crónica

ensayo  

Carlos Monsiváis  

"°Somos borregos! °Nos llevan!
°Bee! °Bee!"

Un relato de ingratitudes y su consecuencia pictórica

(Crónica de 1968-VI)

 
Foto tomada del libro
"MÈxico: Una
democracia utÛpica
Los artistas en CU
 

En 1966, un grupo de "acelerados", el nombre sesentero de los ultras, dinamita por segunda vez la estatua del licenciado Miguel Alemán Valdés, que preside el campus de Ciudad Universitaria. Convencidos de que el monumento no es en modo alguno "injuria para México", las autoridades lo protegen con láminas que velan piadosamente sus restos. Sic transit gloria mundi. A la estatua la devela el propio don Miguel en 1952, en los últimos meses de su gobierno, entre murmuraciones de ajuste facial: "El modelo no es el licenciado Alemán, sino el camarada Stalin". Y la ingratitud, ni caso decirlo, es pasajera. Un episodio anterior al agravio dinamiterio lo motiva, a principios de 1952, el regente del DF Fernando Casas Alemán, al endilgarle a la nueva avenida que culmina o empieza en CU el republicano nombre de Fernando Casas Alemán. Si no es coincidencia, es un acto de amor propio. Ya en el gobierno de Ruiz Cortines, una protesta estudiantil mancilla la sincera pasión gubernamental por el autohomenaje. Los agitadores de siempre deploran tan feliz bautizo, y recorren la avenida quitando letreros. Desde entonces, ruinmente, lo que fue avenida Casas Alemán es la avenida Universidad. Y con esto, se despoja a las siguientes generaciones de un interrogante que los habría agitado en las noches de insomnio: "øQuién carajos fue Casas Alemán?".

***

En agosto de 1968, en una reunión convocada por Manuel Felguérez, un grupo de artistas plásticos decide apoyar al Movimiento con sus propios métodos. Libremente, sin temas prefijados, pintarán sobre el laminado óel cinturón de vanidad heridaó que rodea el escombro que fue evocación de la gloria del ex Presidente. Acuden una mañana a la explanada de rectoría: Felguérez, Francisco Corzas, José Luis Cuevas, Gabriel Ramírez, Francisco IcazaÖ El trabajo es intenso, los estudiantes observan, comentan y dan vueltas, acude el Comité de Lucha de Artes Plásticas, cuyo trabajo magnífico se despliega en carteles y mantas. Unos cuantos reporteros interrogan a los artistas. Al día siguiente el cerco informativo se encarga de volver inexistente la sesión protomuralista.

 

Tradición y modernidad
en las marchas

Lo supe entonces del modo difuso y veloz usado para procesar el cúmulo de acontecimientos. Lo enuncio ahora con la inefable sabiduría a posteriori. El Movimiento es muy superior a sus proclamas y a su discurso, y el eje de su modernidad son las brigadas que al encender a la ciudad políticamente muerta, le dan forma original a lo que hubiese sido la protesta de izquierda que se estratifica en asambleas y marchas. Recuerdo óauxiliado por los libros de Ramón Ramírezó las consignas: "Obrero, tu causa es la nuestra / Las soluciones no se improvisan, se piensan / Ninguna autoridad se justifica imponiendo el orden si provoca el desorden / Ya es tiempo de que estudiantes y pueblo marchen juntos hasta la victoria / Los profesores reprobamos al gobierno por su política de terror / Pueblo, si amas la verdad no esperes encontrarla en la prensa / Basta ya de líderes charros / Los verdaderos agitadores son: el hambre, la ignorancia y la injusticia". El candor es inocultable, y es lento el aprendizaje del habla política que exprese la singularidad del Movimiento. Sólo algunas pancartas le conceden espacio a la actitud nueva: "Respeto a la Constitución / øDónde estás, Miguel Hidalgo, ya deja el curato y acompáñanos / Granadero: no reprimas. Piensa en la vergüenza de tus familiares".

