crónica
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Carlos Monsiváis
Los politécnicos
El IPN y sus reservas de energía
(Crónica de 1968-XI)
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Foto: La noche de Tlatelolco "En el Poli, la mentalidad militante alcanza su clÌmax" |
El Instituto Politécnico Nacional es fruto de un proyecto del presidente Lázaro Cárdenas, de un centro de enseñanza superior para hijos de trabajadores. Pocos años más tarde, el IPN es el sitio idóneo para los alejados de los beneficios verdaderos de la revolución mexicana, un espacio del relegamiento educativo donde, pese a todo, se forman profesionistas de valía. Esto, muy a pesar del gobierno que, en 1942 óseñala David Vega en Pensar el 68 (Cal y arena,1988)ó, hace estallar "un gran movimiento precisamente porque se negaba al IPN la calidad de instituciónÖ Eso dio lugar a una acción de defensa: el 6 de marzo, a las 18:30 horas, una manifestación de estudiantes que demandaban la legalización del Politécnico fue agredida por granaderos y bomberos en la esquina de Palma y Madero. Hubo muertos y heridos. Cabe aclarar que ya en esa época el núcleo de la organización estudiantil se encontraba en el Internado" (un servicio asistencial para estudiantes de provincia, en lo fundamental).
En los años 50 el gran escollo de las administraciones del IPN es la fama izquierdista y "populista" del alumnado. Y en 1956, el director general del Poli, ingeniero Alejo Peralta, obtiene del presidente Adolfo Ruiz Cortines el permiso para su "operación quirúrgica", que extirpará al grupo de izquierda (los "iguanos"), so pretexto de expulsar a los "gaviotas", jóvenes errabundos que, con tal de no ser homeless, se refugian en el Internado. El 23 de septiembre el Ejército ocupa el Internado, la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y otros edificios. Hay heridos, intentos de cantar el Himno Nacional (ese preámbulo de las golpizas en la Era del PRI), y dos enviados a la cárcel por varios años: los líderes estudiantiles Nicandro Mendoza y José Guadalupe Zuno, hijo de un priísta del mismo nombre, ex gobernador de Jalisco, autor prolífico y suegro de Luis Echeverría. El Internado se clausura.
øQuién protesta y cuántos se asombran? En la UNAM se pegan volantes con las fotos de los detenidos, algunos se enteran, y de ellos un porcentaje menor se preocupa. Pero el ingeniero Peralta es un empresario conocido, y don Adolfo Ruiz Cortines es un clásico de la política escurridiza. El Estado es omnipotente, y ante su majestad trituradora conviene refugiarse en la indiferencia o la despolitización, que para el caso dan lo mismo. Y, además, en una sociedad clasista (término preglobalizado), la limitación más seria del Poli es la abundancia de hijos de campesinos, de obreros, de artesanos y de burócratas menores. øAsí como quiere una institución asomarse al prestigio académico monopolizado por la UNAM? Y los lectores de periódicos óen ese momento el todo de la opinión públicaó se enteran por las fotos de ese acontecimiento tan "pintoresco", el desalojo.
1968: El ingreso de los
De 1956 a 1968 apenas se perciben desde fuera las luchas estudiantiles en el IPN, los intentos de eliminar la mediatización y el control férreo de los caciques y sus porros. Algo con todo se le permite a los politécnicos: los tumultos al final de los juegos de futbol americano entre los equipos de la UNAM y el IPN, esas "noches libres" del saqueo modesto de comida y refrescos, los vidrios rotos, los autobuses secuestrados y las pedrizas con la policía. Eso, entre unas cuantas detenciones, se minimiza: son alborotadores sin contexto político. Pero el desarrollo académico quebranta los esquemas feudales de control y, en 1967, en el Congreso de Escuelas Tecnológicas en León, la FNET (Federación Nacional de Estudiantes Técnicos), un membrete al servicio de las autoridades, se debilita al extremo. (El membrete sí, pero el control no, porque hasta hoy persiste.)
