        Instauración de interrogatorios policíaco-militares (IPMs)

·        Creación del Servicio Nacional de Informaciones (SIN), para vigilar políticamente a los opositores.

·        Implantación de la censura en diciembre de 1968.

·        Aplicación, con todo rigor, de la Ley de Seguridad Nacional. (184)

·        Clausura de los partidos políticos y creación artificial del bipartidismo: un partido gubernamental, la Alianza Renovadora Nacional (Arena), y una oposición consentida, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB).

·        Fin de elecciones directas para Presidente y Gobernadores.

·        Revocación de los mandatos y suspensión de los derechos políticos de gobernadores, prefectos, consejeros, diputados, senadores, sindicalistas y demás personas indeseables.

·        Intervención de decenas de sindicatos dirigidos por la izquierda. En el primer año después del golpe, hubo 452 intervenciones en sindicatos y 49 en federaciones y confederaciones. Hasta 1970 el número de intervenciones llegó a 652.

·        Los 17 líderes de la CGT fueron condenados, en total, a 184 años de prisión.

·        Prohibición total las huelgas (Ley 4.330).

·        Represión de los “subversivos” a través de prisión, tortura y muerte.

·        Combate sistemático del movimiento estudiantil. La Unión Nacional de los Estudiantes (UNE) fue prohibida y su sede incendiada en el primer día del golpe.

·        Represión a la intelectualidad de izquierda. Las facultades de filosofía de la Universidad de Río de Janeiro (UFRJ) y de la de San Pablo (USP) fueron ametralladas. Profesores universitarios fueron detenidos, como el arquitecto Oscar Niemeyer, el sociólogo Josué de Castro, el economista Celso Furtado, los educadores Anísio Teixeira y Paulo Freire y el físico Mário Schenberg. Solamente en la Universidad de Brasilia, la Dictadura despidió a 210 profesores.

·        Depreciación del salario de todos los trabajadores con reajuste salarial siempre por debajo de la inflación.

·        Fin de la estabilidad en el empleo y creación de un fondo que disfrazaba esta medida: Fondo de garantía por tiempo de servicio (FGTS). La estabilidad fue el primer derecho obrero, fijado en la CLT, que fue retirado a los trabajadores. (185)

·        Despido sumario de millares de funcionarios públicos indeseables de los más diversos escalafones.

Al mismo tiempo, el nuevo gobierno militar implementó mecanismos económicos que agradaban al imperialismo y al gran capital nacional, provocando una suerte de crecimiento industrial:

·        Suspensión de las leyes que regulaban la entrada de capital extranjero y la remesa de ganancias.

·        Revocación de las leyes de nacionalización de las refinerías de petróleo y de tierras para la reforma agraria, decretada bajo el gobierno de Goulart.

·        Exención de impuestos y creación de créditos a largo plazo para favorecer a grandes empresas.

·        Creación de mecanismos financieros para favorecer al gran capital, a través del Banco Central, el Banco Hipotecario (BNH), el Banco de Desarrollo Económico (BNDE).

Todas esas medidas, políticas y económicas, fueron la base del llamado “milagro brasileño” o “milagro económico”, que se inició en 1969. Ya en 1967, la tasa anual de crecimiento del PBI pasó de 2,9 a 4,8%.

El golpe militar de 1964 tuvo efectos devastadores sobre el movimiento obrero y los sindicatos. Los militantes de las Ligas Campesinas, de los sindicatos rurales y del Movimiento de Educación de base (MEB) también fueron fuertemente perseguidos y sus organizaciones cerradas. Para los militares, al servicio del capital industrial y del latifundio, las luchas campesinas, y hasta la simple idea de la reforma agraria, debían ser eliminadas.

Toda la sociedad que se había movilizado por las Reformas de Base debía, ahora, ser amordazada y paralizada. Por eso, se adoptaron las medidas dictatoriales ya enumeradas. (186)

Pero, a pesar de la masiva represión de la clase obrera, surgieron nuevos movimientos de izquierda. Esas nuevas fuerzas, que habían sufrido las consecuencias de los errores cometidos por el sindicalismo y por la política populista, estaban dispuestas a no repetirlos.

La izquierda, que hasta el golpe, estaba agrupada en torno del PCB y de su primera disidencia, el PCdeB, se dividió en varios grupos. Todos inspirados por el comunismo, pero con una profunda crítica a la política del PCB y a su frágil resistencia al golpe. Varios grupos pasan a defender la lucha armada, a través de varias formas de guerrilla, urbana o rural, para derribar la dictadura.

En los sindicatos nacen oposiciones integradas por antiguos comunistas y por nuevos activistas oriundos de las luchas populares. Eran polos de resistencia a la política económica y reunían fuerzas para combatir la dictadura y exigir su fin.

El gobierno militar, en 1965, impone el congelamiento de los salarios y crea la Ley 4725 (conocida como la “Ley del garrote (arrocho)”). Los beneficiados por esta ley son los empresarios, que veían como el costo de la mano de obra descendía.

Los trabajadores resisten a través de las huelgas y boicots hasta fines de 1968. A partir de allí, se endurece la represión y la clase obrera es totalmente amordazada. Pero, de a poco, construirá nuevas formas de resistencia y lucha para los años 70.

·        La clase obrera después del golpe

Desde los primeros días del golpe, los militares no ahorraran esfuerzos para cambiar la realidad del país. Los sindicatos no podrían ser órganos de politización, de reivindicación, de lucha de clases. Deberían ser órganos puramente asistenciales y de colaboración con el gobierno.

Además de la estructura que los ataba al Estado, los militares crearon nuevas medidas para el control de los trabajadores: La ley de huelgas, el fin de la estabilidad y la “Ley del Garrote”.

Se eliminaron las elecciones directas en los sindicatos y se instalaron interventores para impedir la lucha obrera y colaborar con los órganos de represión en la caza de opositores (187). Las asambleas contaban con la presencia de varios agentes de la represión, llamados por los dirigentes sindicales “pelegos”. Los trabajadores que se destacaban eran entregados a las manos de la represión.

El asistencialismo fue otra forma de desvirtuar la idea de sindicato. Más allá de eso, muchos departamentos médicos y odontológicos fueron reformados y ampliados.

Mientras gobierno, patrones y “pelegos” implementaban mecanismos de dominación, centenares de sindicalistas trataban de analizar las causas de la derrota. Cristianos de las Comunidades Eclesiásticas de Base, comunistas críticos de la vieja línea conciliadora del antiguo PCB y sindicalistas atentos a la realidad se unieron para elaborar las bases de una nueva práctica sindical. Esa autocrítica de la izquierda, se reflejará, 14 años después, en la ola de huelgas desencadenada en 1978.

El cuadro político mundial de 1960 a 1970 en América Latina

Mientras se implantaba en Brasil una dictadura que duraría 20 años, el mundo experimentaba una época de gran efervescencia y de profundos cambios.

La economía mundial vivía su tercera década de euforia. Fueron los llamados “Años dorados” del capitalismo, de 1945 a 1973, cuando las ganancias de las grandes empresas multinacionales eran altísimas. En Inglaterra, por ejemplo, la media anual de ganancias era de 11%. Pero, en 1973, la ganancia comenzó a bajar alcanzando, 10 años después, el 0,7%.

El inicio de la crisis de la economía capitalista mundial, a partir de 1973, fue muy influenciado por el alza en el precio del barril de petróleo, que sufrió un fuerte incremento, pasando de 2 a 10 dólares. En el mundo, la clase obrera, sobre todo en países europeos como Italia y Francia, inicia un nuevo ciclo de luchas y de victorias contra el capital. Al mismo tiempo, el ciclo de expansión del capitalismo, iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, se estaba agotando. (188)

El resultado fue una larga crisis mundial, con profundas consecuencias políticas y económicas, con una vuelta a la doctrina liberal. En el campo político, un gradual debilitamiento de  la Unión Soviética en la disputa por la hegemonía mundial.

El período 1950-1970  fue de una aguda disputa entre los bloques mundiales liderados por EEUU y por la URSS. La URSS se volvió una potencia nuclear equivalente a EEUU y los dos países disputaron palmo a palmo la carrera espacial. La URSS fue la primera en enviar a un cosmonauta (Yuri Gagarin) al espacio, pero los EEUU fueron los primeros en descender en la luna en 1969. A partir de entonces, EEUU comienza a ganar posiciones y la URSS entra en un período de estancamiento, seguido de una decadencia que la llevará a la desintegración.

Al mismo tiempo, los países africanos, muchas veces apoyados por la URSS, luchaban por liberarse de sus colonizadores. No solo en el bloque africano, la URSS apoyaba esas luchas. Mientras existió, la URSS apoyó casi todos los movimientos antiimperialistas que surgían en el mundo. Este apoyo aproximaba a los países en lucha por su libertad a las ideas socialistas. Fue así en Argelia en 1960 y en otros países de África, como el Congo Belga, las colonias inglesas y portuguesas, Angola, Mozambique y Guinea Bissau, que se independizaron en los años 70.

En el Tercer Mundo, avanzaba el movimiento de los “países no alineados” en el que, antes del golpe, Brasil era considerado un país estratégico.

En China estaba en curso una fuerte efervescencia política que fue conocida como la Revolución Cultural, un verdadero terremoto para la consolidación de la Revolución China. Desde el punto de vista de la política externa, China no aceptaba el liderazgo soviético y se tornaba una referencia para muchos movimientos contestatarios en el mundo entero. En casi todos los partidos comunistas hubo oleadas de división entre pro-soviéticos y pro-chinos. La Revolución Cultural ejercía una fuerte atracción sobre los jóvenes del mundo, sobre todo en América Latina. La frase de Mao Tsé Tung “la verdad está en la punta del fusil” era el lema de innumerables movimientos armados, creados por grupos de izquierda en diferentes países. (189)

En la Iglesia Católica, a partir del Concilio Vaticano II,  una nueva visión pasó a combinar religión y lucha por la liberación del pueblo. La Teología de la Liberación, nacida en América Latina en los años 60, llevó miles de fieles a las Comunidades Eclesiásticas de Base, sobre todo en Brasil. La otra opción para los jóvenes más radicales eran los movimientos guerrilleros.

En el Primer Mundo, una profunda disputa en las costumbres desafiaba los valores tradicionales y nuevos comportamientos escandalizaban a los sectores conservadores.

La Revolución Sexual fue no de los pilares de ese cambio radical de comportamiento. El descubrimiento de la píldora anticonceptiva, en 1964, fue decisivo en la lucha por la liberación de la mujer. La procreación ya no sería considerada como el único objetivo de la vida sexual. Las mujeres salen a las calles, exigen trabajo fuera de casa y una participación activa en la sociedad. El placer pasa a tener una centralidad, no aceptada antes, en la vida de las personas. Libros como La Revolución Sexual y La función del orgasmo de Wilhem Reich estaban entre los más vendidos, así como El libro rojo de Mao Tsé Tung o el Diario de la guerrilla del Che Guevara.