En las parodias de corridos o canciones célebres también se dejan ver los cambios. El humor masificado rompe con la leve tradición de sarcasmo de la izquierda, sin que los resultados sean muy notables:

 

Año del 68, muy presente tengo yo, En un cuarto de Los Pinos, Díaz Ordaz se desvieló Díaz Ordaz se desvieló.

(Con la música del "Corrido de Rosita Alvírez").

 

La mayor ventaja de los discursos es, históricamente, el hecho de que muy pocos los escuchan. (Siempre he creído intencional lo defectuoso de los sistemas de sonido. Es la coartada perfecta para lo inaudible de las intervenciones burocráticas o incendiarias.) Sólo en parte el Movimiento es una excepción. Es tal la ansiedad de politizarse que muchísimos oyen en su integridad los alegatos, y éste es el mejor, más impracticable homenaje a la práctica discursiva. Las de entonces son por lo común parrafadas extraídas del repertorio de otras épocas, cuando se adoctrinaba a ese pueblo que por algún motivo incomprensible rehuía la oportunidad de politizarse. En los mítines no se reproduce el habla de asamblea (directa, repetitiva, airada, urgente) sino, más bien, se le da salida al poeta, al educador, al teórico instantáneo, al dirigente histórico, al profeta apocalíptico que cada orador lleva adentro. °Oh dioses! En el 68, y como todos, padezco el vía crucis verbal de los líderes del Movimiento, sólo ocasionalmente inteligibles. °Cuánto ir y venir de la conquista a la revolución traicionada! °Cuánta exhortación a los obreros y los campesinos para que se materialicen! °Cuánta herencia preservada del radicalismo ingenuo! Elijo, Ramón Ramírez mediante, algunas muestras:

 
Foto tomada de la revista Por quÈ?
La manifestaciÛn del silencio
 

ï "La vieja Preparatoria Nacional, cuyos respetables y sólidos muros y puertas habían resistido todas las convulsiones sociales de nuestra vida independiente, tuvieron esta vez que ceder ante la violencia de las fuerzas de choque del Ejército.

ï México es algo más que los discursos de los demagogos. °México es un país con 20 millones de hambrientos y 10 millones de analfabetas, un país en el que sólo una camarilla que está en el poder impone su verdad y su ley! Y a esto es a lo que las autoridades llaman Revolución Mexicana.

ï Nos fortalecemos día a día, porque el problema estudiantil lo hemos sabido enmarcar en el pueblo, por lo que es ahora de lucha social."

No objeto el sentido de tales pronunciamientos. Apunto lo obvio: la modernidad del Movimiento radica en la actitud, no en el discurso, así por el impulso adquirido haya momentos memorables extraídos del palabrerío.

 

Algunas imágenes acumuladas

23 de agosto. Nunca esperé ver este mitin. En la Plaza del Estudiante, frente al Reclusorio del Carmen estudiantes muy jóvenes reclaman la libertad de Guillermo Domínguez Viveros, el policía detenido ayer cuando, rodeado de su esposa y sus hijos, demandaba la moralización de la policía. Oigo a una joven, estudiante de Ciencias Políticas, que elogia a Domínguez Viveros, y le pone de ejemplo: "Estos son los policías que necesitamos, no los verdugos del pueblo". Luego, un estudiante de Leyes nos recita parte de algún curso, explica el pliego petitorio y exclama: "No queremos más cárceles sino más escuelas". Se ha organizado un relevo de brigadistas para prolongar el mitin. Los curiosos se intrigan: estudiantes que demandan la libertad de un policía, øadónde iremos a parar?

