crónica

ensayo  

Carlos Monsiváis  

"La injuria no me llega,
la calumnia no me toca"

El IV Informe presidencial

(Crónica de 1968-VII)

 
Foto tomada de Life en espaÒol
"Un hombre, el Presidente de la
Rep™blica, reclama la paternidad
de MÈxico
 

En el café de Filosofía y Letras de una Ciudad Universitaria vacía, escucho con José Revueltas y un pequeño grupo el Informe de Díaz Ordaz. Hay tensión y curiosidad. Se esperan ataques y plazos de rendición. Un silencio pétreo al comenzar el mensaje político. Van por delante las banalidades, las superficialidades teóricas, la mística de entrega al mayoreo, la crítica levísima a la intervención soviética en ChecoslovaquiaÖ De pronto, el objetivo central del Informe, la obsesión: los Juegos Olímpicos. °Qué arduo compromiso para México! La magnitud del gasto podía desquiciar nuestra economía, la organización requerida es enorme y complicada. El Presidente habló con distintos sectores, se estaba a tiempo, se podía declinar sin deshonor. Sin embargo, no quedaba sino aceptar el compromiso. De no hacerlo, afirma el profeta minucioso, "podía perjudicarse gravemente nuestro crédito en los medios bancarios internacionales y deteriorarse nuestra economía interna, porque el pueblo en general, hasta los más apartados rincones del país, se había hecho ya a la idea de que la capital de la República fuera la sede de los Juegos Olímpicos. El impacto psicológico de desencanto podría provocar imprevisibles y peligrosas consecuencias". Eso debe ser, supongo. Perder las Olimpiadas es como perder la virginidad y la orgía en el mismo instante.

Reviso mis notas de ese día, milagrosamente salvadas del caos, y encuentro trozos de un Revueltas que va del hieratismo a la socarronería: "Si a este compañero le falla un viaje a Veracruz, cree que lo responsabilizan de la batalla de las Termópilas". Conforme avanza la lectura, nos percatamos de la creencia maniática de Díaz Ordaz: las Olimpiadas son su consagración y las manos oscuras ansían arrebatarle el reino. En esto es sincero: el éxito de su vida, las humillaciones padecidas, los rituales de la sumisión, todo lo que eleva a un abogadete menospreciado, extrae de las sombras sus capacidades y lo vuelve Presidente, se volatizarán a causa del complot:

 

Cuando hace años se solicitó y obtuvo la sede no hubo manifestaciones de repudio ni tampoco durante los años siguientes y no fue sino hace unos meses, cuando obtuvimos informaciones de que se pretendía estorbar los Juegos.

Durante los recientes conflictos que ha habido en la ciudad de México se advirtieron, en medio de la confusión, varias tendencias principales: las de quienes deseaban presionar al Gobierno para que se atendieran determinadas peticiones, la de quienes intentaron aprovecharlo con fines ideológicos y políticos y la de quienes se propusieron sembrar el desorden, la confusión y el encono, para impedir la atención y la solución de los problemas, con el fin de desprestigiar a México, aprovechando la enorme difusión que habrán de tener los encuentros atléticos y deportivos, e impedir acaso la celebración de los Juegos Olímpicos.

 

Díaz Ordaz no miente ni, tampoco, dice la verdad. Cree en la patraña y la convierte en dogma: hay una conjura que pretende ridiculizarlo y agraviarlo porque él, entre otros de sus atributos, es literalmente la Nación. El Primer Mandatario es México y quien lo insulte desprestigia a la patria, la exhibe como un conjunto de anarquías malamente gobernadas por un hombre débil. Al escucharlo, y sin necesidad de decir nada, comprendemos cuánto han calado en el ánimo presidencial los lemas más bien ingenuos de las marchas, el "A la mano tendida la prueba de parafina" o el "°Sal al balcón hocicón!". Las ganas de expresión juvenil han crecido hasta alcanzar el grado de blasfemia y, por lo mismo, de sublevación. No es concebible que los estudiantes se organicen por su propia cuenta, no es admisible que se subleven por actos justos de gobierno, así los ejecuten granaderos. Díaz Ordaz se exaspera y en una Cámara de Diputados nerviosa, encrespada, que pasa del mutismo al estruendo, toca el ciclo de la histeria: no le tendrá miedo a su propia respuesta, "cualesquiera que lleguen a ser las consecuencias. Por mucha importancia internacional que revistan los Juegos Olímpicos, el compromiso que México contrajo para celebrarlos en su suelo no mediatiza su soberanía".

