Careaga, Gabriel
"El siglo desgarrado"
Tiempos Modernos. Cap. II (pp. 63-67)
Las transformaciones sociales
Los cambios a que dieron lugar las revoluciones y los proyectos utópicos, se englobaron en el modernismo. Todo este proceso implicaba el desarrollo económico y el surgimiento de la sociedad industrial.
También aparecen nuevas ideologías, como el liberalismo y el marxismo. Y a partir del siglo XX, nace la sociedad de consumo.
La cultura urbana es otro de los rasgos de las transformaciones socioeconómicas. Las relaciones humanas se vuelven múltiples y heterogéneas. Las naciones inician sus intercambios mercantiles, lo que da lugar a las relaciones de interdependencia, al tiempo que se determinan las nuevas clases sociales, en donde la burguesía llegaría a constituir una nueva fuerza. El desarrollo de esta clase habría de contribuir a modelar el nuevo rostro de Europa, sobre la base de la expansión económica, la inversión y las relaciones comerciales y la nueva moral social laica.
Se entroniza la teoría del individualismo, que predica la salvación personal, por medio del trabajo artístico y empresarial; la rebelión individual, frente a los dogmas religiosos del pasado, forma parte de la cotidianidad.
Desde el siglo XV el mundo cristiano dejó de ser creíble. Porque el conocimiento a través de las diferentes vidas sociales, la Universidad y el libro expresa una conciencia crítica del mundo y la sociedad.
El capitalismo se expande por toda Europa, a través de la inversión, la aceleración y la ampliación de la producción.
En medio de los avances y los descubrimientos, la sociedad con frecuencia deviene violenta, miserable y llena de enfermedades. Los informes médicos del siglo XVI son espeluznantes: "La descripoión de las deformaciones-escribe Fernando Brandel-del deterioro de los cuerpos y de la piel, la normal población de parásitos alojados en los pulmones y en las entrañas asombrarían a un médico actual". Un mundo de contrastes, de miseria y atraso que se enfrenta con el desarrollo de la ciencia, la técnica y la riqueza de la barguesía.
La circulación de la cultura y las ideas, se da conjuntamente con la economía de mercado. El intercambio de mercancías es la expresión del comercial, que favorece lo que desde el siglo XV se va a denominar la cultura urbana. En ese entonces aparecen las tiendas, los comercios, las casas de bolsa, el arte, el refinamiento, como expresión de un nuevo mundo, donde vida y economía política no están dejadas al azar, sino que hay una dirección del Estado. Desde luego, la economía capitalista inaugura un culto al trabajo y a la acumulación del capital personal; una fe ciega en el progreso económico, como una manera de traer felicidad a toda la sociedad. Todo ello enmascara el afán de lucro, la explotación y el reparto de la riqueza en forma desigual.
Desde el siglo XVI, el desarrolla la expansión de la economía de la empresa privada ligado con las obras públicas del Estado, siempre con la intención de crear una racionalidad económica a la búsqueda de una sociedad más igualitaria. Por eso el cambio viene a ser el rasgo característico de la nueva economía. La voluntad del progreso y del éxito individual, será el éxito de toda la sociedad. La burocracia política marcará otra de las características de este intento de nueva racionalidad, que no solamente es el resultado del desarrollo económico, sino también de una ética. Por eso tiene razón Max Weber cuando explica en la Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo, la necesidad de la salvación personal a través del trabajo y la acumulación de capital: Una actitud ascética y frugal frente a la vida; la fe religiosa depositada en Dios y no en ninguna autoridad eclesiástica. Aunque es cierto que el propósito del calvinismo era hacer también del Estado un instrumento de la voluntad divina: el desarrollo de la ciencia se da porque las leyes estadísticosociales han de aportar la prueba de la providencia divina. La enorme contradicción del calvinismo es que los signos de los tiempos modernos hacen que se oponga el Estado laico al religioso.
La cultura moderna implicaba la nueva economía y la nueva teoría política.
El liberalismo económico y la democracia política son elementos significativos de los nuevos tiempos.
En ambos se mezcla la pasión, el trabajo y el espíritu ascético de muchos creadores de cultura. Todo eso se une al individualismo creciente, donde proliferan todas las ideologías. Fundamentalmente se impone la necesidad de la racionalidad para prever dónde se expresa el espíritu científico y racionalista. Optimismo y fe en el progreso. E1 control del hombre para dominar la naturaleza. Y la nueva voluntad de sentirse predestinado para hacer grandes hazañas sociales y científicas. Por eso el trabajo se hace racional y sistemático. Para unos, esto representa salvarse frente a Dios; y para otros, en función del dominio de sí mismos y la aventura personal. El espíritu de innovación irá sustituyendo poco a poco la cultura campesina por la urbana. De Gutenberg a Copérnico y a los arquitectos del Renacimiento-explica Claude Delmas-, de Lutero a Iguacio de Loyola, a Cervantes, Shakespeare y Montaigne, de Rubens a Decart, a Voltaire y a Diderot, etc., los hombres símbolos se han multiplicado, encarnando cada uno una aventura y precisando por esto mismo lo que habría de resultar uno de los elementos fundamentales de la civilización europea: el derecho, para todo individuo, de buscar por sí mismo su verdad y el fundamento de su grandeza en esta actitud.
Es un proceso, al mismo tiempo, de continuidad y ruptura. No existe ninguna sociedad que no tenga rasgos del pasado y que se entremezclen con los del presente y el futuro. Pero la modernidad implicaba sobre todo una crítica a las ideologías autoritarias, subrayando la diversidad y la pluralidad de la sociedad. Era necesario pensarse y conocerse a través de la historia. Pero tal cual es, no mitificándola.