***

Frente a la delegación de policía de Bretaña, un estudiante de Filosofía, de capa española y aspecto calificable de "bohemio", se planta y lanza lo que llama "ponencia didáctica". Comparto la curiosidad de los uniformados que lo miran. "Amigo azul. Envaina tu furia y concédele el ocio a tu macana. Oye mis palabras y reflexiona. øQué te han hecho los estudiantes, criaturas del saber preocupados por el destino de México? México no es el cuerno de la abundancia que tus jefes te pintan. Es tierra de sangre y lágrimas, esÖ" (hasta aquí mis notas). Los policías trocan su indiferencia o su recelo en franca admiración y lo aplauden. El joven los exhorta a la "lectura como oficio sagrado" y grita: "°Viva la amistad entre el estudiantado y la policía digna!". Y algunos de sus escuchas lo corresponden con un "°Viva!", que entrevera sorna y adhesión.

***

Los domingos en la explanada de rectoría la Asamblea de Intelectuales organiza lecturas de poesía que se combinan con piezas de guitarra. Un grupo pequeño y decidido los escucha, interesado en el experimento. No se lee poesía "comprometida", sino lo que cada uno decide. Hoy recién ha terminado Gabriel Zaid y se dispone a leer Oscar Oliva. La atmósfera es tranquila, al filo de lo apacible. Alguien, previsiblemente, comenta: "Es el ojo de la tormenta".

***

En casa de Rita Murúa y Jorge Ayala Blanco, por la avenida Melchor Ocampo, una reunión para decidir algo fundamental. A la entrada, un auto con cuatro personas de aspecto intimidatorio (o eso creemos los intimidados de antemano). Discutimos el texto de un manifiesto, y las presiones de los obstinados en el enfrentamiento. La conversación no fluye, nos distrae saber que a la salida seguramente nos tomarán fotografías, nos seguirán, nos detendrán. El miedo puede ser una caracterización autónoma del Estado burgués represivo. Dos o tres proponen que enfrentemos a los guaruras y los abochornemos. Diseñamos la táctica de salida. De dos en dos, y hablando despreocupadamente. Un compañero pregunta: "Y si tratan de arrestarnos, øqué artículo de la Constitución les citamos?". Respuestas a granel y notas a caudales.

 
Foto tomada de la revista Sucesos
VÌctor Rico Gal·n, primero a la
izquierda; junto a Èl, HÈctor Su·rez
 

Cuando salimos, el automóvil ya no está.

 

La manifestación del 27 de agosto

La marcha del 5 de agosto, la primera de los estudiantes por su cuenta, consolida la unidad de politécnicos y universitarios y demuestra algo fundamental: con celeridad, la protesta se ha vuelto causa, la mezcla orgánica de voluntad política y compromiso emocional que decepciona las expectativas del gobierno, seguro de lo efímero de las pasiones estudiantiles ("Si no podemos evitar que griten, déjenlos, ya mañana se les olvidó por qué lo hacían"). En las manifestaciones del 5 y del 13 de agosto se afirman las razones de la causa, y el entusiasmo da fe de una actitud colectiva distinta, todavía no la generación del 68, pero ciertamente sí la que requieren los decididos a no dejarse de los mandones sanguinarios. Desfilar, llevar mantas y pancartas, vocear consignas óse afirma de numerosísimas manerasó, es hacer partícipe al pueblo (todavía no la sociedad) del compromiso vital que legitima la resistencia. Nos golpean, nos insultan, nos calumnian, nos matan, y todavía pretenden que los aplaudamos. Y por eso tomamos la calle, nos lanzamos a la huelga, y te pedimos tu solidaridad, porque somos iguales a ti, tus hijos, los amigos de tus hijos, o tus vecinos, en todo caso tus semejantes.

