Baptista, Mariano
"Latinoamericanos y
Norteamericanos"
Ed. Monte Avila. Venezuela 1990.
pp. 319-326
Papel de la mujer
El conquistador español llegó al Nuevo Mundo solo y sus primeras compañeras fueron indígenas, es decir pertenecientes a la sociedad vencida. Este hecho marcó históricamente el papel subalterno que tendría la mujer en Hispanoamérica.
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Los colonizadores británicos llegaron al Nuevo Mundo con sus familias y desde el primer momento la mujer compartió sacrificios, responsabilidades y también derechos, con el varón. Ya Tocqueville en 1830 (3), destacó la independencia de que gozaba la mujer norteamericana en relación a la europea. En el siglo XIX, con las grandes measas de la inmigracion, esta tendencia se acentuó porque a menudo era más facil dar trabajo a las mujeres que a los hombres recien llegados. |
Aunque no existen limitaciones escritas en cuanto a ejercer cualquier tipo de actividad o aspirar a un puesto público, se mantienen prejuicios y resistencias. Como en los países musulmanes, en las reuniones sociales es automática la separación entre miembros de los dos sexos. | Con la II Guerra Mundial, las mujeres llenaron todos los empleos que habían dejado los combatientes en fábricas y oficinas. El movimiento de liberación femenina de Estados Unidos es el más avanzado del mundo. Julián Marías anota que en Estados Unidos las mujeres no son solamente la mitad de la población sino del país, pues ocupan vitalmente esa mitad del espacio demográfico. |
El machismo, esto es la exaltación de los supuestos valores masculinos y el menosprecio de aquellos relacionados con la mujer, es característico de esta cultura. | Frente al casi matriarcado norteamericano, las formas del machismo son mucho más veladas y no aparecen en las leyes, sino en determinadas conductas individuales y aisladas. |
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Como en Italia o España, en América latina los varones siempre fueron recibidos con mayor alborozo que las mujeres, condenadas en la colonia a las casas de religiosas o a la servidumbre familiar, situación que se prolongó en la república. Podrían citarse numerosos testimonios del sometimiento y la postergación femeninas. Uno, muy elocuente, es el de la poetisa argentina Alfonsina Storni quien en un verso publicado en 1920 describe a una mujer encinta, arrodillada frente a un crucifijo:
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La cultura del caudillaje tiene en el machismo uno de sus pilares más firmes. Los políticos, si quieren ser respetados, deben demostrar que "tienen pantalones", es decir que saben imponerse. Queda así, descartada de principio, toda política de conciliación, entendimiento, incluso trato civilizado con el adversario, pues tal cosa mostraría ante propios y extraños, síntomas de debilidad, es decir, de feminidad. Pancho Villa, desde su exilio en Estados Unidos, les escribió al presidente Madero en 1911 que lo único que debía hacer era "amarrarse los pantalones y ser hombre". Madero fue asesinado al mes de recibir esa carta, su sucesor fue exiliado, el presidente siguiente, también asesinado. Madero pasó a la historia como una mandatario pusilánime, Villa como prototipo del "macho" mexicano.
Nada más "latino" que el corrido que cantaban los soldados de Villa, que se enfrentaron a las tropas del general Pershing:
El machismo se identifica de una manera directa con las calidades de coraje que presumiblemente se atesoran en los testículos. Así Fidel Castro pudo decir en su discurso de defensa por el asalto al cuartel Moncada ("La historia me absolvera") que sus compañeros que habían sido privados de sus órganos viriles por la tortura eran sin embargo mil veces más varoniles que todos sus atormentadores juntos; o aquello que dijo Allende en relación a su rival político: "La diferencia con Frei es que yo tengo huevos y el no". (Juan de Onis "The opposition in Chile" "New York Times Magazine" 17/12/1972). Los guerrilleros, en este contexto, son una expresión, o sublimación política del machismo pues prueban su hombría enfrentándose a los ejércitos regulares o sufriendo con entereza la vida en las montañas la selva o la clandestinidad urbana.
Al destacar que el latinoamericano parece más capaz de gigantescos esfuerzos momentáneos que de una labor planificada y sistemática, el venezolano J. M. Briceho Guerrero (op. cit) señala que a ello se agrega un profundo sentido de lo heróico y una conciencia épica: "se admira la proeza, el acto de valor en que se arriesga la vida y se juega el todo por el todo-dice-"se estima poco el silencioso trabajo constructivo". Aquí puede estar la raíz de la gran cantidad de términos y expresiones que se constelan en torno al "machismo", ese fenómeno lingüístico y psicosocial tan característico de Latinoamérica. Pero el "machismo" presenta una ambivalencia que ha pasado inadvertida: las treinta o cuarenta palabras y expresiones que a él se refiere (la mayoría inimprimibles) alababan la abundante dotación fálico-testicular del "macho", sus enormes riñones, la insólita capacidad de su vejiga para contener substancias como el tabaco, el largo alcance de su fuerza eyaculatoria comparable a la del caprino, y llegan a identificarlo en toda su integridad con el órgano genital de toro. A juzgar por ese despliegue verbal relacionado con la función reproductora, podría pensarse en la existencia del culto fanático, en una negación de la vida. Es interesante que todos los aspirantes a héroes (a machos triunfantes) están siempre dispuestos a derramar hasta la última gota de sangre, a morir matando por las convicciones que a la sazón sirvan de superestructura intelectual a su temperamento, pero ninguno ha manifestado nunca que está dispuesto a vivir 60 años trabajando todos los días por el triunfo de sus convicciones. Compárese en otro plano la increible proliferación de los juegos de azar que alimentan la incuria cotidiana con la esperanza de un gran golpe de suerte que en un momento de lo que el trabajo solo puede garantizar a largo plazo. Nunca ha calado aquello de que nivil sine magno labore dedir deus mortalibus. incluímos las conspiraciones "golpistas" entre los juegos de azar.