Esto se desconoce fuera del IPN. Por eso, apenas llama la atención el pleito entre dos pandillas de hamponcetes, los "Arañas" y los "Ciudadelos", los alumnos de la Escuela Isaac Ochoterena, y los estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Politécnico (ubicadas en la Plaza de la Ciudadela). Al día siguiente, la algarada se torna rebeldía. Los granaderos incursionan provocadoramente en las vocacionales, maltratan y vejan, abandonan las escuelas, regresan, lanzan macanazos y bombas lacrimógenas, se entretienen retando a la inermidad estudiantil que, inesperadamente, se transforma en acto insurreccional. Casi de la nada, la desesperación adolescente extrae garrotes, gases, diluvio de piedras. Tres mil politécnicos riñen con cientos de granaderos, de las diez de la mañana a la una de la tarde. No hay efervescencia previa, y los elementos explosivos son la brutalidad policiaca y el deseo de restablecer de algún modo la justicia.
A los detenidos se les libera en unas cuantas horas, pero es alta la cifra de golpeados, entre ellos maestros. El malestar continúa y, muy a su pesar, la FNET le solicita al Departamento Central el permiso para una marcha de protesta, que va de la Plaza de la Ciudadela a la Plaza del Carrillón del Casco de Santo Tomás. Con este exorcismo teatral, calculan la FNET y sus manejadores, se dividirá el rapto colérico. Algo no toman en cuenta: la extensa red de activismo de izquierda, las células del Partido Comunista, los grupos de la Juventud Comunista, del maoísmo, del espartaquismo. Si al producirse los acontecimientos las organizaciones radicales no tienen en rigor influencia alguna, y los activistas escasean, en unas cuantas horas se han multiplicado o han centuplicado su influencia. Examínese el testimonio de Jaime García Reyes (en Pensar el 68):
El 26 de julio de 1968, la marcha de la FNET para protestar tibiamente por la agresión de los granaderos en días anteriores, se les volteó en el Carrillón cuando los opositores de la FNET nos apoderamos del sonido que ellos mismos habían llevado. En ese momento pudimos contar con algunas fuerzas más y organizarnos. Salimos con la pretensión de ir hasta el Zócalo. Caminamos unas dos cuadras hasta la calle de Nogal o de Fresno, tomamos autobuses, nos bajamos en el Panteón de San Fernando y desde ahí iniciamos nuestra marcha independiente. En la Torre Latinoamericana coincidimos con una marcha que había organizado la CNED en apoyo a la Revolución Cubana. Ahí nos marcaron una línea para que ellos se dirigieran al Hemiciclo a Juárez y nosotros tuvimos que meternos por la calle de Madero. Casi llegando al Zócalo, en Palma, los granaderos nos hicieron sandwich. Nos pegaron a muchos, posteriormente se corrió la versión de que yo estaba conmocionado, pero sólo salimos golpeados, y nos reorganizamos; en el camino, algunos compañeros sacaron las alcantarillas, que antes eran de concreto, las estrellaron contra el piso y nos proveyeron de piedras.
No recuerdo que hubiera piedras en los basureros. Nosotros hicimos las piedras con las alcantarillas. Desorganizados, llegamos al Hemiciclo a Juárez y en ese momento se dejó venir la policía civil, encabezada por el jefe policiaco Mendiolea Cerecero, con la idea de meterse entre nosotros, dar pequeños golpes y desbaratar la manifestación, pero en cuanto los tuvimos a tiro los apedreamos.
Al reexaminar el Movimiento me resulta evidente algo que en su momento registré a la distancia: la mayor voluntad de resistencia de los politécnicos, que alcanza la violencia callejera, de ningún modo adscrita a un plan revolucionario, pero vivida con la vehemencia de la gran reivindicación. Desde el lado estudiantil, el Movimiento surge en primerísimo término por el sentimiento potente de los politécnicos, que combina, entre otros elementos, la rabia ante las arbitrariedades de la policía, el rencor social, el impulso de la marginalidad que quiere dejar de serlo, y el hábito de las contiendas físicas. Todo esto es inevitable, pero Díaz Ordaz ve en estas señales el viso de un levantamiento.