øQué es la memoria política sino la continuidad de las insistencias, las reiteraciones, las certezas fulgurantes, el amor a las vivencias que al evocarse suscitan ideas de nobleza? Desde mi ventajosa perspectiva de participante externo, de involucrado que no depende de las reverberaciones anímicas de la palabra estudiante, comparto la memoria del 68 que le otorga un altísimo valor a la manifestación del 27 de agosto: aguerrida (sin precisiones bélicas), regocijada y regocijante, triunfalista en el sentido más generoso del término, a partir de la comprobación visual de la fuerza numérica. Todavía no se dice: "Somos un chingo y seremos más", pero ya se vive el éxtasis de la multitud que al contemplar sus alcances demográficos se ríe de la estrategia de su adversario (todavía no su enemigo). Han fracasado las intimidaciones, las alertas a los padres de familia, las acusaciones de "traición a la patria" y sus derivados, la retórica anticomunista tan útil contra los movimientos sindicales y la izquierda política, el regaño de las Más Altas Autoridades, para empezar el Presidente de la República, la "guerra de baja intensidad", el regaño de los Hombres de Pro, entre ellos, los dirigentes empresariales, los articulistas afamados y el Establishment cultural. Y tan han fallado que vean nomás este gentío que no acaba nunca de llegar al Zócalo.

A lo largo de la ruta, del Museo de Antropología al Zócalo, encabezada por la Coalición de Padres de Familia y Maestros, los contingentes han extremado su afán competitivo. Las escuelas del Politécnico, las vocacionales, las preparatorias, la Escuela de Agricultura de Chapingo, la Normal de Maestros, la Escuela de Arte Dramático del INBA, el Colegio de MéxicoÖ La preocupación ostensible ha sido evitar la infiltración de provocadores, y de allí el número elevado de vallas de protección. Las consignas más oídas, si me fío en mi registro acústico son: "°Unete pueblo!" y "°Muera Cueto!". En el Zócalo se ha izado una bandera roja y negra, el símbolo internacional de las huelgas. La Catedral se ilumina y repican las campanas. Se reparten a los estudiantes copias de la carta del periodista Víctor Rico Galán, preso por "intentona guerrillera". Víctor se pronuncia por la radicalización del Movimiento, cuya perspectiva está en los trabajadores:

 

Creo que ustedes lo comprenden muy bien. Pero hay que fortalecer esa convicción. Cuando, en las grandes manifestaciones que ustedes realizan, el pueblo les lanza desde los edificios pedazos de plástico o de papel para protegerse de la lluvia; cuando gentes pobres, que muestran en su indumentaria que apenas disponen de lo necesario para sobrevivir, se acercan a los manifestantes, los aplauden, acogen su propaganda y tratan de corresponder repartiendo entre ellos pan o frutas; cuando todo eso sucede es porque el pueblo, aun sin el control de sus propias organizaciones, aun sin la posibilidad de hacer oír su gran voz, busca los canales para expresarles su apoyo, su solidaridad, su alientoÖ °Oíd al pueblo, estudiantes! °Aguzad el oído para sensibilizarlo al rumor que crece, porque ese rumor será muy pronto el clamor inmenso de las luchas decisivas!

 

Cito in extenso a Rico Galán, porque su documento es uno de los más comentados entonces. Sin embargo, no se discute en lo mínimo otra parte de su texto, sobre el abandono a su tiempo del camino legal y pacífico: "No pueden los oprimidos defender un legalismo que los deja inermes ante los atropellos feroces de la oligarquía. Entender que el ala derecha de ustedes está presionando ya por el lado de la legalidad paralizante es una necesidad imperiosa". Paralizante o no, el apego a la legalidad es el instrumento que determina la autoridad moral del Movimiento y es, además, la única vía concebible, porque ófanfarronerías de algunos y provocaciones aparteó el Movimiento es, concentrada y esencialmente, pacífico y constitucional. De otra manera no se acude inerme a la Plaza de las Tres Culturas.

La manifestación transmite un mensaje directo, el optimismo de la propagación de la causa. Inevitablemente, se ha desdibujado para entonces el origen dramático del Movimiento, y lo que cuenta es el ánimo victorioso. Nada inusual pero sí una maniobra riesgosa, porque el autoritarismo, intocado y furioso, observa la algarabía y la registra como algarada sediciosa. Pero eso no se percibe en un Zócalo colmado también por el delirio del éxito. La manifestación unifica el punto de vista, que aquilata el vigor masivo, y le grita al Presidente de la República: "°Sal al balcón, hocicón!". No es cualquier cosa exigirle a Díaz Ordaz, tutearlo y aplicarle un mote. La sacralización de la figura presidencial se derrumba en un acto que recuerda los ritos del futbol llanero. Pero de eso se trata, de que el autoritarismo advierta que la mera continuidad de las multitudes en la calle establece el diálogo. "°Sal al balcón, hocicón!".

