Furtado, Celso.
La economía latinoamericana: formación
histórica y problemas contemporáneos.
Editorial Siglo Veintiuno.
México 1987.


La transformación del comercio internacional en la segunda
mitad del XIX y sus efectos en América Latina.

La división internacional del trabajo.

Durante la primera mitad del siglo XIX, la Revolución industrial se presentó como un fenómeno esencialmente inglés. Por esta razón es en la propia evolución estructural de la economía inglesa donde se encuentran las explicaciones de los cambios que, durante esa época, ocurren en el conjunto de la economía mundial. Los economistas que presenciaron el comienzo de esas transformaciones y las interpretaron desde el punto de vista de Inglaterra, comprendieron luego que el interés de ese país era transformarse en una fábrica y abrir las puertas a los productos primarios provenientes de todo el mundo. En efecto, la actividad industrial, escapando a la ley de los rendimientos decrecientes, desencadenaba modificaciones cualitativas sin precedentes.

En las economías basadas esencialmente en la actividad agrícola y cuyo avance tecnológico era muy lento o inexistente prevalecía una conciencia clara de que las proporciones de los factores de producción no podían ser modificadas arbitrariamente. A partir de cierto punto, el rendimiento por unidad de suelo tendía a decrecer necesariamente por mucho que se aumentara el volumen de mano de obra empleada, lo que significaba que la disponibilidad de tierra condicionaba el empleo de los demás factores. Sin embargo, la actividad industrial permitirá romper esa barrera. Con ella, el propio crecimiento, al crear la posibilidad de profundizar la división del trabajo y de utilizar máquinas más complejas y en mayores cantidades, se transformaba en fuente de aumento de productividad, lo que implicaba rendimientos crecientes. Siendo así, aunque los precios de los productos agrícolas importados fuesen estables e idénticos a los de la producción nacional, el hecho de poder pagarlos con manufacturas industriales constituía una obvia ventaja para un país escaso en tierras, como era Inglaterra. Por otro lado, una vez constitt¦ido un núcleo industrial importante en ese país y consolidada una posición de avance en relación a los demás países, no sería difícil demostrar, en el rnarco del teorema de las ventajas comparativas establecido en términos estáticos, que para los otros países también era provechoso adquirir en Inglaterra los productos industriales pagándolos con materias primas. Ese modelo de desarrollo, no obstante las enormes ventajas que presentaba para Inglaterra pues implicaba nada menos que concentrar en ese país las actividades en que se realizaba el progreso tecnológico, encontró resistencia de parte de los intereses agrícolas y su aceptación fue más lenta de lo que en general se supone. Durante toda la primera mitad del siglo, la agricultura inglesa continuó gozando de protección eficaz a través del mecanismo de la tarifa móvil, que le permitía elevar automáticamente la barrera aduanera, cada vez que los precios internacionales descendían por debajo de cierto nivel crítico. Sin embargo, la resistencia tuvo que ir cediendo frente al poder creciente de la burguesía industrial y, entre 1846 y 1849, Inglaterra eliminó las barreras al comercio exterior, sin esperar reciprocidad de los demás países.

La victoria total de las ideas librecambistas señala en alguna forma el final de la primera fase de la Revolución industrial, durante la cual se creó y consolidó en Inglaterra el núcleo propulsor que llevaría, en la segunda mitad del siglo, a la formación de un sistema de división internacional del trabajo de ámbito mundial. De importancia decisiva en la transición de la primera a la segunda etapa de la Revolución industrial, fue la penetración de la tecnología desarrollada en relación a la industria manufacturera en los medios de transporte. Las líneas de ferrocarril hicieron posible la rápida integración de los mercados internos en los países europeos y la mecanización de los transportes marítimos modificó profundamente las condiciones del comercio internacional. La invención de la hélice ocurrió al rededor de 1840, y durante el decenio siguiente se introdujo el casco de hierro en los navíos, lo que permitió reducir la resistencia del agua y aumentar las dimensiones de los barcos. A partir de entonces, el tonelaje de la marina mercante mundial aumentará con extraordinaria rapidez: de 6.7 millones de toneladas en 1840, pasó a 12.8 millones en 1860 y alcanzó a 43 millones en 1913. La repercusión en las tarifas en el transporte a largas distancias fue considerable, permitiendo en muchos casos reducciones de setenta a noventa por ciento en los precios antieriores. La subsecuente baja de los precios de las materias primas, especialmente los del algodón, vino a reforzar la posición competitiva de Inglaterra. Al sostener la política del librecambio y disminuir sustancialmente sus propias actividades agrícolas, ese país pudo beneficiarse plenamente con el descenso de precios de las materias primas resultante de la reducción de las tarifas marítimas. De este modo, las manufacturas inglesas tornaban en beneficio interno las economías externas producidas por la revolución tecnológica en los medios de transporte. Cabe recordar que, en los primeros decenios de la segunda mitad del siglo XIX, las dos terceras partes de las manufacturas que circulaban en el mercado internacional eran de origen inglés.

Durante el siglo comprendido entre las guerras napoleónicas y la primera gran guerra, tomó forma un sistema de economía mundial basado en la división internacional del trabajo. Las actividades económicas de una parte creciente de la humanidad pasaron a comportarse como elementos interdependientes de un conjunto articulado. Tal sistema de economía mundial presenta algunas características que conviene señalar. En primer lugar, está la elevación de la tasa de crecimiento económico de muchos de los países que lo integran; no solamente de los que se especializan en actividades beneficiarias del rápido progreso técnico, sino también de otros que utilizan racionalmente sus recursos naturales en el marco de la especialización geográfica. Es éste un fenómeno de amplias proyecciones históricas, pues, hasta entonces, las tasas de crecimiento habían sido irregulares y, cuando fueron ascendentes a largo plazo, eran lo suficientemente débiles para que, en el transcurso de una generación, las modificaciones de las condiciones de vida careciesen de real significado. Era natural, por lo tanto, que se admitiese, como lo hacían los mercantilistas, que el enriquecimiento ocasional de una comunidad tenía como contrapartida necesaria el empobrecimiento de otra. A partir de la Revolución industrial, la aceleración del ritmo de crecimiento de la producción de bienes y servicios crearía la posibilidad de duplicar, en el lapso de una generación, el poder de compra de la comunidad.

La segunda modificación significativa que debemos señalar consistió en la dinamización del cuadro demográfico. La tasa de crecimiento de la población se elevó gracias a la urbanización, a la mayor eficiencia de los servicios públicos y al aumento de los salarios reales. Pronto, gracias a los notables progresos en la aplicación de medidas de salud pública, se prolongaron de manera considerable las expectativas de vida. Disponer de una vida más larga y verla modificarse de modo significativo, es tener conciencia de que el horizonte de posibilidades abiertas al hombre es elástico, tanto en el plano individual como en el social. Los grandes movimientos colectivos, que en el pasado habían tenido inspiración religiosa o militar, se orientaron en medida creciente hacia el conocimiento y control del mundo físico y hacia la reconstrucción de las estructuras sociales.