Sobre todo en los EEUU, la lucha por los derechos civiles se transformaba en una gran bandera contra la discriminación racial. El nombre más conocido de este movimiento por la igualdad de derechos entre blancos y negros fue Martin Luther King. Otros movimientos, como el de los Panteras Negras, tenían una connotación política más radical y pusieron en jaque a la sociedad blanca y capitalista norteamericana. El boxeador Cassius Clay, conocido como Muhammad Alí, figuraba entre los ídolos más conocidos de esta lucha.

Las manifestaciones del Black Power, en EEUU, se combinaban con las protestas feministas por la igualdad y por la libertad sexual y con las manifestaciones pacifistas contra la guerra de Vietnam.

Los EEUU continuaban su guerra contra el derecho del pueblo vietnamita de elegir su destino político y generaban protestas entre la izquierda y los pacifistas de todo el mundo. Esa guerra era una de las tantas acciones de la Guerra Fría de aquel período. (190)

En Europa, la protesta contra las costumbres y valores tradicionales tendrá una expresión muy fuerte en Francia. Durante todo el mes de mayo de 1968, los estudiantes se enfrentaron con las fuerzas policiales y su ejemplo inspiró  movimientos en muchos países, como Inglaterra, Italia o EEUU. También en Brasil, la influencia del “mayo francés” fue muy fuerte, aunque el país estuviera viviendo bajo el yugo de la dictadura.

En el bloque soviético, desde la muerte de Stalin en 1953, varios grupos pasan a contestar la política dictada por la URSS. En 1956, una insurrección en Budapest exige la liberalización del régimen. Pro la mayor ola de protesta, entre los países del este de Europa contra la hegemonía del modelo soviético se da en Checoslovaquia en 1968. La llamada “Primavera de Praga” acabó aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia y dejó heridas abiertas, nunca cicatrizadas, entre los comunistas de todo el mundo. La crisis entre los partidos comunistas fieles a la orientación de Moscú aumentará gradualmente y será uno de los elementos que llevarán al fin del régimen socialista soviético.

Mientras el mundo vivía en esa efervescencia, en Brasil los militares implantaban un régimen dictatorial que iba en el sentido contrario a toda esa ola de rebeldía mundial.

·        América Latina en la década de 1960

Al mismo tiempo que los militares brasileños, patrocinados por los sucesivos gobiernos de EEUU, consolidaban su dictadura, otros países latinoamericanos vivían situaciones semejantes. En los 60 se instalan dictaduras militares en varios países donde también aplastan movimientos de protesta: Bolivia en 1964, Chile y Uruguay en 1973, Argentina en 1976. En todos esos países, las burguesías fueron asesoradas y coordinadas por militares y especialistas en represión y torturas norteamericanos.

La década del 60 fue la época de la guerra de guerrillas en casi toda América Latina. Cuba fue el mayor ejemplo. En 1959, había derribado, a través de una guerrilla que duró tres años, a su viejo dictador sanguinario, apoyado por EEUU, Fulgencio Batista. (191)

Fidel Castro y el Che Guevara eran los símbolos de la lucha antiimperialista y socialista del continente. La lucha de los “barbudos” de Cuba era la estrella-guía para innumerables movimientos guerrilleros.

Los escritos del Che pasaron a ser los libros de cabecera de viejos y nuevos revolucionarios. Su frase “crear una, dos, tres, cien Vietnam” estimulaba a las guerrillas de Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, Perú, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana y Brasil.

El Che, junto con un puñado de jóvenes revolucionarios cubanos, soñaba con esparcir una guerrilla por África que se batía por la libertad. Hizo una rápida incursión en el Congo y en Angola, colonias en lucha contra el yugo de Bélgica y Portugal, respectivamente.

Al retornar a América Latina, el Che se unió al joven idealista francés Regis Debray, autor del librito Revolución en la Revolución, que se tornó un manual clásico para miles de guerrilleros. El libro criticaba fuertemente la política de varios de los partidos comunistas del continente y reafirmaba la necesidad del camino armado, de la “guerra de guerrillas”.

En Colombia, una guerrilla se instalaba sólidamente a través de varios movimientos revolucionarios. Lo mismo sucedía en países de América Central, como Nicaragua y El Salvador. En estos países, los militantes cristianos, seguidores de la Teología de la Liberación, tuvieron una importante actuación en las luchas populares. El ejemplo de esos destacados militantes influenció a generaciones enteras, que subieron a las sierras para iniciar sus guerrillas. Muchos fueron los seguidores de esa doctrina y merecen destacarse los nombres de Camilo Torres, en Colombia, y de los nicaragüenses Thomas Borges y Ernesto Cardenal. Se volvieron tan conocidos como heroicos los guerrilleros comunistas Douglas Bravo, venezolano, Manuel Marulanda (Tirofijo), colombiano, y los revolucionarios cubanos.

En Chile, la izquierda intentó repetidamente llegar al poder por la vía electoral. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato del Frente Popular, asume la Presidencia de la República con un país profundamente dividido. Su gobierno intenta la “vía chilena al socialismo” (192), un camino institucional que apostaba a una expansión del mercado interno y un desenvolvimiento nacional en oposición al imperialismo. Esa fue la elección chilena, un intento, por medios pacíficos, de construir una alternativa socialista al capitalismo reinante.

En Brasil, la dictadura era coordinada por el imperialismo norteamericano, que actuaba en el país a través de varios canales: el Departamento de Estado, la CIA y los agregados militares, culturales y sindicales. Así los EEUU hacían de Brasil un laboratorio que perfeccionaba los métodos para implantar nuevas dictaduras.

La izquierda brasileña hace autocrítica después del golpe

El clima mundial al momento de la instalación de la dictadura militar era propicio para el pensamiento socialista. El mundo entero criticaba cualquier forma de autoritarismo y toda la herencia conservadora del pasado. Esos elementos junto con la invasión a Vietnam, influenciaron a la juventud brasileña, que se rebelaba contra las imposiciones del nuevo régimen. El clima de revolución, en muchos países de América Latina, también pesaba en los análisis políticos sobre la situación de Brasil posterior al golpe del 64.

En este ambiente político, la izquierda discute “Los errores y las causas de la derrota del 64”, debate que generó un documento del PCB con ese título. La pregunta que no quería callar era porqué no hubo resistencia al golpe.

Con excepción de algunos intentos, como en los puertos de Río de Janeiro y de Santos, no hubo ninguna huelga contra el golpe. En Río de Janeiro, el puerto paró por 24 horas y, en Santos, por casi 3 días, bajo una intensa represión. Pero incluso estas informaciones son muy imprecisas. El hecho es que los pocos intentos de resistencia fueron muy localizados y duraron unas pocas horas. Además de los portuarios, hubo pequeños paros de media hora, en la Compañía Siderúrgica Paulista (Cosipa), en Santos y en el ferrocarril en Río. (193)

¿Y la huelga general que prometía la CGT? ¿Y el elemento sindical? ¿Y el elemento militar? ¿Y la resistencia en el campo? ¿Cuáles eran las causas de esta pasividad? ¿Sería la mentada “índole pacífica brasileña”? ¿O era preciso ir más profundo, analizándola como consecuencia de la línea política adoptada por la izquierda entre 1950-1964.

En el Partido Comunista, las respuestas eran muchas. Algunos dirigentes y militantes veían la causa principal de la derrota en el pacifismo adoptado por las nuevas directrices del partido. Esas nuevas pautas fueron adoptadas en Brasil y el mundo, a partir de las denuncias de los crímenes de Stalin hechas por Kruschev en el XX Congreso del Partido Comunista Soviético en 1956.

Pero algunos revolucionarios pensaban diferente. Creían que todos deberían aprender de las lecciones de Mao para empezar a preparar una “guerra popular” en el país. Este camino, que ya había sido señalado antes del golpe por los dirigentes del PCdeB, fue defendido posteriormente también por una nueva asociación, surgida de su dirigencia, el Ala Roja.

Varios otros grupos, todos salidos del PCB, criticaban la ilusión legalista del partido y defendían la vía armada para enfrentar a la dictadura y llegar al socialismo. Divergentes en algunos aspectos, todos eran favorables a la creación de un “foco de guerrilla”. Uno de estos grupos, Acción Libertadora Nacional (ALN), liderada por Carlos Marighella, defendía la guerrilla urbana con secuestros y expropiaciones bancarias. Estas acciones serían un medio de acumular recursos para la guerra revolucionaria, que comenzaría en el campo o en la ciudad.

Había otras agrupaciones que explicaban los errores de 1964, adjudicándolos a las estrategias de alianza de clases defendida por el PCB en años anteriores. Es más conocido de estos grupos fue Política Obrera (Polop). Estos grupos políticos criticaban la idea de hacer una revolución en dos etapas y argumentaban que Brasil estaba listo para una revolución socialista. Había muchas diferencias y variantes, pero, en general, todos criticaban la falta de perspectiva de clase del “Partidão”, que negaba la centralidad y la independencia de a clase trabajadora. (194)

Entre las varias organizaciones disidentes del PCB, nace en 1967 el Partido Comunista Brasileño Revolucionario (PCBR), liderado por Mário Alves y Apolônio de Carvalho.

Otros disidentes fundaron el Movimiento Revolucionario 8 de octubre (MR-8) y la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), liderada por Carlos Lamarca. Estos grupos defendían una perspectiva socialista inmediata. Eran favorables al camino de la lucha armada, a la creación de un “foco” de guerrillas. De estos grupos nacerán otras agrupaciones políticas, como la VAR-Palmares, el Comando de Liberación Nacional (Colina) y el Movimiento de Liberación Popular (Molipo).

Otros grupos que merecen destacarse surgirán antes del golpe y no están vinculados al PCB. Fueron Acción Popular (AP), nacida de la Juventud Universitaria Católica (JOC), con fuertes simpatías hacia la Juventud Obrera Católica (JOC) y con Política Obrera (Polop), nacida en 1961. Las ideas de Polop pueden ser resumidas en las palabras de Ernesto Martins: “una revolución en Brasil o será socialista o será una caricatura de revolución”. Centraba su crítica en la falta de resistencia del PCB al golpe del 64, por su política de alianza de clases, y en la consecuente falta de preparación de los trabajadores para la resistencia.

La AP, de orientación católica estudiantil, también denunciaba la política del PCB anterior al golpe, por estar apartada de las bases y confusa, sin una organización real. Después del golpe, la AP pasó a defender la necesidad de una lucha “antifeudal”, sobre todo en el campo y soñaba con un “círculo de ciudades por el campo”, siguiendo el ejemplo chino.

