UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES

MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

 

 NOMBRE DEL CURSO    

Historia del Pensamiento Económico

 

GUÍA VIRTUAL

 

Unidad 1

 TITULO DE LA UNIDAD    

El paradigma clásico

 

Clase 2

·         La economía política clásica: Smith.

·         División del trabajo, mercado, libre competencia y mano invisible.

·         El mercado autorregulado como institución  (Polanyi).

 

 DESARROLLO DE LA CLASE    

En la  clase introducimos brevemente el pensamiento de la economía política centrándonos en Adam Smith. La tarea no es sencilla y mucho menos resulto sintética. Si bien se ha realizado un esfuerzo importante en ese sentido.

Hemos desarrollado para esta clase en un archivo adjunto el contexto histórico en el se dio el pensamiento clásico como así también los antecedentes de la formación del capitalismo industrial. Las de categorías de obrero y capitalista las contextuamos en este análisis histórico que consideramos será útil hasta la clase 4 referida al pensamiento de Marx.

La presentación del pensamiento de Adam Smith gira en torno a la teoría del valor que constituye el núcleo central de la clase, que cerramos con Karl Polanyi (1886-1964) y su perspectiva del funcionamiento del mercado competitivo y del análisis smithiano de la mano invisible.

ADAM  SMITH (1723-1790) y los clásicos

En el último cuarto del siglo XVIII se aceleran las transformaciones económicas, sociales y políticas. En el campo de la producción fue el comienzo de la Revolución Industrial, “la invención de todas la máquinas que facilitan y abrevian el trabajo” (A. Smith, La Riqueza de las Naciones, 1776, RN). Este proceso abrió posibilidades de expansión del capitalismo industrial. En lo político, la declaración de la independencia de EEUU y la Revolución Francesa consolidaron el advenimiento de la nueva era.

La formulación de la economía política clásica fue en gran medida la obra de pocos hombres. Entre los economistas mencionados en la primera clase, Smith y Ricardo son los que aportaron los cimientos de la economía política poniendo orden en el estado todavía caótico de la investigación económica, y  a ese orden se lo ha llamado sistema clásico. Sus análisis dejan al desnudo los principios subyacentes en el funcionamiento del sistema capitalista así como el proceso histórico que lo produjo. A esto añadió D. Ricardo sus intentos por descubrir la tendencia de la evolución futura del sistema. Este análisis se distingue también por haber sido el primero en reconocer explícitamente que los fenómenos sociales, obedecen a leyes propias que pueden ser descubiertas.  En este sentido, lo que da a Smith y a Ricardo su carácter científico fue el conocimiento de una Gesetmassigkeyt (legalidad interior, sujeción a las leyes) tan compulsiva en la economía capitalista individualista como lo habían sido en el feudalismo las formas externas de reglamentación.

Si bien no es tarea fácil determinar los límites cronológicos del sistema clásico debemos incluir la obra preliminar de William Petty, Cantillon, los ingleses de principio del XVIII, y los fisiócratas  franceses  y el punto de inicio efectivamente coincide con Adam Smith. Su punto final es más difícil de establecer. Se empezó a manifestar un cambio en 1821 con la publicación del libro de James Mill, Elementos de Economía Política, que fue una última expresión de la escuela ricardiana.

 

Adam Smith es el primer economista académico y su trayectoria tal vez no sea diferente a la de muchos economistas académicos en la actualidad. Empezó como filósofo moral[1]  y su primera gran obra fue la Teoría de los sentimientos morales (TSM, 1759). Entre las numerosas influencias filosóficas que tuvo Smith se pueden señalar algunas. De Francis Hutcheson, su maestro en la Universidad de Glasgow,  tomó la fisolofía social y la fe en el orden natural; de la escuela inglesa  de filosofía (Hobbes, Locke, Hume) tomó la confianza en lo natural como opuesto a lo inventado por el hombre, la creencia en un orden natural intrínseco, en la superioridad de la ley natural  sobre la humana. Ese pensamiento inspiró a Smith en su ataque al mercantilismo. La influencia de los fisiócratas se advierte tanto en su adhesión al naturalismo como en su interés por el problema del excedente[2].