La tercera característica es la formación y rápida expansión de un fondo de conocimientos técnicos transmisibles, relacionados con las formas de producción. En la época preindustrial, las técnicas de producción habían sido el resultado de una lenta acumulación de conocimientos empíricos cuya transrnisión se hacía, por regla general de generación en generación, a través del aprendizaje en el trabajo. La actividad productiva nacía de ella misma, así como una generación nace de la anterior. En la medida en que iba tomando forma una industria de equipos portadores de una tecnología de vanguardia, los datos de ese problema tendían a transformarse cabalmente. La transmisión de la técnica asume la forma de una simp]e operación comercial, siendo factible la transformación de todo un sector productivo con una rapidez que antes era inconcebible. Al crear una industria de equipos de transporte, Inglaterra puso en marcha un proceso de modificación de los medios de transporte en todo el mundo. Más aún, al proporcionársele a esa industria medios de financiamiento adecuados se creó un mecanismo de exportación de capitales que sería factor decisivo en la estructuración del sistema económico mundial, pues provocaría el surgimiento de nuevas formas de hegemoma fuera de los marcos tradicionales de las implantaciones coloniales.

Como consecuencia de la acción conjugada de esos factores, durante todo el siglo a que nos referimos la economía mundial creció, integrándose, es decir, al mismo tiempo que se intensificaba la división internacional del trabajo. El comercio mundial se expandió con rapidez: su tasa de crecimiento fue muy superior a la del producto interno de las propias naciones que encabezaron el proceso de transformación de la economía mundial. En efecto, el valor del comercio mundial, que no superaba los 1500 millones de dólares en los años veinte del siglo pasado, alcanzó a 3 500 millones en el decenio de los cuarenta y a 40000 millones en la víspera del primer conflicto mundial. Ese crecimiento se traducía en la "internacionalización" creciente de las economías industrializadas, particularmente en la inglesa.

Así, el coeficiente del comercio exteriór de Gran Bretaña, que en 1805-1819 era de 8.5 por ciento, en 1910-1913 alcanzaría a 29.4 por ciento. De una manera general, ese coeficiente se elevó en los países europeos que durante esa época se iniciaron en el proceso de industrialización. Idéntico fenómeno se observó en los países exportadores de productos primarios, en los latinoamericanos, por ejemplo, en los cuales el desarrollo de las exportaciones se hizo a expensas de las actividades económicas de subsistencia. Este hecho no se observó en los países cuyo desarrollo constituyó esencialmente una prolongación de la frontera económica europea, esto es, en los países que se habían formado mediante la transferencia de mano de obra y capitales europeos, tales como los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelandia. El desarrollo de estos países, cuando tomó la forma de incorporación de nuevos territorios, constituyó una ampliación del espacio económico europeo, cuya base de recursos naturales, inclusive suelos agrícolas, estaba siendo enriquecida. Se evitaban los rendimientos decrecientes mediante el aumento de la oferta de tierras de buena calidad. De esta forma, la producción agrícola inglesa se redujo y los precios de los productos agrícolas pudieron descender al mismo tiempo, gracias a la incorporación de las tierras de zonas templadas en América y en Oceanía. La economía de estas nuevas áreas ya surgía especializada, esto es, con un elevado coeficiente de comercio exterior y también con altos niveles de productividad e ingreso, sin lo cual no habrían tenido condiciones para atraer las poblaciones europeas de cuya mano de obra dependían. Esas áreas nacían a la vida económica con un mercado de productos industriales relativamente importante y con mano de obra apta para la actividad industrial, lo que explica su precoz industrialización. Como las industrias que iban surgiendo competían con las manufacturas importadas, se explica que el coeficiente de comercio exterior, inicialmente elevado, haya presentado una tendencia a la declinación o a la estabilización, y no a la elevación como en los dos casos anteriores.

En síntesis, en el proceso de formación del sistema económico mundial, cabe destacar, por su importancia en la estructuración de las relaciones internacionales, los siguientes puntos:

a) Existencia de un núcleo con un considerable avance en el proceso de capitalización, que concentra gran parte de la actividad industrial y prácticamente la totalidad de la producción de equipos; ese núcleo es también el centro que financia las exportaciones mundiales de bienes de capital, controla la infraestructura de medios de transporte del comercio internacional y es el principal mercado importador de productos primarios.

b) Formación de un sistema de división internacional del trabajo bajo la hegemonía del polo de crecimiento anteriormente indicado; el estímulo a la especialización geográfica favorece el rápido poblamiento de los grandes espacios vacíos de las regiones de clima templado y la reorientación de la producción primaria de otras áreas, que se especializan en la exportación de materias primas.

c) Creación de una red de transmisión del progreso técnico, subsidiaria del sistema de división internacional del trabajo; esa red facilita la exportación de capitales y, al mismo tiempo, promueve la difusión de bienes finales de consumo que surgen en el centro del sistema a medida que avanzan la acumulación y la tecnología; como la industria de bienes de capital se localiza en el centro, la creación de nuevas técnicas de producción también permanece concentrada geográficamente, beneficiando a aquellas actividades de las que existe experiencia en la economía dominante o que interesan a ésta más directamente. De ahí que la propia evolución de la tecnología haya side condicionada por el sistema de división internacional del trabajo surgido con la Revolución industrial.

Tipología de las economías exportadoras de materias primas

La inserción de los países latinoamericanos en las nuevas líneas en expansión del comercio internacional tomó impulso a partir de los años cuarenta del siglo pasado. En este proceso de inserción se configuran tres tipos de economía exportadora de productos primarios: a) economía exportadora de productos agrícolas de clima templado; b) economía exportadora de productos agrícolas tropicales, y c) economía exportadora de productos minerales. En coda una de ellas el comercio exterior contribuyó a configurar una estructura económica particular, cuyas características deben ser tenidas en cuenta en el estudio de su evolución posterior.

El primer tipo corresponde esencialmcnte a la Argentina y al Uruguay. La producción agrícola exportable se basó, en este caso, en el uso extensivo de la tierra y se destinó a competir con la propia producción interna de los países en rápida industrialización. El uso extensivo de las tierras de buena calidad perrnite, desde el comienzo, alcanzar eIevados índices de rentabilidad. Por otro lado, el propio carácter extensivo de esa agricultura y el considerable volumen de carga que ella genera, exigen la estructuración de un importante sistema de transporte, lo que tendrá como consecuencia indirecta la rápida unificación del mercado interno en torno a los grandes puertos de exportación. Este grupo de países se asemeja a las regiones a que anteriormente hicimos referencia como configuración de una simple frontera de la economía europea en proceso de industrialización. Esa frontera, a la cual se trasplanta inicialmente la técnica agrícola europea, se transformaría en importante centro creador de nuevas técnicas agrícolas. Tanto la agricultura de grandes espacios como el transporte, el ensilaje y el embarque en gran escala de cereales, son técnicas que tuvieron su origen en Estados Unidos. En síntesis, los países del grupo que estamos considerando, por el hecho mismo de competir con la producción interna de las naciones de más alto nivel de desarrollo y con las regiones de reciente poblamiento europeo, que se caracterizaban por un alto nivel de vida, se integraron desde el comienzo a un sector productivo de la economía mundial singularizado por un persistente avance técnico. Estos países presentaron elevadas tasas de crecimiento en toda la fase de expansión de su comercio exterior.