De conocer la técnica de la lectura entre líneas, hubiésemos visto entre relámpagos la noche de Tlatelolco. Entonces, nada más se nos ocurre un "que sea menos", porque, en el fondo, ni le concedemos tanto protagonismo al Movimiento ni atisbamos el empozamiento del rencor gubernamental. "Que sea menos", y Díaz Ordaz prosigue describiendo la conjura internacional contra los gobiernos, el siniestro plan anarcoterrorista, y lo que todavía en 1968 se llama "imitación extralógica", el pecado apátrida de la copia:

 

De algún tiempo a la fecha, en nuestros principales centros de estudio se empezó a reiterar insistentemente la calca de los lemas usados en otros países, las mismas pancartas, idénticas leyendas, unas veces en simple traducción literal, otras en burda parodia. El ansia de imitación se apoderaba de centenas de jóvenes de manera servil y arrastraba a algunos adultos.

 

Lo admito: no supe oír ni leer el documento, de seguro la pieza más desgarrada, la rabieta más impúdica de los informes presidenciales del siglo XX, la autobiografía concentrada y dolida de un provinciano educado en la obediencia y el mando, el que desencaja el surgimiento de una rebeldía que le parece violenta y, lo imperdonable, mal educada y respondona. Los Juegos son el éxtasis que compensa el sacrificio de México, son la puerta que se abre a la (hasta ahora inexistente) admiración de afuera. Y el texto del Ejecutivo, de seguro escrito con arrebato por el propio Díaz Ordaz, alcanza las intensidades de la confesión ante el cura, de la jactancia ante el psicoanalista, del arrojo ante el agente del Ministerio Público. Si al parecer los Juegos resultan desproporcionados a la estatura y las fuerzas del país, también constituyen "la oportunidad que no se podría volver a presentar en muchos años". Yo pecador, yo culpable, yo subdesarrollado:

 

No pretendemos engañar, aparentando lo que no tenemos. Nos vamos a presentar ante el mundo, sin complejos, tal como somos: hombres con defectos y virtudes, que no tienen un gran vigor físico, pero sí espiritual; país que posee algunas cosas y carece de otras; que ha logrado iniciar su desarrollo, pero tiene conciencia de que le falta gran parte del camino por recorrerÖ

 

 
Foto: HÈctor GarcÌa/
Revista Zurda
Ciudad Universitaria, 1968
 

El último momento eléctrico de la sinceridad del autoritarismo. En el centro del escenario, un hombre, el Presidente de la República, reclama la paternidad de México, se desespera ante la incomprensión, y se duele del fin del autismo que él ve como pureza:

 

Habíamos estado provincianamente orgullosos y candorosamente satisfechos de que, en un mundo de disturbios juveniles, México fuera un islote intocado. Los brotes violentos, aparentemente aislados entre sí, se iban reproduciendo, sin embargo, en distintos rumbos de la capital y muchas entidades federativas, cada vez con mayor frecuencia. De pronto, se agravan y multiplican, en afrenta soez a una ciudad consagrada al diario laborar y que clamó en demanda de las más elementales garantías. Mis previas advertencias y expresiones de preocupación habían caído en el vacío.

 

La tensión es pareja, y afecta a Díaz Ordaz que, nítidamente, dice: "Habían caído en el Bajío". La expresión nos regocija, y alguien pregunta si el lugar del aterrizaje fue Salvatierra. La risa distiende. El Presidente se abisma en su versión autocrática del diálogo, hondamente conmovido por sus palabras, público atentísimo de su propia voz. El psicodrama transcurre y no lo percibimos en su fatal magnitud, por no advertir el salto de la demagogia ritual a la hoguera del poder ultrajado. Con exasperación, Díaz Ordaz se precipita en lo más personal, lo más colérico, autocompasivo y rencoroso del Informe:

 

Algunos, que no advirtieron que nada pedía para mí y que tomaron el gesto amistoso hacia ellos como signo de debilidad, respondieron con calumnias, no con hechos; con insultos, no con razones; con mezquindades, no con pasión generosa.