           

Consideremos primero algunos de  sus principios de filosofía social y política.

 En la Teoría de los sentimientos morales, Smith había ya manifestado especial interés por los problemas de la conducta humana que iba a distinguir sus obras posteriores. En TSM, Smith considera que el comportamiento humano está movido naturalmente por seis motivaciones: el egoísmo, la conmiseración, el deseo de ser libre, el sentido de la propiedad, el hábito del trabajo y la tendencia al intercambio, permutar y cambiar una cosa por otra.  Dados estos resortes de conducta cada hombre es por naturaleza el mejor juez de su propio interés, y debe por tanto dejársele en libertad  de satisfacerlo a su manera. Si se le deja en libertad, no sólo conseguirá su propio provecho sino también el bien común. Este resultado se alcanza porque la Providencia organizó la sociedad según un sistema en el que prevalece un orden natural. Las diferentes motivaciones de la conducta humana están equilibradas tan cuidadosamente que el beneficio de un individuo no puede oponerse al bien de todos. El hombre como miembro de la sociedad tiene necesidad de los demás para cumplir con su propio beneficio e interés.

 Nuestra propia felicidad privada y también nuestro interés, aparecen en muchas ocasiones como principios de acción muy loables. Los hábitos de economía, industria, discreción, atención y aplicación de pensamiento, se suponen generalmente procedentes de motivos de interés propio, y al mismo tiempo se consideran cualidades dignas de alabanza, que merecen la estima y aprobación de todos”. (TSM VII.II.3: 530)

Por otra parte, debemos referirnos al egoísmo como fundamento de la acción humana. Acabamos de ver un pasaje que sostiene esto en la TSM y también podemos escoger un fragmento de La Riqueza de las Naciones (RN) donde se observa más claramente.

No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios, sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.” (RN I.II:17)

Esta creencia en el equilibrio natural de las motivaciones de la conducta humana llevó a Smith a aseverar que al buscar su propio provecho cada individuo es conducido por una mano invisible. Efectivamente en la primera sección del capítulo II del Libro IV de su obra, refiriéndose a la acción individual de las personas, Adam Smith escribe:

Ninguno por lo general se propone originariamente promover el interés público.... Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en muchos otros casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.’ (RN, IV, II: 402).

Esa es la única vez que las palabras ‘mano invisible’ aparecen a lo largo de mil páginas que tiene la obra. Sin embargo, la ‘mano invisible’ quizás es la metáfora más usada en la argumentación económica, tal vez superada sólo por aquella otra famosa metáfora del ‘libre juego’ entre oferta y demanda.

El pensamiento económico clásico se basaba en una teoría de la armonía y una visión optimista del desarrollo social. Smith, como los filósofos liberales posteriores, fue fundamentalmente un optimista.

La creencia en el orden natural lo condujo a criticar la intervención del estado y al mismo tiempo a considerar que el gobierno debía defender la propiedad. Las consecuencias de esta creencia en el orden natural son sencillas: el gobierno más eficaz es aquel que no interviene en los negocios humanos. El sistema natural sólo conoce tres deberes propios de gobierno: defensa contra enemigo externo, buena administración de justicia, sostenimiento de obras e  instituciones públicas que no serían sostenidas por ningún individuo o grupo de individuos por falta de ganancia adecuada. Paz interior y exterior, justicia, educación y un mínimo de empresas de otro tipo (carreteras, puentes, canales, puertos) son todos los beneficios que puede otorgar el gobierno. Fuera de eso la mano invisible es más eficaz.