El segundo tipo, correspondiente a los países exportadores de productos agrícolas tropicales, congrega a más de la mitad de la población latinoamericana. En él se incluyen Brasil, Colombia, Ecuador, América Central y el Caribe, además de amplias regiones de México y de Venezuela. La inserción de estos países en el comercio internacional se realiza en competencia con áreas coloniales y con la región esclavista de Estados Unidos. El azúcar y el tabaco conservarán sus características de productos típicamente coloniales hasta fines del siglo XIX. Fue la rápida expansión de la demanda de café y cacao, a partir de mediados del siglo pasado, la que permitió a los productos tropicales desempeñar un papel dinámico en la integración de la economía latinoamericana en el comercio internaciorlal, durante la etapa que estamos considerando. La influencia directa de las modificaciones estructurales ocurridas en la economía inglesa es mucho menor, pues el mcrcado inglés continuó siendo profusamente abastecido por las regiones coloniales de mano de obra abundante y bajos salarios. Correspondió, en ese caso, a Estados Unidos, y en menor escala a los países continentales europeos, el papel de centro dinámico. Los productos tropicales, si bien permitieron poblar importantes áreas, en general tuvieron escasa significación como factor de desarrollo. Por un lado, sus precios permanecieron bajo la influencia de los reducidos salarios de las regiones coloniales que los producían tradicionalmente. Por otro, dadas sus características, en general no exigieron la construcción de una importante infraestructura; en muchas regiones se continuaron utilizando los medios de transporte anteriores. Finalmente, al producirse en regiones incapaces le crear nuevas técnicas, los productos tropicales tenderán a permanecer en el marco de las economías tradicionales. Con todo, en ciertas zonas, la agricultura tropical de exportación llegó a desempeñar un papel importante como factor de desarrollo. Quizás el ejemplo más significativo sea el de la región cafetalera de Sao Paulo, Brasil. Las características físicas y químicas de los suelos propiciaron la plantación extensiva del café. La productividad relativamente alta de la mano de obra, la magnitud del área plantada y la utilización de inmigrantes europeos que exigían salario monetario, favorecieron la construcción de una infraestructura moderna y la creación de un mercado interno. El carácter especial de este caso adquiere relieve si se recuerda, que, a fines del siglo pasaclo, el altiplano paulista contribuía con dos terceras partes a la producción mundial de café.

El tercer tipo de economía, correspondiente a los exportadores de productos minerales, incluyó a México, Chile, el Perú y Bolivia. Venezuela, como exportador de petróleo, se integró al grupo en el tercer decenio de este siglo. El descenso de las tarifas de transporte a larga distancia y la rápida expansión de las industrias mecánicas, al crear un mercado internacional de metales industriales, provocaron una radical transformación en la minería latinoamericana. Por un lado, los metales preciosos, la plata en particular, perdieron rápidamente significación y, por otro, la producción de tipo artesanal o semiartesanal fue progresivamente sustituida por la producción en grandes unidades controladas por capitales extranjeros y administradas desde el exterior. El crecimiento considerable de la demanda mundial de metales no ferrosos fue acompañado de un gran progreso técnico en su producción, lo que permitió o exigió concentrar la producción en grandes unidades. Ese proceso de concentración, efectuado inicialmente en el principal país productor-Estados Unidos-tendió a extenderse luego a otras áreas, cuyos productores locales fueron desplazados por organizaciones americanas dotadas de gran poder y con la capacidad tecnológica necesaria para tratar minerales de baja ley. De este modo, el avance de la industria minera de exportación se hizo con la desnacionalización de la misma y con la implantación de un sector productivo que, dado su gran avance técnico y elevada densidad de capital, tendió a aislarse y a comportarse como un sistema económico separado, o mejor aún, como parte del sistema económico al que pertenecía la matriz de la unidad productora. El control extranjero de una actividad altamente capitalizada y que utiliza poca mano de obra, significó desvincular del sistema económico interno la parte principal del flujo de ingreso originado en esa actividad. En tales condiciones, su valor como factor de transformación directa de las estructuras internas se reduce casi a nada. Además, como la infraestructura creada para servir a las industrias minerales de exportación es, en general, altamente especializada, las economías externas que resultan de la misma son escasas o nulas para el conjunto del sistema economico. Finalmente, al abastecerse de productos especializados obtenidos fuera del pals y al producir un reducido flujo de salarios, este tipo de actividad en ninguna parte contribuyó en forma significativa a la creación de un mercado interno. Sus potencialidades como factor dinámico solamente se dieron a conocer cuando el Estado se interpuso para obligar a esas empresas a adquirir dentro del país parte de sus insumos, y para captar, bajo la forma de impuestos, una parte significativa del flujo de ingresos que tradicionalmente eran remitidos al exterior.

La reorientación de la economía
internacional en el siglo actual

La fase de expansión de las exportaciones

Los tres decenios que anteceden a la primera gran guerra, constituyen en el conjunto de América Latina un período de rápido desarrollo económico y transformación social. En México, donde el gobierno de Porfirio Díaz creó condiciones para una intensa penetración de capitales extranjeros, orientados principalmente a la producción minera; en Chile, que al salir victorioso de la Guerra del Pacífico contra Bolivia y Perú, pasó a monopolizar las fuentes del salitre; en Cuba, donde aún antes de la independencia-obtenida en 1898- se venía efectuando una creciente integración con el mercado norteamericano, lo que le permitió expandir de modo extraordinario la producción de azúcar; en Brasil, donde el auge del cultivo del café en el altiplano paulista y el flujo migratorio europeo provocaron el colapso de la economía esclavista; finalmente, en Argentina, donde la economía y la sociedad se transformaron profundamente por el impulso de la poderosa ola migratoria y de la penetración de abultados capitales extranjeros.

