Carlos Fazio


El diluvio neoliberal

Hoy más que nunca, los esfuerzos reeleccionistas en América Latina parecen tomar rumbo fijo. El deseo de un segundo mandato, justificado por un aparente sistema estabilizador, ha llegado a Latinoamérica no con muy buenas intenciones.

El Presidente de Brasil, al sociólogo Fernando Henrique Cardoso, alentado por el "éxito" de su plan de ajuste económico que, sin duda, ha controlado la inflación al precio de un creciente desempleo, inició, en octubre pasado, una asonada campaña para la reelección, cuando no ha cumplido aún la mitad de su mandato.

El peruano Alberto Fujimori y el argentino Carlos Saúl Menem han dado los pasos para intentar alcanzar un tercer período de Gobierno, mientras que uno de los líderes nuevos de América Latina, el ecuatoriano Abdalá Buscaram incluyó en su "megaplan" de choque varias medidas políticas, como la creación del estado de excepción y la reelección presidencial inmediata, junto con la ampliación del mandato a cinco años.

Sergio "Serginho" Cabral, joven político carioca y nueva promesa del oficialismo, rechazó hace poco cualquier atisbo de "ambición personal" en la reelección de Cardoso. "Para un Gobierno es muy difícil llevar a cabo una transformación tan importante en sólo cuatro años (...) El ajuste, valga la redundancia, se ajusta a la realidad social de Brasil. Tenemos un Estado sobredimensionado y debemos modernizarlo sí o sí".

Sin embargo, para Luiz Inácio "Lula" da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT), tal propósito es la "ópera bufa de la reelección", y alertó sobre los peligros de una "mexicanización" en el uso de la maquinaria estatal.

Un reeleccionista frustrado, el ex-Presidente Carlos Salinas de Gortari, de quien en su momento se dijo que tuvo la intención de promover una enmienda constitucional para buscar un segundo mandado, frenado por la jerarquía príista, dio recientemente algunas pistas sobre este fenómeno que, dijo, formó parte de un "debate internacional". El quid del asunto, según Salinas, quien afirmó que México se mantuvo al margen de esa tendencia y que atajó el tema con firmeza, consciente de la peculiaridad del sistema político mexicano tiene que ver con los procesos de "modernización" y con el "tiempo" necesario para madurar los cambios (reformas) y la necesidad de consolidarlos. Puso como ejemplo a España, donde Felipe González encabezó una modernización profunda a lo largo de más de un decenio, y los casos de Argentina, Perú y ahora Brasil.

En rigor, según se deduce de la declaración de uno de los máximos exponentes de "la democracia del ajuste estructural". el tema es eminentemente político y esta vinculado con todo un sistema de poder y no una simple ideología. El neoliberalismo que encarna una reestructuración conservadora del capitalismo.

EL MITO DEL LIBRE MERCADO

Salinas, Menem y ahora Cardoso en Brasil, llegaron para enterrar los agotados populismos históricos redistribucionistas (Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón y Getulio Vargas) y para decretar el fin de los antiguos monopolios estatales en áreas estratégicas, por la vía de una privatización ligada a la corrrupción y al soborno, y aplicada en beneficio de las corporaciones trasnacionales, lo que dio origen a un nuevo tipo de "populismo macroeconómico" que hace un uso exagerado y arbitrario del Poder Ejecutivo.

Ese poder se articula en torno de un Presidente y su círculo íntimo de consejeros y asesores, que ocupan ministerios clave y colaboran con las instituciones internacionales de préstamo (Domingo Cavallo y su sustituto Roque Fernández en :Argentina, Pedro Aspe, Jaime Serra y Guillermo Ortíz en México), ejecutando políticas que se discuten y diseñan en secreto, y que se aplican como un hecho consumado para impedir la formación de coaliciones y movimientos antiajuste.

A nadie se le escapa que las "terapias de choque" aplicadas por Miguel de la Madrid, Pinochet, Salinas, Menem, Fujimori y Zedillo son posibles debido, en gran medida, a la notable subordinación de las economías de estos países a las clases dominantes del sistema capitalista internacional, y muy en particular, al capital financiero y sus "perros guardianes", como le llama Atilo Borón, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. No se trata de una mera "dependencia externa", sino de de una articulación compleja, y cada vez más íntima, entre los bloques de poder existentes en nuestros países (los millonarios de la revista Forbes) y los de los amos financieros del mercado mundial, que hizo que los gobernantes latinoamericanos aplicaran en forma diligente el evangelio económico que los intelectuales orgánicos de Wall Street crearon para remodelar al mundo en función de los intereses trasnacionales. El llamado "Consenso de Washington".

Resulta paradójico que para crecer y consolidarse, la doctrina neoliberal dependa fundamentalmente del Estado al que estigmatiza, y no simplemente de los sacrosantos "principios de mercado". La historia reciente demuestra, como afirma el politólogo estadounidense James Petras que la política de ajuste se impone gracias a la violencia y a la represión, y no es el resultado de la superioridad intrinseca del libre mercado.

