crónica
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Carlos Monsiváis
"øQué les hizo,
señor?, dígamelo"
(Crónica de 1968-IX)
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Foto: Revista Sucesos "En lo polÌtico, el Movimiento nunca se consolida como realidad alternativa" |
Nancy Cárdenas insiste: debemos ir a la colonia Lindavista, al velorio de Lorenzo Ríos Ojeda, de 20 años de edad, alumno del primer año de Biología en el IPN, asesinado por un policía en la madrugada de antier, mientras hacía una pinta en favor del Movimiento. Hay un gentío en la calle, compañeros del muerto, familiares, vecinos. La madre aturdida, le habla a sus vecinos mientras los dos o tres periodistas presentes escriben y graban. (Nada sale en los periódicos al día siguiente.) Reviso mis notas del 68:
óYo ya no entiendo nada, se los juro. Este muchacho no le hacía daño a nadie, era buen hijo, buen estudiante, muy callado, pacífico. Sí, sí creía en el movimiento estudiantil como todos sus amigos del Poli, y eso desde que empezó la huelga. Había que oírlo, nos contaba por horas de sus asam bleas y sus brigadas y las pintas. Así lo recuerdo, entusiasmado. Fíjense, es la única imagen de él que retengo, como que las otras ahorita las tengo borradasÖ El domingo nos avisó que no cenaría con nosotros, que llegaría tarde. No era la primera vez que se iba a hacer pintas, ya hace unas semanas utilizó todas las bardas libres de la colonia para invitar a la manifestación. Y el domingo se fue muy confiado, alegre.
Un amigo suyo me contó todo: Lencho pintaba en la pared una frase: "Unete pueblo", y un policía le gritó que se detuviera, y sin decir más, sin aguardar respuesta le disparó. Cuando llegó la ambulancia, mi hijo ya estaba muerto. Fui a reconocer el cuerpo y allí unos agentes me regañaron, fíjense nomás, me salieron esos señores que a Lorenzo le había sucedido esta desgracia por andar de agitador, que yo debí imponerme para no dejarlo salir de la casa. Me ofendieron tanto que les menté la madre. Y además, øqué iba yo a hacer? Ni modo de tenerlo encerrado. Y su causa era justa.
Sale el cortejo rumbo al Panteón Civil de Dolores. A la cabeza la madre levanta el brazo con la V de la Victoria. Una escena clásica sin duda. Hay llanto y aplausos.
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IlustraciÛn: Revista Zurda |
"Posdata" del diario de Lecumberri de José Revueltas (Las evocaciones requeridas, tomo III, Ediciones Era, 1987):
El patrullero Martínez. Asesino del estudiante que pintaba letreros en las paredes, por la colonia del Valle. Trabajó en el Anfiteatro del Centro Médico (donde su esposa es enfermera). Le encargaron el trabajo de "abrir" cadáveres ya autopsiados, a los que debió rellenar de papel periódico para que no perdieran la forma. Por las noches óme cuentaó, palpaba el vientre de su mujer atónito, incrédulo.
15 de septiembre.
En lo político, el Movimiento nunca se consolida como realidad alternativa, ni podría hacerlo. En lo social sí, y todo lo ampliamente que se puede en tan breve tiempo. Durante más de dos meses, la inmersión en asambleas, pintas, brigadas, pegas, debates, marchas, mítines, genera la atmósfera estimulante que distingue a la súbita creación de alternativas. Si un festival de rock de dos días le da vida durante un tiempo a la sombra alucinante de la Nación de Avándaro, el Movimiento, sin ese término, crea el sueño de la Nación Alternativa, a la que se pertenece con sólo darle un perfil militante al estado de ánimo, y deslindarse psicológica y políticamente del Sistema. Y en la euforia de la Nación Alternativa, es indispensable inventar rituales.