Se lee la lista de 86 detenidos, se aprueba que el 27 de agosto se llame de ahora en adelante Día de la Coalición Revolucionaria (bautizo y despedida), se lee un mensaje del líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo, desde la Penitenciaría:

 

Después de tenerme por más de 21 días con la torturante sonda gástrica en la vía nasal para obligarme a tomar alimentos líquidos, hoy me la quitaron cuando posiblemente quedaron convencidos de que a pesar de los crueles dolores que me causaba, mi actitud seguía invariableÖ

 
Foto tomada de
La noche de Tlatelolco
"La Catedral se ilumina
y repican las campanas"
 

Pero debido al tiempo en que me tuvieron con la sonda, es probable que esa demora me llegue a causar graves lesiones en mi organismo, por lo que una vez más hago público que el único responsable es el Presidente de la República por las ulteriores consecuencias que llegue a sufrir por el brutal y torturante procedimiento a que fui sometido o se me llegue a someter en el futuro, ya que a partir de hoy he continuado mi huelga de hambre hasta que la palabra presidencial sea cumplida y se haga plena justicia.

 

A la distancia, se me aclara una característica fundamental del Movimiento: el equilibrio entre el dramatismo de una sociedad reprimida y el júbilo generado por las sensaciones y decisiones de resistencia. A diario, abundan las constancias de la represión; a diario, tonifica el espectáculo de tantos empeñados en lo mismo. Las cartas de Rico Galán y Vallejo, la cantidad de presos recientes, el aire lúgubre de la vigilancia policiaca, las difamaciones a ocho columnas, la alegría de la marcha, los pleitos internos, las discusiones churriguerescas por una descripción del Estado burgués, todo confluye en la certidumbre de lo irrepetible. øCómo hacerle justicia descriptiva a la energía anterior al 2 de octubre?

La multitud se constituye en asamblea. El orador del CNH es Sócrates Amado Campos Lemus. Sus habilidades, tal vez eficaces en auditorios pequeños, no se perciben en la asamblea ampliada, pero la vociferación es persuasiva. Es colérico y conminatorio. Que se fije el día, fecha y hora del debate público. El Presidente tiene que dialogar, porque éste no es cualquier movimiento. Le pregunta didácticamente al solo activista enardecido repartido en 200 o 300 mil personas: "øDónde quieren que sea el diálogo?". La respuesta es tajante: "°En el Zócalo! °Aquí!". No se miden las consecuencias porque la gran asamblea le fía a la cantidad de asistentes salvarse de las represalias. Queda citado el presidente Díaz Ordaz el 1 de septiembre a las diez de la mañana en la Plaza Mayor.