Si observamos más de cerca los tres países de mayor extensión, constataremos la importancia de las transformaciones ocurridas durante ese período. En México la población pasa de 9.4 millones en 1877, a 15.2 millones en 1910. En el último de los casi tres decenios del gobierno de Porfirio Díaz (1900-1910) la tasa media de crecimiento anual del producto real per capita alcanza a 3.1 por ciento. Durante ese decenio la producción minera y petrolífera, sector básico de la exportación, crece a una tasa anual de 7.2 por ciento, o sea, dos veces más rápidamente que la produccion manufacturera y casi tres veces más que la producción agrícola. En Brasil, la población, que era de 10.1 millones de habitantes en 1872, alcanzará 17.3 en 1900. En el último decenio del siglo, la tasa de crecimiento demográfico en el Estado de Sao Paulo es superior al cinco por ciento anual, mientras que en el conjunto del país es inferior al dos por ciento. De los 610 mil inmigrantes que llegaron al país en ese decenio la casi totalidad se localizó en ese Estado. Entre 1880 y 1910, la extensión de las líneas de ferrocarriles en uso pasa de 3.4 a 21.3 mil kilómetros. La exportación de café, que se acercaba a los 4 millones de sacos (60 kg) en 1880, se aproxima a los 10 millones en 1900 y supera los 16 millones antes de la prirnera gran guerra, cantidad que raramente será superada en los años subsiguientes. Las exportaciones de cacao pasaron de 6 a 40 mil toneladas y las de caucho de 7 a 40 mil toneladas, en el rnismo período. Sin embargo, es en la Argentina donde las modificaciones de esa fase alcanzan mayor relevancia. En los dos decenios comprendidos entre 1890-1894 y 1910-1914, la población argentina se duplica, pasando de 3.6 a 7.2 millones de habitantes, la red ferroviaria del país pasa de 12.7 a 31.1 mil kilómetros, las exportaciones de cereales aumentan de 1 038 a 5 294 miles de toneladas y las de carnes congeladas de 27 a 376 mil toneladas. En síntesis, en el período que estamos considerando, América Latina se transforma en un componente de importancia del comercio mundial y en una de las más significativas fuentes de materias primas para los países industrializados. En 1913, su participación en las exportaciones mundiales de cereales alcanzaba al 17.9 por ciento, en las de productos pecuarios al 11.5 por ciento, en las de bebidas (café, cacao, té) al 62.1 por ciento, en las de azúcar al 37.6 por ciento, en las de frutas y legumbres al 14.2 por ciento, en la de fibras vegetates al 6.3 por ciento y en la de caucho, y pieles y cueros al 25.1 por ciento.

Nuevas tendencias de la economía internacional

A partir de la primera gran guerra señálanse importantes modificaciones en las tendencias a largo plazo de la economía internacional, modificaciones que se acentuarían con la crisis de 1929. En primer lugar, se observó una reversión de la tendencia a la elevación del coeficiente de comercio exterior de los países industrializados. Así, en Inglaterra ese coeficiente bajó de cerca del 30 por ciento (1910-1913) al 25 por ciento (1927-1929) y al 17 por ciento en los años treinta. En Estados Unidos, en Alemania, en Francia y en Japón se advierte en los años veinte una estabilización de este coeficiente en comparación con el período anterior a la guerra, y un descenso en los años treinta. Esa tendencia sólo se modificaría nuevamente después de la segunda gran guerra, dentro de un nuevo contexto de la economía internacional, en el cual el comercio asumiría principalmente la forma de intercambio de productos manufacturados entre países industrializados.

En segundo lugar, se observa en los mercados internacionales un persistente deterioro de los precios relativos de los productos primarios. Esta era una tendencia ya observada en el período anterior, y se acentuará a partir de 1913. A la inelasticidad a corto plazo de la oferta de productos primarios de origen agrícola y la rigidez de las estructuras de los países especializados en la exportación de esos productos, vendría a sumarse la evolución de la propia tecnología como factor responsable de la tendencia depresiva de los precios de las materias primas en los mercados internacionales. El nitrato sintético sustituiría progresivamente al salitre chileno, a partir de la primera gran guerra. Lo mismo sucedería a continuación con las fibras y el caucho sintético. La mayor eficiencia en la utilización industrial de los productos minerales actuaría en el mismo sentido.

La tercera tendencia a señalar está ligada al persistente cambio en la composición del comercio mundial, tendencia ésta que solamente se manifiesta después de la segunda gran guerra. En los tres decenios anteriores al primer gran conflicto bélico, el quantum del comercio mundial de productos primarios creció a un ritmo similar al del comercio de productos manufacturados. En los dos decenios subsiguientes, debido al fuerte aumento de las exportaciones de petróleo y al proteccionismo que prevaleció en los países industrializados, el quantum de las exportaciones de productos primarios creció más que el de las exportaciones de manufacturas. La modificación más significativa en las tendencies se evidencia solamente a partir de los años cincuenta. La situación en 1953 ya era distinta de la de 1913 en lo que respecta a la participación de los artículos alimenticios y de las manufacturas en la composición del comercio mundial, conforme nos muestran los datos del cuadro.

 Composición del comercio mundial
(en porcentajes)

1913

1953

Artículos alimenticios

Materias primas agrícolas

Minerales

Manufacturas

29

21

13

37

23

14

20

43

La declinación relativa de las fibras naturales y el aumento del petróleo, constituyeron los principales cambios ocurridos en el período indicado. Es a partir de los años cincuenta que se manifiestan las nuevas tendencias que irían a modificar fundamentalmente la composición del comercio mundial en el transcurso de un decenio. Entre 1953 y 1967, la tasa de crecimiento anual de las exportaciones mundiales de artículos alimenticios fue de 3.5 por ciento, la de otras materias primas (excepto combustibles) igualmente de 3.5 por ciento, la de combustibles de 7.0 por ciento, la de productos químicos de 15.0 por ciento, y la correspondiente a las demás manufacturas de 8.5 por ciento. Debido a esas nuevas tendencias, el intercambio entre los países industrializados viene adquiriendo una creciente importancia en el comercio internacional. Así, en 1966 las exportaciones totales de los países desarrollados de economía de mercado alcanzaron a 139 mil millones de dólares, de los cuales 106 mil millones fueron exportaciones realizadas dentro de ese mismo grupo de países.

Si comparamos las líneas generales de desarrollo de la economía mundial en el medio siglo subsiguiente al término de la primera gran guerra, con el medio siglo anterior, se manifiestan muy pronto diferencias de gran significación, particularmente desde el punto de vista de los países subdesarrollados. La etapa anterior se caracterizó por la formación de un sisterna de división internacional del trabajo, sujeto a la hegemonía del grupo de países cuya industrialización se inició en la primera mitad del siglo pasado. Ese sistema permitió concentrar en ciertas áreas las actividades productivas que más se benefician del progreso tecnológico, así como la utilización más amplia y racional de los abundantes recursos (mano de obra y tierras) existentes en las demás áreas. Se expandía el conjunto de la actividad económica mundial y, al mismo tiempo, surgía o se intensificaba la interdependencia entre sus partes. Si analizamos más detenidamente ese proceso, constataremos inmediatamente que comportaba dos modalidades de desarrollo. Por una parte estaba el desarrollo de los centros industriales, apoyado en el progreso tecnológico y en una rápida acumulación de capital. Ese desarrollo determinaba modificaciones en la cantidad relativaa de los factores, aumentando la dotación de capital por unidad de mano de obra, y también en la calidad de esos factores, al exigir una mejoría progresiva del factor humano e implicar procesos productivos cada vez más complejos. Por otra parte estaba el desarrollo de las llamadas regiones periféricas, el que tenía como punto de partida modificaciones en la demanda global efectuadas a través del sector externo. Este segundo tipo de desarrollo era casi siempre de carácter extensivo, esto es, perrnitía aumentar la productividad económica de los factores disponibles sin exigir modificaciones significativas en las formas de producción. Así, la sustitución de una agricultura de subsistencia como la prcducciónl de maíz, por una de exportación como el café, determinaba un aumento del producto global sin exigir alteraciones significativas en las técnicas de producción. Otras veces-como en el caso de la producción minera-ese desarrollo periférico tomaba la forma de asimilación de técnicas modernas y de aumento de la capitalización en el sector productivo estrictamente ligado a la exporíación, sin ninguna capacidad de irradiación hacia el resto de la economía. En uno y otro caso, el desarrollo periférico tenía reducida capacidad transformadora de las técnicas tradicionales de producción. No obstante, al exigir la modernización de las infraestructuras y de parte del aparato de Estado, abría un proceso histórico que traía en sí mismo un nuevo horizonte de posibilidades.