Un rito cívico muy principal que disputarle a la Nación Oficial es la ceremonia del Grito de Independencia. La noche del 15 de septiembre, Ciudad Universitaria le da rienda suelta a su inexplorada vocación de kermés, hay confeti y serpentinas y huevos de harina y mascaritas y una vivacidad alumbrada por el choteo y la gana de ver en cualquier pareja la reedición de la Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez y el patriota Ignacio Allende. A la hora señalada, el ingeniero Heberto Castillo, de la Coalición de Maestros, toma la bandera nacional, pronuncia las frases tremolantes y lanza el "°Viva México!" que a todos nos parece extremadamente real, en contraste con el cartón piedra de las ceremonias habituales. (Rescato sólo una, el primer Grito que le correspondía al presidente Adolfo Ruiz Cortines, en 1953. Asistí con el alborozo previsible, me sumé al silencio respetuoso, y luego no supe qué hacer cuando, transportado por la gravedad del cargo y de la investidura, don Adolfo se dirigió a nosotros con un vocablo: "°Mojicones!". Así dijo, sin titubear: "°Mojicones!". Corrigió de inmediato, pero el bien ya estaba hecho. Y al salir del Zócalo nos decíamos, muy ufanos, "°Mojicones!".)
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Foto: Revista Por quÈ? Heberto Castillo, 1968 |
A Heberto lo conozco en 1961, cuando se forma el Movimiento de Liberación Nacional. Lo afaman la cercanía con el general Lázaro Cárdenas, su prestigio gremial, su carácter intrépido. De quienes forman la Coalición de Maestros en apoyo del Movimiento, Heberto es el más conocido, el líder natural, para usar un término muy de su gusto. Es carismático, elogio entonces en desuso, porque llama la atención y obliga a oírlo y a saber de sus acciones. Si otros maestros tienen intervenciones connotadas (Eli de Gortari, Fausto Trejo), Heberto, desde la Noche del Grito, es un protagonista fundamental del 68, el radical ajeno a la izquierda marxista, profundamente nacionalista, de expresión sencilla, de crítica que no excluye a sus compañeros. Los numerosos testimonios filtrados desde la sociedad cerrada pero porosa y la persecución a que se somete al ingeniero Castillo, me han convencido del odio insondable que Díaz Ordaz le dedica. Y la noche del 15 de septiembre también óeso creoó el Presidente de la República confirma exasperado su teoría del complot: mírenlos, quieren competir y dar el Grito en la misma ciudad del Presidente de la República. Quieren el poder pero jamás lo tendrán. En las oficinas de la Presidencia, de la Secretaría de Gobernación y de la PGR, se traza el mapa de la conjura siniestra, y en Ciudad Universitaria se tramita el sueño de la democracia.
El único programa sobre el tema
En 1968, la televisión privada se niega a difundir las posiciones del Movimiento. Lo que hay es calumnias y llamadas al linchamiento moral, noticieros que delatan la insignificancia numérica de las marchas, y comentarios acres de los Pilares de la Sociedad. Las excepciones se localizan con rapidez: el noticiario Excélsior, que sí cubre adecuadamente las movilizaciones, y un programa especial conducido por Jorge Saldaña, limitado a examinar más que la protesta las responsabilidades de la educación superior de acuerdo con los estándares de hoy, el programa resultaría tibio o débil; en 1968 causa estrépito, sobre todo por las intervenciones de Heberto Castillo y Víctor Flores Olea. Pedir racionalidad es atentar contra la patria, que no acepta consejos de nadie. El único programa sobre el Movimiento provoca la instalación definitiva de la censura.
Las asambleas: "°Desorden y nos amanecemos!"
Tiene la palabra el compañeroÖ
óSe le suplica a la asamblea abstenerse de comentarios sin valor dialéctico.
óCompañeros de la Mesa, he solicitado la palabra nueve veces y nada más me la han concedido cuatro. øEs censura o qué?
óMiren compañeros, no es posible votar mientras no aclaremos el punto. Pero también, hay que reconocerlo, si no se vota no se puede aclarar el punto. Así que propongo que votemos con voto secreto, y que se guarden los resultados hasta terminar con la discusión.
óCompañeros, protesto. La Mesa está maniobrando a favor de la síntesis, y esto compromete la profundidad del análisis.
óMiren, llevamos tres días discutiendo el mismo punto y en tan poco tiempo no podemos llegar a conclusiones.
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Foto: Life en espaÒol "En las oficinas de la Presidencia se traza el mapa de la conjura siniestra" |
La piedra de tropiezo del Movimiento: las asambleas. Si los mítines y las marchas son altamente eficaces, al democratizar la información y permitirle a cientos de miles vislumbrar la experiencia militante, las asambleas impulsan la "privatización" del Movimiento, y por "privatización" entiendo el vasto forcejeo verbal que deposita en unos cuantos la interpretación correcta de lo que se vive y que elimina cualquier comprensión directa de los acontecimientos en favor de reyertas ideológicas y teorías vagamente marxistas. Con estoicismo, los activistas soportan la pulverización del idioma y de la lógica, con tal de enterarse a las dos o tres de la mañana de qué posición ganó en el debate sobre puntos programáticos.