Además de esas agrupaciones políticas más conocidas, había trabajadores organizados en grupos políticos menores, en Comunidades Eclesiásticos de Base (CEB) o reunidos en sindicatos. La pregunta de siempre era: ¿porqué no hicimos ninguna huelga contra el golpe? Muchos trabajadores todavía se acordaban de dirigentes sindicales importantes que, en vísperas del golpe, conminaban a la clase obrera para mantenerse en casa sin agitación para no provocar a los golpistas. (195)

El cuestionamiento de esos trabajadores era acerca de la práctica, sobre la organización de base, sobre las reacciones de sus colegas al golpe. Esos núcleos obreros se concentraban, principalmente, en el centro industrial del país: San Pablo y alrededores (Osasco, San Andrés, San Bernardo, San Cayetano, Diadema y Guarulhos).

La respuesta que muchos de esos núcleos daban era que la falta de resistencia al golpe era el resultado de tres factores. El primero, fue una confusión ideológica que el PCB se alineara con la política de alianza de clases, por la cual la burguesía sería aliada del proletariado en una lucha antiimperialista y anti-latifundio. Según la orientación del PCB, la clase trabajadora debería apoyar a sus patrones. Un caso típico fue el de Pernambuco en 1962, cuando el PCB mandó a los obreros de las fábricas del grupo Votorantim a apoyar la candidatura a diputado federal de su patrón José Ermírio de Moraes, uno de los mayores empresarios brasileños. Esta fue la manifestación más obvia de la línea política del PCB, que negaba la independencia de clase, tanto política como ideológica.

El segundo factor fue la falta de arraigue de una política obrera de base. Durante los años que anteceden a 1964, las huelgas eran decididas por la cúpula de la CGT o de otros organismos y no había una verdadera participación de base. Las bases recibían órdenes u orientaciones, pero no eran llamadas a discutir, opinar y decidir sobre las luchas que irían a librar.

Además, para el PCB, no había necesidad de que los trabajadores se movilizaran para resistir al golpe, si líderes comunistas, como el almirante Aragão, jefe de la Escuadra Naval, garantizaban que “en media hora, arrasaban el Palacio Guanabara”. ¿Porqué deberían organizarse para la resistencia, si la CGT, con un simple sonar de dedos, pararía el país?

El tercer elemento, que muchos trabajadores de fábrica consideraban como un factor que llevó a la falta de  resistencia, fue la aceptación en la práctica de la estructura sindical creada por Vargas, en la década de 1930. Esa estructura sindical despolitizaba las luchas, creaba un sindicalismo sin base, adosado al Estado y a sus patrones.  (196) Esa visión crítica fue la base de la reorganización del movimiento de los trabajadores en los años de resistencia a la dictadura y se amplió con la explosión de huelgas de 1978.

De esta autocrítica obrera surgía, como consecuencia natural, la necesidad de una nueva práctica político-sindical. El sindicalismo no resistía más el peso de decisiones tomadas de arriba para abajo. Precisaba construir una nueva estructura sindical, desacoplada del gobierno y los patrones y que condenase la alianza con la burguesía nacional. Esas ideas fueron los elementos clave de lo que vino a ser conocido como “nuevo sindicalismo” y que dará origen, en el umbral de los 80, a la construcción de un nuevo proyecto sindical.

 

Las luchas obreras de 1964 a 1970

Con la implantación de la dictadura, el clima de miedo se esparció por las fábricas y las huelgas desaparecieron por completo. Cualquier reivindicación, por mínima que fuese, era tildada por el gobierno y los patrones de subversión. Y la represión se iniciaba inmediatamente.

Hasta 1968, hubo solo algunas paralizaciones contra atraso en el pago de salarios o el no pago del aguinaldo, permitidos por la dictadura. Tenemos noticias de 25 huelgas, en 1965, y de 15 en 1966. De 1967 a 1970, hubo un promedio de 10 por año. Al año siguiente, no hubo ninguna. La dictadura había alcanzado su meta de aplastar a la clase trabajadora. Y creía que sería para siempre.

En 1967, nace el Movimiento Intersindical antiarrocho (MIA). De él participaban viejos pelegos, algunos sindicalistas populistas y unos pocos ligados al PCB. Infelizmente, fue un movimiento que nació muerto y no hizo nada por los trabajadores.

A fin de ese año, en Osasco (SP), una joven oposición sindical disputa y gana la elección para dirigir el Sindicato de los metalúrgicos. Esta nueva dirigencia, compuesta en su mayoría por jóvenes del movimiento popular de las CEBs y de la ACO, tenía como propuesta impulsar la lucha obrera y combatir a la dictadura. (197)

En abril de 1968, en Contagem (MG), estalla una huelga de los metalúrgicos que dura una semana y consigue un 10% de reajuste. En junio, el beneficio fue extendido a todo Brasil, como un “reajuste de emergencia”. La huelga de Contagem fue organizada por grupos de base, con poca participación del sindicato. Sufre una fuerte represión, tiene decenas de prisioneros y despidos, pero fue exitosa.

En San Pablo, la manifestación del 1º de mayo de 1968, hubo un fuerte choque entre los pelegos, partidarios del gobierno, y la clase obrera que se unió al movimiento estudiantil. Fue una gran manifestación con muchos trabajadores metalúrgicos y pobladores de barrios populares de la ciudad de Osasco y de la periferia de San Andrés, donde había una fuerte acción de organización popular. En el momento en que comenzó a hablar el gobernador paulista Abreu Sodré, nombrado por la dictadura, el escenario oficial fue apedreado e incendiado por los manifestantes. Eran la clase obrera y el pueblo reorganizándose e impidiendo que la dictadura se apoderase del 1º de mayo. En el país entero se sucedieron manifestaciones y huelgas de estudiantes.

En julio, en la ciudad de Osasco (SP), el Sindicato de metalúrgicos lidera una huelga que rápidamente se generaliza. También paran otras fábricas de otros sectores. Fueron 6.000 obreros en huelga durante 6 días. En la dirección del movimiento estaban el Sindicato de los metalúrgicos de Osasco y la Comisión de Fábrica de Cobrasma. Las reivindicaciones eran: fin del arrocho salarial y Contrato colectivo de trabajo.

Los huelguistas contaban, básicamente, con su propia organización interna. En la mayor fábrica de la región, Cobrasma, que fabricaba material ferroviario, había, desde 1963, una Comisión de Fábrica muy activa y su ejemplo de organización se expandió por las fábricas de los alrededores. Varios grupos de izquierda también actuaban en la región, como el ALN de Carlos Marighella y otro formado en torno del capitán Carlos Lamarca del VPR. Varias organizaciones de izquierda, unas defendiendo la lucha armada como el ALN y el VPR, y otra no, como la AP, tuvieron una presencia destacada en esa huelga y en los acontecimientos siguientes. (198) Además una fuerte movilización popular era estimulada por el trabajo de un núcleo de curas obreros que actuaban en una parroquia de la ciudad.

En este ambiente propicio a acciones radicales de enfrentamiento de clases, los obreros, en el primer día de huelga, ocuparon la fábrica y crearon piquetes de autodefensa. Al mismo tiempo, retienen, dentro de la fábrica, a 16 directores e ingenieros. Solo los dejarían en libertad cuando la fábrica aceptase las reivindicaciones de 35% de aumento. El ejército fue enviado a Osasco. Ocupó la ciudad, entró en las fábricas, con un enorme aparato represivo, invadió el Sindicato de los metalúrgicos y apresó a la dirigencia y a más de 500 huelguistas. La huelga acabó dos días después. Pero se convirtió en una demostración de resistencia y la experiencia de la Comisión de Fábrica de Cobrasma fue un ejemplo para la futura organización de los trabajadores.

Entre 1967 y 1968, en la ciudad de San Pablo, nacen varias oposiciones sindicales, cuyo objetivo principal era la lucha inmediata por aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo. Varios militantes obreros, desde 1964, tenían consciencia de la necesidad de una nueva y diferente práctica sindical, que combatiese la estructura sindical brasieña, cupulista y compenetrada con el Estado. El objetivo era crear un nuevo tipo de sindicalismo, organizado a partir de la base.

Las luchas en las fábricas se volvían cada día más difíciles y las pocas huelgas de ese período suceden gracias a la organización de las oposiciones. Es el caso de la huelga de la fábrica de armarios de acero Securit y de la fábrica de cerraduras de autos Lassen, en San Pablo. Los sindicatos oficiales, o estaban completamente controlados por la represión o en las manos de interventores que colaboraban con la dictadura. Entre ellos, el más famoso fue Joaquim dos Santos Andrade (Joaquinzão), interventor en Guarulhos y en San Pablo.

En marzo de 1968, durante una marcha en Río de Janeiro, la policía mata de un tiro al estudiante Edson Luiz. Su muerte fue el detonante de una onda de manifestaciones y protestas durante todo aquel año.

En el país entero, continuaban sucediéndose marchas y manifestaciones estudiantiles. (199) en Río de Janeiro, los estudiantes salen a las calles con el apoyo de artistas, intelectuales, religiosos y decenas de miles de personas. Parlamentarios del MDB acompañan a la población, denunciando a la dictadura en la Cámara Federal.

En junio, se produce la mayor manifestación de aquellos años contra la dictadura. Fue la marcha de los cien mil. Los lemas, escritos en fachadas y paredes, eran “Abajo la dictadura asesina” y “Fin del arrocho”. En esos mismos días, se desarrolla una gran marcha, con más de 50.000 personas en Recife. En San Pablo, la confrontación entre estudiantes de derecha y de izquierda se agudizó y llevó a la muerte de un estudiante, victima de un tiro disparado por la derecha.

En este año de 1968, siete manifestantes fueron muertos, durante manifestaciones, por la represión, la mayoría en Río de Janeiro.

En septiembre, en vísperas del Día de la Patria, un diputado del MDB, Márcio Moreira Alves expone ante la Cámara, culpando a las Fuerzas Armadas por la escalada represiva y llama al país a no dejar que sus hijos participen del desfile militar del 7 de septiembre. La dictadura, sintiéndose amenazada, planeó acabar sin más con este foco de protesta en la Cámara Federal. Era necesario, para garantizar sus planes de largo plazo, endurecer más el régimen.

En octubre, una tentativa de huelga iniciada por los metalúrgicos de Contagem (MG) fracasa y los trabajadores son fuertemente reprimidos.

El día 10 de octubre, la represión cierra, en Ibiúna (SP), el congreso clandestino de la UNE. Más de 800 estudiantes caen presos, con todos sus líderes. Los periódicos, todavía sin censura directa, destacan esa acción represiva.