Significaclón de la crisis de 1929 para América Latina

En la nueva etapa que se inicia con la primera gran guerra y que asume sus características definitivamente con la crisis de 1929, el sistema tradicional de división internacional del trabajo desempeña un papel de importancia declinante. La demanda internacional de productos primarios pierde su dinamismo, como reflejo de la propia evolución de las estructuras de los países industrializados. La percepción de la naturaleza y de la profundidad de ese problema y de sus repercusiones en la economía internacional fue retardada por la depresión de los años treinta. La amplitud y profundidad de la depresión colocaron en primer plano los aspectos de coyuntura y ofuscaron la percepción de los factores estructurales. Se demoró en percibir que la propia rnagnitud de la crisis reflejaba importantes transformaciones que estaban en curso en la economía mundial. El volumen físico (quantum) de las exportaciones mundiales sufre una reducción del 25 por ciento entre 1929 y 1933, y del 30 por ciento en el nivel general de precios, lo que causó una baja superior al 50 por ciento en el valor del comercio mundial. Además, la modificación en el flujo internacional de capitales agravó considerablemente la situación de los países exportadores de productos primarios. Inglaterra, los Estados Unidos y Francia que, en 1929-1930, exportaban en conjunto un promedio anual de 3 300 millones de dólares, bajo la forma de capitales a corto y largo plazos, en 1931-1932 serán importadores líquidos de 1 600 millones como promedio anual. Inglaterra que en 1925-1929 pagaba con ingresos de sus capitales en el extranjero el 22 por ciento de sus importaciones, elevará ese porcentaje a 37 por ciento en 1930-1934. En América Latina la crisis alcanzó dimensiones catastróficas, debido a que, de entre las regiones subdesarrolladas, era una de las que más se habían integrado en el sistema de división internacional del trabajo. Todo el sector monetario de las economías latinoamericanas estaba ligado al comercio exterior. En México cerca del 30 por ciento del capital reproductible existente en el país era controlado por grupos extranjeros, y en Argentina más del 40 por ciento. La situación no era muy distinta en los demás países. La deuda externa y su servicio condicionaban no sólo el comportamiento de la balanza de pagos, sino también el de las finanzas públicas y el del sistema monetario. Durante todo el decenio que siguió a la crisis la capacidad para importar estuvo fuertemente reducida, no tanto en razón de la declinación en el quantum de las exportaciones, sino principalmente como reflejo de la evolución adversa de los términos del intercambio, conforme se desprende de los siguientes datos:

 América latina: indice del intercambio externo
(1925-1929 = 100)

Quantum de las
exportaciones

Términos de
intercambio

Capacidad para
importar

1930-1934

-8.8

-24.3

-31.3

1935-1939

-2.4

-10.8

-12.9

Si se tiene en consideración el aumento de la población, la declinación en la capacidad para importar fue de 37 por ciento en 1930-1934 y de 27 por ciento en el quinquenio subsiguiente, en relación con el período anterior a la crisis. El impacto principal de la depresión se concentró en el sector público, debido a la dependencia en que se encontraban, en la época, los sistemas fiscales del intercambio externo, y también como reflejo del aumento relativo de la importancia financiera de la deuda pública externa. Todos los países, con excepción de Argentina, suspendieron el servicio de la deuda externa por períodos más o menos largos, lo que traería dificultades adicionales a la obtención de financiamientos externos, indispensables para la importación de equipos.

Aunque hayan afectado duramente a toda la región, las consecuencias de la crisis de 1929 fueron diversas, en función del grado de integración en el sistema de división internacional del trabajo y de la naturaleza de esa integración. Los países exportadores de alimentos originarios de zonas templadas, como Argentina, sufrieron relativamente menos. En primer lugar, porque la demanda de esos productos tiene una elasticidad-ingreso baja, particularmente en los países de nivel de vida elevado. En segundo lugar, porque la oferta de esos productos, casi siempre de ciclo vegetativo anual, es relativamente elástica, pudiendo las áreas sembradas ser reducidas de un año para otro. Finalmente, tratándose de productos que compiten con los excedentes originarios de países desarrollados, el grado de organización de sus respectivos mercados era mayor. En el caso de los productos tropicales, la demanda también es relativamente inelástica en función del ingreso. No obstante, dada la inelasticidad de la oferta, en razón de su carácter de cultivo perenne, cualquiera reducción de la demanda provoca caídas catastróficas de precios, si no existen posibilidades de financiar los excedentes y retirarlos del mercado. En el caso de los productos minerales el cuadro se presenta distinto: la caída de la producción industrial en los países importadores determinó una liquidación de stocks y un colapso de la producción en los países exportadores. La baja del volumen exportado tendió a ser considerable. Los datos del intercambio externo de Argentina, de Brasil, de Chile y de México, en el decenio que sigue a la crisis, ilustran esas distintas formas de reacción de las economías dependientes. Dada la gran inelasticidad de su producción de ca fé y otros productos tropicales, el Brasil intentó defenderse de la baja de los precios aumentando el quantum de sus exportaciones, el que creció en 10 por ciento en el período 1930-1934, en relación con 1925-1929. Argentina redujo el suyo en 8 por ciento, Chile en 33 y México en 25. El deterioro de los términos de intercambio fue dos veces más intensa en Brasil que en Argentina, pero no fue muy distinto del de Chile y México. Así, la situación más grave fue la de los países exportadores de productos minerales, afectados por la baja de precios y de volumen físico, y la menos aflictiva la de los exportadores de productos de ciclo anual, cuyas estructuras productivas son más flexibles. En el quinquenio subsiguiente (1935-1939), Brasil continúa forzando los mercados externos, procurando colocar su gran producción de café, cuyos stocks constituían una carga financiera considerable; sin embargo, el deterioro de los términos de intercambio anuló totalmente esos esfuerzos. En Argentina la reducción del quantum exportado va acompañada de una recuperación significativa de los términos de intercambio. La economía chilena, cuyo grado de integración en el sistema de división internacional del trabajo era mayor que el de cualquiera de las otras tres aquí referidas, fue ciertamente la más afectada. Su comportamiento durante ese decenio puso en evidencia la extrema vulnerabilidad de las economías exportadoras de productos primarios, en el cuadro de la división internacional del trabajo surgida en el siglo XIX.