La injuria no me ofende; la calumnia no me llega, el odio no ha nacido en míÖ

 

Ante el alud de imprecaciones y autoelogios, no tiene caso no reírse y los cinco o seis reunidos en la cafetería lo hacemos de modo espontáneo, para no faltarle el respeto al sentido del humor. El Presidente iracundo exhibe sus vestiduras de concordia. Peace and love. Con la risa, dejamos de comprender lo que ocurre: a la intimidad del mando la desnuda óretórica y destructivamenteó un espíritu febril y vulnerado en extremo. A partir de ese día, ya no habrá cuartel. Al exhibir sus entrañas, Díaz Ordaz se siente liberado de toda responsabilidad moral. Al confesarse ante el Congreso, el Presidente cancela todo perdón.

Lo que sigue es extenso pero no posee la carga psíquica de la primera parte. Se ofrecen el respeto a la autonomía universitaria, la iniciativa de ley que le otorgará la autonomía al Instituto Politécnico Nacional, la ratificación ("Lógicamente debo aceptar, y acepto sin reservas") del segundo punto de la declaración del Consejo Universitario (17 de agosto): "La no intervención del Ejército y de otras fuerzas del orden público para la resolución de problemas que son de la exclusiva competencia de la Universidad y demás centros de educación superior". Luego, le responde al pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga: no admite la existencia de presos políticos pero le solicita a las procuradurías la revisión concienzuda de los casos pendientes; se dará libertad a los ya sentenciados, por el tiempo que llevan compurgando su condena, "siempre y cuando cesara la serie de actos de pretendida presión que se han venido realizando para obtener su libertad"; en cuanto a los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, sobre los delitos llamados "de disolución social", se convoca a una serie de audiencias públicas para que los juristas expongan argumentos en pro y en contra.

 

"Rindo emocionado
homenaje a esas manos"

De acuerdo con su personalidad evidente, Díaz Ordaz ha ido al límite en las exhibiciones de sus adentros y en sus concesiones a la disidencia. Ahora viene el cobro de cuentas, la descripción del apocalipsis que se filtró en la paz de la República: posesión violenta de escuelas, intimidación a las autoridades educativas, secuestros, bloqueo de calles, destrucción, violencia. México en llamas, en síntesis. Díaz Ordaz, con apremio, traza el paisaje del imperio del caos, y lo hace sin ningún respeto a la verdad, pero con la credulidad volcada en los informes de sus cuerpos de seguridad. Así, evoca a los damnificados a causa del Movimiento:

 

Los propietarios de grandes y pequeños comercios que han sido víctimas de destrucción o saqueo; los conductores de camiones repartidores de víveres o refrescos, a los que les han sido arrebatados tales efectos; las fábricas y los locales de organizaciones de obreros y campesinos, atacados con violencia; las casas pintarrajeadas y rotos los vidrios de sus ventanas; la rabia callada de tantos y tantos miles de automovilistas detenidos para pedirles dinero para la "causa" o destrozarles los cristales, las antenas, o las llantas; los miles de pasajeros obligados a descender de los vehículos de transportación popular, inclusive el trastorno económico de aquellos para quienes cincuenta centavos significan mucho en el presupuesto semanal; el obrero o el burócrata que sufren descuentos por retraso en la entrada al trabajo, el abogado, el médico, el ingeniero, el ama de casa que llegan tarde a los tribunales, al hospital, a la obra, al comercio o al hogar porque se congestionan en una gran área, el ya de por sí difícil tránsito de la ciudad; las penalidades de las personas totalmente ajenas, que fueron tomadas como rehenes; tantos pacíficos transeúntes injuriados, humillados o lesionados, que han tenido que resignarse, ante la fuerza del número o la conveniencia de no comprometer su personal futuro en una riña absurda y vulgar; tantas mujeres soezmente vejadas que, además de sufrir la propia vergüenza, han llenado de indigna ción a un padre, a una madre, a un esposo, a un hijo y que pudieron haber sido la esposa, la madre, la hermana o la hija de quienquiera de los mexicanos. Agreguemos los más recientes y graves desmanes, la calumnia en grande, los rumores alarmantes para provocar compras de pánico y desquiciar la economía de la ciudad.