"Compárese también en otro piano la predisposición constante del macho para la aventura erótica, para la seducción arriesgada, para el engaño amoroso y su renuencia a la formación del hogar; el matrimonio, la vida conyugal y el consecuente deber de criar los hijos se sienten como carga pesada, como castigo del destino, y son por lo general el producto de decisiones bruscas, guiadas por la pasión, no obedecen a una planificación del futuro. A la pregunta ¿Cuántos hijos tiene usted? es frecuente oir en Latinoamérica la respuesta jactanciosa: "Que yo sepa, tantos" haciendo orgullosa elusión a supuestos o reales triunfos sexuales de macho irresponsable; esa respuesta quemaría de vergüenza los labios de un hombre de otros países o lo expondría a la justa persecución de la policía."
Los orígenes del machismo argentino se remontan a los conquistadores españoles pero también, en opinión de Julio Mafud (Rev. "Mundo Nuevo" 0ct. 1967) a los gauchos trashumantes. Ninguno de estos tipos sociales iba acompañando de mujer. Todos los oficios y ocupaciones de ambos son cosa de hombres: persecución y sometimiento de los indios, arreo de tropa, vigilancia de las fronteras, etc. El único culto posible era el coraje y las relaciones estables las que se establecían con el jefe, el caudillo o el compañero de penalidades, el amigo. No había campo ni tiempo para el amor a la mujer, pues primero estaban otros "amores" el amor a la libertad, al caballo, al juego, a cierta noción de justicia. Los inmigrantes europeos que llegaron por oleadas al país en la segunda mitad del siglo XIX lo hicieron en su mayoría solos, buscando probar fortuna. Después vendrían, si acaso, las familias.
La hospitalidad original dió paso al recelo y la mujer confinada en colonia, quedó tan aislada como siempre entre las paredes de la casa mientras afuera reinaban los varones. La lengua revela con nitidez el culto de la potencia sexual, característico del machismo. Quien se enamora en la Argentina es un "reblandecido" un flojo. Por el contrario el hombre auténtico es un duro, que goza del sexo pero no es capaz de confesar su amor a riesgo de ser considerado un "gil" como dicen las letras de los tangos.
En una sociedad que rezuma machismo por todos los poros, como la Argentina, "las mujeres-afirma Martínez Estrada-caminan como entre acechanzas del demonio, evitando celadas y seducciones con el firme propósito de las maniáticas. Al cabo del día, el que se encuentra muchas, acaba en la cabeza de que es un diablo. Llevan la mirada por el suelo o a lo lejos, con aire de vírgenes inexpugnables expuestas al ludibrio. No se si se ha hecho la estadística de la virginidad, pero para quien arriba a Buenos Aires o a Madrid, la mujer es una fortaleza de sexo neutro que tiene allíi una tronera con un mortero... las antiguas 'tapadas' están ahora en libertad, pero son las mismas... Quizá se debe esto a un resabio del culto de hiperdulia, propio de los países católicos inclinados a la veneración del himen. Nuestra ciudad es una virgen, por lo menos lleva su nombre, y el primer convento que se fundó llevó el nombre de las once mil. El dechado de la virtud es el de la virginidad en el emblema de la Virgenmadre. Eso se les ha metido a ellas en todo el cuerpo, por la cabeza".
La imágen que recogió de Argentina el escritor trinitario V.S. Naipaul (The return of Eva Peron, 1974) fue de una sociedad colonial y materialista, signada por el fracaso, el cinismo y la esterilidad y en la que el único refugio que queda para los hombres es el culto del machismo, así sea en sus expresiones deportivas (futbol y carreras de caballos) o en el atuendo masculino (más llamativo que el de las mujeres). Ahora bien, en esta sociedad colonial dedicada al saqueo y donde es indiscutida la supremacia del varón y la conquista sexual, el semetimiento de la mujer, sin pasión y ni siquiera atracción, es la actividad preferida e institucionalizada mediante una gigantesca industria de burdeles abiertos noche y día. Naipaul los encontró con sus llamativos letreros de neón a lo largo de la carretera panamericana y en el corazón de Buenos Aires detrás del cementerio de la Recoleta.