Aplicar los principios del naturalismo a la política económica implicaba la lucha contra la aún sólida estructura de la política mercantilista sobre el comercio inglés,  contra el cúmulo de reglamentaciones industriales heredadas de los siglos anteriores y contra el intento de añadirles nuevos monopolios y privilegios. La competencia no debía estar limitada por el estado ni por ningún organismo. Esa es para Smith la primera condición de la expansión económica  y, finalmente, de un aumento en la satisfacción de las necesidades de todos los individuos de la comunidad.

 

La Teoría del valor

Los mercantilistas buscaron las fuentes de la riqueza en el comercio exterior; los fisiócratas llevaron el origen de la riqueza a la esfera de la producción pero sólo a la agricultura.  Para Smith el trabajo, como tal, y fundamentalmente el trabajo manufacturero se convierte en la fuente de riqueza de las naciones, “de las cosas necesarias y convenientes para la vida que se consumen anualmente”. Smith se refiere a la riqueza en sentido material, útil, es el resultado del trabajo en general. En su obra analiza los aspectos más sociales que técnicos de la riqueza.

La riqueza de una  nación entonces dependerá de dos condiciones: el grado de productividad del trabajo y   la cantidad de trabajo útil, es decir, productor de riqueza.

A partir del Primer libro de RN Smith estudia la

Ø       división del trabajo,

Ø       el cambio, el dinero,

Ø       la distribución y

Ø       la determinación del valor de las mercancías

Las innovaciones tecnológicas son consecuencia de la progresiva división del trabajo[3]  a la que lleva, a su vez, la acumulación de capital. El progreso tecnológico no tiene por tanto un papel independiente en la visión del crecimiento económico, sino que sigue pasivamente a la acumulación del capital.  Como consecuencia de una mejor maquinaria, una mayor destreza y una más adecuada división y distribución del trabajo, todo efecto natural del progreso, implica una menor cantidad de trabajo para fabricar una pieza cualquiera.  (RN, cap. 11 libro 1).

En la división del trabajo Smith encuentra el principio que modifica las formas concretas  y particulares del trabajo a partir de las cuales se producen determinados bienes, valores de usos. El trabajo, como elemento social, se convierte en fuente de la riqueza en abstracto (valor en cambio). La división del trabajo es para Smith la causa principal de su productividad creciente y depende de la propensión al cambio, motivación natural de la conducta humana. Considera como móvil humano natural y eterno algo que es propio de su época; este rasgo del orden social de su tiempo que estaba históricamente condicionado  lo convierte en un principio universal. La división del trabajo pone en marcha al proceso productivo, y la acumulación de capital mueve la rueda del proceso de crecimiento.

Al comienzo de la RN Smith pone énfasis en la división del trabajo en las tareas productivas (el famoso ejemplo de los alfileres). Al llegar el capítulo tercero, Smith parece referirse sobre todo a la especialización en determinadas partes de la producción de un bien. En este sentido, la especialización influye decisivamente en la división por ocupaciones o profesiones en la sociedad en su conjunto.

Smith analiza luego los elementos que determinan el grado de división del trabajo y concluye que se halla limitado por el tamaño del mercado. Describe, entonces, la relación entre el circuito del cambio y la división del trabajo. Se puede establecer una secuencia de división del trabajo, crecimiento de la producción, extensión de los mercados, nueva intensificación de la división del trabajo, especialización e incrementos de la productividad constituyen el círculo virtuoso del progreso económico.

En la teoría de la distribución de la renta S. considera básicamente tres clases sociales: trabajadores, capitalistas y terratenientes. Cada uno recibe una forma de ingreso que se expresa en: los salarios, los beneficios y la renta. En su análisis, los terratenientes, miembros de la aristocracia, no ahorran, no acumulan y por lo tanto no invierten su renta. Los trabajadores sólo pueden vender su fuerza de trabajo y reciben un salario de subsistencia. Tampoco tienen capacidad ni estímulo para ahorrar. Los capitalistas son la única clase en la sociedad que tiene el estímulo y la capacidad material de ahorrar, invertir y acumular capital y por lo tanto impulsan el progreso económico. Los intereses de la nación coinciden así con el interés particular de una clase social, la burguesía.