 

"Este compañero me debió sustituir en los melodramas que hice para Roberto Gavaldón", comenta Revueltas. "Imagínense a Libertad Lamarque diciendo ese parlamento". Nos reímos, descartamos en el acto un alegato construido sobre la mitomanía de algunos informantes de los judiciales, con apenas briznas de verdad. No se ha producido tal ciudad apocalíptica, ni han existido los secuestros, ni se han destruido automóviles, ni el Movimiento enfrenta protestas masivas (por lo contrario), ni se han vejado mujeres, y los rumores, que sí han existido, son obra de fuerzas gubernamentales. Nos divierte el énfasis teatral del Presidente, al que no creíamos capaz de tales desplantes de fin de primer acto. Y lo que no registramos es el drama infalsificable de Díaz Ordaz: aislado en su residencia, sometido al suministro de falsedades y exageraciones, alimentado en su convicción de la agonía del pueblo.

 
CartÛn de David Carrilo,
El Universal,
2 de sept. de 1968
 

Díaz Ordaz lanza el ultimátum, da lecciones de civismo, explica su plan de gobierno ("La meta es formar hombres, verdaderos hombres", y las mujeres, es de suponerse, vendrán después), previene a los jóvenes: "Deben tener ilusiones, pero no dejarse alucinarÖ °Qué grave daño hacen los modernos filósofos de la destrucción que están en contra de todo y a favor de nada!", y se estremece hasta la empuñadura del llanto sin lágrimas, al pensar en las manos que empuñan el azadón, el pico, la pala, la mancera y el volante del tractor. Ya al galope de las emociones, en pleno desahogo antiintelectual, nada lo detiene en su loa a los seres primitivos:

 

Rindo emocionado homenaje a esas manos que no saben manejar billetes de banco, que muy rara vez sienten el halago de una caricia.

Esas mismas manos rudas y sufridas que fueron las que izaron un garrote o una lanza al llamamiento de Hidalgo y de Morelos; las que no midieron la inmensidad del desierto cuando arrastraban los carromatos de la gloriosa hueste de Benito Juárez; las mismas manos que apretaron el rifle o el machete bajo la bandera de Madero, de Carranza o de Zapata.

 

Oratoria municipal, cursilería a cántaros, historia que crece en las macetas de las primarias rurales, visión un tanto lúgubre de las posibilidades amatorias de los campesinos, "que muy rara vez sienten el halago de una caricia". Insistimos en acompañar el Informe con risas sarcásticas, y nos perdemos su esencia, su motivo fundacional: la descripción provinciana del afán de revancha.

 

Respuesta al Informe presidencial

Al revisar los documentos del 68, en los indispensables volúmenes de Ramón Ramírez, descubro óno sé si para mi sorpresaó el tono a fin de cuentas mesurado y racional de las contestaciones a Díaz Ordaz, y el sitio extraordinario que ya ocupa, creo que desde mediados de agosto, no la consigna sino las demandas orgánicas de los estudiantes, la libertad a los presos políticos, y la derogación del delito de disolución social. También se admite el valor concedido al diálogo, la gran oportunidad de igualitarismo político que, por lo mismo, exige ya concretarse. El CNH le puntualiza al Presidente (y al hacerlo continúa el diálogo real, de manifiestos y manifestaciones a las que se responde con represión y calumnias):

 

Nosotros no vamos a dialogar con la presión de los tanques y las bayonetas encima, nosotros no entendemos el lenguaje de las "orugas"; retiren los tanques de las calles, retiren el ejército de la calle, retiren todos los provocadores y todas las fuerzas de choque que vestidos de civiles atacan a nuestras brigadas de la calle, y entonces públicamente estaremos dispuestos a dialogar y a debatir, antes no.