El 13 de diciembre de 1968, el presidente dictador Costa e Silva que, en 1967, había sustituido a Castello Branco, publica el Acto institucional nº 5 (AI-5). Por este Acto, el Congreso era cerrado y cesaban los mandatos de los diputados opositores. Los derechos políticos de cualquier ciudadano podrían ser suspendidos por 10 años. Se decreta el fin del habeas corpus y se implanta la censura previa a los medios de comunicación. Centenares de funcionarios públicos son cesanteados o despedidos sumariamente. (200) Una serie de otras medidas represivas son tomadas para silenciar cualquier protesta.

El AI-5 entró en vigor, como un instrumento legal de legitimación de los actos de la dictadura, durante 10 años. Fue un golpe dentro de otro golpe. Con él, los militares podían encarcelar, torturar y matar libremente, sin dar explicaciones a la sociedad. Las empresas tenían libertad para ganar dinero con una clase trabajadora completamente controlada y amedrentada. Reinaba la más perfecta sintonía entre los militares represores y los empresarios eufóricos con sus ganancias ascendentes. Aún entre los empresarios que no colaboraban con la represión, pocos se mostraban contrarios al régimen de terror.

El AI-5 fue decretado para acabar con lo que sobraba de la reorganización de los trabajadores y para eliminar las organizaciones armadas. A partir de 1969, fueron siendo destruidas o desarticuladas las principales organizaciones revolucionarias guerrilleras.

Una de las acciones más comunes de los guerrilleros fueron los secuestros de embajadores y cónsules extranjeros, el secuestro de aviones, con alteración de sus rutas para exigir, como rescate, la liberación de decenas de presos políticos. Grupos de izquierda también realizaban pequeñas “expropiaciones bancarias”, que la dictadura llamaba asalto a bancos, para conseguir fondos para la guerrilla.

En ese sentido, el PCdeB comenzaba a preparar un foco de guerrilla en el sur de Pará, en la entrada de la selva amazónica.

Llegamos, así, a la década del 70 con un movimiento obrero amordazado y organizaciones de izquierda fuertemente golpeadas. Los primeros años de la década, gobernados por el dictador Médici, completaron la destrucción de la protesta armada y la dictadura consiguió garantizar un gran salto en la economía al servicio del capital nacional e internacional.

La libre entrada y, sobre todo, la libre salida de dólares garantizaban un repunte económico. El capital internacional miraba a Brasil. La dictadura le garantizaba la superexplotación de una clase trabajadora paralizada por la represión. (201)

Billones de dólares fueron tomados en préstamo por el Ministro de Planeamiento, Antonio Delfim Neto. Con un plazo de carencia de 10 años, esos recursos eran una bendición para la dictadura.

En verdad, estos préstamos provocaron un salto en la deuda externa del país, de 2,4 billones de dólares en 1964 a 148 billones, veinte años después, de acuerdo con datos del Banco Central. El Brasil se endeudó, el pueblo se volvió más pobre. Pero, en compensación, las inversiones de capital extranjero hicieron una fiesta y los militares vieron todo eso como un triunfo. Se volvió célebre la frase del dictador Médici, que sintetizaba el cinismo de la dictadura: “la economía va bien, pero el pueblo va mal”.

En 1969, gracias a esos préstamos, cuyo pago irá a explotar entre 1980 y 1981, se inicia el “milagro brasileño”. La economía crece a índices elevados, a un promedio de 10% anual. En 1973, llegó al 11,4%. El desempleo disminuyó fuertemente. Las empresas imputaban horas extras y el ritmo de producción aumentaba cada día. Más personas de una misma familia eran absorbidas por el mercado de trabajo, lo que diluía la percepción del achatamiento de los salarios.

La dictadura continuaba matando y reprimiendo cualquier señal de insatisfacción. En las escuelas, la bandera era izada cada mañana al son de musiquitas como “Yo te amo, mi Brasil”. Sus versos, en verdad, representaban un Brasil que solo existía en la cabeza de los militares. Mostraban un país alegre, fuerte y firme y escondían la realidad del pueblo. Millones de adhesivos invadirían el país con el lema “Brasil, ámelo o déjelo”. Quien manifestase cualquier crítica al gobierno, no amaba a Brasil. Era un “subversivo”.

En la televisión, los militares estaban de fiesta. La victoria brasileña en la copa del mundo de 1970 fue usada y abusada por la dictadura. Su canal oficial era la Red Globo, creada en una operación altamente controvertida, en 1965. Favorecida por los militares, fue una voz casi oficial del régimen. En su pantalla no aparecía la oposición, la miseria, las epidemias o cualquier noticia que pudiera indisponer al pueblo contra los militares. Hablar de los 10 millones de brasileños afligido por la esquistossomose o por la epidemia de meningitis, al comienzo de los 70, estaba prohibido. (202)

La prensa alternativa fue totalmente censurada. Los periódicos de la gran prensa se autocensuraban. Solo publicaban lo que tenían certeza que los militares dejarían salir. Entre los periodistas, varios no estaban de acuerdo con el régimen dictatorial, pero no conseguían cambiar la línea editorial de los periódicos en los que trabajaban. Muchos periodistas de izquierda fueron encarcelados, asesinados o constantemente amenazados y, muchas veces, despedidos de sus empleos.

Los años de plomo y el “milagro económico” (1969-1974)

El general Emilio Garrastazu Médici consolidó y profundizó la represión de la dictadura militar implantada en 1964. Sucesor de la Junta Militar que sustituyó a Costa e Silva, gobernó bajo el manto protector del AI-5. Tenía en las manos el instrumento perfecto para consolidar el régimen dictatorial que necesitaban el capital y el imperialismo.

·        Las ilusiones de un rápido “milagro brasileño”

El gobierno de Médici fue considerado, por sus opositores, como el reino del terror y de la falta de libertad. Para la mayoría de la población, entretanto, representó un momento de crecimiento económico y de pleno empleo. La Red Globo servía de eco al llamado milagro económico. Era casi como un altoparlante de los militares. Claro que no explicaba que el régimen de terror del general Médici garantizaba altos intereses a los billones de dólares que venían del exterior y que estos préstamos serían, entre 1980 y 1981, una bomba de efector retardado.

El crecimiento económico estaba fundamentado, para los militares, principalmente en.

·        Fuerte entrada de capital extranjero, bajo la forma de inversiones y préstamos.

·        Papel del Estado como impulsor del gran capital nacional e internacional. (203)

·        Aplicación de la “fórmula del tercio” en la economía: 1/3 estatal (infraestructura), 1/3 capital brasileño (el viejo sector de bienes no duraderos), 1/3 capital internacional (la gran industria de bienes duraderos: automóviles, electrodomésticos, etc.)

·        Fuertes inversiones en la industria pesada y en la construcción civil, como la construcción del puente Rio-NIteroi, la de la Transamazónica o de la hidroeléctrica Itaipu.

·        Inversiones en la industria electro-electrónica y automovilística: fiebre de consumo de la clase media.

·        Inversiones en el mercado financiero. Aumento de la especulación financiera a través de acciones y de colocaciones financieras de cortísimo plazo, llevando a la clase media la euforia con el open market y después con el overnight.

·        Arrocho salarial, aumento de explotación, horas extras, aumento del ritmo de trabajo. Fue durante estos años de la década del 70 que el Brasil pasó a ser campeón mundial de accidentes y muertes en el trabajo.

Todo este cuadro se fortalecía con el endurecimiento de la censura y con la propaganda del gobierno. Radios, televisoras, periódicos y revistas hablaban del “Brasil grande”, del “Brasil potencia”. Ese clima estaba envuelto por las músicas Eu te amo, meu Brasil y por el Hino da Seleçao, que, como vimos, eran los himnos al régimen militar y eran tocadas diariamente en los medios de comunicación y cantadas en las escuelas.

La censura a cualquier manifestación cultural garantizaba la “paz de los cementerios”. En verdad, la censura directa a la gran prensa, solo se dio en el periódico O Estado de Sao Paulo y en el Jornal da Tarde, por discordancias internas con el dictador Médici, y a la revista Veja, en la época dirigida por el rebelde Mino Carta.

El Estadão colocaba en el lugar de los temas censurados, fragmentos del poema Os Lusíadas, de Camões. Su vespertino, el Jornal da Tarde, colocaba inscripciones negras o recetas de tortas.

Los otros periódicos no precisaban de censor en las redacciones. Bastaba con un billetito de algún miliar a sus dueños para resolver todo. (204) Algunos periódicos como la Folha de Sao Paulo y O Globo, colaboraban tranquilamente con el régimen. La Folha llegó a ceder su vespertino, Folha da Tarde, a la represión que pasó a usar sus páginas y su estructura. Muchos testimonios de ex-presos políticos y torturados recuerdan que las camionetas del periódico eran cedidas a la Operación Bandeirantes (Oban), la terrible maquinaria de encarcelar, torturar y matar presos políticos montada por el régimen. Engel Pachoal, en su libro Trayectoria de Otávio Frias de Oliveira, confirma estos hechos, antiguamente relatados en voz baja durante los “años de plomo”.

Donde la censura hace valer su mano de hierro es sobre la llamada prensa alternativa. Los periódicos de izquierda o de oposición, como O Pasquim, Opinião, Movimento y decenas de otros, sufrían una rigurosísima censura previa.

Ø      La máquina de represión extermina opositores

Todas las organizaciones que contestaban al régimen fueron destruidas por la máquina represiva. ALN, VAR-Palmares, MR-O, Molipo, PCBR, Colina, MRT y otras de menor expresión fueron colocadas fuera de combate.

La dictadura, desde 1969, perfecciona sus métodos de tortura, a través de cursos administrados por agentes de la CIA, y crea nuevas máquinas de represión policial. En San Pablo, nace la Operación Bandeirantes (Oban), compuesta por policías civiles y militares como una fuerza paralela, casi clandestina. La Oban fue financiada por una “cajita entre amigos”, que recolecto fondos entre los empresarios para ayudar a “acabar con los comunistas”, que tanto molestaban a sus empresas. El recaudador de esta “caixinha” era el presidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), Teobaldo de Nigris, dueño de una concesionaria de automóviles. El libro de René A. Dreifus, 1964: A conquista do Estado, es muy esclarecedor sobre este perfecto vínculo entre empresarios y militares.

Con el éxito de la Oban paulista, en muchos estados brasileños fueron creados Departamentos de Operaciones e Informaciones y el Centro de Operaciones de Defensa Interna (DOI-Codi), los temidos órganos de represión del gobierno de Médici. Junto con los Deops, esos órganos se especializaron en prisiones, torturas y asesinatos de líderes revolucionarios. Paralelamente a ellos, funcionaban el Centro de Informaciones de la Marina (Cenimar), (205) el Centro de Informaciones y Seguridad de la Aeronáutica (Cisa) y el Centro de Informaciones del Ejército (Ciex). Pero el servicio de informaciones que más se destacaba era el Servicio Nacional de Informaciones (SIN). Esa fue la vasta y temida “tela de araña” de los servicios de información y represión del régimen militar.

