Rodríguez Estrada, Mauro.

Psicología del mexicano.

Capítulo 7. pp. 59.

Mc Graw-Hill, México.

La autodevaluación del mexicano

Objetivos

1. Conocer la sintomatología polifacética del fenómeno de la autodevaluación

2. Tomar conciencia de que este rasgo de personalidad se enmas-cara sutilmente, de modo que la mayoría de quienes lo sufren no lo saben reconocer.

a) Sintomatología

Cuenta Octavio Paz una simpática anécdota: en cierta ocasión trabajaba él en su estudio, pensando estar solo en la casa, cuando de pronto oyó un ruido y preguntó: "¿quién es?" (Había olvidado que la familia tenía una criadita llegada poco antes de un pueblo, parece que del estado de Oaxaca.) La chica contestó: "No es nadie, señor; soy yo". Como quien dice: "Yo no soy nadie"...

Existen varias evidencias de la autodevaluación del mexicano:

Sobrevaloración de los extranjeros (el malinchismo es justamente la tendencia a admirar en demasía lo que viene de fuera). "Somos muy inclinados a desdeñar lo nuestro, muy afectos a admirar lo extranjero, aunque sea inferior, y muy propensos a la idolatría, que es la más estúpida de las ceguedades. Que en nuestro país bien puede haber un ingenio deslumbrador, pues nos apresuramos a taparle con el manto del desprecio, para correr a ponernos de hinojos delante del primer recién venido de Europa a quien no conocemos pero cuya superioridad creemos a pie juntillas..."

Cualquier europeo, norteamericano, canadiense o japonés que viene a México, al poco tiempo está mandando a los mexicanos. Por poner un ejemplo de actualidad, ¿no tendrá algo que ver con esto el exitazo de los restoranes McDonald's?

Aparentemente se trata de una costumbre pintoresca y casi inofensiva. Pero el psicólogo escudriña y ve mar de fondo: ¿Qué implica el citarte en Sanborns a las ocho de la mañana y llegar a las ocho y media o a las nueve? ¿0 el que tú me hagas eso a mí? La respuesta es implícita, pero clara: Que tu tiempo no vale; que no eres importante; que no somos importantes; no merecemos tomarnos en serio ni tu ni yo.

Se diría que los funcionarios mexicanos miden su propia importancia por la cantidad de tiempo que pueden tener esperando -matando el tiempo- a sus subalternos o al público.

Hay detrás de esto un mensaje, muy enmascarado: no somos importantes. Yo no soy importante y tengo que hacerte sentir mi valor y mi poder con este recurso artificial. Y tú no eres importante ni cuenta mucho lo que haces con tu tiempo, y aquí te tengo a merced de mis humores...

Además de delatar desorganización, estas poses exhiben un mecanismo de defensa; quiere convencerse y convencer: soy grande, soy poderoso...

Y abundan también los despectivos: "tiene usted su pobre casa en Ajolotes No. 20", "tengo un changarrito de refacciones", "voy a mi changarro", "voy a recoger mi carcacha en el estacionamiento de Liverpool", "tengo que comprarme unos trapitos para el próximo invierno", "me conseguí una chamba en la Secretaría de Hacienda", "mi vieja no va a poder venir a la comida de la compañía". (Téngase en cuenta: se llama diminutivo porque disminuye).

Afines, en cuanto que revelan análogas vivencias y proyectan la misma psicología, son ciertos modos de hablar, corrientes entre nosotros: "yo quisiera hacer notar" (en vez de yo quiero); "me gustaría decir" (en vez de quiero decir); "yo venía a cobrar..." (en vez de yo vengo...); "yo les propondría" o "yo les pediría" (en vez de yo les propongo, o les pido); formas todas que expresan inhibición, repliegue, evasión, escasa autoafirmación...

B) La corrupción como autodevaluación

Si es cierto, como lo es, que la corrupción de un gobierno y de un país se mide por la situación que viven las clases más débiles, México, el del petróleo y el de la plata y el de las inmensas riquezas marinas y fotestales, es un país corrupto. Por lo demás, lo proclamamos con cinismo: "la corrupción somos todos".

Las formas de la corrupción son variadísimas:

La corrupción generalizada es un problema cultural, tanto que para muchos no llega a ser problema moral. Muchos mexicanos al dar sobornos, se sienten víctimas de la corrupción en lugar de contribuyentes a ella, y ni les pasa por la cabeza que obran mal y que son corruptos. Echan la culpa al sistema y se lavan las manos.

Dejamos fuera de estas consideraciones los asaltos, los secuestros, el narcotráfico... Nos quedamos en la zona de las peccata minuta.

Cada sexenio se monta un teatro de cruzada contra la corrupción, y el pueblo agraviado cree una y otra vez: "Eso ya se acabó; la corrupción es cosa del pasado". El mesianismo sexenal -o cuatrienal- ha sido un tema recurrente en nuestra historia

¿Hace falta demostrar que la corrupción tiene que ver con la autodevaluación? No sólo tiene que ver sino que es su expresión más sutil. Supone la conciencia de ser gente vulgar, incumplida y delincuente; y supone también la convicción de ser incapaz de ganarse la vida y resolver los problemas con las armas limpias de las capacidades profesionales y de las habilidades negociadoras. Puede estudiarse en la mordida el juego psicológico de agresión y defensa , de ofensa y protección.

¿Nos indignaríamos de que la organización humanitaria American Watch, en su informe sobre el sistema carcelario mexicano, el 24 de marzo de 1991, haya etiquetado a nuestro país como "una cultura de la corrupción"?

C) El disimulo

Es la mexicana una sociedad de dos caras:

Tal vez por eso es México el país de los eufemismos.

El mexicano es cerrado; "no se raja". Se abre en la fiesta. Por ello mismo se desenfrena allí; es la presión que explota; la presión de la represión.

Se diría que en el fondo nos sentimos un país de caricatura.