Se entona el Himno Nacional (a lo largo del siglo el patriotismo más vehemente y sincero se localiza en los sectores contestatarios, de los maderistas a los indígenas). Se prenden decenas de miles de antorchas de papel, y el paisaje ígneo es francamente hermoso y melancólico. Se disuelve el mitin y mi pesadumbre se acrecienta. øQué sucede? Intercambio malos augurios con amigos. Lo que hemos contemplado es una locura, la provocación que tanto se ha querido evitar. Alguien me objeta: "Pero lo decidió la asamblea". Inútil decir: "Sí, pero inducida". Ya es tarde para el arrepentimiento. Permanezco en el Zócalo porque la escena es única. Los grupos encargados de la guardia se entretienen. Se prenden fogatas. Algunos preparatorianos emprenden los juegos infantiles. Mira que tomar el Zócalo para jugar "Doña Blanca". Voy a cenar y regreso. A la una de la madrugada, fuerzas del Ejército, la policía y los bomberos se disponen al desalojo. El repertorio sí que conmina al nomadismo apresurado: un batallón de paracaidistas, los batallones 43 y 44 de infantería, 12 carros blindados de guardias presidenciales, cuatro carros de bomberos, 200 patrullas azules y cuatro batallones de tránsito, más contingentes del cuerpo de tránsito. En lo tocante a la recuperación del territorio nacional, el gobierno no corre riesgos. Por los magnavoces se invita al éxodo: "Están ustedes violando el Artículo Noveno Constitucional. Tienen ustedes cinco minutos para abandonar la plaza. Se les dejó hacer su mitin y realizar su manifestación. Han estado demasiado tiempo y no se puede permitir que la plaza para usos comunes sea dedicada a otros menesteres. Dentro de cinco minutos intervendrá la fuerza pública". Recuerdo una novela de Thomas Mann que dejé pendiente, y ya me dirijo a mi casa, cuando me retiene, muy a pesar mío, el paisaje del riesgo. Los estudiantes gritan: "°Orden, orden! °Calma, compañeros!", se sientan y aplauden. Los de la Violencia Legítima no entienden de gandhismo, y empujan a los jóvenes. Las unidades blindadas arrasan con mantas y pancartas. Enloquece el sonido de las sirenas. Los estudiantes en su salida airosa vitorean a México y entonan el coro sacramental: "°México / Libertad / México / Libertad!". De nuevo, el Himno Nacional. Si hay diferencias entre los términos, lo que percibo no es miedo sino susto. Es la hora de partir, oh abandonado.

 

La ceremonia del desagravio

28 de agosto. Me llama Eduardo Deschamps, de Excélsior, y me informa de la ceremonia de desagravio a la bandera nacional, organizada por el Departamento Central. "Va a estar de lo más interesante. No faltes". Deprimido, voy al Zócalo, transformado en Plaza del Apoyo a las Instituciones. Allí está la bandera rojinegra que creí ver arriada la noche anterior. °Qué autonomía la de los emblemas subversivos!, pienso mientras observo el descenso del símbolo súbito de infamia y el ascenso del Lábaro Patrio. Los empleados de Limpia y Transporte del DF integran vallas amenazantes. El maestro de ceremonias presenta a un "joven humilde", Gonzalo Cruz Paredes, que es elocuente: "Venimos a realizar un acto de reafirmación de nuestra calidad de mexicanos, al izar la bandera de México que es la única enseña y el más preciado emblema de nuestra historia".

La credencial de prensa concede el ingreso a la primera fila. Observo al modesto obrero Cruz Paredes y creo haberlo visto en otro lado. Esfuerzo mi memoria y no le doy crédito al resultado. °Sí, por supuesto! Fue hace más de un año, en una reunión de la cantante y compositora Judith Reyes. Me invitó el periodista de televisión Jorge Saldaña, y allí estaba Víctor Rico Galán. Judith usó su voz extraordinaria para entonar sus propias canciones, improvisamos parodias antigubernamentales, y nos reímos sin tregua. Pero entonces el humilde joven se llamaba de otro modo. Quince días después leí su nombre en la nota policiaca que daba cuenta de la detención del grupo subversivo de Rico Galán, y allí aparecía, con aire naturalmente ominoso, el que ahora en el Zócalo reivindica a la bandera. El transformismo de la militancia o las múltiples identidades de la calidad de mexicano.