 

La determinación del valor de las mercancías o del precio natural y del precio de mercado

Las reglas que los hombres observan de un modo natural en el intercambio (de bienes) determinan lo que puede llamarse el valor relativo o de cambio de los bienes” (RN).  S. distingue dos sentidos de la palabra valor al final del capítulo sobre  el dinero antes de entrar al análisis, objeto de su interés, del valor en cambio. Cada bien posee entonces un valor en uso, la utilidad del objeto y un valor en cambio, la  capacidad de un bien para comprar otros bienes.

¿Cuál es la medida del valor en cambio de las mercancías? S. responde: la fuente originaria de valor en cambio es el trabajo. La teoría de valor trabajo subyacente a esta concepción considera que el valor de una mercancía esta determinado por la cantidad de trabajo necesario para su producción. La única fuente de valor y la cantidad de trabajo incorporada en cada mercancía es, entonces, la medida del valor en cambio. “El trabajo fue el primer precio que se pagó por todas las cosas” (RN, I, V: 31). Estaba seguro que ese era el caso en las etapas más primitivas de la sociedad. En esas condiciones la cantidad de trabajo necesaria para producir un bien determinaba su valor en cambio. Sin embargo, la utilización de maquinaria y la manufactura complicaba este análisis.

Ahora bien, si consideramos la producción manufacturera de telas se observa que en ella intervienen  (en principio y simplificando) el trabajo de los tejedores y de aquellos que construyeron los telares. El valor de la tela dependerá entonces del trabajo contenido (tanto, directamente, el del tejedor como, indirectamente, el del que fabricó el telar).  Esta diferenciación la desarrollará David Ricardo, posteriormente, en su obra.

En la sociedad industrial se paga en el mercado un precio  por los bienes, el precio de mercado (PM), en el que se incluye la compensación al dueño de los medios de producción, por lo tanto el producto total del trabajo no pertenece al trabajador, lo debe compartir en la mayoría de los casos con el propietario del capital. El valor en cambio de una mercancía depende así de las rentas pagadas para producir la mercancía y Smith lo expresa como una suma de dichas rentas: salarios+Beneficio+Renta de la tierra.

En términos generales, Smith pensaba que la cantidad de trabajo requerida para producir bienes determinaría las condiciones del intercambio. En un mercado se adquieren con esfuerzo propio el “esfuerzo de otro”, con la particularidad de que el trabajo contenido en la mercancía que adquiero me representaría mayores “penas y fatigas”. De alguna manera, el intercambio de mercancías estaría implicando el intercambio de sacrificios equivalentes.

El valor en cambio por lo tanto depende de algo común que poseen todos bienes y servicios: el trabajo contenido es ese factor común del que depende el valor en cambio.

Los economistas clásicos (tanto Smith como Ricardo) introducen así, una distinción fundamental  entre el precio de mercado (PM) y un concepto teórico al que denominan precio natural (PN) que representa al valor de los bienes como señalamos en párrafos anteriores:

 

Precio Natural = Salarios+Beneficios+Renta.

 

El PM es el precio efectivo al que se venden las mercancías en el mercado. Ahora bien, para toda mercancía existe además en cada tiempo y lugar un precio usual, normal o promedio que no necesariamente coincide con el de mercado y con respecto al cual este último tiene la naturaleza de un desvío o desajuste ocasional. Este precio usual, normal o promedio es el designado como precio natural. El precio natural queda determinado entonces por los costos de productos y realizado en el mercado.