De 1969 a 1974, prácticamente todas las organizaciones armadas fueron exterminadas. La ALN, en 1969, pierde a su principal líder, Carlos Marighella, fusilado en una emboscada o, según otra versión, muerto en la tortura. En seguida fueron asesinados, siempre bajo la tortura, entre muchos otros militantes de la ALN, Joaquim Câmara Toledo, Virgílio Gomes da Silva y Eduardo Leite o “Bacuri”.

Ligados a la ALN, también fueron encarcelados, en la víspera de la captura de Marighella, varios frailes dominicanos, seguidores de la Teología de la Liberación. Entre los más conocidos, fray Betto LIbânio Cristo, fray Ivo Lesbaupin y fray Tito de Alencar, que se ahorcó en París, años después de su salida de prisión, trastornado por las bárbaras torturas sufridas.

En mayo de 1969, el Comando de Caza de Comunistas (CCC), un organismo ligado a la represión, ametralló la casa del obispo de Recife, Don Helder Câmara y asesina, después de innumerables violencias, a su auxiliar, el padre Henrique Hervé. Don Helder era muy conocido internacionalmente por sus repetidas denuncias contra la dictadura militar. En Brasil, sus pasos eran vigilados y su nombre estaba terminantemente prohibido en periódicos, radio y televisión.

El PCBR, en 1970, pierde a uno de sus fundadores, Mário Alves, torturado hasta la muerte. El VPR/MR-8 vio a su líder Carlos Lamarca y al metalúrgico Vice-presidente del Sindicato de Osasco, José Carlos Barreto, “Zequinha”, fusilados en el sertão bahiano, en 1971, después de un cerco de 5.000 militares y policías.

Otro caso rimbombante de tortura y muerte fue el de Edgard Stuart Angel y, en seguida, de su compañera Sonia, también militantes del MR-8. Las denuncias del doble asesinato costaron la vida a la madre de Stuart, Zuzu Angel, que exigió, durante años, el cuerpo de su hijo desaparecido. Ella murió en un atentado armado por el régimen. (206)

15 miembros del Comité central del PCB  fueron asesinados, bajo tortura, entre 1974 y 1976. Las muertes de algunos militantes más conocidos provocaron mucho revuelo entre la población, como las del periodista Vladimir Herzog, en octubre de 1975, y la del metalúrgico Manoel Fiel Filho, en enero de 1976. El dictador presidente ya era el sucesor del general Médici, el general Ernesto Geisel. Los dos dirigentes habían sido apresados por la Oban en sus lugares de trabajo, Herzog, director de la TV Cultura, y Manoel, encargado de una sección de Metalarte, y fueron torturados hasta la muerte con una diferencia de menos de 3 meses entre uno y el otro. En los dos casos, la versión oficial sobre la causa de la muerte fue de ahorcamiento en la prisión.

El PCdeB, de 1972 a 1974, sostuvo la guerrilla de Araguaia en la región campesina del sur de Pará. En ella murieron los héroes Osvaldo da Costa, “Osvaldão”, Maurício Grabois, Helenira Rezende, entre un centenar de otros guerrilleros. La preparación de esa guerrilla comenzó en 1966, pero su inicio puede ser fechado en 1970. Durante 2 años, menos de doscientos de revolucionarios, entre los foráneos y los moradores locales, movilizaron miles de soldados del Ejército, la Marina y la Aeronáutica. La enorme superioridad numérica y logística de las Fuerzas Armadas aplastó esa tentativa de guerrilla.

Los guerrilleros fueron enterrados en tumbas comunes, sin identificación. Varios fueron decapitados y muchos cuerpos fueron, posteriormente, desenterrados y quemados, para impedir cualquier identificación. Esa guerrilla, para el PCdeB, negaba simbólicamente la política defendida por el PCB, que bregaba por la conquista pacífica del poder, respetando las normas institucionales.

Uno de los últimos episodios del terror impuesto por la dictadura para acabar con la protesta de izquierda fue la llamada “Masacre de Lapa”. En San Pablo, en diciembre de 1976, la represión fusiló a varios participantes de una reunión del Comité central del PCdeB. La casa fue ametrallada y murieron los dirigentes Ângelo Arroyo y Pedro Pomar, sobrevivientes de la guerrilla de Araguaia. La represión asesinó, bajo tortura, a João Baptista Drumond y otros seis dirigentes fueron presos.

Pero la represión no era sólo contra las organizaciones armadas. La Acción Popular también tuvo varios mártires, como el agrónomo Luiz Hirata (207), que trabajaba como metalúrgico y militaba en la oposición sindical metalúrgica de San Pablo. Fue asesinado, bajo tortura, por el Deops paulista, en 1972. De esa misma organización fueron asesinados, entre muchos otros, los estudiantes Edgar Mata Machado y Honestino Guimarães.

En el 1º de mayo de 1970, en el estadio Maria Zélia, en San Pablo, fue apresado por el Deops el técnico químico Olavo Hansen, que militaba en una organización trotskista. Apareció muerto, con muchos signos de tortura, días después.

Decenas de miles de personas fueron encarceladas durante los años de la dictadura. Entre 1964 y 1984, se habla de entre 80 y 100.000 presos políticos, de 10 a 20.000 exiliados, cerca de 130 desterrados. Los muertos y desaparecidos, dependiendo del criterio usado, llegarían a los 500.

El libro Brasil: nunca más, publicado después de la dictadura, en 1985, presenta el relevamiento más completo sobre los veinte años del régimen militar. La obra fue coordinada por el cardenal de San Pablo, Don Paulo Evaristo Arns, y tuvo decenas de ediciones, agotadas rápidamente.

Ø      La prensa alternativa se enfrenta a la dictadura

Luego de la promulgación del AI-5, en 1968, y de la censura de prensa, comienza a crecer la prensa alternativa. Era la única fuente de información no oficial, cuyo discurso no estaba al servicio del régimen. Informaba acerca de lo que la llamada gran prensa no publicaba y, sobre todo, combatía las mentiras esparcidas por la dictadura a través de los medios de comunicación. La gran prensa encubría la situación de la salud y la educación en el país, la rebaja de salarios y los asesinatos bajo tortura de los opositores.

Los nombres de esos periódicos alternativos corrían de boca en boca: O Pasquim, Opinião, Movimento, Assuntos, Versus, Coojornal, Ex, Mais Um, Repórter, Crítica, Fato Novo, Em Tempo y tantos otros.

La saga de los más conocidos e influyentes jornales alternativos comenzó con O Pasquim, en 1969. Era un periódico con un tono humorístico, que importunaba grandemente a los militares. (208) En seguida, lo siguió el semanario Opinão, con un tono más político. Durante años, fue considerado como el más activo de los periódicos alternativos. En el escribían, además de su editor y creador el periodista Raimundo Rodrigues Pereira, muchos otros periodistas, intelectuales y artistas. Todos con una meta en común: luchaban, junto con otros sectores de la población, por el fin de la dictadura.

Cuando la Opinião dejó de ser publicado, en 1974, su editor dio comienzo a otro emprendimiento, que marcará profundamente toda la prensa alternativa. Un grupo de periodistas, intelectuales, artistas, religiosos y obreros se reunió en torno de un nuevo semanario, Movimento. Su nombre traslucía sus objetivos. Quería ser, y lo consiguió, un instrumento, alineado con la izquierda, que aglutinara informaciones contra la dictadura. La feroz censura a la que era sometido reflejaba la percepción que los militares tenían de su importancia. Fue uno de los periódicos alternativos que circuló por más tiempo: de 1975 a mediados de la década de 1980.

Con la lenta apertura política, a partir de 1975, las diferencias de la oposición al régimen comenzaron a explicitarse y había espacio para la creación de nuevos periódicos. Entre los más célebres destacamos a Versus y a Em Tempo. Los dos se mantuvieron gracias a la buena venta entre los militantes. Esos medios expresaban la opinión de grupos ideológicos de izquierda que, gradualmente, se transformaron en grupos políticos.

En el final de la década de 1970, comienzan a aparecer nuevos periódicos nítidamente partidarios. Entre ellos, los más conocidos fueron la Tribuna da Luta Operária, del PCdeB, O Companheiro, del Movimiento de Emancipación del Proletariado (MEP), O Trabalho, del grupo Libertad y Lucha, y la Voz de Unidad, del PCB.

De 1970 a 1982, periódicos alternativos fueron creados en muchos estados, aproximadamente, 150 títulos diferentes. La importancia de esos medios en la oposición al régimen quedó claramente demostrada por la persecución que sufrieron. Ediciones enteras eran comúnmente sometidas a la censura o a la confiscación, pura y simple, a la salida de las editoriales. Muchas veces eran secuestrados cuando ya estaban en los kioscos. De 1978 a 1981, varios puestos de venta fueron incendiados por exponer esos periódicos, considerados subversivos. Decenas de periodistas que escribían en ellos fueron encarcelados y sometidos a interrogatorios y torturas en las prisiones del régimen. (209)

La resistencia a la dictadura de 1975 a 1979

El Brasil vivió el inicio de los años 70 con su clase obrera dominada y en silencio. Pero, en la segunda mitad de la década, una explosión de huelgas y la lucha de varios sectores de la sociedad cambiaron totalmente el panorama político del país.

Los EEUU, entre 1970 y 1980, estaban muy satisfechos con la economía brasileña. Las empresas extranjeras crecían y remitían ganancias astronómicas a sus casas centrales, debido al crecimiento vertiginoso del país. Hubo casos de multinacionales que cubrían sus pérdidas en el resto del mundo con sus ganancias de la filial brasileña.

Ø      Los trabajadores: del silencio de las fábricas a la explosión en los estadios

Contrariamente a la propaganda del gobierno, la realidad de los trabajadores era bien distinta. El tal “milagro económico” era la alegría del FMI y del Banco Mundial, a la vez que provocaba la infelicidad del pueblo. El crecimiento económico aumentaba la concentración de la renta, o sea, los ricos se volvían más ricos y los pobres cada vez más pobres.

La situación del pueblo era dramática. Las favelas crecían día a día y los salarios adquirían uno de los mayores niveles de desigualdad del mundo. La diferencia entre el mayor y el menor salario llegaba a 150 veces.

Las medidas implementadas por el gobierno militar fueron aplicadas gracias a la represión generalizada sobre todas las áreas de protesta: sindicatos, iglesias, universidades, intelectuales y grupos revolucionarios.

Además de reprimir y de cooptar a la población a través de la euforia creada por el “milagro”, los militares trataron de privar de sus características a la tradición de lucha de los sindicatos, aplastando cualquier acción reivindicatoria o política. Para ese fin, fueron creados varios decretos-ley, que dieron otra función al sindicalismo brasileño, transformándolo en un sindicalismo de prestación de servicios y no de lucha. (210)

Veamos, en un cuadro de conjunto, las principales medidas de la dictadura militar en relación con los sindicatos:

·        Donación de terrenos para la construcción de colonias de vacaciones y hospitales.