 Indicadores del intercambio externo en países seleccionados
de América Latina.
(variación porcentual con relación a 1925-1929)

Quantum de las exportaciones Términos del intercambio Capacidad para importar Quantum de las importaciones

Argentina

1930-1934

1935-1939


-8

-11

 

-20

0


-27

-11


-32

-23

Brasil

1930-1934

1935-1939


+10

+52


-40

-55


-35

-32


-48

-27

Chile

930-1934

1935-1939


-33

-2


-38

-41


-58

-42


-60

-50

México

1930-1934

1935-1939

-25

-11


- 43

-36


-55

-39


-45

-26

 

Algunos indicadores del grado de desarrollo
alcanzado en América Latina

Indicadores económicos

Aun cuando el período que se extiende desde las guerras de independencia hasta los años setenta del siglo pasado haya sido de estancamiento en casi todos los países, en el siglo siguiente las economías latinoamericanas conocen un desarrollo relativo considerable, aunque desigual de país a país. La primera mitad de ese siglo -durante la cual el desarrollo tiene como causa básica la expansión de las exportaciones de materias primas- encauza un importante flujo de población y capitales europeos, hacia las regiones de clima templado y grandes espacios vacios. En estas regiones, el desarrollo económico fue particularmente intenso durante esa primera fase y estuvo acompañado de un proceso precoz de urbanización y otras modificaciones sociales. La vieja sociedad, esencialmente rural, en que el poder político era monopolizado por una pequeña minoría de propietarios de la tierra, fue sometida a una rápida transformación al formarse los grandes conglomerados urbanos con una creciente participación de los estratos sociales medios. En la región sur del continente sudamericano -Argentina y Uruguay, y en menor medida Chile y las áreas meridionales de Brasil-hacia la cual se dirigió el flujo migratorio europeo, la urbanización no solamente avanzó con rapidez sino que la economía agricola se hizo totalmente monetaria. Una oferta elástica de alimentos y los salarios monetarios exigidos por los inmigrantes europeos contribuyeron a que se definiesen condiciones de vida de niveles muy superiores a los que prevalecían en las áreas de antiguo poblamiento.

En el momento actual, las condiciones de vida del conjunto de la población latinoamericana reflejan el cuadro de estructuras sociales que se estableció en la primera fase del desarrollo moderno-aproximadamente de 1870 a 1914- y la intensidad de ese desarrollo en el conjunto del siglo que estamos considerando. En efecto, las condiciones de vida en las distintas áreas de la región no debían ser muy diversas a mediados del siglo XIX. Al iniciarse la expansión de las exportaciones, la evolución de las estructuras sociales fue condicionada por factores tales como la importancia relativa de la economía de subsistencia preexistente, el contingente europeo recién incorporado y la intensidad de la absorción de mano de obra en el sector monetario. Un paralelo entre las dos primeras etapas de la expansión del café en Brasil pone en evidencia la significación de esos factores. En la primera etapa, cuando fueron ocupadas las tierras del Estado de Río y del sur del Estado de Minas Gerais, la expansión se basó en la disponibilidad de mano de obra existente en este último estado y que resultaba de la declinación de la producción de oro y diamantes en el período anterior. La abundancia de mano de obra permitió que el crecimiento de la producción de café se hiciese en el cuadro de las haciendas tradicionales, en que era mínimo el flujo monetario, a un nivel de salarios reales extremadamente bajos. En la segunda fase, ocurrida en el altiplano paulista, la escasez de mano de obra desempeñó un papel fundamental. El gobierno promovió y financió un importante flujo migratorio de origen europeo, exigiendo desde el comienzo el pago del salario en moneda y condiciones de vida capaces de atraer poblaciones del sur de Europa. Esas transformaciones sociales son elementos decisivos en la más rápida urbanización del altiplano paulista, en la formación de un núcleo de mercado interno en esa región y en su posterior desarrollo. Si el nivel de vida de la población del altiplano paulista no tuvo, en la fase siguiente, una evolución similar a la del aumento de productividad ocurrido en la región, ello se debe al cuadro general de la economía brasileña, cuya integración, en el siglo actual, permitiría que el excedente de mano de obra de las regiones de menor desarrollo condicionara los salarios de la región de mayor desarrollo.

 América latina en la dinámica de la economía mundial

Economías capitalistas

Desarrolladas

Subdesarrolladas, total

América Latina

Economías socialistas

Mundo

Producto interno bruto.
Ponderación en 1963 Mundo = 100
61 12 4 27 100
Crecimiento medio anual 1950-1969 (%)
Idem por habitante


4.7

3.5


5.0

2.5

5.2

2.4

8.0*

6.4*

5.5

3.5

Exportaciones
(valores corrientes)
Incremento medio anual entre 1948 y 1970 (%)

8.6

5.3

3.8

10.5

8.0

Participación de la región en el total mundial ( % )

1938

1948

1960

1970



65

63

67

72



25

30

21

17



7

11

7

5



10

6

12

11



100

100

100

100

* Excluidos los países socialistas de Asia.

En la Argentina, la escasez de mano de obra local y la intensidad del desarrollo en la fase de exportación, permitieron que se creasen condiciones sociales que la colocarían, junto al Uruguay, en una situación peculiar dentro del conjunto latinoamericano. En la etapa de industrialización Argentina no alcanzará una tasa de crecimiento tan alto como México o Brasil. Sin embargo, como la industrialización no contribuyó a modificar la distribución del ingreso o absorber de forma significativa los excedentes de mano de obra, Argentina y Uruguay constituyen en América Latina, el caso singular en que el desarrollo se tradujo en una efectiva mejoría de las condiciones de vida para casi la totalidad de la población.

América Latina representa cerca del 7.7 por ciento de la población mundial y contribuye con aproximadamente el 4 por ciento del producto y el 5 por ciento del comercio mundial. Su ingreso per capita es inferior en un tercio al promedio mundial, pero es casi dos veces mayor que el promedio de los países del llamado Tercer Mundo.

El promedio latinoamericano oculta, evidentemente, desigualdades importantes. Así, el ingreso per capita argentino se acerca al promedio de los países de Europa, mientras que el de Haití es inferior al promedio africano. El ingreso per capita de Haití alcanza apenas al 11 por ciento del de la Argentina, lo que corresponde a una diferencia mucho mayor que la existente entre el promedio latinoamericano y el ingreso per capita de los Estados Unidos. Además de la Argentina, Venezuela, Uruguay y Chile se encuentran significativamente por encima del promedio régional. México y Panamá, cuyas posiciones relativas mejoraron sustancialmente en los años sesenta, también se hallan por encima del promedio. El Brasil se encuentra un cuarto por debajo del promedio y Colombia un tercio.