El sociólogo chileno Pablo Huneuus (Lo comido y lo bailado) se refiere a una de las más curiosas y horribles manifestaciones de este fenómeno latinoamericano causante de periódicos accidentes aéreos con crecido número de víctimas inocentes: el machismo de los pilotos. Luego de enumerar varios casos, con su secuela de muerte colectiva, atribuibles a "fallas humanas" pues las mecánicas son muy raras dado el progreso de la aviación, Huneuus señala que muchos pilotos chilenos para no ser considerados "gallinas" por sus compañeros y amigos, prefieren afrontar temporales, volar con neblina y a ciegas o lanzarse hacia la cordillera sin saber exactamente la altura. Lo terrible de estas situaciones es que los pasajeros están en las manos, o las glándulas, de alguien a quien le preocupa más su imagen que la suerte, de niños, hombres y mujeres confiados a su peripecia y buen juicio. Si en una de estas emergencias a uno le ha tocado un capitán "macho", solo le queda el recurso de encomendarse a Dios y apostar a la escapada milagrosa o el holocausto.
En Bolivia son también frecuentes estos "accidentes"
provocados por fallas humanas (alcohol y machismo, o una combinación
de ambos).
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"Entre casi todas las naciones protestantes-sostenía Tocqueville-
las jóvenes son más dueñas de sus acciones que en los
países católicos. En Estados Unidos las doctrinas del protestantismo
se combinan con una mayor libertad política y una sociedad democrática;
y en ninguna parte las muchachas se rinden tan temprano y tan completamente
a su propia guía. Mucho antes de llegar a la edad matrimoniable,
la joven norteamericana ha empezado su emancipacion del control matrimonial;
apenas ha dejado de ser niña cuando ya piensa por sí misma,
habla con libertad y actua por su propio impulso". Comparándolas
con las muchachas de su país que "todavía reciben una
educación reservada, segregada, casi conventual" este pensador
exclama: " He sido frecuentemente sorprendido, casi atemorizado por
la audacia con la que estas jóvenes mujeres americanas manejan sus
pensamientos y su lenguaje... sin accidentes ni esfuerzo... es fácil
percibir que la mujer americana siempre es dueña de si misma, saborea
todos los placeres permitidos, sin someterse a ellos y su razón nunca
permite que caigan las riendas del autocontrol, aunque a menudo pareciera
que las lleva flojas."
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Cuando aun el movimiento de liberación femenina no había logrado las conquistas de los años 60 y 70, escribio Julian Marías (op. cit.): "La relativa postergación de la mujer, indudable en muchas sociedades, no existe en Estados Unidos, de ahí la soltura, la plenitud, la vitalidad de la mujer americana. El niño tampoco está 'oprimido': al contrario, hay un ilimitado respeto a la espontaneidad infantil; los niños hacen-salvo matarse-lo que quieren, y todos saben que cosas quieren los niños. De ahí la gran tarea nacional que consiste en hacer del niño o la niña-la diferencia es poca-bravío y montaraz una 'persona'; por ejemplo, esa forma de persona tan lograda y con tanto primor que es la college girl. Más bien en Estados Unidos se pasan: las clases superiores estan un poco oprimidas, el trabajo manual demasiado retribuido-incluso desde el punto de vista estrictamente económico de la 'inversión' que supone la costosa formación intelectual-, la mujer favorecida por la ley y los usos, el niño se pasa de la raya: no hay más que recordar cuanto se escribe sobre los peligros del teenager, del muchacho que anda entre los trece y los diecinueven."
Las feministas norteamericanas sostienen que les queda un bastión por conquistar en el plano económico: el de los salarios, alegan que en la actualidad si el vrón gana un dolar en cualquier actividad, la mujer percibe comparativamente tan solo setenta centavos.
Pero en los demás campos la victoria ha sido completa. Y a veces se ha llegado a extremos: la quema pública de sostenes como símbo los denigratorios para la mujer, la exhibición de una escultura en la iglesia episcopal de Sf. John the Divine en Manhattan, mostrandaO a Cristo como "Crista", es decir con senos y sexo femenino, o lo que ha causado más polemicas, la publicación por parte del Consejo Nacional de Iglesias, que reune 32 denominaciones protestantes y ortodoxas con 40 millones de miembros, de un texto nuevo de traducción de párrafos principales de la Biblia, en los que se ha tratado de borrar cualquier "prejuicio masculino". De esta manera "Dios padre, por ejemplo ha quedado convertido en "Dios padre (madre) alternando con Dios (madre) padre"; en luger de "Hijo de Dios, para designer a Jesucristo se habla de "criatura de Dios"; se ha tachado "Señor" y en cambio se habla de "soberano". En otras partes, los traductores han disminuído el énfasis en los personajes masculinos, destacando también los femeninos, asi cuando hablan de Abraham, mencionan tambien a su esposa Sara, y a su concubina Agar.
Naturalmente han surgido vehementes protestas contra este hermafroditismo celestial alegando que todas las grandes religiones tienen como Dios o inspirador principal a una figura paternal, llamese Dios, Buda, Ala, Confucio o Mahoma. Otros han comparado el esfuerzo revisionista a los textos escritos bajo Stalin en Rusia, donde se reelaboraba la historia, eliminando personajes, a sabor de los comisarios.