De esta forma se descubre a la democracia crítica y liberal en constante movimiento, puesto que la tradición moderna se ha visto a sí misma como la cultura del diálogo.
Los diferentes liberalismos de occidente reconocen en la voluntad del pueblo un principio de legitimidad, y en la elección libre la aplicación de este principio. El liberalism, ha explicado Harold Laski, es una concepción relativa a los fines y a la limitación del poder; la democracia es una concepción relativa al modo de designación de quienes ejercen el poder. Pero la lógica del liberalismo conduce a la democracia por intermedio del principio de la igualdad ante la ley. Para ser real, la democracia exige, sin embargo, el respeto de las libertades personales, la libertad de expresión y de discusión, la libertad de asociación y de agrupación. La elección no significa nada políticamente si no lleva consigo la libertad de escoger.
Inevitablemente, junto con todos esos cambios y transformaciones, surgieron los críticos conservadores que veían todo eso como libertinaje y corrupción. El escenario donde imperaba la maldad era precisamente la ciudad. No obstante, poco a poco se va imponiendo el pensamiento innovador y sus contradicciones, del cual harán crítica los artistas, los poetas, los novelistas, los ensayistas que reflexionan sobre las injusticias y las miserias morales y sociales de la nueva sociedad.
La cultura artística
La modernidad se expresa todavía de una manera más clara en el arte. La innovación y el rompimiento con la tradición (sobre todo el arte religioso y grecoromano), el sentido urbano, cosmopolita y una visión crítica del mundo es el estilo del nuevo arte. Ello permitió generar nuevas y diferentes perspectivas sobre la cultura en general.
El hombre de letras, de reflexión, el pintor, se transformó en laico. Y ahora se fustiga el conformismo, la hipocresía, la mojigatería, los lugares comunes de la religión.
También se critica a la vulgaridad de la cotidianidad y a una sociedad que desde el siglo XVIII está intensamente interesada en el dinero, en el poder y el prestigio social. Los artistas empiezan a dudar de la perfección del mundo burgués y de la clase media. Los intelectuales soñaban todavía con un mundo mejor que va a plantearse ahora a través del arte.
El artista empezará a luchar en contra de las codificaciones de una sociedad petrificada. Porque un arte conformista acaba siendo inútil y aburrido.
El nuevo arte expresa las contradicciones y las simulaciones de la nueva sociedad, la desintegración del hombre en la vida urbana. Al mismo tiempo el arte define en forma más explícita lo que le está pasando al hombre en su cotidianidad y ambigüedad social.
Los artistas, los intelectuales, tratarán de luchar contra la enajenación. Y aquí es cuando el arte rompe con la tradición formal, para orientarse a lo imaginario, a la fantasía, a los sueños.
Pero lo imaginario en base a la experiencia. El hombre expresa en la pintura su cuerpo desnudo, en la novela su epopeya, y en el teatro sus conflictos psicosociales. El nuevo arte romperá con la tradición y reflejará la sociedad de masas. Pero no en su uniformidad, sino en su diversidad. No en un conformismo, sino en su extrañeza frente a sí mismo y los demás. El hombre ha dominado la técnica, pero ésta se le ha escapado de las manos. Porque la destrucción ecológica es el resultado de ese abuso de la técnica en la industria del petróleo, en la energía atómica, se convierte en víctima de sus propios inventos.
Pero además, en el mundo pierde dominio de sí mismo, al verse enfrentado a los rompimientos de la cultura tradicional, para vivir en constantes contradicciones en aras de la innovación.
El hombre se aleja de la reflexión cultural escrita y vive sólo la cultura de la imagen: cine, televisión, comics. Esto crea una exhaltación del nosotros y una pérdida del yo, del individuo; el arte intenta resucitarlo y construir esa conciencia reflexiva, crítica e irónica que fue uno de los inicios de la modernidad, cuando se inventó, por ejemplo, la novela. Porque también es un hecho (que se ha demostrado poco a poco) que el desarrollo del arte y la cultura no es el reflejo mecánico de la estructura económica. Tal concepción no ha sido más que un error del socialista estalinista, que ha traido como consecuencia el atraso y el dogmatismo del arte en los países socialistas.
La invención de la novela moderna descubre que ésta no es solamente ficción en prosa, sino la prosa de la vida del hombre, y se transforma en el primer arte que intenta tomar al hombre entero y darle expresión. Porque el conflicto de voluntades, de deseos y pasiones, no es solamente el resultado de la lucha económica, sino el conflicto de seres humanos concretos, en donde la subjetividad es un punto importante de la relación social. Por eso se puede decir que la novela no es solamente la creación más típica de la literatura burguesa, sino también su creación más grande. Es una nueva forma del arte. No existía, de una manera muy rudimentaria, antes de esta cultura que hoy llamamos moderna, y que comenzó con el Renacimiento. Como todas las nuevas formas del arte ha cumplido su propósito de ampliar y profundizar la conciencia humana. A partir de este momento, la novela trata del individo, y es la épica de la lucha del individuo contra la sociedad, contra la naturaleza. Y por esta razón sólo podía desarrollarse en una sociedad en la que el balance entre el hombre y la sociedad se hubiera perdido, en la que el hombre estuviera en guerra con sus congéneres o con la naturaleza, como sucedía con el nacimiento del capitalismo. A partir del Renacimiento, pues, empezó este extraordinario invento del hombre, caracterizado por la curiosidad y la sensibilidad de los novelistas, quienes querían retratar a los hombres y a las mujeres tal cual son, como en el caso de los cuentos de Boccaccio.