Lo óptimo, lo en verdad memorable de las asambleas, lo que en el recuerdo de los asistentes les presta su perfil de lo "real maravilloso", son las propuestas delirantes. Alguien se levanta y propone lo excepcional: la toma de Radio Universidad para transmitir música que concientice a todos los mexicanos / la toma de las estaciones comerciales para que ya no transmitan música enajenante / la creación de un sistema nacional de acciones revolucionarias / un concurso para darle a las principales avenidas de la ciudad nombres más acordes con los tiempos. Por ejemplo: avenida Circunvalación se llamará avenida Mick Jagger / la redacción de libros de texto donde se le dé al rock y al cine de autor el lugar que merecen / la venta de boinas "del Che Guevara" para allegarse fondosÖ Sin esas aportaciones del radicalismo o la simple excentricidad, la corriente positivista habría dominado las asambleas.
A escasas ocho o nueve horas de iniciada la asamblea, sólo permanecen los-hombres-de-hierro, de habilidad consistente en asimilar (o proceso parecido) la oleada de pronunciamientos y réplicas, de mociones y gritos desdeñosos, de interrupciones en serie, de acusadores que exigen se les recuerde en qué consistieron sus acusaciones. øCómo se llega a esto? Tal vez en la semana siguiente a la de la Creación se decidió por consenso: después ya no, y lo que sigue es la fragmentación, modo operativo que le conviene a las asambleas negadas a la integración, y por lo mismo partidarias de la forja a como dé lugar del espíritu militante, y su lento y exasperado transcurrir que diversifica el entendimiento. Las demoras, las repeticiones, las agresiones a moderados, reformistas, entreguistas y acelerados, la energía demoniaca del orador que capta el tema apenas 40 minutos después de iniciado su alegatoÖ todo en las asambleas educa a quienes se proponen dedicarle la vida a la militancia. A los demás los instruye en el arte nada difícil de la ausencia.
La generación del 68
A lo largo de las semanas del activismo febril, øqué tanto modifican su idea del país y de ellos mismos los estudiantes involucrados? Es imposible saberlo, y es fácil por lo mismo, a partir de tal certidumbre entregarse a la especulación provechosamente inútil. En el 68, la despolitización es la norma, y por eso una porción considerable de los jóvenes ve la oportunidad de rechazar lo que detesta, le oprime y le parece incomprensible. Si luego, como es la tendencia a lo largo del siglo, la inexistencia de alternativas obliga a los estudiantes del 68 a incorporarse a lo que consideran deleznable, lo harán ya desde la perspectiva (viva y punzante) de la necesidad del cambio democrático. Antes, no se toma en serio la posibilidad de ser oportunistas, porque no hay otros comportamientos, y el oportunismo no es cargo de conciencia para nadie. A partir del 68, la noción del oportunismo, propio de las condenas en el ámbito de la declamación de los ideales, se vuelve una zona de reflexión punzante. "Si no me queda más remedio que volverme oportunista, y en la práctica combatir o criticar mis causas fundamentales, por lo menos le aportaré al Sistema mi vocación autodestructiva".
La generación del 68 no es en modo alguno una generación formada en la filosofía, la literatura y la cultura como la del Ateneo de la Juventud o del grupo Contemporáneos. Para empezar, está integrada ideal o pretenciosamente por cientos de miles, y para continuar su punto de unidad no es la comple mentación de obras personales, sino la esperanza de las transformaciones democráticas o radicales. De allí que un buen número lea La democracia en México, de Pablo González Casanova; Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon; Escucha yanqui, de C. Wright Mills; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, los ensayos de Sartre, la narrativa de Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. Si sólo una minoría lee de modo constante, un número de libros le resulta indispensable a sectores más amplios. Si algo permite hablar de la existencia de la Generación del 68 es la abiertísima gana de internacionalizarse y nacionalizarse a la vez a la luz de la protesta.
Consulte, completa, la crÛnica del 68 |
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Carlos Monsiváis es escritor. En 1968 hacía el programa El cine y la crítica en Radio Universidad y colaboraba en "La cultura en México", suplemento de la revista Siempre! Su libro más reciente es Los rituales del caos.
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