En un contexto de libre competencia (donde existe la suficiente cantidad de oferentes y demandantes que actúan en forma independiente y por tanto no pueden influir en el precio) en cada periodo, el precio de una mercancía en el mercado aparece determinado por su relativa abundancia o escasez. Cuanto mayor (menor) sea la cantidad ofrecida con respecto a las condiciones de demanda, menor (mayor) será el precio de mercado si prevalecen las condiciones competitivas. De manera que=

 

PM= PN (+ -) desvío

 

Insistimos. En la formación de los precios por una parte tenemos los precios de mercado  tal cual se verifica en cada periodo como resultado de la relativa abundancia o escasez de las diferentes mercancías y que está asociado a la aparición de tasas sectoriales de ganancia diferentes. A cada situación real de precios de mercado le corresponde una situación ideal que viene definida  por una tasa de ganancia uniforme para el conjunto de la economía.

En cada periodo con los precios de mercado así determinados para el conjunto de industrias se corresponden ciertas tasas de beneficio sectorial. Esas tasas serán diferentes en las distintas industrias. Si existe libre competencia se producirá con el tiempo un desplazamiento del capital invertido en las actividades de menor rentabilidad en dirección a aquellas otras en las cuales se obtiene una tasa de beneficio mayor. Este proceso de ajuste en la distribución sectorial del capital total induce a una expansión de la oferta en las industrias más rentables, inevitable,  en el contexto de competencia perfecta.

 En síntesis, el PM en aquellos sectores que atraigan más inversores tenderá a caer. Esto empujará la tasa de beneficio a la baja. En la medida que opere este proceso de ajuste se tiende a la existencia en el largo plazo de una tasa de ganancia uniforme. Los precios que resultan de este proceso son los precios naturales. Este mecanismo de ajuste es una tendencia  y funciona como una magnitud ideal, o teórica que puede se asociada a cada periodo  a todo precio de mercado.

***

Según  los historiadores del pensamiento económico Screpanti y Zamagni el pensamiento el Smith estaría imbuido por espíritus diferentes y en cierta medida contradictorios. Por un lado, Smith concibe un análisis más macroeconómico sobre la acumulación de capital y el progreso que forman parte de una explicación dinámica del proceso de crecimiento donde intervienen las clases sociales de acuerdo a su inserción en la producción. Por otro, el Smith de la mano invisible concibe el equilibrio competitivo individualista en una sociedad y una economía que se mueven en función de un orden natural y donde la sociedad estaría constituida por la sumatoria de individuos que responden a motivaciones naturales tales como (el egoísmo, la conmiseración…la tendencia natural al intercambio). Las dos almas de Smith reaparecerán a en las distintas escuelas de pensamiento económico que presentaremos a los largo del curso (Ricardo, Marx, Neoclásico).

 

Una crítica a la mano invisible:

Karl Polanyi y el origen histórico del mercado  autorregulado o competitivo

 

En su obra “La gran Transformación” (1944) Kart Polanyi plantea las consecuencias económicas y sociales de la Revolución Industrial, y muy a menudo evoca el pensamiento de Adam Smith. Lo reconoce como el fundador del movimiento intelectual que basó su análisis de la economía de mercado en el orden natural donde el hombre manifiesta una tendencia natural al intercambio. Polanyi se diferencia de este pensamiento y establece que la división del trabajo, un fenómeno tan antiguo como la sociedad, depende de diferencias que tienen que ver con, la historia, la geografía y la cultura en síntesis depende de las condiciones históricas y no del orden natural.

Polanyi sostiene que es sencillamente falsa la tesis según la cual sólo el intercambio (y peor aún, el intercambio competitivo) sería el único principio organizativo del proceso económico de la sociedad; una tesis falsa desde una perspectiva histórica (opuesta a aquella del orden natural de Smith y los clásicos).

Podemos sintetizar el planteo de Polanyi en las siguientes proposiciones:

a) el contenido común de toda actividad económica es la provisión de bienes materiales para la reproducción de la sociedad (concepción sustantivista) y no la elección de medios escasos para fines alternativos (concepción formal), como pretende la formulación de raigambre neoclásica de la ciencia económica;

b) la concepción formal de la economía sólo es aplicable a una economía de mercado pura y su universalización como teoría y como método de análisis imposibilita -oculta"- la comprensión del modo como la economía en tanto que actividad real se halla articulada con la sociedad.