Esa noche, la Jefatura de Policía envía un boletín. Actuaron, aclaran, porque José R. Cebreros, presidente de la FNET, solicitó la restauración del orden y la captura "de quienes estaban provocando esos actos, aun cuando se tratara de auténticos estudiantes".
A partir del 27 de julio, los politécnicos le dan forma organizada a su radicalismo. El Comité de Lucha del IPN divulga su pliego petitorio:
1. Desaparición de la FNET.
2. Expulsión de los dirigentes de la misma y de seudoestudiantes priístas que son agentes del gobierno.
3. Desaparición de los cuerpos represivos.
"A la cachi, cachiporra, porra"
A lo largo del Movimiento, asisto tres o cuatro veces a las asambleas del Politécnico. Las atmósferas difieren considerablemente de las universitarias, en cuanto a exhibición de pasiones, aprendizaje más severo del habla asambleísta, dureza en los pronunciamientos, resistencia sobrehumana a las horas-asamblea. No se percibe en el Poli el vaho de las modas culturales ni la ironía de los lectores de novelas seguros de ser en esas semanas autores y lectores de una novela portentosa. Tampoco abundan las jóvenes intensas que en Ciencias, Filosofía y Ciencias Políticas marcan el cambio de actitud de las mujeres. Los distingos son tan obvios que no hace falta decirlos, como se hubiese comentado en el 68. En la UNAM se estudia para triunfar; en el Politécnico para salvar a la familia y salvarse uno mismo de la probada vocación de fracaso. (Y la excepción tardía de un estudiante de Vocacional en 1968, Ernesto Zedillo, no hace verano.)
El 30 de julio, luego del bazukazo en la Preparatoria, los estudiantes de las vocacionales chocan de nuevo con granaderos e integrantes del tercer batallón de paracaidistas. Hay 75 detenidos y 40 heridos, todos estudiantes. Trascendida la mera reacción instantánea, esto ya es disidencia frontal.
También solivianta a los politécnicos la complicidad de sus autoridades con el gobierno. El doctor Guillermo Massieu, director general del IPN, es demasiado típico para ser cierto. En reunión con los líderes de la FNET (los fantasmones que animan el membrete), Massieu se dice en desacuerdo con el allanamiento de las escuelas pero en tanto ciudadano reconoce "la necesidad de que las fuerzas de seguridad mantengan el orden institucional". Es decir, que hicieron bien en allanar las escuelas. Y los apuntaladores de las siglas de la FNET condenan a los agitadores que "persiguen fines bastardos".
Al extenderse los paros indefinidos y las huelgas en el IPN, se derrumba la ilusión del control. Y el líder de la FNET (y uno de sus escasos miembros) José R. Cebreros, va a fondo. Le solicita al jefe de policía Luis Cueto un oficio que lo exonere de la imploración represiva que le atribuyó la propia Jefatura. Aún hoy, la carta es un prodigio de destreza nonata:
México, D. F., 2 de agosto de 1968.
A los alumnos del Instituto Politécnico Nacional
Presente.
El suscrito Jefe de Policía Preventiva del DF, se permite manifestar a ustedes lo siguiente:
Que a petición del presidente del Comité Ejecutivo Nacional de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, no tiene inconveniente en afirmar que en ningún momento el mencionado representante estudiantil solicitó a esa Jefatura la intervención de la Policía en los actos que se desarrollaron durante el 26 de julio próximo pasado.
Cualquier versión en otro sentido queda desmentida con esta declaración.
Atentamente
General de División Luis Cueto Ramírez
Si algún politécnico leyó esta obra maestra del apoyo póstumo, debió gozar de un ataque de hilaridad, merecida, por lo desmesurado del hostigamiento de esa policía tan cariñosa en el desmentido. Escuelas tomadas, escuelas ametralladas, vendettas, sacudimientos craneanos, encarcelamientosÖ Y a eso añádase las debilidades patentes de sus funcionarios. El doctor Massieu se apresta para encabezar la marcha de protesta del 15 de agosto, y luego se hace a un lado, no sin exigencias: "Será necesario evitar todas aquellas expresiones que no tengan relación directa con las peticiones del estudiantado politécnico y todas aquellas intervenciones que sean ajenas o perjudiciales a los intereses del Instituto y, por supuesto, de la nación. El programa detallado del acto tendría que ser conocido y discutido de antemano con las autoridades del Instituto".