·        Concesión de bolsas de estudio para su distribución entre los hijos de los trabajadores, a través de las dirigencias adictas.

·        Convenios de asistencia médica entre el INNS y los sindicatos, que debían transformarse en grandes consultorios ambulatorios y centros de asistencia hospitalaria, de laboratorio, dental, etc.

·        Asistencia jurídica gratuita prestada por los sindicatos.

·        Programas de construcción de casas populares, con dinero público, coordinados por los sindicatos, y préstamos bancarios para los asociados. Estos dos programas formaban el llamado “Plan de Valorización de los Sindicatos”.

La meta de los militares era transformar a los sindicatos en centros de recreación y en máquinas asistenciales. Pero, a contramano de lo que los militares querían, sobre todo a partir de 1973, comenzaron a repetirse en las fábricas de varios estados pequeñas paradas de algunas secciones por mejores condiciones de trabajo o por aumento salarial. Se organizaban boicots contra las horas extra que los patrones imponían libremente, o la llamada “operación tortuga” entraba en acción para presionar a las empresas. Otro medio adoptado por los trabajadores para presentar sus reivindicaciones era el abaixo-assinado.

Pero la lucha más continuada era para crear un “grupo de fábrica” permanente, que fuera el embrión de una futura organización de clase. Se hablaba mucho de las Comisiones de fábrica y se estudiaba el ejemplo de los sindicalismos español e italiano.

El ahogo salarial aumentaba cada año. Los sindicatos, silenciados, cuidaban solamente de las actividades asistencialistas. (211) La política general del gobierno se resumía en la frase del ministro Delfín Neto: “vamos a hacer crecer la torta para después dividirla”.

En 1973, este ministro manipuló el índice de reajuste salarial que, en esa época, era decidido mediante un decreto del gobierno. El objetivo era dejar era dejar más dinero para los empresarios y, con eso, desarrollar más la economía, decía él. La realidad era que las empresas brasileñas obtenían altísimas ganancias. Se volvió célebre el caso del grupo canadiense Brascan, que en esos años, tuvo pérdidas en el mundo que equilibró con sus ganancias en Brasil.

El PBI había crecido un 11,4% en 1973. Las fábricas de montaje de automóviles producían casi un millón de autos por año. Al mismo tiempo, los datos del IBGE mostraban que 40millones de brasileños estaban en estado de subnutrición y que el 46% de las familias tenían una renta insuficiente para sobrevivir. Además, el 40% de las casas no tenían desagües.

La parálisis en la lucha de los trabajadores estaba garantizada por el vaciamiento de los sindicatos y por la represión generalizada, con la censura de los medios de comunicación, mientras que la Rede Globo funcionaba como un verdadero “Ministerio de Desinformaçao” del pueblo.

Para morigerar el aplastamiento salarial y una posible reacción de los trabajadores, la dictadura creo un Programa de Integración Social (PIS). Intentó bautizarlo el PIS del 14º salario, pero la ocurrencia no prendió. El PIS no pasaba de una esmirriada inyección de dinero, una vez por año, solamente para quien ganaba muy  poco.

En 1972, tenemos noticias de 12 huelgas por todo el país. En 1973, contra las previsiones de los militares, vuelven las huelgas a las fábricas grandes.

En San Bernardo, en esos años, las secciones de varias fábricas de automóviles paran, durante algunas horas, por un 10% de aumento. Es el caso de la Mercedes, la Volkswagen y la Crysler, cuyos trabajadores consiguen recibir un pequeño incremento. (212)

En el Sindicato de los metalúrgicos de San Bernardo, un grupo de sindicalistas dispuesto a la lucha asume la dirección de la organización. Algunos de ellos eran del PCB, otros de diferentes organizaciones políticas, pero la mayoría traía solo el bagaje de la experiencia vivida en la explotación. Fue la dirección de ese sindicato la que iba a liderar las huelgas de 1978 y 1979 y que se destacaría, en el escenario nacional, por su papel determinante en el movimiento obrero a partir de los 80.

En San Pablo, todavía en 1973, los metalúrgicos también paran, durante 10 minutos por día, durante una semana, las Industrias Villares, exigiendo el 10%. La victoria de Villares fue un ejemplo del regreso de las luchas en la capital paulista. En las fábricas se multiplicaban pequeños movimientos, como la “operación tortuga” y paradas de una sección u otra, aisladamente, exigiendo aumentos y anticipos del dissídio colectivo anual.

El “milagro brasileño” estaba llegando a su fin. El mundo comenzaba a sentir los efectos de la crisis del petróleo.

Ø      Parlamentarios de oposición y profesionales liberales contra la dictadura

A partir de 1974, la inflación había vuelto a crecer y el gobierno buscaba, cada vez más, préstamos en el exterior. Y el hundimiento salarial continuaba.

En enero, el general Geisel sucede, en una elección indirecta, al general Médici. El candidato del régimen fue electo por 400 votos. El partido de oposición, el MDB, presentó una candidatura alternativa, la de su líder Ulysses Guimarães, con Barbosa Lima Sobrinho como vice, y obtuvo 76 votos.

El año de 1974 fue el da la elección para el Congreso y para las Asambleas estaduales. La insatisfacción popular se reflejó en las elecciones de noviembre, que se transformaron en un plebiscito: era sí o no a la dictadura. Arena, el partido del gobierno, que se vanagloriaba de ser “el mayor partido de Occidente”, mostró toda su debilidad. De los 24 Estados, el gobierno militar perdió en 16. La victoria de la oposición fue significativa en los grandes centros y, sobre todo, en las regiones sur y sudeste. (213) El MDB aumentó su representación en el Congreso, de 94 a 184 diputados federales. Era cada vez más evidente que el pueblo no quería continuar con el gobierno dictatorial.

Esta derrota electoral modificó el discurso de los militares, llevándolos a hablar de una “apertura lenta, gradual y segura”. También mostró que era posible la derrota de la dictadura y que el régimen no era eterno. Esa certeza se fortaleció gradualmente y se materializó en acciones más directas contra el gobierno.

A partir de las elecciones de 1974, el Brasil había vuelto a tener una oposición parlamentaria actuante, formada por un grupo del MDB, que confrontaba con la dictadura. En los años siguientes, este grupo opositor se volvió conocido como el bloque de los “auténticos”.

La sociedad civil también volvía a manifestarse y a organizar movimientos opositores. Se reúnen, en esos movimientos, desde los familiares de los presos y exiliados políticos hasta organizaciones políticas que, diez años antes, habían apoyado tranquilamente al golpe y al régimen militar. Era el caso de la Orden de Abogados de Brasil (OAB), que, a finales de 1975, con la sociedad civil aún conmovida por la noticia del asesinato del periodista Vladimir Herzog, comenzó a exigir el fin de la dictadura. La consigna era “por la vuelta al estado de derecho”, que pasó a ser el mote de la OAB en las manifestaciones organizadas por todo el país. Estaban lejos los días que antecedieron al golpe del 64, cuando esa organización apoyó la implantación de la dictadura.

En 1975, como nuevas formas de protesta, comienzan los quebra-quebras de trenes y ómnibus. Era una población que se rebelaba contra los bajos salarios, las pésimas condiciones de vida, contra los precios y la calidad de los transportes públicos y el elevado costo de vida.

Al mismo tiempo, aumentaron las marchas estudiantiles y las manifestaciones de intelectuales, artistas y otros profesionales contra el régimen.

A partir de 1977, la presión por la apertura política se vuelve cada vez más fuerte. En el MDB, algunos parlamentarios no escondían su impaciencia con el ritmo de apertura que la dictadura quería imponer. Aprensivos con las manifestaciones de la oposición, los militares procuraban garantizar el control de la Cámara y del Senado. (214) Tristemente célebre se volvió el “paquete de abril”, que creaba varios mecanismos para impedir la victoria de la oposición en las futuras elecciones. Una de ellas fue la creación de dos “senadores biônicos”. Nombrados por la dictadura, no precisaban ser electos por el pueblo.

La sociedad se agita: curas, artistas y estudiantes vuelven a escena

Gradualmente, a partir de 1973, muchos sectores de la sociedad aglutinan fuerzas para enfrentar a la dictadura. Muchos de ellos habían apoyado, en 1964, a los golpistas, pero ahora, con otra comprensión, se colocaban a favor del pueblo, contra los militares.

Ø      El papel activo de la Iglesia Católica progresista

El caso de la iglesia católica es bastante complejo. Históricamente su jerarquía siempre estuvo íntimamente ligada al poder. Estuvo del lado de los de arriba. Pero, en su base, muchos curas y frailes estuvieron ligados, en muchos momentos a la vida del pueblo y se involucraron en sus luchas diarias. En Brasil, desde el comienzo de la industrialización, los católicos nunca se llevaron bien con los anarquistas, socialistas y comunistas que dirigían las luchas obreras. Al contrario, había fuertes conflictos. En los años de la gran agitación social que antecedieron al golpe de 1964, entre los católicos había una división. Una gran mayoría, siguiendo las orientaciones conservadoras de la jerarquía, alimentaba el miedo a la izquierda, a los “agitadores”, y se colocaba del lado de quienes querían acabar con toda esa efervescencia. O sea, apoyaba a las fuerzas de derecha que preparaban el golpe y la implantación de una dictadura que acabase con el peligro comunista.

Del otro lado, entre los fieles y algunos padres y frailes, había muchos activistas sociales que actuaban en el MEB, en muchos sindicatos, o participaban de movimientos progresistas como la JOC, la ACO y la JUC. Estos estaban en contacto directo con la izquierda y discrepaban frontalmente con la orientación conservadora de las altas jerarquías. (215)

En las vísperas del golpe, la inmensa mayoría de los obispos estaba a favor de dar el famoso “basta” a las izquierdas. Había cardenales, obispos y curas directamente involucrados en los preparativos del golpe, como el caso del cardenal de Río de Janeiro, Jaime Câmara. Hay un libro del obispo de Crateús, Heleno Fragoso, Una iglesia de Crateús, en el que deja bien clara esta situación:

“Los golpistas en el poder pasarían a contar, o continuarían contando, con cierta complacencia o complicidad de relevantes segmentos de la sociedad civil, que así lo hacían por miedo o por oportunismo. La propia dirección de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), en un primer momento, manifestaría su apoyo.”

En seguida, nombra a cinco obispos que discrepaban con esa posición: Don Valdir Calheiros, Don Vicente Távora, el propio autor, Don Francisco Mesquita  y Don Severino Aguiar, entre otros. Hay otras listas de obispos disidentes con la línea oficial de la jerarquía: Don Helder Câmara, Don Marcos Jorge, Don Tomás Balduino, Don Adriano Hippólito, entre otros. El hecho es que, en un primer momento, la oposición al golpe en el medio católico era pequeña.