 

Nunca habrían existido para P. economías totalmente dominadas por el intercambio competitivo. En primer lugar, es útil recalcar de qué manera distingue entre “intercambio” e “intercambio competitivo”, y entre “mercados” y “mercados competitivos”. Se trata de una distinción fundamental para entender cuánta ficción existe en el uso del término “mercado”. Puede haber intercambios -en las relaciones horizontales- entre sistemas locales, y el conjunto de estos intercambios darían lugar a un mercado. La expresión “mercado” puede asumir también (y frecuentemente lo hace) un significado espacial cuando las transacciones se encuentran en el espacio con una cierta frecuencia temporal. Pero el intercambio competitivo es otra cosa: existe solamente cuando el intercambio se da sobre la base de una equivalencia (precio) que se forma espontáneamente mediante la interacción multilateral entre los sujetos que compran y venden. Los mercados competitivos son mercados que se autorregulan, mercados en los que el precio se forma a través de la intersección de contratos bilaterales entre comprador y vendedor.

 En segundo lugar, para describir el proceso económico Polanyi introduce las categorías de “redistribución” y “reciprocidad”. Reciprocidad, redistribución e intercambio son las tres categorías que P. considera preliminares y utiliza para interpretar la circulación de las mercancías en el interior de los sistemas humanos: familia, ciudad, localidad…

 Con la expresión “reciprocidad” Polanyi hace referencia a la circulación de bienes de un individuo a otro, determinada por el status -por la relación de status- entre los individuos. En una familia de nuestra sociedad, el status de mujer o hijo funda el derecho a una parte de la disponibilidad de mercancías del marido o padre. No existe intercambio, no son equivalencias (precios), porque los bienes (o la moneda) circula de uno a otro individuo dada la relación de status. La cultura, con sus valores y normas, determina la circulación de las mercancías en el interior del sistema humano de referencia. La reciprocidad en Polanyi es un principio todavía más elemental que la redistribución. La redistribución tiene un carácter “político”, en el sentido en que se funda en un proceso de decisión colectiva. Las transacciones que se dan sobre la base del principio de reciprocidad, sin embargo, están directamente conectadas a la cultura de una comunidad concreta.

  Así pues, los mercados son artificiales en tanto que han sido construidos, son el resultado de un proceso histórico. Sólo que para los economistas ingleses del siglo XIX lo que era “natural” era el éxito de tales transformaciones. Una economía de mercado parecía ser el reflejo de la propia naturaleza humana.

 Polanyi propone una perspectiva diferente: la economía de mercado nace en una determinada  época de la sociedad occidental, con de políticas públicas influenciadas por ejemplo el “laissez faire”. Polanyi interpreta la ascensión del capitalismo como un proceso de transformación en mercancías. Es decir, de materia-energía contratada en los mercados competitivos: el trabajo, de la tierra y de la moneda.

Para Polanyi la economía de mercado -la economía con mercados que se autorregulan, mercados competitivos- es una construcción artificial. La utilización de la dicotomía natural/artificial (o también, perteneciente al orden natural o al orden histórico), en referencia a un proceso económico organizado por mercados competitivos, es un nudo sin resolver de la ciencia social contemporánea.

El aspecto interesante de Polanyi es la perspectiva empírica de la que parte: él observa (y así interpreta la historia económica y social, también política) que una economía dominada por mercados que se autorregulan (mercados perfectamente competitivos)  tiene costos sociales insostenibles. El análisis de P. se dirige a explicar el surgimiento de los costos sociales del mercado autorregulado que se hicieron visibles a lo largo del siglo XIX”.