En su "canto de cisne", Cebreros, regente del membrete de la FNET, da el 6 de agosto una conferencia de prensa donde denuncia al Comité Coordinador de Huelga del IPN, que "incita a los estudiantes a quemar autobuses y causar daños a particulares, pues está infiltrado por agentes de la CIA y del comunismo internacional". La FNET agota sus bríos, e igual le sucede al melodramático director. El 9 de agosto, Massieu le pide a los estudiantes que adopten el lema "Manos fuera del Politécnico", y se despacha con su postrer intimidación: "Todavía es tiempo de que ustedes reaccionen; si no quieren ver al Instituto dentro de un estado de caos que no favorezca ni al Instituto ni a la nación, deben alinearse con el politecnicismoÖ La institución está por encima, inclusive, de los hombres que la dirigen". Pues sí que está muy alta la institución.
El politecnicismo no responde, tal vez por ahogarse en su complejidad onomástica, y se adueñan del escenario los radicales, de formación vagamente marxista, valientes, sectarios, imaginativos, aferrados a la disciplina autoimpuesta. Se integran al CNH, y son consecuentes y combativos (para usar adjetivos de la época). Sin embargo, es mínimo su papel en las evocaciones, pese a ser sin duda alguna los más reprimidos. Una hipótesis al respecto: la Historia también la escriben los vencidos con hábito de escritura, y esto explica el registro tan menor de un espíritu épico tan demostrable. Otras causas complementarias: el mayor protagonismo de los universitarios; la presencia del rector Barros Sierra; el interés compulsivo de los medios informativos en la UNAM; la falta de "relevancia social" del Politécnico. Pero sin la intrepidez de los del Poli, el tono confrontacional del 68 hubiese sido distinto, menos vibrante sin duda.
"Varios compañeros estaban
Mientras dura el Movimiento, me entero a ráfagas de los sucesos del Poli. Me percato de que con estos activistas, igual que con muchísimos de los brigadistas, la mentalidad militante alcanza su clímax, sé del rigor con que usan la causa para redefinir a fondo la conducta (y sé cómo en los grandes retrocesos de la causa, parecen suspendidos en el vacío); sé de episodios de tozudez y arrojo. Pero ignoro los datos puntuales, y sólo mucho después tendré acceso a parte de ellos, por ejemplo gracias al testimonio elocuente de Jaime García Reyes: "Cuando el bazukazo y la toma de la Prepa Uno, nosotros estábamos en la Vocacional 7. Sabíamos que habían tomado la Vocacional 5 y que venía un camión del Ejército. Se discutió mucho si ofreceríamos resistencia al Ejército, incluso nos intentamos parapetar, amarramos cadenas, pusimos mesabancos y varios compañeros estaban dispuestos a quedarse ahí agarrados de la mano para impedir que el Ejército tomara la escuela. Sin embargo, al oír las noticias de lo que estaba sucediendo, y ver llegar las tanquetas decidimos correr".
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Foto: La noche de Tlatelolco "Los estudiantes no asesinan a nadie" |
Hay un 68 por descubrir, lejos de los manifiestos y de las posiciones críticas; un 68 de estricta resistencia política, del "Ya basta" organizado por nadie y por todos al mismo tiempo. øQué juicio merece en retrospectiva este conjunto de acciones? Son sin duda medidas de la desesperación y conducen al límite el proceso del 68, pero los estudiantes no asesinan a nadie. También gran parte de los estímulos de la resistencia politécnica provienen de la ciudad tensa y frenética, de la energía de generaciones aplazada o extirpada que recurre a la violencia comunitaria para acercarse al espíritu de justicia. No comparto la actitud, por lo demás lejos de ser característica central del Movimiento, pero veo por qué se produjo, y aún me intriga por qué el gobierno no destacó ni en rigor advirtió el impulso de la insurgencia popular. øY por qué la prensa disminuyó la gravedad de los incidentes? øCuál fue la estrategia gubernamental? Lo más probable, aunque jamás nos acercaremos a lo seguro, depende del miedo gubernamental a que afuera y adentro se divulgara la idea de una rebelión urbana incontrolable.