Pero, rápidamente, el número de curas, frailes y obispos que pasaron a oponerse a la dictadura se hizo cada día mayor, viendo la miseria creciente del pueblo y el avasallamiento de la libertad. El caso más conocido de participación activa de miembros del clero católico en la lucha contra la dictadura, como vimos, fue el de los frailes dominicanos. Nombres como fray Betto, fray Tito, fray Fernando, fray Ivo y tantos otros son incorporados a la galería de los luchadores del pueblo contra la dictadura y por un Brasil justo y libre. Otros nombres mucho más conocidos, ligados a la actuación política en la visión de la Teología de la Liberación, fueron la madre Cristina y el fraile Leonardo Boff, entre otros.

En San Pablo, el cardenal Don Paulo Evaristo Arns, al contrario del cardenal que lo antecedió, fue un declarado opositor al régimen. En 1973, celebró una misa de séptimo día para el estudiante Alexandre Vannucchi Leme, miembro del ALN, asesinado bajo tortura, en el DOI-Codi de San Pablo. (216) En noviembre de 1975, abrió nuevamente las puertas de la catedral para un culto ecuménico, que reunió más de 5.000 personas, para homenajear al periodista Herzog, también asesinado bajo torturas, en el mismo DOI-Codi.

Durante toda la década del 70, en todo Brasil, centenares de curas y frailes y miles de laicos actuaban en las CEBs. Particularmente, en las parroquias de la periferia paulista, junto con las CEBs, se desarrollaban varias formas de organización popular fundamentadas en la visión de la Teología de la Liberación. El hilo común entre esas organizaciones populares y el resto de la izquierda era la necesidad de movilización para luchar contra la dictadura y el desarrollo de la solidaridad con las reivindicaciones populares, las huelgas, manifestaciones y acciones organizativas. Las CEBs, en todo Brasil, llegaron a tener más de 80.000 núcleos, involucrando a 2 millones de activistas sociales.

Muchos militantes de movimientos sociales, en la periferia de las grandes ciudades, en los sindicatos y oposiciones sindicales fueron despertados a la lucha política por las actividades de las CEBs. Esas comunidades actuaban en estrecha vinculación con la Pastoral obrera. Uno de sus dirigentes más destacados de esa línea de actuación fue el metalúrgico paulista Waldemar Rossi.

Las CEBs continuaron sus actividades hasta el cambio político del Vaticano, en la década del 80, cuando el anticomunista y conservador papa Juan Pablo II consiguió vaciarlas o domarlas. En su lugar, el Vaticano trató de colocar una visión llamada “carismática” de religión. Esta apartaba a los fieles del compromiso con la lucha diaria por su libertad política y enfatizaba la visión de la salvación espiritual, personal e individual.

Ø      La lucha por la amnistía de los presos políticos

Impulsado por abogados y familiares de presos políticos, en 1975 se crea el Comité Brasileño por la Amnistía (CBA).  Este pasa a desarrollar un importante papel en el escenario brasileño a partir de ese año. Su reivindicación inmediata era una “amnistía amplia, general e irrestricta” y, de forma más amplia, el fin de la dictadura.

Los estudiantes también se vuelven a manifestar. Se volvió famoso el III Encuentro Nacional de los Estudiantes por la reorganización de la UNE, en San Pablo, en 1977. (217) Violentamente disuelto por las fuerzas de la represión, fue conocido como la “masacre de la PUC”, por la cantidad de estudiantes agredidos por la policía.

En 1978, en las periferias del gran San Pablo, el “movimiento de costo de vida” organiza un abaixo-assinado y exige del gobierno una reducción del costo de vida, congelamiento del precio de los artículos de primera necesidad, refuerzo salarial del 20% y aumento salarial. En todo Brasil, fueron recogidas casi 1,5 millones de firmas. En 1979, ese movimiento, rebautizado como “movimiento contra la carestía”, realiza un gran acto, en la catedral de Sé, en San Pablo, para llevar las firmas a Brasilia. Una numerosa partida policial, en el intento de dispersar a los manifestantes, detuvo a 14 personas y dejó 60 heridos.

En el exterior, los miles de exiliados representaban un factor más de presión sobre los militares que no querían dejar la escena. En Francia, Italia, Suiza, Alemania, Holanda, Suecia, Chile y México, comités de exiliados comenzaron a exigir el fin de la dictadura y el derecho de regresar a su tierra.

En la mayoría de las grandes capitales, la población se movilizaba y discutía sobre las torturas a los presos políticos, exigiendo el fin de la dictadura y de las violaciones a los derechos humanos.

En cada viaje de alguna autoridad brasileña al exterior, se desencadenaban manifestaciones contra el régimen.

En 1976, en Holanda, el 4º Tribunal Russel, célebre foro internacional para el juzgamiento de crímenes contra la humanidad, condenó los crímenes de la dictadura militar brasileña. La repercusión de este juicio y las repetidas manifestaciones frente a las embajadas brasileñas en el exterior importunaban la propaganda de los militares. Ellos insistían en mostrar al Brasil como una “isla de la fantasía” de paz y prosperidad.

Ø      Los artistas entran en el coro contra la dictadura

En el Brasil, intelectuales y artistas continuaban expresando su insatisfacción con el régimen. El compositor Chico Buarque de Holanda, los teatrólogos Plínio Marcos y José Celso Martínez, los actores Gianfrancesco Guarnieri y Francisco Milani, se tornan símbolos de la lucha contra la falta de libertad que sofocaba al país y, específicamente, al mundo artístico.

Muchos libros retratan aquello años. Uno de los más interesantes es el de Marcelo Ridenti, En busca del pueblo brasileño: artistas de la revolución, do CPC a la era de la TV. En él, el autor describe toda la producción cultural de los años de la dictadura, marcada por el clima de censura y represión que reinaba.

Factores externos también influían sobre las variadas manifestaciones culturales del país, a partir de los años 70. Hubo una gran expansión de la industria cultural, en Brasil y el mundo, destacándose el crecimiento de la industria fonográfica. El mercado, dominado por las grandes grabadoras multinacionales, llegó a ser el 6º productor de discos del mundo. Al mismo tiempo, la televisión con la introducción del color, se estructuraba y, en la década siguiente, Brasil poseía la 4ª red mundial de televisión: la Red Globo.

En la música, la variedad de ritmos y estilos fue la característica de esos años. Chico Buarque, en una de sus tantas músicas contra la opresión de la dictadura, demuestra ese eclecticismo: “aquí en la tierra están jugando futbol, hay mucho samba, mucho choro y rock and roll”. Su música de protesta como A pesar de você o la mucho más trágica Cálice, eran cantadas por todos aquellos que soñaban construir una realidad sin dictadura.

La producción cultural comprometida con la democracia recobró el aliento después de la apertura política. Florecieron las novelas, las memorias, las autobiografías, los testimonios y las novelas-reportaje.

En el cine, los temas populares y urbanos relacionados con la realidad brasileña, las condiciones de vida, la lucha de los trabajadores, pasan a ser retratados con diferentes estilos y enfoques. Entre esos filmes, se destacan: Lucio Flavio, el pasajero de la agonía de Hector Babenco, San Bernardo de Leon Hirzman, La guerra de los pelados de Silvio Back y Brazos cruzados, máquinas paradas de Roberto Gervitz.

Además del cine, también florecen grupos teatrales ligados a la lucha popular y a los trabajadores, como el grupo paulista União e Olho Vivo, animado por César Vieira, seudónimo del abogado de presos políticos Idibal Pivetta. En Rio, se volvió célebre el grupo Teatro del oprimido, animado por Augusto Boal.

Toda esa efervescencia y movilización de la sociedad era una clara señal de que alguna explosión popular estaba por irrumpir. Y así fue, en el inicio de mayo de 1978, con las huelgas metalúrgicas en San Bernardo del Campo y , en seguida, de los metalúrgicos de San Pablo.

La recuperación de los movimientos y la explosión de las huelgas en 1978

Los antecedentes que llevaran a las huelgas de 1978 fueron generados por el trabajo de acumulación de fuerzas realizado por los militantes sindicales, desde 1967 y que continuó durante los años 70. El centro de todo ese trabajo estaba en la necesidad del renacimiento en nuevas bases de vida sindical. La revitalización de la actividad sindical se dio de dos formas:

·        La primera, en algunos sindicatos que tenían una dirigencia dispuesta a luchar y enfrentar a la dictadura. Un caso ejemplar fue el de los metalúrgicos de San Bernardo del campo, en el gran San Pablo.

·        Otra forma fue a partir del trabajo de los opositores sindicales que combatían a dirigencias sindicales adictas al gobierno, en general, llenas de interventores. Fue el caso típico de los metalúrgicos de la capital paulista, cuya dirigencia estaba compuesta por interventores al servicio de la dictadura y de los patrones de la Fiesp. Solo para tener una idea, en este sindicato tanto el presidente como el vice eran del directorio de Arena, el partido de la dictadura, y colaboraban directamente con los órganos de represión.

A partir de 1975, aún con todas las restricciones impuestas por el régimen, los metalúrgicos de San Bernardo se tornan un referente dinámico de la actividad sindical del país. Allí nació el liderazgo de Lula, el tornero mecánico que se tornó famoso.

En agosto de 1977, un artículo publicado en el diario norteamericano Washington Post y reproducido en el O estado de Sao Paulo detona una lucha por el reposicionamiento sindical. (220) El artículo hablaba sobre una descripción del Banco Internacional para la reconstrucción del Desarrollo (Bird), brazo del Banco Mundial, que alertaba a los inversores que el gobierno brasileño se había equivocado en la publicación de su índice oficial de inflación de 1973-1974. La dictadura brasileña había divulgado que la inflación oficial había sido del 12,6% cuando en realidad fue del 22,5%. Esa noticia circuló entre muchos trabajadores que decidieron salir al contraataque y exigir lo que les había sido robado. Esa falsificación del índice real de inflación se conoció como el “robo de Delfim”.

Algunos sindicatos, en agosto de 1977, liderados por los metalúrgicos de San Bernardo, inician una movilización por la reposición del 34, 1% actualizado, robado por el gobierno. En septiembre, se reúnen, en el frente del sindicato, en asamblea, casi 5.000 personas.

En San Pablo, en ocasión de la campaña salarial de los metalúrgicos, en el mes de octubre, la Oposición Metalúrgica consigue aprobar, en una asamblea de más de 1.000 personas, la disposición de una huelga por la recuperación de la inflación del 73.

El año 1978 comenzó recalentado por  la reivindicación del 34,1% del año anterior. Luiz Inácio da Silva, Lula, es entonces electo presidente del Sindicato de los metalúrgicos de San Bernardo.