Las normativas que impedían la formación de mercados de trabajo, de la tierra y de la moneda fueron eliminadas durante la Revolución industrial mediante decisiones políticas. La Revolución industrial y el descubrimiento de la máquina están vinculados según la interpretación de Polanyi, con el nacimiento de la fábrica y su éxito ha mostrado la capacidad de utilizar la energía con el fin de incrementar la producción. El mercado de trabajo fue creado, según P., porque era considerado funcional para una posterior expansión de la producción de fábrica, particularmente funcional para el incremento de la producción en escala y las fluctuaciones de los intercambios determinados por la dinámica comercial. La acumulación de capital o bien el crecimiento del papel de la máquina, a través de la fábrica, no debía encontrar obstáculos, vistos los beneficios que comportaba. Y la expansión del sistema de la fábrica tenía necesidad de un mercado de trabajo.

 La economía de mercado sería, por tanto, una innovación reciente, surgida hace, aproximadamente, unos doscientos años junto a la Revolución industrial. Polanyi recalca la “resistencia” de la sociedad en particular cuando nace el mercado de trabajo donde la experiencia de la “Speenhamland Law” es muy importante en su reflexión[4].

 Este “doble movimiento” que  analiza Polanyi en la formación de la sociedad de mercado -la expansión de los mercados y la reacción social que se manifiesta mediante un incremento de la regulación de la expansión de los mercados- no se expresa mediante formas de colectivización. Esta evolución institucional que frena la expansión de los mercados y limita su dominio no tiene nada que ver con la alternativa entre propiedad privada y propiedad colectiva de los medios de producción. En este sentido, entre el pensamiento de Polanyi y el de Marx hay una gran diferencia.

 

Karl Polanyi, su itinerario

 

El  pensamiento de Polanyi no entra en el paradigma neoclásico ni tampoco en el marxista.  Polanyi se pudo dedicar a la investigación solamente después de sus cincuenta años, en 1947, cuando era profesor de la Columbia University de Nueva York. Tras haber dejado Hungría, fue periodista durante muchos años en Viena y posteriormente enseñante en Inglaterra. Cuando ingresa en la Columbia University -había escrito ya “La gran transformación”, publicada en 1944- crea el grupo de investigación del que nacerá su libro más ambicioso “Tráficos y mercados en los antiguos imperios”, que salió a la luz en 1957. Se trata de una larga investigación que duró diez años: recoge los escritos de Polanyi y de sus colaboradores.

 

 

Bibliografía

Smith, A. Teoría de los sentimientos morales. Alianza Editorial, España, 1997.

Smith. A. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Fondo de Cultura Económica, México 1997.

Polanyi, Karl La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1992.



[1] En aquel tiempo esta materia estaba formada en gran parte por filosofía política, ciencia política y jurisprudencia.

[2] Conocía muy bien los escritos de los fisiócratas, F. Quesnay y Mercière de la Rivière, el último capitulo del libro IV esta dedicado a la crítica de la fisiocracia.

 

[3] La expresión división del trabajo hace referencia a la división de un proceso o tarea en partes, cada una de las cuales se lleva a cabo por un individuo diferente. Esta noción se usa para referirse a la separación por ocupaciones o profesiones dentro de la sociedad considerada en su conjunto (división social del trabajo) y también para referirse a la separación de tareas en el seno de la familia (división sexual del trabajo). Sin embargo, el significado más habitual que se ha dado a este término desde Adam Smith es el que lo identifica con la especialización por tareas en la empresa.

[4] La “Speenhamland Law” introduce en Inglaterra en 1795 un subsidio de integración del salario, para Polanyi, esta fue la última forma de resistencia de la sociedad a la formación de un mercado de trabajo. Fue abolida en 1834 frente a la insostenibilidad de un mecanismo redistributivo que no incentivaba ni la calidad del trabajo ni la innovación tecnológica y que, con efectos redistributivos, había llegado a ser políticamente insostenible. El “subsidio de integración del salario” es interpretado por Polanyi como el rechazo de una sociedad dominada por el mercado: un rechazo que viene de la élite dominante. En efecto, en los primeros decenios del XIX lo que cambia es la concepción de la sociedad por parte de las clases dominantes. Bajo el trasfondo de este cambio, la “Speenhamland Law” pierde su significado.