García Reyes, un narrador muy convincente, traza el vértigo de esos días:
Ö Así, al llegar el sábado 21 de septiembre supimos que otra vez venían los granaderos. Nos preparamos desde la mañana para enfrentarlos. Considerábamos que la represión no tenía posibilidades si era a través del enfrentamiento. Ese sábado nos dedicamos a preparar un enfrentamiento con los granaderos, a provocarlos para que se acercaran. En la Vocacional 7 confeccionamos bombas molotovs y las fuimos subiendo a los techos de Tlatelolco. Un espectáculo padrísimo fue ver a los niños de Tlatelolco, con cucharas, escarbando y sacando piedras, porque Tlatelolco estaba empedrado, y subían enormes cantidades de piedras a los edificios. Quemamos trolebuses, quemamos patrullas, quemamos un jeep de Tránsito, interrumpimos el tráfico por San Juan de Letrán; eso fue durante todo el día, mientras los granaderos en ese momento estaban muy ocupados enfrentando a los estudiantes en Zacatenco. Concurrieron a Tlatelolco estudiantes de prácticamente todas las escuelas. Decíamos: "en Zacatenco nos están golpeando, vamos a provocar situaciones para que vengan por nosotros que sí estamos preparados para enfrentarlos". Como no venían nos fuimos al Paseo de la Reforma, en el cruce de Insurgentes; rompimos los semáforos para interrumpir el tráfico. Cerca de las cinco de la tarde pensábamos ya que no iban a llegar y los de otras escuelas se empezaron a retirar, pero como a las seis y media llegaron los granaderos y se inició ahí una de las batallas más temibles que hayamos tenido contra ellos, y con un saldo positivo para nosotros. Los granaderos concentraron su ataque sobre la Vocacional 7, cuando nosotros ya habíamos salido a los alrededores o a los edificios. En la Vocacional se habían quedado aproximadamente dos personas, pero esa noche los granaderos no entraron a la Vocacional, porque nos habíamos parapetado en los edificios y cuando llegaron los atacamos por todos lados. La gente de Tlatelolco descubrió que los boilers automáticos, que en aquella época eran una novedad, permitían tener agua muy caliente. Cuando se acercaban los granaderos, les echábamos baldes de agua caliente. Nosotros utilizábamos las piedras y las bombas molotov, y mientras ellos agotaban sus gases lacrimógenos contra la Vocacional, algunos muchachos les tiraban piedras con hondas. Los granaderos contestaron también con piedras. Los teníamos acorralados.
La lucha se extendió hacia Peralvillo, la Exhipódromo y Tepito. En la Exhipódromo de Peralvillo les aventaban llantas encendidas. La lucha, más o menos con ese grado de intensidad, se mantuvo de las siete a las doce de la noche. [Ö] Los granaderos se vieron imposibilitados totalmente y se suscitó un incidente grave. Un militar que andaba de civil, de apellido Urquiza, intentó llegar a su casa en Tlatelolco, y vio que unos granaderos golpeaban a su madre. El tipo sacó su pistola y mató a dos granaderos.
A las doce de la noche no había un solo detenido, los granaderos habían agotado sus provisiones de armas, habían muerto dos de ellos, y se pusieron a disparar, a mí me consta. Vi granaderos disparando con pistola. Cuando ya estaban totalmente derrotados, llegó el ejército y nosotros, como si no hubiera pasado nada, nos bajamos a dialogar con un general que encabezaba el batallón ése.
Consulte, completa, la crÛnica del 68 |
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Carlos Monsiváis es escritor. En 1968 hacía el programa El cine y la crítica en Radio Universidad y colaboraba en "La cultura en México", suplemento de la revista Siempre! Su libro más reciente es Los rituales del caos.
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