 

øEs insolencia o es orgullo democrático recién estrenado? A la luz del 2 de octubre, parece provocación; desde la perspectiva de esos días, es la única respuesta adecuada. Y el contexto de este ir y venir de actitudes, es la campaña inclemente de acusaciones y quejas, y el despertar, tal vez el primero en la época contemporánea, de la sociedad civil. En cuanto a dicterios y conminaciones, el ejemplo adecuado es el "Manifiesto a la Nación" de la CTM (2 de septiembre), tremolante y típico: "No existe un problema estudiantil realÖ Lo que no se puede aceptar es que la juventud esté divorciada de las generaciones mayores [Ö] la CTM expresa su determinación de participar en el tono, grado y con las consecuencias que sean requeridas, para dar fin al clima antijurídico y de anarquía en que se quiere sumir al país y para desenmascarar y destruir a los agitadores que desquician los valores de la juventud y ponen en peligro la sólida consolidación de nuestra patria".

Del lado opuesto, no recuerdo en los sectores de clase media un frenesí organizativo comparable al de 68. La comunidad universitaria existe o resucita, y hay reuniones y manifiestos de médicos, ingenieros, odontólogos, químicos, científicos, economistas, arquitectos, veterinarios. En el Politécnico sucede lo mismo. Apoyar al Movimiento se vuelve compromiso moral que certifica a los ojos de quienes lo hacen, su calidad moral, su espíritu moderno, su libertad de conciencia. Es desbordante la felicidad cívica (øcómo describirla de otro modo?) que prevalece en las semanas anteriores al 2 de octubre. Se entreveran el relajo y el compromiso político, la ira concientizadora y la masificación del hedonismo, la libertad personal y la disciplina asumida voluntaria y voluntariosamente. Como suele suceder, no hay crónica o nostalgia que le haga justicia al Movimiento en su auge. Es el preestreno de la ciudadanía y el debut ócasi formaló de los espacios liberados de la tutela del gobierno. Esto es, en stricto sensu, el 68: las sensaciones de libertad multitudinaria, la mirada que no alcanza a ver el final de la marcha, el desmadre politizable, el sectarismo acrecentado por la represión, la experiencia generacional que se disfruta con plenitud y se asimila a lo largo de los años. El 2 de octubre es el asesinato del 68, no su expresión simbólica.

* * *

Reunión en Mixcoac, en casa de Selma Beraud. Se comenta la andanada de calumnias, y el trabajo del "Cuec" (Leobardo López Aretche) que filma lo que puede, con intrepidez, sin recursos. Hay que contrainformar, responder desde nuestras escasísimas posibilidades al monstruo extraído de 1984. A Pepe Revueltas se le ilumina el rostro: "°Ya sé, compañeros! Tengo una idea bolchevique. Vamos a crear equipos que filmen cortos de tres minutos informando de nuestro Movimiento. Luego los llevamos a los cines para que los pasen antes de la película". La pregunta inevitable: "øY si los proyeccionistas no quieren hacerlo?". Nuevo resplandor facial de Pepe: "Entonces organizamos un equipo, entramos a la cabina, encañonamos a los compañeros cácaros con revólveres sin balas, los obligamos a exhibir los cortos, y nos salimos con rapidez, no sin regalarle a los proyeccionistas algún libro que les sirva". El silencio y el cambio de tema facilitan la discusión.

* * *

Septiembre. Ceremonia de los Juegos Deportivos de las universidades latinoamericanas en el estadio de CU. Asisten autoridades de Educación Pública y del gobierno de la ciudad. Es el turno de la delegación de la UNAM. Los funcionarios se aburren satisfechos. La delegación pasa y la inmensa mayoría de sus integrantes levanta la mano con la V de la Victoria, la seña adoptada del Movimiento. Grandes aplausos, desconciertos, promesas de ceses, retirada furiosa de las autoridades.

* * *

11 de septiembre. Llevo tres horas en Topilejo, y nunca había pensado estar tanto tiempo en ese pueblo del DF tristemente afamado por la matanza de partidarios de José Vasconcelos en 1930. Desde hace días a Topilejo se le considera el gran ejemplo del despertar popular. En la plaza se reúnen topilejeños y campesinos de poblados cercanos. Lo que ha pasado todavía los estremece. Los discursos son fogosos, tanto que Ignacio Osorio, el latinista que me invitó a acompañarlo, se siente tentado a intervenir. Por fortuna no lo hace porque la oratoria no es su fuerte.

