René Delgado.
Periódico "El
Norte"
Los funerales de Fidel
Incapaz de construir verdaderas instituciones, el sistema encara el peor sus dramas.
El último pilar tradicional y civil que le quedaba, Fidel Velázquez, desaparece de la escena. Con todo, el esfuerzo humanamente irrespetuoso por mantenerlo artificialmente con vida, por exprimirle políticamente la última gota electoral, por prolongar su agonía para evitar o controlar efectos indeseables en la Bolsa se mantiene. Ese es el triste homenaje priísta con que se despide al dirigente obrero que bendijo presidentes y apoyó al sistema al punto de sacrificar la organización de los trabajadores.
Fidel Velázquez, la expresión más acabada de esa costumbre priísta de fincar las instituciones en los hombres y de hacer de los representados un voto seguro, se ha ido en sentido real o figurado.
No obstante los reiterados llamados de la naturaleza que a lo largo de este año tuvo esa encarnación misma del sistema, hoy no está claro en qué consistirán los funerales.
Hasta donde se ve, hasta donde se sabe, no hay claridad si al último reposo se llevará solo a Fidel Velázquez o si, a la sepultura, también se llevará esa parte del sistema el corporativismo que ya le representa un costo al proyecto económico del grupo en el poder sin redituarle las ganancias políticas que antes constituían una garantía para el Gobierno y su partido.
La veneración temor y respeto que el priísmo le profesó a Velázquez y la cultura política de esa corriente impide saber si tienen una respuesta política de fondo ante la muerte del dirigente. Y, sobra decirlo, en los últimos años, el PRI y el Gobierno ha mostrado incapacidad para afrontar la muerte. No supieron y no han podido enterrar a Luis Donaldo Colosio ni a José Francisco Ruiz Massieu. Y, ahora, que de nuevo la muerte les hace sentir que nada es eterno, parecieran reiterar su tradición política. Por encima del proyecto, han puesto al hombre. Ya tienen resuelto quien sustituirá al dirigente en su despacho, pero no qué sustituirán en esa oficina.
Nomás falta que siendo tan dados al inmovilismo y a la inercia política, el PRI, la CTM y el gobierno ahora se aventuren a experimentar la clonación política de Fidel Velázquez en la persona de Leonardo Rodríguez Alcaine.
El experimento, sin embargo, es más complicado. Se puede reproducir un estilo de hacer política, pero no las condiciones para que ese estilo opere y sea imperecedero . El deterioro de Fidel Velázquez fue también el deterioro de la CTM. Desde hace años, esa organización entró en una crisis de proyecto, desde este sexenio, esa organización perdió la plaza pública, escondiéndose en la conmemoración del Primero de Mayo; y, ahora, el hombre que aglutinaba a la dirigencia obrera los ha dejado sin dejarles un paracaídas.
Sin imaginar que la ausencia de Fidel Velázquez pueda provocar el fenómeno del voto de lástima, pero sin desconocer que la sombra del dirigente podría extender su mano haste el próximo 6 de julio, el sistema se encuentra frente a un problema serio: lo que los tiempos de la política le anticiparon y se ignoró una y otra vez, ahora se lo impone el tiempo de los hombres.
Lo que ocurra en el corto y en el mediano plazo estará en buena medida determinado por los resultados electorales.
No se puede ignorar que el mismo Fidel Velázquez amenazó con dejar al PRI si esa formación perdía los comicios y quién sabe qué harán los candidatos cetemistas uno al Senado, 31 a la Cámara de Diputados y cinco a la Asamblea del Distrito Federal si esa profecía se cumple y ellos no logran ocupar el escaño, la curul o el asiento que sienten tener escriturado. El luto y la orfandad política, acompañada de la derrota electoral que desde hace años viene sintiendo ese sector obrero puede no ser muy buena consejera en estos días. Si se supera la coyuntura electoral, habrá que ver si el deterioro de la estructura de la organización obrera resiste la ausencia de su tutor y guía.
El poder de la naturaleza afecta a la naturaleza del poder, como en algún otro artículo se comentó, y ni de eso parecieran tomar nota los viejos nuevos y los nuevos viejos del PRI.
La gerontocracia cetemista concebida como eterna, ahora recibe el revés inexorable de la naturaleza. La muerte no es un problema pasajero, como llegaron a creer. Ya no se nos pasó la muerte, alguna vez le dijo Fidel Velázquez a Blas Chumacero.
Así, expuesta ante esa realidad, la dirigencia obrera tendrá que advertir un error: esa central no se preparó para la sucesión, estructural ni generacionalmente, por mucho que tengan resuelto quién ocupará el despacho de Fidel.