Lo que sigue a la elocuencia tan obviamente genuina es inesperado. Llegan por un costado del Zócalo grupos incitados por la espontaneidad del acarreo. Son burócratas de la Secretaría de Hacienda y de la SEP, y hacen uso de sus facultades corales: "°Somos borregos! °Nos llevan! °Bee-bee! °Somos borregos!". Con mi astucia característica creo captar cierta mofa del poder de convocatoria del civismo gubernamental. Los encargados de la adhesión intentan callar a los burócratas, pero en vano. Mientras, los estudiantes que al amparo de su aspecto nativo se han infiltrado entre las huestes oficiales, reinician el mitin. La bandera nacional, por dificultades técnicas, ha quedado a media asta, y los estudiantes exigen dejarlo así, en señal de duelo por la intervención del Ejército. En el caos se emiten los signos persuasivos, y los granaderos, con macanas y escudos, embisten aislando el asta bandera.

Tomo apresuradamente notas que tardaré semanas en descifrar. De pronto, el Zócalo, siempre, según el gobierno, destinado a otros usos, se vuelve seminario ubicuo. Los estudiantes se dividen y atraen gente para sus alegatos en seis o siete lugares, reiterando sus razones. Intento oír pero el sonido múltiple dispersa mi atención. Rodrigo, un joven politécnico, me indica enfáticamente otro escenario: los encargados del orden consideran oportuno castigar el trapo rojinegro y le prenden fuego. Rodrigo es capaz de extraer un orden del caos visual, y me cuenta lo que estoy viendo sin don para las conclusiones. Un grupo ha salvado los restos del naufragio de la bandera, a la que defienden de la extinción con sus camisas. Y ó°qué necedad o qué compulsión marchista!ó se organiza otra manifestación en ese velódromo de consignas y apaciguamientos violentos en que se ha convertido el Zócalo, pasan frente a Palacio cantando el Himno Nacional (no se saben otro), y castigando y apreciando verbalmente a los granaderos, en un instante "°Asesinos!", y en otro "°Hermanos!". Si me queda algún poder exegético, o una lucidez terminal, creo hallarme ante un perfecto desmadre.

 
Foto tomada de
la revista Sucesos
SÛcrates Amado
Campus Lemus
 

Cerca de las dos de la tarde, ay qué temibles 14 horas, desde los magnavoces se da por concluida la Ceremonia del Desagravio, y se les recuerda a los asistentes, con otras palabras, cuánto urge su presencia en otras partes. Minutos después, un ballet de la represión y sus toreros raudos. Los carros tanque se lanzan contra la muchedumbre, de la que me desafilio a causa de mi odio a la tauromaquia. Hay ganas de burlar las maquinarias, y hay juegos de velocidad, gente en el suelo que se levanta con presteza de science-fiction, y solemne inconsciencia ante el peligro. El juego se extingue en un segundo. Como en película medieval, la feria se termina al abrirse la puerta de Palacio y aparecer columnas de soldados a bayoneta calada. Un amigo que trabaja en Prensa de Acción Social del DF nos exhorta a incorporarnos a una zona de seguridad y la cortesía me hace seguirlo. De nueva cuenta, en unas horas me enteraré de lo que sigue. Desde ventanas y azoteas se precipitan botellas, macetas y objetos varios contra los soldados. Los estudiantes se niegan a partir, y parece repetirse la terquedad de la noche del 26 de julio. Aquí, con el breve paréntesis de tres décadas, localizo la constante del Movimiento, inverosímil y eléctrica, la combustión del instante traducida al idioma del vértigo y la fijeza, no nos vamos a dejar porque nuestra causa es justa.

En el Zócalo los soldados disparan a la parte alta de los edificios y las balas rebotan al Hotel Majestic. Hay miedo, alaridos, alarmas, los estudiantes se repliegan, otro tiroteo fugaz. Al fin, a las tres y media de la tarde, el Zócalo queda a la disposición de la calma a como dé lugar. Se informa de docenas de lesionados.

El 28 de agosto es una fecha de enorme significación.

 

Consulte, completa, la crÛnica del 68

                   
I
II
III
IV
V

 

Carlos Monsiváis es escritor. En 1968 hacía el programa El cine y la crítica en Radio Universidad y colaboraba en "La cultura en México", suplemento de la revista Siempre! Su libro más reciente es Los rituales del caos.

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