 Producto Interno Bruto: tasas de crecimiento total y per capita

Tasas anuales de crecimiento*

1972 (en dólares de 1970)

1950-1960

1960-1970

Total (millones)

Per cápita

Argentina
Bolivia
Brasil
Colombia
Costa Rica
Chile
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Haití
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Perú
República Dominicana
Uruguay
Venezuela
América Latina (con
exclusión de Cuba)

3.0

0.4

6.8

4.6

7.1

3.9

4.9

4.7

3.8

1.9

3.4

5.8

5.3

4.8

2.4

5.3

5.7

2.1

7.6

5.0

4.2

5.6

6.0

6.2

6.8

4.4

5.3

5.8

5.2

0.6

5.5

7.1

7.3

8.1

4.6

4.9

3.8

1.2

5.8

5.6

26 223

1 109

45 548

8 447

1 079

8 610

2 006

1 121

2 140

485

772

37 233

942

1 222

655

6 838

1 821

2 397

12 257

160 903

1 096

214

464

376

572

945

308

306

415

111

289

709

488

803

272

503

422

810

1 116

591

*PIB medido al costo de los factores y a los precios de 1960.

Indicadores sociales

Indicadores relativos a las condiciones de alimentación; de salud, de educación, habitación y otros confirman lo que acabamos de decir acerca de la situación intermedia en que se encuentra América Latina entre los países de economía desarrollada y el promedio del Tercer Mundo. Además, esos datos confirman la extrema heterogeneidad de la región y dejan entrever algunas especificidades de las sociedades latinoarnericanas en la fase de industrialización.


 Indicadores de las condiciones sociales

I

II

III

IV

V

IV

Argentina
Bolivia
Brasil
Colombia
Costa Rica
Cuba
Chile
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Haití
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Perú
República Dominicana
Uruguay
Venezuela

68.2

46.8

61.4

60.2

68.2

72.3

64.4

59.6

57.8

52.9

47.5

53.5

63.2

52.9

66.5

61.6

55.7

57.8

70.1

64.7

521

2 174

1 918

2 341

1 804

1 123

1 803

2 928

5 101

4 498

15 750

4 085

1 726

2 014

1 616

1 811

1 917

2 247

1 032

1 115

56

24

52

61

78

74

66

34

43

38

10

36

57

50

74

16

39

38

77

80

3 035

1 997

2 816

2 103

2 344

2 688

2 562

1 993

1 873

1 972

1 896

2 042

2 660

2 314

2 429

2 760

2 341

2 143

3 105

2 359

92.9

49.1

66.7

47.7

61.3

63.1

65.7

46.5

46.0

49.7

46.0

552.3

67.1

61.4

65.4

71.7

60.8

48.5

110.6

59.9

67.9

8.4

31.4

14.4

37.4

----

67.5

16.1

10.2

29.4

1.0

4.8

20.9

14.9

34.3

3.6

27.8

9.7

----

22.9

I. Esperanza de vida al nacer (años) en 1970-1975.

II. Habitantes por médico en 1968-1971.

III. Porcentaje de la población que disfruta de agua potable, 1971.

IV. Disponibilidad diaria de calorías por habitante, 1970.

V. Disponibilidad diaria de proteínas por habitante (gramos), 1970.

VI. Porcentaje de la población económicamente activa abarcado por el Seguro Social, 1969.

La disponibilidad media de calorías y de proteínas (especialmente en lo que respecta a las proteínas de origen animal) se halla por encima de los promedios mundiales, lo que significa una diferencia aún mayor con respecto a los niveles que prevalecen en el conjunto de los países subdesarrollados. Sin embargo, esa disponibilidad sigue estando por debajo de los niveles mínimos establecidos por la PAO, en lo que respecta a gran parte de la región. Esos niveles varían entre 2 200 y 2 600 calorías y 32 y 44 gramos de proteínas, de acuerdo a la estructura de edades de la población y otras consideraciones. Los promedios nacionales que aparecen en la columna IV del cuadro 7 merecen dos restricciones. En primer lugar constituyen estimaciones de la disponibilidad de alimentos, elaboradas por la FAO, e innumerables encuestas han demostrado que sobrestiman el consumo efectivo de alimentos. Así, se puede comprobar que en el Brasil el consumo diario de calorías no es superior a 2 340, es decir, hay una diferencia del 19% menos con respecto a los datos derivados de los "balances de alimentos" elaborados por la FAO. En segundo lugar esos promedios ocultan grandes desigualdades entre grupos sociales, derivadas de la forma de distribución del ingreso. Se estima, por ejemplo, que en un país latinoamericano típico, en el que el consumo de calorías sería de 2 600 (nivel adecuado según los patrones dietéticos internacionales), la mitad de la población de nivel de ingresos más bajo difícilmente alcanza al nivel de 2 000 calorías diarias. Investigaciones realizadas en Bolivia y Ecuador pusieron de manifiesto que el consumo de alimentos de la mitad de la población de ingreso más bajo no alcanza a 1500 calorías. En El Salvador, en 1970, apenas el 20 por ciento de la población se hallaba por encima de los requerimientos nutricionales mínimos; la mitad de la población de nível de ingresos más bajo consumió en promedio 1326 calorías diarias y 30.7 gramos de proteínas. Puede afirmarse sin exagerar que, por la mitad de la década del setenta, más de ciento cincuenta millones de personas en América Latina se alimentan en forma insuficiente, no sólo desde el punto de vista cualitativo sino también desde el punto de vista cuantitativo.

Un aspectode la insuficiencia alimenticia que viene llamando la atención en los últimos años, en razón de sus proyecciones sociales, es el que se refiere a los niños de menos de cinco años. Investigaciones basadas en muestreos realizados entre 1965 y 1970 en trece países de la reglón, pusieron de manifiesto que la proporción de niños desnutridos (de peso inferior a la norma en un 10 por ciento o más) era en todos los casos elevada, pudiendo llegar hasta el 80 por ciento. En cinco países, un quinto de los niños incluidos en la muestra sufría de desnutrición en segundo grado: peso inferior a lo normal en un 25 por ciento o más. Esos datos son fuente de especial preocupación por cuanto los daños causados por la desnutrición en esa primera fase de construcción del organismo difícilmente pueden corregirse después. Se ha llamado la atención no sólo sobre la permanente reducción de la capacidad de trabajo, sino también sobre posibles daños cerebrales irreparables causados por la insuficiencia de alimentos protectores en el régimen alimenticio durante la primera infancia.