Aquellos cuadros que, antes como ahora, se vieron como los posibles delfines de Fidel Velázquez con posibilidades de concebir un proyecto sindical distinto al que desarrollo la CTM, no aparecen como candidatos viables en la sucesión. Se perdieron con el elixir del poder para conformarse con el puro aroma Arturo Romo; al paso del tiempo, dejaron crecer Porfirio Camarena Castro; o afrontan la resistencia de la vieja guardia que todavía siente que no es hora de irse Juan Millán.
La sangre nueva no se dejó correr por las venas de la confederación, se creyó y se sigue creyendo, que basta con la inyección de hormonas para prevalecer.
En esas circunstancias, sin un proyecto sindical prometedor capaz de conciliar globalización económica con democracia sindical y política y sin una política incluyente para reagrupar fuerza y replantear organización, el nombre de Leonardo Rodríguez Alcaine se presenta como el relevo de Fidel.
Avalado no tanto por un liderazgo democrático como por su capacidad de control sobre el gremio de los electricistas 80 mil trabajadores de base, eventuales y temporales, 20 años de ocupar la secretaría general de ese sindicato y haberse hecho bajo el padrinazgo de Francisco Pérez Ríos, Fidel Velázquez y Carlos Hank González, Rodríguez Alcaine aparece en el escenario. Cuenta, eso sí, con el oval de tener detrás de sí la fuerza de un sindicato y no el simple testamento de Fidel Velázquez en la mano. El dirigente eleckicista, no es José Ramírez Gamero ni Manuel Cadena.
Empero, la gran pregunta es si Rodríguez Alcaine cuenta con la imaginación y los apoyos políticos, de dentro y de fuera de la CTM, para transformar y ajustar a los nuevos tiempos mexicanos a esa central obrera, antes de que los tironeos terminen por desmadejarla.
El cuadro que se le presenta a Rodríguez Alcaine es, por demás, complicado.
La política económica del Gobierno en materia salarial y de empleo, en materia de seguridad y previsión social, en materia fiscal, en materia de privatizaciones, lejos muy lejos está de constituir un acicate para los obreros. La política confrontacionista que Fidel Velázquez llevó al nivel del insulto personalizado con el dirigente de los telefonistas, Francisco Hernández Juárez, que aumentaron la distancia con el Foro Sindical de los 21 Sindicatos, coloca en un apuro al sucesor del dirigente cetemista.
La confrontación gubernamental con ese poderoso sindicato cetemista que es el de los petroleros, tampoco es una pera en dulce.
La muerte desapercibida del Congreso del Trabajo, donde hasta los golpeadores como Víctor Flores llegan a ocupar la presidencia, tampoco es una muleta donde se pueda apoyar el nuevo dirigente cetemista. La pérdida de posiciones al interior de su partido, el Revolucionario Institutional, tampoco es un caramelo.
Ese panorama hace pensar que el tiempo se le irá a Leonardo Rodríguez Alcaine , en evitar el desgarramien to de la CTM. No se ve que tenga la oportunidad de transformarla.
En el major de los cases, la gestión del dirigente de los electricistas será corta y de estabilización, limitada a crear las condiciones para que la central obrera no se desmadeje y sentar las bases de su reestructuración. De lograrlo, ése sería su mayor mérito. Empero, la clave de esa posibilidad la determina el tiempo y el tiempo no juega en esta ocasión a favor del sistema.
Aquel don priísta que se vendía como oro molido, el de la capacidad para autorreformarse desde hace años abandonó a esa fuerza y sus apéndices. Basta recordar, en cuanto al partido se refiere, los tumbos que esa formación ha dado desde la XIV hasta la XVII Asamblea. Basta recordar en cuanto al "movimiento obrero organizado" se refiere, la única Asamblea que en su historia ha tenido el Congreso del Trabajo, allá por 1980, cuando se planteó la reforrna económica del Estado.
Nada fácil la tiene el sucesor.
Más allá del tiempo y la naturaleza que, como visto, también juega sus cartas en la transición política, falta ver cómo serán los funerales de Fidel Velázquez.
No hay noticia cierta de que con el dirigente obrero se quiera enterrar el corporativismo que, en estos días, le resta más de lo que le suma a la circunstancia política. Por el contrario, los indicios apuntan en la dirección de que el Gobierno y su partido buscarán la clonación de Fidel Velázquez en Leonardo Rodríguez Alcaine, a jugar el juego de los aprendices de brujo, en un momento que la situación no está para seguir haciendo experimentos políticos. Mezclar costumbres soviéticas con ansias posmodernas.
En esas circunstancias, los funerales de Fidel Velázquez podrían ser los del sistema y lo que inquieta es la falta de visión y perspectiva de la clase política en el poder. Nomás falta que esa central, su partido y el Gobierno terminen par inaugurar el fenómeno de la extinción del sindicalismo.
René Delgado es autor de libros "El Reclamo Democrático
y "Oposición: debate por la Nación" y Subdirector Editorial
de Reforma.