En varias fábricas de ese sindicato, grupos de activistas comienzan a preparar una huelga reivindicando el 21% de aumento salarial. El periódico del sindicato, Tribuna metalúrgica, también era distribuido en los barrios obreros de la periferia del gran San Pablo en bares, escuelas y centros comunitarios.

Militantes de la oposición sindical metalúrgica también intensificaron la preparación de una huelga, en las fábricas de la capital, por la misma reivindicación. El periódico de la oposición, Lucha sindical, decía en su primera página: “20% o huelga”.

En el 1º de mayo de 1978, los promotores de la huelga continuaban calentando y la dictadura no daba respuesta a las reivindicaciones de los trabajadores. (221)

El día 12 de mayo, la fábrica de camiones Scania Vabis, de San Bernardo, para. Después, es el turno de la Ford, la Mercedes, la Volkswagen y de casi todas las otras fábricas de la región. En la primera semana de paralización, 60.000 metalúrgicos de 24 empresas experimentan, después de largos años, el gusto de la huelga.

La primera huelga fuera de San Bernardo, el día 26 de mayo, estalla en la fábrica de componentes electrónicos Toshiba, en San Pablo.

La reivindicación era casi la misma en las dos ciudades. En San Pablo, se exigía, además de la recomposición salarial, la legalización de las Comisiones de Fábrica, porque no se podía contar con una dirección sindical aliada a los patrones.

De mayo a junio, la ola de huelgas se extendió a todo el estado de San Pablo. Las huelgas eran lideradas, en las fábricas, por militantes organizados en grupos clandestinos. Los trabajadores entraban en las fábricas, como si fuesen a trabajar, pero se quedaban junto a las máquinas con los brazos cruzados. Escenas como esa fueron retratadas en un documental con el sugestivo título de Brazos cruzados, máquinas paradas. Eran huelgas aisladas, fábrica por fábrica, de corta duración, o de, como máximo, una semana. Las reivindicaciones comenzaban por la recomposición salarial y se extendían hacia otras exigencias, como la legalización de las comisiones o por mejores condiciones de trabajo.

Casi todas esas huelgas resultaron exitosas. Los trabajadores consiguieron la recomposición salarial y, sobre todo en San Pablo, la creación de Comisiones de Fábrica en varias empresas. Las comisiones eran una salida para organizar la huelga donde había sindicatos controlados por pelegos e interventores. Sobre todo en San Pablo, las comisiones representaban una propuesta de organización social alternativa de la heredada de Getulio Vargas.

Había una rica elaboración teórica sobre la estructura sindical, y la propuesta de varias oposiciones sindicales era que los sindicatos deberían ser independientes y autónomos del Estado, esto es, de la estructura oficial. Las comisiones deberían ser las raíces para la implementación de una acción sindical de base. Deberían ser independientes, controladas única y directamente por los trabajadores en sus lugares de trabajo. (222)

En septiembre de 1978, en la ciudad de Cabo de San Agostinho, ocurre la primera huelga de cortadores de caña, desde el golpe del 64. Fue exitosa y mostró la insatisfacción de los trabajadores del campo con sus condiciones de vida y ganancias miserables. El sector azucarero, que creció mucho a partir de 1970, aumentó el número de asalariados rurales, los trabajadores temporales llamados de “bóias-frias”.

En el día 10 de octubre, los metalúrgicos de San Pablo hacen la primera huelga general de una categoría entera. Paran 250.000 metalúrgicos de la capital. Una asamblea obrera, que reunió 30.000 personas, vota por la continuidad de la huelga. Pero la dirección del sindicato, de común acuerdo con los patrones de la Fiesp y con los militares, traicionó el movimiento de los trabajadores. Hasta las conquistas obtenidas en mayo, junio y julio en las huelgas fábrica por fábrica son anuladas.

Se calcula que el número de huelguistas, durante todo el año 1978, había llegado al millón. La mayoría de esas huelgas fue de metalúrgicos y los ejes centrales fueron San Bernardo y la ciudad de San Pablo.

En 1979, la clase obrera vuelve a la escena política del país. Periódicos, radio y televisión, contra la voluntad de la dictadura, no pueden ya esconder este movimiento. Fueron más de 430 huelgas, con 3,2 millones de huelguistas de varias categorías.

Reivindicaban aumento salarial, reajuste semestral, estabilidad en el empleo y una semana de trabajo de 40 horas. Además de las reivindicaciones típicamente trabajadoras, las políticas eran: derecho de huelga, libertad de organización en los lugares de trabajo, libertad y autonomía sindical, amnistía para los presos políticos y fin de la dictadura.

La huelga general de los metalúrgicos de San Bernardo, el día 13 de marzo, inició una tradición que se tornó una marca distintiva de las huelgas del ABC paulista. Fueron huelgas de larga duración. La dirigencia sindical, comprometida con los intereses de la clase trabajadora, promovía grandes asambleas diarias con la presencia de 30, 50 y hasta 100.000 metalúrgicos.

En esta primera huelga de 1979, el gobierno intervino el sindicato y colocó miles de policías en las calles para reprimir a los huelguistas. Pero ninguna intervención conseguía debilitarlos. (223) a partir de esas huelgas el liderazgo de Lula se esparce por el país y se torna conocido nacionalmente.

En el fin de octubre, comienza una gran huelga entre los metalúrgicos de San Pablo, cuya realidad era totalmente diferente de la que existía en San Bernardo. La dirigencia del sindicato, siempre del lado de los patrones, hacía todo contra la huelga.

La dirección de la huelga se puso en las manos del Comando de Huelga, que era elegido por los huelguistas de varias regiones de San Pablo. El comando coordinaba la garantía de un máximo de participación de los trabajadores en la conducción y continuidad del movimiento. Fue una huelga de calle, con grandes piquetes y una organización descentralizada. Los piquetes, conocidos como “piquetões”, comenzaban con un puñado de activistas que salía en manifestación/marcha invitando e incentivando a todas las fábricas a parar. “piquetões” de 5 a 10.000 personas desfilaban por los barrios de mayor concentración obrera. Esa experiencia se repitió, de forma más limitada, en ciudades como Río de Janeiro y Belo Horizonte.

La represión fue grande y violenta con más de 1000 encarcelados desde la víspera de la huelga. En el día 3 de octubre, Santo Dias da Silva, militantes de las Comunidades de Base y de la Pastoral obrera, candidato a vicepresidente de la oposición sindical el año anterior, fue asesinado por la policía en un piquete, en la puerta de la fábrica de lámparas Sylvannia. Santo, junto con Waldemar Rossi, era uno de los principales líderes obreros de la izquierda católica obrera.

El gobierno, procurando disminuir la oleada de huelgas, modifica la ley de reajustes salariales y decreta el aumento semestral, compensando un poco la inflación. Pero esta aumentaba muy rápidamente y devoraba, en poco tiempo, los reajustes semestrales.

En 1979, también los bancarios de varios estados, liderados por la oposición o por nuevas dirigencias, entran en escena y pasan a ser uno de los motores de la movilización de trabajadores. En Porto Alegre y San Pablo, aparecen líderes que, en el futuro, tendrán un gran papel en la política nacional. Fue el caso del bancario gaúcho Olívio Dutra, que se convirtió en la referencia política en Rio Grande do Sul y en la nación. En San Pablo, apareció el liderazgo de Luiz Gushiken. (224)

Los profesores fueron otra categoría que inició una larga serie de movilizaciones y huelgas en San Pablo, Río de Janeiro y otros estados. De esas huelgas en el sector de la educación, surgen los primeros sindicatos de funcionarios públicos, hasta entonces no permitidos por la ley. La clase trabajadora había roto con la corriente de miedo.

Las huelgas de 1979 tuvieron una organización diferente a las de 1978. Fueron de toda categoría y no solo fábrica por fábrica. Casi todas tuvieron una larga duración. Una novedad fue la creación, en muchas de ellas, de Comandos de huelga. Estos eran una forma de democratizar las decisiones, por fuera de la estructura sindical oficial.

La mayoría de las asambleas, siguiendo el ejemplo de los metalúrgicos de San Bernardo, eran realizadas en estadios o locales públicos. En Porto Alegre, Belo Horizonte, Recife y muchas capitales, la televisión local mostraba estadios llenos de trabajadores en huelga.

Otra característica de esas huelgas fueron los Fondos de huelga. Estos surgirán con la intervención de los sindicatos, decretada por el gobierno, y servían para recaudar alimentos que sustentarían a los huelguistas y sus familias. También funcionaban como polos de aglutinación y organización, porque no se podía contar con los sindicatos bajo intervención.

La represión policial fue muy fuerte. En 1979, fueron asesinados por la policía, muchos obreros en piquetes o manifestaciones. Entre ellos, el metalúrgico Dias da Silva, en San Pablo, Orocílio Martins Gonçalves, de la construcción civil de Belo Horizonte, Benedicto Gonçalves y Guido Leao de los metalúrgicos de Minas Gerais.

Las huelgas de 1979 fueron de enfrentamiento directo contra los patrones y contra la dictadura militar que los protegía. Al mismo tiempo, los huelguistas se enfrentaban con los pelegos y sus nuevos aliados, los “reformistas”, del PCB y del MR-8. Los pelegos siempre estuvieron en contra de las luchas de la clase trabajadora y cumplían su papel de vaciar y traicionar cualquier movilización. (225) los nuevos aliados eran líderes de izquierda que tenían un pacto con los viejos pelegos para introducirse en sus viejas maquinarias sindicales. Por esa alianza y por entender que las huelgas, en ese momento, trababan la apertura política a ser negociada con la dictadura, estaban contra las huelgas y, como mínimo, pretendían limitar su alcance.

Así, la clase obrera, después de romper la barrera del miedo, llegó al año 1980 representando un gran peso político en el escenario nacional. La ley de huelga estaba siendo derrumbada en la práctica y los trabajadores se politizaban rápidamente. Nuevas exigencias, como la libertad de organización partidaria y las elecciones directas para presidente de la república, comenzaron a aparecer en boletines y periódicos sindicales.

Entre 1965 y 1980, ocurre una “modernización conservadora” de la agricultura, impuesta y patrocinada por el gobierno. Una modernización sin reforma de los fundos, esto es, sin reforma agraria. La dictadura favoreció todo tipo de crédito rural subsidiado para la mecanización y la expansión de la comercialización de abonos y pesticidas. Los resultados fueron el crecimiento de la cultura de la exportación y del crecimiento de la propiedad rural. Para los campesinos, ningún beneficio. La expulsión de los agricultores de las haciendas y de las pequeñas propiedades hacia las ciudades y hacia las villas, generó una explosión de desempleo y de los “boias-frias”. En este ambiente, en 1985, nacerá el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), una respuesta a esa modernización capitalista hecha por los militares.