En América Latina, las variantes vernáculas de la "revolución Thatcherista" han tenido un signo regresivo en lo social y reaccionario en lo político, sin que hasta el presente en ninguno de los países en donde se aplicó este modelo se haya producido la famosa "teoría del derrame" de la economía neolibera, que sostiene que el enriquecimiento de las clases dominantes genera un excedente que ineludiblemente se derrama hacia abajo.

Tanto en el Chile de Augusto Pinochet como en la Argentina de Menem, pasando por el Perú de Fujimori y el México de Salinas y Zedillo, esto no ha pasado de ser hasta ahora una ilusión ideológica. Al contrario, lo verificable es la irrupción de un empobrecimiento de masas que adquiere ribetes escandalosos: en Argentina, típico país de clases medias hasta comienzos de los años 70, el número de pobres alcanza hoy la friolera de 15 millones, la mitad de la población total del país. Mientras que Brasil tiene 4.5 millones de desempleados y México a 25 millones (dos terceras partes de la población activa) en el subempleo.

Estos logros del "capitalismo predatorio", como le llaman Borón y Noam Chomsky, dado que mientas se practica un darwinismo social , se legaliza el saqueo practicado por los capitalistas a una sociedad que se convierte en su "presa', han sido posibles, también porque se asentuaron los rasgos de un presidencialismo que gobierna por decreto al margen del poder legislativo y de la opinión pública.

En octubre de 1991, Menem firmó un megadecreto de 122 artículos que abolió miles de normas legales que beneficiaban a las mayorías trabajadoras. En abril de 1992, ante la negativa de la cámara legislativa de aceptar una serie de iniciativas presidenciales, Fujimori clausuró el congreso y estableció un matrimonio por conveninecia con los militares. Ambos, no obstante, fueron reelectos y siguen gobernando con base en lo que Menem dio en llamar "decretos de necesidad y urgencia" , mediante los que ahora busca imponer su política de "flexibilización laboral", declarada ilegal por un Juez, pero que cuenta con el respaldo del poderoso Grupo de los Ocho que controla la economía mundial.

Ahora Bucaram, aprendiz de brujo al vapor, promete mano dura a los opositores, a los que califica como anarquistas y subversivos, y al mejor estilo que la desmesura menemista y con la asesoría de Comingo Cavalto, aplicó un "superpaquetazo" de reformas fiscales, económicas y tributarias, políticas y del Estado, bajo amenaza de que aplicará su plan por decreto de la ley presidencial si el Parlamento lo rechaza. Las protestas callejeras contra el "megaplan" del mesiánico Bucaram (" hay un Presidente que tiene posibilidades de hacer un gran Ecuador. No fomentemos el odio y la violencia, sino la paz y el amor". dijo el 25 de enero) llevan 23 días, y el Frente Patriótico solicitó al Congreso la destitución del Mandatario alegando "incapacidad intelectual, psicológica y moral para gobernar".

LOS FUHRER ESTABILIZADORES

Bucaram como Menem, Salinas, Fujimori y los defenestrados Carlos Andrés Pérez y Fernando Collor de Mello, el que hizo campaña contra la corrupción y los "marajás" de la política brasileña, pero también Zedillo ("El bienestar para tu familia") son expresiones de un nuevo liderazgo político que , una vez en el Gobierno y luego de usar de modo oportunista a los partidos y a las reglas de juego dirigen sus políticas contra el Parlamento y las instituciones democráticas, recurriendo a la vieja relación líder-masa, con base en un discruso vació y demagógico que apela las necesidades del pueblo y las posibilidades que el líder ofrece; proceso en el que la televisión juega una función clave, al fomentar una imagen sin contenido.

El Ministro de Cultrua de Brasil, Francisco Weffort, denominó este tipo de acción política como "democracia delegativa" : Se elige para que el líder haga que le parezca. La victoria electoral otorga al Presidente una especia de carta blanca para gobernar sin rendir cuentas a nadie.

Es cierto que los nuevos liderazgos responden a condiciones concretas y son una respuesta a la crisis de integración de sectores amplios de la población en escenarios de empobrecimiento y polarización social. Pero no es menos cierto que un régimen político que a diario empobrece a sus ciudadanos contradice en los hechos lo que promete en sus discursos.

La democracia es un conjunto de inclusión. Integra a la comunidad política la totalidad de la población adulta y constituye al pueblo como el soberano exclusivo y final del régimen democrático. Pero las democracias macroeconómicas, que socializan los costos y privatizan los beneficios (cuando hay un colapso financiero y quiebran los bancos, los préstamos se socializan y el público paga los costos, como ocurrió en el Chile de Pinochet y en el México de Salinas y Zedillo) fomentan la exclusión y la desigualdad, y cancelan de hecho, la ciudadanía política y económica, haciendo de la república ("cosa de todos") una palabra hueca.

¿Cuánta pobreza puede absorber esta forma estatal? ¿Durante cuánto tiempo la actual tensión en América Latina podrá ser mantenida, en democracia?.