Por la irresponsabilidad de un chofer y las pésimas condiciones de los autobuses, el 8 de septiembre se estrella un camión de la línea México-Xochimilco. Diez muertos y treinta lesionados. El mismo día, las mujeres de Topilejo organizan el secuestro de autobuses para obligar al pago de indemnizaciones.

 
Foto: Archivo pedrsonal de
Carlos Monsiv·is/Viceversa
Carlos Monsiv·is en una
manifestaciÛn contra la
guerra de Vietnam
 

Del luto se va en Topilejo a la rebelión. Se desconoce al comisario ejidal, se apoya a los estudiantes, se reciben de ellos apoyo jurídico y víveres. °Larga vida a la amistad eterna entre Topilejo y Ciudad Universitaria! Los vítores, sospechosamente parecidos a los de actos de amistad búlgaro-mexicana, o rumano-nayarita, no dan idea de la efervescencia y el júbilo. "Hasta que se nos hizo conocer al pueblo, sin turismo de por medio", comenta un activista. La emoción es real, y la ingenuidad también.

* * *

Declaraciones del rector Barros Sierra, contraargumentaciones del gobierno, manifiestos (nunca se han escrito o mal redactado tantos, nunca ha sido tan fértil la inventiva en materia de membretes: mi preferido es la Unión Revolucionaria para la Preservación de Nuestras Esencias, o algo así). "Atemoriza, atemoriza, que algo queda", deciden los estrategas de Díaz Ordaz. El 12 de septiembre, a un enjambre de helicópteros se le encomienda la lluvia de volantes el día entero:

 

Padre de Familia.
Madre de Familia

Fuerzas oscuras tratan de dividirnos y llevarnos a una lucha fratricida. No permitas que tus hijos vayan a la manifestación de mañana. Se les quiere enfrentar con el ejército. °Salva sus vidas! °Que no salgan de casa!

* * *

Me piden que hable a nombre de los intelectuales, en un mitin en la Plaza del Carillón en el Poli, en Santo Tomás. Declino el honor pero acepto leer un mensaje. A la hora de la hora, me abstengo de hacerlo, al desaparecer mi voz. El ánimo de los politécnicos es distinto y similar al de los universitarios. Desde luego, la solemnidad es muy semejante, pero la concurrencia es más popular, la que hubiese soñado en los mítines del Partido Comunista en los años 50, cuando no se dejaba ver un proletario ni por asomo. Hay ferrocarrileros, y maestros normalistas, y padres de familia. Uno de ellos, jubilado, refiere la historia de sus viajes inútiles a Pensiones Civiles y de Retiro. "No nos dan nada, se burlan de nosotros". Me concentro en una de las actividades predilectas de esas semanas, localizar en la multitud a los agentes secretos. Evoco de golpe, y lo anoto para la crónica que jamás escribo, una escena de 1959, en el local del Sindicato del Anfora, en la reunión para planear la estrategia en defensa de los recién encarcelados presos políticos. Un tipo con aspecto de policía de película de Tin Tan convoca aparte a un grupo y nos dice: "Ustedes son periodistas. Les doy una primicia. El Secretario de Gobernación va a una casa de citas. Ustedes llegan, le toman fotos, salen corriendo, las publican, y allí se acabó Díaz Ordaz". Entonces nos sacude el terror ante la provocación porosa, nos imaginamos una trampa, las puertas que se cierran para siempre. Diez años después creo que se trataba de un bromista, pero el recuerdo festivo me impide concentrarme en la cacería de fisonomías adjudicables al espionaje gubernamental.

 

Consulte, completa, la crÛnica del 68

I

"°Libertad a los presos políticos!"

II

La respuesta civil, legal y heroica

III

"Defender las libertades"

IV

"°San Baltazar contra los traidores!"

V

Pido la palabra, compañero

VI

"°Somos borregos! °Nos llevan! °Bee! °Bee!"

 

Carlos Monsiváis es escritor. En 1968 hacía el programa El cine y la crítica en Radio Universidad y colaboraba en "La cultura en México", suplemento de la revista Siempre! Su libro más reciente es Los rituales del caos.

 

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