Los indicadores educacionales ponen de manifiesto la fuerte declinación del analfabetismo en la región, prácticamente en todos los países para los cuales se dispone de estadísticas recientes. En un grupo de países (la Argentina, el Uruguay, Chile, Costa Rica y Cuba) el analfabetismo fue reducido a proporciones similares a las de los países de Europa occidental. En un segundo grupo de países (México, Venezuela y Panamá) la proporción de analfabetos entre la población de 15 años o más se aproxima a un quinto. En El Salvador y Nicaragua más del 40 por ciento de la población es aún analfabeta. En los países de este último grupo y también en el Brasil (donde en 1970 un tercio de la población de 15 años o más era analfabeta), a pesar del aumento de la tasa de alfabetización, el número absoluto de analfabetos continúa creciendo.

 Nivel de la actividad educacional y su dinámica

Incremento porcentual de la inscripción entre 1960 y 1970

Enseñanza primaria

I

Enseñanza media

II

Enseñanza superior

III

Enseñanza primaria

Enseñanza secundaria

Enseñanza superior

Argentina (1972)
Bolivia (1971)
Brasil (1971)
Colombia (1968)
Costa Rica (1972)
Cuba (1970)
Chile (1972)
Ecuador (1969)
El Salvador (1970)
Guatemala (1970)
Haiti (1968)
Honduras (1970)
México (1970)
Nicaragua (1971)
Panamá (1970)
Paraguay (1970)
Perú (1970)
República Dominicana (1970)
Uruguay (1970)
Venezuela (1971)

95.0*

84.6

76.2

62.7

101.6

103.8 b

102.0 c

86.7

76.1

49.9

31.0

76.6 b

94.4

74.0

93.5

92.6

104.1

 

89.3

95.8

83.4

40.5

16.0

35.6

5.5

37.8

26.8 b

49.4 d e

26.5

19.6

10.9

4.2

12.7

24.1

19.5

43.0

17.6

39.8

 

19.4

60.8

38.6

17.5

7.8

6.6

3.5

12.5

4.2 b

9.2 e

6.9

1.5

3.7

0.3

l.5 b

6.1

5.4

6.3

3.4

11.0

 

4.6 g

8.7 b

11.2

19.7

89.8

71.3

61.7 b

75.8

51.3

74.1 f

63.7

65.3

70.3

27.1 b

83.8 b

89.3

97.2

57.8

40.6

88.7

 

51.5

10.5

44.7

73.0

69.7

247.0

141.5 b

171.1

109.1

32.2 f

190.2

155.6

172.9

75.4 b

161.8

209.3

350.9

101.3

126.8

240.0

 

125.6

87.4

181.6

51.9

100.8

486.6

181.5 b

225.5

51.3

230.2

239.4

241.7 g

219.2

-----

105.9 b

215.8

571.4

95.0

114.7 b

314.2

 

379.4 g

21.4 b

286.8

a, de 6 a 13 años; b, 1968; c, 7-15 años; d, 16-19 años; e, 1971; f, la educación obligatoria fue ampliada a 7 años de instrucción en 1966 y a 8 años en 1967, por lo que la enseñanza media se redujo a 5 y 4 años.

I. Inscripción en primaria como porcentaje de la poblaci6n de 7-13 años.

II. Inscripción en la enseñanza media como porcentaje de la población de 14-19 años.

III. Inscripción en la enseñanza superior como porcenteje de la población de 20-24 años.

Los datos del cuadro ponen de manifiesto la extraordinaria expansión de la enseñanza media y superior. En 1972 el número de estudiantes de los cursos medios alcanzaba a 11 millones, lo que reflejaba una tasa de aumento acumulado anual de 10.3 por ciento a partir de 1960. El número de estudiantes matriculados en escuelas superiores pasaba de los dos millones, indicando una tasa de crecimiento del 12 por ciento anual a partir de 1960. La proporción de los grupos de edad correspondiente matriculados en la enseñanza superior ya es más elevada en muchos países de América Latina que el promedio de los países de Europa occidental. Y lo que es más significativo, esa tasa está creciendo rápidamente aun en los países que aún no han logrado universalizar la enseñanza primaria. Así, en la República Dominicana, donde el número de analfabetos aumentó de 569 mil a 846 mil entre 1960 y 1970, la inscripción en las escuelas primarias aumentó apenas un 51.5 por ciento en el decenio, lo que contrasta con el aumento del 379 por ciento en la inscripción en la enseñanza superior. La situación del Brasil es aún más grave, pues en este último país la proporción de niños sin acceso a la escuela se aproximaba a un cuarto en 1971, al paso que en la República Dorninicana había sido reducida a un décimo en el año anterior.

Como la casi totalidad de los países latinoamericanos ya realizan un esfuerzo considerable en materia de educación -muchos están muy por encima del 4 por ciento del producto nacional bruto recomendado por la UNESCO- las tendencias actuales en el sentido de desviar una porción creciente de los recursos hacia la enseñanza media y superior no puede dejar de suscitar preocupación. Porque la enseñanza primaria sigue siendo insuficiente desde el punto de vista cuantitativo (lo cual ya no es general en la región) y principalmente desde el punto de vista cualitativo. Aún en la Argentina, la proporción de alumnos matriculados que terminan el curso primario no alcanza al 50 por ciento, contra el 93 por ciento en los Estados Unidos. En países representativos de la región, como Brasil y Colombia, esa proporción baja a un quinto. Además, el contraste entre la enseñanza primaria urbana y la rural es considerable. En las zonas rurales, no sólo la calidad de la enseñanza es relativamente inferior, sino que la permanencia promedio de los alumnos en la escuela es mucho más corta. En Costa Rica, que presenta un índice de retención escolar del 50 por ciento, en las zonas rurales ese índice baja al 38 por ciento. En Bolivia, donde apenas un alumno de cada cinco termina el ciclo primario, en las zonas rurales esa proporción baja a uno cada veinte.

Si se toman como referencia datos relativos a Chile, se puede estimar que el costo de un alumno universitario es quince veces mayor que el de un escolar de primario. Ahora bien, la expansión de la enseñanza media y superior en América Latina se vincula a las tácticas utilizadas por los estratos medios de la sociedad para ascender socialmente y mejorar su posición relativa en la distribución del ingreso, por lo que se orienta mucho más hacia la concesión de títulos universitarios que hacia la preparación técnica. Por lo tanto, es natural que se indague si los sistemas educativos no están contribuyendo a reproducir y reforzar sistemas sociales de desigualdad creciente. Volveremos sobre este punto al tratar de las formas de distribución del ingreso y de estratificación social.

Un análisis del conjunto de los indicadores sociales pone de manifiesto que, en los países donde el crecimiento del producto se efectuó a partir de la segunda mitad del siglo pasado, en condiciones de escasez de mano de obra -la Argentina, el Uruguay y, en menor escala, Chile- los frutos del desarrollo alcanzaron un grado de difusión relativamente grande. Una comparación de Venezuela con la Argentina es ilustrativa a ese respecto. Medidas en dólares de poder adquisitivo similar, los ingresos per capita de los dos países casi no se diferencian. Sin embargo, las condiciones alimentarias en Venezuela son iguales al promedio latinoamericano, mientras que las de la Argentina son marcadamente superiores, alcanzando los niveles de Europa occidental.